Joe
Miro los tropezones
que me chorrean por los zapatos. Me han ocurrido cosas peores.
Ella se incorpora,
así que le suelto el pelo. No he podido evitar cogérselo para que no le cayera
en la cara durante el episodio de los vómitos. Intento no pensar en la
sensación que me ha provocado sentir su pelo deslizándose entre mis dedos como
hilos de seda.
Mi ilusión de
hacerme pirata y raptarla para llevarla a mi barco vuelve a pasarme por la
cabeza. Pero ni soy pirata, ni ella mi princesa cautiva. Solo somos dos
adolescentes que se odian el uno al otro. De acuerdo, puede que no la odie de
verdad.
Me quito la bandana
de la cabeza y se la doy.
- Toma, límpiate la
cara con esto.
Mientras me limpio
el zapato en las frías aguas del Lago Michigan, ella utiliza la bandana para
presionarse las comisuras de los labios, como si fuera una servilleta de un
restaurante de categoría.
No sé qué decir ni
qué hacer. Estoy solo... con Demi Lovato pedo. No estoy acostumbrado a quedarme
a solas con niñas pijas a las que la bebida les hace ponerse sensibles,
especialmente con una que me pone tanto. Tengo dos opciones: o aprovecharme de
ella y ganar la apuesta, lo que, teniendo en cuenta el estado en el que se
encuentra, sería una auténtica guarrada o...
- Voy a buscar a
alguien para que te lleve a casa -suelto antes de que mi embriagado cerebro
piense en el millón de formas distintas de aprovecharme de ella esta noche. El
alcohol me ha dejado tocado, y las drogas también. Y cuando tenga relaciones
con esta chica, quiero contar con todas mis facultades.
Ella frunce los labios,
haciendo pucheros como un bebé.
- No. No quiero ir
a casa. A cualquier sitio menos a casa.
Oh, mierda. En
menudo lío estoy metido.
Cuando me mira, la
luz de la luna hace que sus ojos brillen como una joya única y valiosa.
- Colin cree que me
gustas, ¿sabes? Dice que discutimos porque es nuestra manera de tontear.
- ¿Es cierto? -le
pregunto, y contengo la respiración para oír su respuesta. Por favor, por
favor, que sea capaz de recordarla mañana cuando me levante.
Ella levanta el
dedo y dice:
- Espera un
momento.
Entonces, se
arrodilla en el suelo y vuelve a vomitar. Cuando termina, se encuentra
demasiado débil para caminar. Parece la última muñeca de trapo que queda en un
rastro.
La llevo hasta
donde mis amigos han encendido una enorme fogata sin saber muy bien qué hacer.
Cuando me rodea el
cuello con los brazos, me da la sensación de que necesita que alguien la
defienda. Y seguro que Colin no es ese tipo. Yo tampoco lo soy. He oído que en
su primer año, antes de conocer a Colin, salió con un alumno de penúltimo
curso.
Esta chica debe de
tener experiencia.
Entonces, ¿por qué
parece tan inocente? Puede que esté buenísima, pero sigue pareciendo inocente.
Todas las miradas
recaen sobre nosotros conforme nos acercamos al grupo. Ven a una niña rica y
desmayada en mis brazos y enseguida piensan en lo peor. Se me ha olvidado decir
que, durante el paseo, mi compañera de laboratorio se ha quedado dormida entre
mis brazos.
- ¿Qué le has
hecho? -pregunta Paco.
Lucky se pone en
pie. Está muy cabreado.
- Mierda, Joe. ¿He
perdido mi RX-7?
- No, imbécil. No
me tiro a tías inconscientes.
Por el rabillo de
ojo puedo ver a una furiosa Carmen. Mierda. Me he pasado un montón con ella
esta noche y merezco que esté cabreada conmigo.
Le hago una señal a
Isabel para que se acerque.
- Isa, necesito tu
ayuda.
- ¿Y qué quieres
que haga con ella? -pregunta, echando un vistazo a Demi.
- Ayúdame a sacarla
de aquí. Llevo un buen pedo y no puedo conducir.
Isa niega con la
cabeza.
- ¿Te das cuenta de
que tiene novio? ¿Y que es rica? ¿Y blanca? ¿Y que lleva ropa de diseño que tú
nunca podrás permitirte?
Sí, ya sé todo eso.
Y estoy harto y cansado de que todos me lo recuerden continuamente.
- Necesito tu
ayuda, Isa. No un sermón, ¿vale? Ya tengo a Paco para que me dé el coñazo. Isa
levanta en alto los brazos, a la defensiva, y añade: - Solo estoy afirmando lo
evidente. Eres un chico listo, Joe. A ver, seamos lógicos. No importa cuánto
desees que forme parte de tu vida, ella no pertenece a este mundo. No hay
manera de hacer encajar un triángulo en un cuadrado. Ya me callo.
- Gracias.
No añado que si se
trata de un cuadrado lo suficientemente grande, un triangulito puede caber
perfectamente. Todo es cuestión de aplicar una ligera variación a la ecuación.
Estoy demasiado
bebido y fumado como para explicárselo ahora mismo.
- He aparcado al
otro lado de la calle -comenta. Deja escapar un suspiro de desesperación antes
de rematar. - Sígueme.
Acompaño a Isabel
hasta el coche, deseando recorrer esa distancia en silencio. Pero no tengo
tanta suerte.
- El año pasado
también estuve en clase con ella -dice Isa.
- Bien.
- Es buena chica.
Lleva demasiado maquillaje -continúa, encogiéndose de hombros.
- La mayoría de las
tías la odian.
- La mayoría de las
tías desearían ser como ella, tener su dinero y su novio.
Me detengo en seco
y hago una mueca de desprecio.
- ¿Cara Burro?
- Venga ya, Joe.
Colin Adams es guapo, es el capitán del equipo de fútbol y el héroe de
Fairfield. Tú eres más bien como Danny Zuko en Grease. Fumas, estás en una
banda y has salido con las chicas más malas y guapas. Demi es como Sandy... una
Sandy que nunca aparecerá en el instituto con una chaqueta negra de cuero y con
un cigarrillo colgando de la boca. Olvida esa fantasía.
Dejo a mi fantasía
en el asiento trasero del coche de Isa y me siento a su lado.
Demi se acurruca
contra mí, me utiliza como su almohada personal, sus rizos rubios se despliegan
sobre mi cremallera. Cierro los ojos durante un segundo e intento quitarme la
imagen de la cabeza. No sé qué hacer con las manos: la derecha está apoyada
sobre el reposabrazos de la puerta, y la izquierda cuelga sobre Demi.
Vacilo un momento.
¿A quién pretendo engañar? No soy virgen. Soy un chico de dieciocho años que
puede soportar tener a una chica sexy y dormida a su lado. ¿Por qué tengo miedo
de poner el brazo donde esté cómodo, justo sobre su pecho?
Contengo la
respiración mientras coloco el brazo sobre ella. Demi se acurruca más cerca de
mí. Me siento raro y mareado. O son los efectos del porro o... no me apetece
mucho pensar en la otra opción. Su larga melena me cae sobre el muslo. Sin
pensarlo dos veces, deslizo la mano entre su cabello y lo observo mientras los
sedosos mechones resbalan lentamente entre mis dedos. Me detengo. Tiene una
zona enorme del cuero cabelludo sin pelo. Como si hubiera tenido que pasar un
análisis de drogas para un trabajo o algo así y le hubieran arrancado un gran
trozo como muestra.
Cuando Isa da
marcha atrás, Paco la detiene y se sube al asiento del copiloto. Me apresuro a
tapar la calva de Demi; no quiero que nadie vea esa imperfección. No estoy
dispuesto a analizar los motivos por los que actuó así... supondría comerme
mucho la cabeza. Y hacerlo en este estado, podría ser mortal.
- Eh, chicos. He
pensado apuntarme a dar una vuelta con vosotros -dice Paco.
Se vuelve y ve mi
brazo descansando sobre Demi. Chasquea la lengua censurando el gesto y agita la
cabeza.
- Cállate -le
advierto.
- No he dicho nada.
Empieza a sonar un
teléfono móvil. Puedo sentir la vibración a través de los pantalones de Demi.
- Es de ella
-anuncio.
- Pues cógelo
-contesta Isa.
Me siento como si
acabara de secuestrarla. ¿Y ahora voy a responder a su móvil? Mierda.
La inclino
ligeramente y distingo el bulto en el bolsillo trasero de sus pantalones.
- Contesta -susurra
Isa.
- Ya voy -siseo,
aunque los dedos me responden con torpeza mientras intento sacar el teléfono.
- Yo lo haré
-sugiere Paco, inclinándose sobre el asiento y acercando la mano al trasero de Demi.
Le aparto la mano
de un manotazo.
- No le pongas las
manos encima.
- Joder, tío, solo
intentaba ayudar.
A modo de
respuesta, le dirijo una mirada asesina.
Deslizo los dedos
en el bolsillo trasero, intentando no pensar cómo sería poder acariciarla sin
los pantalones. Sacó el teléfono poco a poco mientras sigue vibrando.
Cuando logro
sacarlo del todo, miro la llamada entrante.
- Es su amiga
Sierra.
- Contesta -dice
Paco.
- ¿Estás pirado,
tío? No voy a hablar con una de ellas.
- Entonces, ¿por
qué se lo has sacado del bolsillo?
Esa es una buena
pregunta. Una a la que no sé muy bien cómo responder.
Isa niega con la
cabeza.
- Eso te pasa por
meterte en camisa de once varas.
- Deberíamos
llevarla a casa -dice Paco-. No puedes retenerla contigo.
Lo sé. Aunque
todavía no estoy preparado para alejarme de ella.
- Isa, llevémosla a
tu casa.
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