Demi se preguntó si Joe estaba todavía enamorado de su difunta esposa.
Cuando éste había admitido que la noche en la que se conocieron había estado pensando
en Sophia, ella había sentido como el dolor se apoderaba de su corazón. Se
planteó si la profunda pena de él por la muerte de Sophia podría haberle
conducido a sus brazos...
Joe e había preguntado si se había
acostado con él por venganza, pero ella se planteó que tal vez él le había
hecho el amor simplemente porque había necesitado un cierto consuelo físico y
nada más. No sabía si se había imaginado la fuerte conexión física que estaba
tan segura de haber sentido.
Se sintió invadida por el dolor y
por una sensación de confusión. Se cruzó de brazos y se acercó a las ventanas
francesas del dormitorio, las cuales estaban abiertas. Ni siquiera el
embriagador y sensual aroma de los lirios blancos y de las mimosas que estaban
floreciendo, ayudados por el cálido aire mediterráneo, lograron levantarle el
ánimo. Se quedó mirando por la ventana con la mirada perdida y negó con la
cabeza.
Joe había sugerido que se casaran,
pero no sabía qué futuro podía tener junto a él si el corazón de éste todavía
le pertenecía a una mujer que ni siquiera estaba viva. Se preguntó a sí misma
cómo iba a afectar a su hijo el crecer rodeado de una atmósfera como aquélla.
Cuando ambos habían estado en el
patio, antes de que apareciera el ama de llaves, había estado a punto de
confesarle que lo amaba. Pero había perdido la oportunidad de hacerlo y después
ya no había sido capaz de reunir de nuevo el coraje para confesárselo. En ese
momento se apartó de la ventana y se acercó a la cama, donde tomó una almohada
de raso y la apretó contra su pecho. A continuación se dejó caer sobre el
exuberante cubrecama. No sabía qué debía hacer.
— ¿Demetria?
Asombrada, levantó la mirada y
observó que el objeto de sus reflexiones estaba en la puerta del dormitorio.
Vio como Joe cerraba la puerta tras de sí y
se acercaba a ella.
Pensó que con los bonitos andares
que tenía él dominaba toda la habitación. Estaba segura de que podría cautivar
a cualquier mujer con el simple magnetismo de su presencia. Tuvo que reconocer
para sí misma que siempre le perseguiría un cierto halo de excitación... de
peligro... una necesidad de descubrir lo que provocaba que un hombre tan
enigmático como él se moviera, necesidad seguida de unas ansias silenciosas y
muy intensas de saber cómo sería sentirse bajo sus maravillosos encantos cuando
hacía el amor...
Ella sabía todo aquello porque
aquéllas eran precisamente las sensaciones que había sentido al haberlo visto
por primera vez. Y aquella misma combinación de hambre y placer, combinación
que provocaba que sintiera como si se le derritieran los huesos, estaba
recorriéndole el cuerpo en aquel mismo momento.
Prácticamente nada más haber
visto a Joe, había detectado que había algo
bajo la civilizada fachada de hombre mediterráneo de éste que indicaba que
poseía un espíritu, una naturaleza, un poco salvaje. Y, aunque él poseía unos
arrebatadores atributos masculinos, también gozaba de una gracia que le
convertía en alguien aún más fascinante e inolvidable ante sus ojos.
— ¿Qué pasa? ¿Ocurre algo?
—No —contestó Joe, que al llegar junto a la cama la miró con una
expresión meditabunda e inquietante—, Bueno... en realidad, sí. Sí que ocurre
algo.
Tragando saliva con fuerza, Demi se quedó mirándolo y comenzó a pensar en un
abanico de angustiosas posibilidades. La principal era que, después de todo, él
quizá ya no la quería a su lado. Se volvió a plantear que tal vez todavía
estaba enamorado del recuerdo de su difunta esposa...
—Quiero saber lo que ibas a
decirme... cuando estábamos en el patio. No pude relajarme cuando te marchaste ya
que las palabras que comenzaste a decir me han estado dando vueltas en la
cabeza sin parar y no voy a tener ningún sentimiento de paz hasta que no sepa
qué querías decirme.
Apretando aun con más fuerza
contra su pecho el cojín color carmesí, Demi
miró a Joe con los ojos como platos. Se
sintió acorralada. Pensó que podía andarse con rodeos, mentir, o simplemente
decir la verdad.
Y eligió hacer lo último.
—Iba a preguntarte... si no sabes
lo mucho que te amo.
Alguien exhaló profundamente. Demi no supo si fue él o ella. Pero lo que sí que
supo fue que el sonido de aquella exhalación rozó el aire como terciopelo.
— ¿Me amas? —preguntó entonces el
padre de su futuro hijo.
—Sí... te amo.
Al no detectar ningún cambio en
la seria expresión de la cara de Joe, ella
se sintió invadida por un terrible y helador miedo, miedo a que éste estuviera
a punto de rechazarla. Sintió como si todas sus facultades parecieran
congelarse repentinamente.
Pero entonces él comenzó a
sonreír y de nuevo a Demi le impresionó lo
hipnótica que podía llegar a ser su azul mirada. No tenía defensas ante aquella
expresión que provocaba el más profundo e inigualable placer en su corazón,
expresión que la hacía ser más vulnerable de lo que jamás lo había sido en su
vida.
—Eso está bien —dijo Joe.
— ¿Ah, sí?
—Sí. Ahora ya puedo relajarme,
tesoro mío.
Antes de que ella se percatara de
sus intenciones, él se sentó en el colchón y comenzó a acariciarle el pelo. A
continuación se quitó los zapatos ayudándose de sus propios pies y Demetria sintió como un escalofrío le recorría el
cuerpo de manera casi violenta.
— ¿No te importa? —le preguntó,
susurrando—, ¿No te importa que te ame?
Joe se rió y el deliciosamente
sensual sonido que emitió le hizo sentir a ella como si estuviera siendo
abrazada por unas cálidas y suaves toallas tras haber disfrutado de un baño de
agua caliente con sales perfumadas.
— ¿Te haces una idea de cómo se
siente un hombre que había más o menos renunciado a la posibilidad de ser feliz
al oír a una mujer que le importa mucho decir que lo ama? —preguntó él,
apartándole a Demi el pelo de la cara.
Entonces le acarició la mejilla con mucha delicadeza—. Yo me enamoré de ti el
día de la fiesta, mi querida Demetria. Es
cierto. Era una fiesta que no quería celebrar... pero al finalizar la velada me
sentí contento de haberlo hecho... ya que gracias a ello te conocí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario