domingo, 3 de marzo de 2013

De Secretaria a Esposa capitulo 17



Buongiorno, signorina Richardson!

Una sonriente y rellenita mujer canosa, que llevaba un delantal blanco encima de un vestido gris marengo, se acercó a Demi al llegar ésta al final de las escaleras. La mujer le tendió la mano para saludarla.

—Soy Orsetta Leoni... el ama de llaves del signor Jonas. Llevo trabajando para su familia desde hace mucho tiempo y como ya han fallecido todos los demás... ¡ahora sólo cuido de él! Encantada de conocerla, signorina Lovato.

La sonrisa de aquella mujer era encantadora y cuando Demi le estrechó la mano, reconoció para sí misma que era muy agradable que la recibieran de una manera tan cálida. Pero estaba preocupada ya que había esperado durante bastante tiempo que Joe regresara al dormitorio y había comenzado a plantearse que tal vez éste se había olvidado de que ella estaba allí. Aunque la habitación era realmente bonita, había querido salir al patio para respirar el sorprendentemente perfumado aire de la tarde italiano.

Buongiorno —contestó, sonriendo a su vez—. Yo también estoy encantada de conocerte. Me estaba preguntando si podrías decirme donde encontrar al signor Jonas.

— ¡Sí! ¡Desde luego! Sígame, signorina Lovato. La llevaré con él.
Al llegar a las ventanas francesas que separaban el salón del gran y perfumado patio, donde estaban comenzando a florecer las camelias blancas y rosas, Orsetta se llevó las manos a las caderas y comenzó a quejarse.

— ¡Trabaja demasiado! ¡Siempre se lo estoy diciendo! —comentó—, ¡Su mamma se estará revolviendo en la tumba al ver que no se cuida mejor!
Sorprendida, Demi vio que Joe estaba tumbado en un sofá que había en el patio... completamente dormido. Observó que se había quitado la chaqueta, pero que todavía llevaba puesto el mismo traje que había utilizado para viajar. Se había desatado la corbata, tenía el cuello de la camisa abierto y su oscuro pelo le caía sobre la frente.

Pensó que parecía un exquisito equivalente masculino de La Bella Durmiente.
Lo que había dicho Orsetta acerca de que él no se cuidaba como era debido le había llegado al corazón, por lo que se giró hacia la mujer y asintió con la cabeza.

—Tienes razón; sí que trabaja demasiado —concedió.
—Vaya a sentarse, signorina. Le traeré algo suave para beber. ¿Tal vez un zumo de fruta?

—Eso sería estupendo... grazie —contestó Demi. Entonces se sentó en otro de los sillones que había en el patio y, a continuación, miró los preciosos jardines y los tejados de la ciudad que se veían en la distancia.

Emitió un placentero suspiro al sentir como el sol le bañaba la cara. Pensó que tal vez Joe no había sido capaz de garantizar un buen tiempo constante en aquella época del año, pero las temperaturas eran mucho más cálidas de lo que ella había esperado. Se levantó y se quitó la ligera chaqueta rosa de algodón que había combinado con un vestido azul marino de punto. La colocó en el respaldo del sillón. En ese momento, Joe se movió y murmuró algo mientras dormía.

Una vez más, se quedó fascinada por él.
Incapaz de controlarse, se acercó para poder apreciar con más claridad la extraordinaria belleza que poseía Joseph Jonas. Era increíblemente guapo y tenía unas facciones esculpidas muy bonitas. Estaba segura de que debía haber vuelto locas a todas las chicas incluso cuando había sido un niño. Pero, repentinamente, algo perturbó el aparentemente tranquilo descanso de Joe. Éste esbozó una mueca, como si le doliera algo, y echó la cabeza hacia un lado. El sudor comenzó a humedecerle la frente.

Alarmada, Demi se arrodilló junto al sofá en el que estaba tumbado él. Le tomó la mano para calmarlo.

—Está bien... todo está bien —le tranquilizó en voz baja—. Estoy aquí, Joe.
— ¡Sophia! —gritó él, agarrando la mano de Demi con lo que pareció ser toda su impresionante fuerza.

Ella contuvo la respiración al sentir como un intenso dolor le recorría el brazo, pero no intentó apartar la mano. Le dio la impresión de que despertarlo de repente tal vez sería peligroso. Pero se preguntó quién sería Sophia...

Con el corazón revolucionado, observó como una lágrima le caía a él por debajo de sus abundantes pestañas y le recorría despacio la mejilla.
En ese momento, Joe abrió los ojos y ni el cielo en sus momentos más cautivadores había tenido jamás un azul más celestial.

—Estabas soñando —dijo ella a duras penas debido al nudo que se le había formado en la garganta.

Cuando él había gritado, había sentido como si el corazón se le hubiera partido por la mitad. Joe la miró primero a la cara y después bajó la vista hasta su mano, mano que todavía tenía sujeta. Parpadeó y su cara reflejó una aturdida expresión, la misma expresión que reflejaban las personas que intentaban desesperadamente despertar de la agonía de un mal sueño.

— ¿De verdad?
— Joe, ¿crees que podrías... soltarme la mano, por favor? —pidió Demi —. Estás haciéndome daño.

—No me había dado cuenta —contestó él, soltándole la mano con brusquedad. A continuación decidió cambiar de posición y se sentó. Se restregó las mejillas con los dedos y borró todo rastro de aquella impactante lágrima.
Como para eliminar cualquier recuerdo del perturbador sueño que había tenido, se presionó la frente.

—Perdóname, no sabía lo que estaba haciendo. ¿Estás bien?
—Sí.
A ella no le importaba el dolor de su mano ni de su brazo. Lo único que le preocupaba en aquel momento era saber por qué Joe había gritado de aquella manera y qué había provocado que, increíblemente, las lágrimas le hubieran inundado los ojos.

—Gritaste mientras dormías.
—Temía que fuera a ocurrir.
—Dijiste el nombre de una mujer... Sophia. ¿Quién es ella, Joe?
Él se llevó una mano al pecho y se restregó éste por encima de la delicada tela de su camisa como para intentar aliviar un espasmo. Entonces respiró profundamente.

—Era mi esposa —contestó.
— ¿Tu esposa?
Demi se quedó tan impresionada que no sabía cómo había sido siquiera capaz de emitir palabra alguna.
—Sí...
—No... no sabía que habías estado casado... ¿Qué ocurrió? ¿Estáis divorciados?

—No. Ella murió... ahogada. 

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