Y Demi
se negaba a dejarlo escapar.
Respiró profundamente cuando
llamaron a la puerta el jueves al mediodía. Comprobó en el espejo que estaba
bien peinada y que llevaba la camiseta blanca por dentro de los pantalones
cortos. Sus piernas estaban desnudas, salvo por las sandalias, que revelaban
una uñas pintadas color de plata.
—Hola, Joseph lo
saludó tras abrir la puerta.
—Hola contestó este mientras
entraba. Estás muy guapa.
—Gracias. Me alegra que podamos
comer juntos. Cuando te llamé para invitarte, suponía que estarías ocupado.
—La verdad es que no tengo mucho
trabajo hoy. Mis padres han ido a conocer a su nueva nieta y mi siguiente cita
no es hasta las tres. Tu invitación ha sido una grata sorpresa.
Estaba encantada de oírlo... y de
que Joseph no tuviera que marcharse corriendo.
— ¿Ha nacido ya?, ¿qué tal está? preguntó,
tratando de imprimir a su voz un tono sereno.
—He hablado con Blake esta mañana,
cuando Alison solo tenía cinco horas. Según él, su hija es la criatura más
hermosa e inteligente del mundo. Se equivoca, por supuesto, ya que son mis
hijos quienes ostentan tal distinción; pero le he permitido que siga
creyéndoselo.
—Muy generoso por tu parte.
—Eso créo.
—He preparado una ensalada de
pollo. Hace tanto calor que me apetecía una comida ligera comentó Demi, cambiando de
conversación. Puedes quitarte la chaqueta y la corbata.
No esperó a ver si Joseph
seguía su provocativa sugerencia, sino que se dirigió directamente a la cocina.
Este le dio alcance segundos después. Demi, que había agarrado una jarra de té helado, se quedó
de piedra al verlo: se había quitado la chaqueta y la corbata, se había
desabrochado el botón de arriba de la camisa y se había remangado hasta los
codos. .
—¿Cómo quieres el té? le preguntó
ella, con la boca hecha agua.
—Dulce, es como más me gusta.
— ¿Y cómo te gustan las mujeres? se
atrevió a desafiarlo Demi.
—Picantes contestó él, sin vacilar.
—Me parece que sí te estoy
corrompiendo, Joseph dijo Demi al tiempo que
le acariciaba una mejilla, justo antes de sentarse.
—No me has oído quejarme, ¿verdad?
—Todavía no — Demi se preguntó qué haría cuándo se enterase de
que los chismosos ya estaban haciendo apuestas sobre el futuro de su relación.
Durante la cena, le habló del grupo
de teatro. Joseph rio al oír la grandiosa sugerencia de Earlene y
aprobó las tres obras que Demi tenía pensado recomendarles la semana siguiente.
—Creo que haces bien en empezar con
comedias —dijo él—. La respuesta del público será mejor.
—Sí, la gente es menos crítica
cuando se ríe... claro que tendré que asegurarme de que se ría.
—Parece que va a llevar mucho
trabajo. Y es un gran compromiso por tu parte. ¿Estás segura de que quieres
atarte con eso?
—No pretendo irme de la ciudad en
breve Demi encogió
los hombros. Y me gusta hacer cosas para la comunidad.
—Espero que te salga bien.
—Gracias. ¿Estás seguro de que no
quieres un papel?
—Antes prefiero que me aten a la
cama y me azoten.
—¿De veras? No sabía que te fueran
esas cosas, pero estoy segura de que puede arreglarse.
—Compórtate le ordenó Joseph
con voz ronca, excitado por la mirada chispeante y seductora de Demi.
Esta rio y devolvió la atención a
la ensalada.
Cuando sus platos estuvieron
vacíos, Demi notó
con satisfacción que Joseph estaba más
relajado que de costumbre. Sus ojos no cobijaban ninguna sombra y sus labios
esbozaban una sonrisa espontánea. A pesar de los cotilleos, era evidente que ella
era buena para él. Ya solo tenía que convencer a Joseph de
que así era.
— ¿Qué te apetece de postre? preguntó
mientras llevaba los platos al fregadero.
—Tú respondió Joseph,
que se había acercado a ella sigilosamente y la estaba rodeando por la cintura.
—La mayoría de las personas
prefiere algo dulce de postre dijo ella, recostándose sobre Joseph.
—Yo prefiero lo picante aseguró
este mientras le daba un beso en la nuca.
—Yo también.
— ¿Por qué no me sorprende? Joseph
subió una mano y la detuvo a un centímetro de sus pechos. Demi sabía que su corazón estaba latiendo
desenfrenadamente, pero no trató de ocultárselo. A esas alturas, ya debía saber
que lo deseaba.
La apretó un poco más contra su
cuerpo, demostrándole que no era ella la única con deseos.
— ¿Demi?
murmuró Joseph después de
darle un beso en un hombro.
—¿Sí? —contestó ella con los ojos
cerrados, girando la cabeza para ponérselo más fácil.
—Tengo un par de horas libres.
Demi se
giró entre sus brazos y lo miró a los ojos.
—¿Y quieres pasarlas conmigo?
—Quiero pasarlas haciendo el amor
contigo especificó Joseph.
No sabía qué había cambiado desde
la noche del viernes, cuando se había retirado bruscamente y se había marchado
casi corriendo... al igual que el viernes anterior. Pero tampoco le importaba demasiado
en esos momentos.
—No se me ocurre una manera mejor
de pasar un par de horas.
—A mí tampoco susurró Joseph,
lamiéndole el lóbulo de una oreja.
Demi se
echó sobre él, obligándolo a dar un paso atrás. Sin decir palabra, salió de la
cocina.
Y sin decir palabra, Joseph la
siguió.
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