Demi despertó en medio de la noche al sentir los dulces besos de Joe
sobre su cuello, sus fuertes manos acariciaban su piel con dulzura, eso
despertó un deseo primitivo en ella, que se arqueó ante el tacto de sus manos
sobre sus senos, Joe suspiró de placer y tomo uno de los pechos con su lengua,
hasta llegar al pezón erecto.
Un pequeño grito escapó de los labios de Demi
mientras enredaba sus dedos en su cabello y lo instaba a que siguiera y no
parara.
Joe alzó su rostro y Demi se vio atrapada por una mirada felina con brillantes
motas verdes y peligrosas.
-Te deseo tanto Demi.
Dime que sí, dilo. Dime que te quedaras conmigo. -
murmuró alzando la cadera de está, haciendo que su miembro más que erguido se
frotara contra los labios vaginales de Demi.
Demi suspiró de placer y buscó más
contacto moviendo las caderas, perdida en la marea de placer que le producía.
-Dímelo, Demi, dilo. - Susurró contra su oído colocando la punta de su prepucio
en la tierna entrada de Demi.
-S...sí, sí. Por favor Joe, por favor. - Rogaba Demi enroscando sus manos en el
cuello de él y apretando sus piernas alrededor de sus estrechas caderas.
-Sí Demi, sí...- Joe entró al dulce capullo y se sintió morir y revivir de
nuevo. Buscó con fiereza los labios de Demi que jadeaba atormentada por el
placer que le causaba sentir sus cuerpos pegados, sus músculos tensos, su
miembro dentro de ella.
-Eres mía. - Joe respiraba con dificultad mientras se balanceaba en el placer
de tenerla. - Solo mía.
El placer incrementó rápidamente y sus cuerpos se movían sincronizados,
enredados el uno en el otro.
Demi enterró sus uñas en la ancha espalda de Joe y
se dejó llevar, gritando su nombre, al orgasmo. Una, dos embestidas después Joe
se unió a ella al dulce calvario del placer y a su cuerpo lo inundó una paz sobrehumana.
Después de recostarse y sentir las pequeñas y tiernas manos de Demi felicidad
ganó a la culpa que lo carcomía por no haberle creído desde un principio. La
abrazó con fuerza y escuchó su suspiro.
-¿Demi?
-¿Mmm? - logró decir ella adormilada.
- ¿Sabes que ya no puedes irte, verdad? Ahora me perteneces. - Hubo un instante
de silencio.
-Siempre fui tuya Joe, siempre...- La respiración acompasada y suave le informó
que estaba dormida, dormida y con él, y no pensaba dejarla marchar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario