Joe
Estoy sentado en
clase de matemáticas cuando el guardia de seguridad llama a la puerta y le dice
al profe que tengo que acompañarlo fuera de clase. Cojo los libros con una
mueca y dejo que el tipo disfrute del momento de satisfacción que le provoca
humillarme en público.
- ¿Y ahora qué?
-pregunto.
Ayer me sacaron de
clase por haber iniciado una pelea en el patio. Aunque no fui yo quien la
empezó. Puede que participara, pero no la empecé.
- Vamos a hacer una
pequeña excursión hasta las pistas de baloncesto -se mofa de camino a las
instalaciones deportivas-. Joseph, el vandalismo contra los bienes de la
escuela es un asunto muy serio.
- Yo no he hecho
nada -le aseguro. -Me han soplado que fuiste tú.
¿Te lo han soplado?
¿Acaso no conoces la frase «ha sido el que tenga las manos rojas»? Bueno, pues
lo más seguro es que el chivato haya sido el responsable.
- ¿Dónde está?
El guardia de
seguridad señala el suelo del gimnasio, donde alguien ha pintado con spray una
triste réplica del símbolo de los Latino Blood.
- ¿Puedes
explicarme esto?
- No -contesto.
Otro guardia de
seguridad se nos une.
- Deberíamos
comprobar su taquilla -sugiere.
- Es una idea
genial. Todo lo que encontrarán será una chaqueta de piel y libros.
Mientras introduzco
la combinación de la taquilla, pasa la señora P.
- ¿Cuál es el
problema? -interviene.
- Vandalismo. En
las pistas de baloncesto.
Abro mi taquilla y
doy un paso atrás para que los guardias la inspeccionen.
- Aja -suelta uno
de los guardias, metiendo la mano en la taquilla y sacando una lata vacía de
spray negro de la estantería superior. Me la entrega y añade- : ¿Sigues
pensando en proclamar tu inocencia?
- Me la han jugado
-señalo, y me vuelvo hacia la señora P., quien me mira como si acabara de
cargarme a su gato-. Yo no he sido, señora P. Tiene que creerme -le imploro. Ya
me veo metido en prisión por algo que ha hecho otro idiota.
Joe, las pruebas hablan por sí solas. Me
gustaría creerte, pero es muy difícil -explica, negando con la cabeza.
Los guardias se han
colocado a ambos lados. Sé lo que viene a continuación. La señora P. levanta la
mano y los detiene-. Joe, tienes que poner de tu parte.
Me siento tentado
de no dar explicaciones, de permitirles pensar que he sido yo quien ha
pintarrajeado los bienes del instituto. De todas formas, no creo que me hagan
caso. Pero la señora P. me mira como si fuera un adolescente rebelde que quiere
demostrarles a todos lo equivocados que están.
- El símbolo no
está bien hecho -digo, mostrándole el tatuaje del antebrazo-. Este es el
símbolo de los Latino Blood. Una estrella de cinco puntas con dos horcas
saliendo de la parte superior y las letras LB en medio. La que está en el suelo
del gimnasio tiene seis puntas y dos flechas. Nadie que pertenezca a los Latino
Blood cometería un error así.
- ¿Dónde está el
director Aguirre? -les pregunta mi profesora a los guardias.
- Está reunido con
el superintendente. Su secretaria dice que no quiere que le molesten.
La señora P. mira
su reloj.
- Tengo clase en
quince minutos. Joel, intenta contactar con el director Aguirre por el
comunicador.
A Joel, el guardia
de seguridad, no parece entusiasmarle la idea.
- Señora, pueden
despedirnos por una cosa así.
- Lo sé. Pero Joe es
mi estudiante, y te aseguro que hoy no puede perderse mi clase.
Joel se encoge de
hombros e intenta contactar con Aguirre para que se reúna con él en el pasillo
L. Cuando la secretaria le pregunta si se trata de una emergencia, la señora P.
le arrebata a Joel el comunicador y le dice que lo considera una emergencia
suya y que el director Aguirre debe acudir al pasillo L ahora mismo.
Dos minutos más
tarde, aparece Aguirre con una expresión ceñuda en el rostro.
- ¿Qué ocurre aquí?
- Vandalismo en el
gimnasio -informa el guardia, Joel.
- Maldita sea, Jonas.
Tú otra vez, no -suelta, poniéndose rígido.
- No he sido yo -le
digo.
- Entonces, ¿quién?
Me encojo de
hombros.
- Director Aguirre,
Joe dice la verdad -interviene la señora P-. Puede despedirme si me equivoco.
Aguirre niega con
la cabeza y se vuelve hacia el guardia de seguridad.
- Lleva a Chuck al
gimnasio y averigua lo que puede hacerse para limpiar esa cosa -dice, y
señalándome con la lata de spray, añade-: Pero te lo advierto, Joe. Si me
entero de que has sido tú, no te expulsaré, haré que te arresten. ¿Queda claro?
Cuando los guardias
se van, Aguirre continúa:
Joe, no te he dicho
esto antes, pero lo hago ahora. Cuando estaba en el instituto, pensaba que el
mundo estaba en mi contra. No era muy distinto a ti, ¿sabes? Tardé mucho en
darme cuenta de que yo era mi peor enemigo. Cuando lo hice, me cambió la vida.
Ni la señora Peterson ni yo somos el enemigo.
- Lo sé -admito, y
en realidad, sé que es así.
- Bien. Resulta que
ahora estoy en medio de una reunión importante, así que si me disculpáis,
estaré en mi despacho.
- Gracias por
creerme -le digo a la señora P. una vez se ha marchado el director.
- ¿Sabes quién ha
pintarrajeado el suelo del gimnasio? -insiste.
La miro
directamente a los ojos y le digo la verdad.
- No tengo ni idea,
aunque estoy completamente seguro de que no ha sido ninguno de mis amigos.
- Si no fueras un
pandillero, Joe, no te meterías en estos berenjenales. -Y suspira.
- Sí, pero seguro
que me metería en otros.
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