Palabras mas, palabras menos.
—Eso es peligroso, señorita. No
debería dejar su trasero a la deriva—Demi sintió como una mano la palmeaba, antes de dar un
respingo en su lugar y poner los ojos en blanco.
—Creí que cocinabas—Le espetó
secamente, mientras tecleaba en su laptop a gran velocidad.
Años de mala escritura y tratar
de copiar las letras de las canciones mientras el músico cantaba, la habían
hecho impresionantemente rápida al momento de teclear. Siempre había sabido que
si su carrera como escritora de novelas no despegaba, podría conseguir algo
como una estupenda asistente o quizás incluso como secretaria. El cielo era el
límite.
—Lo hago, pero si sigues
bamboleando tu trasero de aquí para allá terminare por echarte en la mesa a
ti—Ella lo miró por sobre el hombro, preguntándose que tan enserio hablaba. La
mirada de Joseph fija en su
retaguardia, le dio la respuesta que necesitaba.
—Eres un puerco ¿sabes? Creo que
tienes un problema. —Regresó su atención a su laptop. Él rió desde su lugar
junto a la estufa y Demi siguió meneando el trasero de un lado a otro, mientras
aguardaba a que el archivo se adjuntara.
—Ya lo sé, no lo niego—Demi ahogó una risa y sacudió la cabeza, pasando de responder—Soy
adicto al sexo.
—Lo eres—Concordó mas atenta a la
laptop que a su cocinero. Él se acercó nuevamente presionándole el trasero con
su cuerpo, mientras fingía querer alcanzar algo en el centro de la mesada. Ella
lo observó enarcando una ceja, Joseph
la estaba aplastando y bien…la sensación no era mala, pero debía terminar lo
que hacia.
— ¿Qué? ¿Te estoy incomodando?—Le
preguntó al oído, sin mostrarse para nada dispuesto a apartarse.
— ¿Qué quieres? Yo te lo alcanzo—Joseph negó posicionando una mano en
sus caderas.
—Yo ya lo alcanzo, gracias.
—Luego de besar su nuca, se apartó para seguir con el desayuno. —Creí que
habíamos prohibido el uso de tecnología esta semana—Era cierto durante todos
esos días, no habían ni siquiera encendido la televisión. Sus teléfonos estaban
apagados y las computadoras las usaban solo para escribir, nada de conexión a
internet. Pero en ese momento, la situación lo requería.
—Tenemos que mandarle los nuevos
capítulos a todos, ya sabes como se ponen si no trabajamos. —Sólo Josh tenía el
teléfono de la casa de Darius, por lo que era el único que los telefoneaba para
recordarles que tenían una fecha que cumplir y una publicación que no se podía
retrasar.
En cierta forma era genial no
tener que ponerle atención al universo, en cierta forma el pequeño mundo que
habían creado en esos cinco días era estupendo, a decir verdad en todas las
formas lo era. Y ella no tenía ni el menor anhelo de regresar a su vida
cotidiana. En contra de todos los pronósticos, Joseph era una persona fácil para la convivencia. Uno pensaría lo
contrario, por ese humor de perros que suele destilar en cada frase. Pero a
decir verdad era atento, bastante fogoso y gracioso. Cuando tenían que escribir
lo hacían, cuando tenían que descansar…bien, no lo hacían tanto pero él
comprendía que su cuerpo necesitaba un respiro. La dejaba dormir hasta tarde,
mientras él salía a correr por los alrededores. He incluso había tenido el
detalle de invitarla a que lo acompañase la primera vez, pero Demi le dejó claro que su idea de
ejercicio era una tarde centrada pura y exclusivamente en matar zombis en
Resident Evil. Con eso ella traspiraba mas que suficiente y Joseph no se lo objetó, sino que sacó
su PlayStation y lo conectó en la sala para que no se aburriera durante su
ausencia.
Otra de las cosas geniales que
tenía vivir con Joseph, era que
no debía preocuparse por la comida. El condenado sabía cocinar de todo y cuando
digo de todo, es de todo. El paladar de Demi se había refinado con tantos
manjares a los que fue sometido y también comenzaba a detectar los gustos de
los vinos, algo que él le festejó alegremente, cuando supo distinguir un
Borgoña de un Cabernet.
Joseph le acercó una fresa a los labios
y ella mordió una esquina azucarada, para luego guiñarle un ojo en
agradecimiento.
—Esta deliciosa—Le espetó,
mientras tragaba.
Desayunar frutas frescas, era una
de las tantas cosas a las que comenzaba a acostumbrarse. Joseph era bastante orgánico, le
gustaba comer saludable y en abundancia. Ella no tenia problema con lo segundo,
aunque lo de incorporar frutas en el desayuno era algo que ciertamente chocaba
con su usual ingesta de café y bollos de pan. Pero no se quejaría al respecto,
gracias a la extraña dieta de su colega escritor ella estaba comenzando a
descubrirse curvas que antes juraría, no estaban tan delineadas.
—Una semana mas aquí y te
recomendare como nutriólogo—Él le frunció el ceño al mirarla, Demi no comprendió mucho el gesto
pero tampoco le dio importancia.
—Estas perdiendo peso—Le dijo,
como si eso ella no lo hubiese notado. Es decir ¡Dah! Era lo más genial de todo
el asunto de estar allí, bueno claro…después del sexo.
—De ahí el comentario, bobo.
—No comes casi nada—Eso no era
del todo mentira, si bien Derek se esmeraba en cocinarle, Demi se encontraba siempre
interrumpiendo cada comida para besarlo o para dejarse besar. Ninguno podía
evitarlo o deseaba hacerlo, ambos estaban más dispuestos a probarse mutuamente
que a la comida. Y a decir verdad, tanto ejercicio hace que los músculos se
solidifiquen.
— ¿Y culpa de quien es eso?
— ¿Me culpas a mi?
—Ciertamente, no me estoy
culpando a mí. —replicó haciendo énfasis en su tono burlón—Yo no soy la que
dice “vamos a quedarnos en la cama, hasta mas tarde” cuando ya son las tres de
la tarde.
—Tampoco te opones mucho al
plan…—Dejó ir una carcajada ¿Para qué mentirse? Ella tampoco se oponía a eso,
le gustaba poder responderle que sí y permanecer acurrucada a su lado hasta que
la noche los encontraba tal y como habían amanecido, haciendo el amor. Era una
sensación demasiado placentera, como para desestimarla.
—Perfecto, como te veo tan
indignado con todo el tema. Prometo no volver a retenerte o dejarte retenerme
en tu cama.
—No nos vayamos a los extremos.
—Ella cerró la casilla de mails de Joseph
y se dispuso a abrir la suya propia, pero sabía que su compañero estaba
rondando cerca.
—Nada de revisar mails, Demi. —Apretó la tapa de la laptop desde
el otro lado de la mesada, mas no la cerró por completo—Recuerda el trato.
—No estoy viendo los mails—
masculló molesta, y sigilosamente echó una miradita a la pantalla. Mientras él
sacudía la cabeza y se entretenía poniendo la mesa, ella ingresó a sus sitios
favoritos. La mayoría eran foros de discusión sobre libros y escritores, allí
había encontrado la encuesta sobre Charlotte y James, hace tanto tiempo ya.
—Sólo quiero ver algo…
—Cinco minutos, el desayuno casi
esta listo—Demi asintió ausente, escaneando los
temas del foro a gran velocidad.
Todo era mas o menos lo mismo que
una semana atrás, aun seguían los mismos debates, aun seguían comentando los
mismo libros. Pero algo más llamó su atención, un tema abierto cuyas visitas
eran alarmantemente constantes y estaba dedicado a ellos. No a Charlotte y a
James, sino a Joseph y ella. Era
obvio que los fanáticos darían su opinión al respecto, después de todo internet
daba la libertad de que cualquiera hablara de lo que se le diera la gana. Pero
eso no era lo que esperaba, no esperaba una charla en donde discutieran la
relación de ellos como si fuesen meros personajes de una novela romántica.
¡Incluso había fotos! Y cuando Demi, vio la foto que habían escogido
para destacar de ella en la discusión, casi se cae de culo.
—Santa mierda…—murmuró por lo
bajo, sin creerse que esa fotografía estuviese en un foro tan conocido y
“supuestamente” respetable. Allí no habían respetado nada, la habían puesto
como la “cuasimodo” de esa historia. ¡Y bien! Tal vez no era la mas atractiva
del mundo, pero poner esa foto junto a una de Joseph en la que él se veía oh—mi—dios—cómeme, era completamente
injusto. O sea tenia mejores y ciertamente los comentarios, dejados por los
fanáticos —que para ser honestos el 90% eran mujeres—eran crueles y
completamente infundados.
La pregunta principal la
planteaba una tal Lady_Rhone, en donde desdeñosamente pedía la opinión del
resto de los foreros diciendo: ¿Esta “mujer” es para este hombre?
La ironía de que colocara el
término mujer entre comillas, obviamente a Demi no se le pasó por alto. Varias
de las respuestas expresaban rotundamente que NO. Y en muchas otras planteaban
la cuestión de que Joseph, era
demasiado todo para alguien como Demi. Era como si ella se hubiese
propuesto la titánica tarea de conquistar a Hércules, pues a decir verdad hacían lucir una relación
entre ellos tan imposible, como si Demi hubiese sido tan atrevida de ir declarársele a un semi
Dios.
Sabía que no debía dejarse llevar
por sus palabras, la mayoría era de mujeres que estaban locas por Joseph incluso antes de saber como
lucia. Ahora que tenían fotos que atestiguaban su maldita belleza, ellas
estaban con las hormonas revolucionadas. Después de todo, la combinación de
adictivamente apuesto e inteligente, era tan rara como la combinación del agua
con el aceite. Y las comprendía, ella también se había quedado muda al verlo.
Al descubrir que Joseph y Sir
Rhone eran el mismo tipo, pero eso no significaba que fuese alguien digno de la
canonización. Tenía muchos mas defectos de los que ellas creían, los cuales una
simple fotografía jamás lograrían capturar. Bien, defectos más de personalidad
que de cualquier otro tipo, pero defectos al fin. Y ella estaba indignada,
porque incluso había comentarios de sus propias fanáticas en donde rechazaban
de lleno la relación.
Lo que podía lograr un cuerpo
bien esculpido y unos ojos azules electrizantes.
—Desayuno—La llamó, el hombre de
la discordia.
Demi bufó en su lugar, renuente a apartar la mirada de esas
fotografías, incapaz de no releer esas palabras, luchando por sacarse los
innumerables “NO” de su cabeza.
—Demi, vamos—Fue hasta su lado y la
abrazó por la espalda, descansando la barbilla sobre su hombro.
Su aroma inundo cada fibra de su
cuerpo, Joseph en toda su gloria
la apretaba firmemente contra su pecho y parte de la frustración por lo leído,
murió. Pero no todo se había disipado, no podía evitar pensar que quizás él sí
estaba fuera de su liga.
— ¿Qué pasa?—Él besó su cuello,
hociqueando cerca de su oído, mordiendo el lóbulo de su oreja y causándole
cosquillas con su incipiente barba. Ella se encogió de hombros, en cierta forma
apartándolo inconscientemente— ¿Vas a decirme?
— ¿Por qué eres así?—Seguramente
eso lo desconcertó, pues detuvo el camino que recorrían sus labios y dejó ir un
quedo suspiro junto a su clavícula.
—No entiendo.
—Eres demasiado lindo.
—No sé porque, pero presiento que
eso no fue un cumplido. —Lo era, o al menos esa había sido su intención.
Remarcar una obviedad, pues Joseph
era apuesto según los estándares de belleza. Cualquier mujer que lo viera
opinaría lo mismo, él era guapo. Y ella, no lo era. ¿Pero acaso eso importaba?
— ¿A qué viene esto?
—Nada—Realmente no importaba, lo
que la gente dijera ¿verdad? Ella podía no ser hermosa, pero tenía otras
cualidades y al parecer Joseph
disfrutaba de esas cualidades. No había razón para ponerse a ahondar en temas
estúpidos. La belleza exterior, no tenía nada que ver con lo que se posee
internamente. Aunque eso sonara como una frase dicha y hecha por feos.
— ¿Qué estas viendo?—Él se
adelantó llevando la laptop lejos de sus manos. Demi reaccionó a tiempo de intentar
quitársela, pero Joseph había
aprovechado su estado de letargo mental para burlarla. — ¿Qué carajos?
—Joseph dámela. —Pidió colisionando con su espalda, cuando él se
dio la vuelta con sus ojos fijos en la pantalla—Por favor…—Rogó esta vez,
sabiendo que en la lucha cuerpo a cuerpo, ella no saldría victoriosa. Joseph finalmente la miró y con
cuidado, dejó la laptop en la mesada. Su gesto era ilegible, su rostro lucia
calmo aun así eso nunca era síntoma de tranquilidad.
— ¿Por qué lees esas
estupideces?—Preguntó haciendo alusión al foro, Demi sacudió la cabeza sin saber que
responder y sintiéndose bastante estúpida, por dejarse influenciar por opiniones
ajenas. — ¿Demi?
—Tú no entiendes, tú eres…—Lo
señaló—Así. —dijo limpia y llanamente, como si con eso explicara algo.
— ¿Soy cómo?
— ¿Realmente quieres que lo diga?
Tú lo sabes. — Joseph frunció el
ceño, ahora claramente se veía que estaba molesto.
—En realidad no lo sé ¿Qué
soy?—Ella bajó la vista al piso, dejando implícita su respuesta. Joseph avanzó, hasta que su
respiración golpeó su mejilla y Demi supo que estaba mas que molesto,
pues su pecho a escasos centímetros de su rostro subía y bajaba como si
intentara contener algo allí con mucho esmero. —No es lo que soy yo, Demi…la cuestión es que tú no sabes
lo que eres. —Confusa alzó la vista hasta sus ojos azules, mierda, hasta
cabreado él lograba que ella se perdiera en ese mar.
—Yo sé muy bien lo que
soy—Replicó indignada, mirando de soslayo la foto en el computador—Soy esa, la
fea…la rata de biblioteca, la que tiene cuerpo de niño de diez años…—Sabia que
usar sus propias palabras en su contra era un golpe bajo, pero ese no era el
problema en sí.
Todo el mundo tenia la misma idea
de ella, al verla nadie conjeturaba otra definición y Joseph había hecho ese prejuicio tiempo atrás. ¿Para qué negarlo?
Ella no lo negaba, sabia bien quien era y como la veía el resto del mundo,
incluso como la veía él antes de llegar a conocerla mas detalladamente.
—Sabes que…
—Lo sé Joseph, sé que solo intentabas ser malicioso para sacarme de tu
camino. Pero mi vida siempre fue así, la gente siempre pensó eso de mí. Y no
los culpo, yo no me esfuerzo por desmentir esa imagen—Admitió, recordando los
atuendos que llevaba a la escuela siendo mas joven, todos parecían haber sido
sacados de una colecta de los años sesenta.
Esa era su forma de burlarse de
las tendencias, sabia que ser distinta no era algo malo. Y muchas veces
disfrutaba siendo excéntrica, pero en ese momento le habría agradado que
aquella foto de su adolescencia jamás hubiese llegado a internet. Pues
repentinamente junto a Joseph,
le dio una terrible vergüenza eso de haber querido festejar su diferencia.
—Sí te ves algo ridícula—Lo
fulminó con la mirada, eso no era lo que deseaba escuchar—Pareces payaso de
rodeo—En ese momento él no soportó mas la risa y dejó escapar una leve
carcajada.
—Eres un imbécil.
— ¡Oh Demi, vamos!—La atrapó entre sus
increíbles y fuertes brazos, imposibilitándole darle el golpe que se estaba
buscando. —Todos hicimos tonterías siendo jóvenes, tú te vestías como
payaso…—Una nueva risa, arruinó la seriedad con la que intentaba expresar
aquello. —Espera, tengo que verlo una vez más. —La soltó queriendo alcanzar la
laptop pero Demi en un acto desesperado, le
arrojó lo que más a mano tenia, o sea una manzana del centro de mesa. —Auch.
—Ya déjalo, Rhone. —Él hizo eso
de poner sus ojos como cachorrito apaleado y la parte más femenina de Demi, gimió con apetito. Maldito
hombre manipulador. —Es demasiado, esa foto nunca debió ver la luz.
—Es una parte de ti que
desconocía—Argumentó, volviéndola a coger por la cintura. — ¿Crees que puedes
ponerte tu disfraz de payaso…?—Demi le dio un golpe en la cabeza,
para que callara. Joseph se sobó
soltándola un microsegundo y volviéndola a atrapar contra su cuerpo—No te
preocupes, en realidad no me gustan los payasos. Todo ese maquillaje blanco, me
hace pensar en un paciente terminal.
— ¿Le temes a los payasos?
—Imagínate toparte con uno en una
calle oscura, mientras nadie mas que tú y el viento causan el eco de un sonido
casi muerto. —Él fingió estremecerse y Demi sonrió—La perspectiva, es
escalofriante.
—Tranquilízate, Poe. Obviamente
el terror no es tu género. — Joseph
asintió, inclinándose lo suficiente para depositar un único beso en sus labios.
—Tal vez tengas razón, aun así no
quiero que entres en esos sitios ¿De acuerdo?—La liberó pero solo para darle la
vuelta y empujarla hasta la mesa.
— ¿Me estas queriendo prohibir
algo?
—Más bien seria como un
requerimiento forzoso—Él y sus redefiniciones, la tenían hasta las cejas. Joseph podría escribir un diccionario
con los sentidos que adquirían las palabras, cuando él las decía.
—Y un cuerno—Con una carcajada la
dejó de pie junto a la mesa y se dirigió a la estufa para tomar una bandeja de
las más deliciosas y adictivas, galletas recién horneadas. —No me molesta la
foto—Él lo miró por sobre el hombro, con un gesto que le dio a entender que no
le creía—Bueno, vale…tal vez un poco. Pero es que…lo hacen sonar como si
estuviese cometiendo algún delito.
— ¿Delito?—Con una espátula
comenzó a deslizar las galletas desde la bandeja a un plato de vidrio, ella aun
de pie solo lo miraba hacer su gracia. Él jamás moriría de hambre en una isla
desierta, antes se cocinaría la mano y la salaria con la misma agua del mar. Su
lindo, Boy Scout.
—Ya sabes, como si…—Se silenció,
pensando lo ridículo de toda la situación. Aun así ¿Dónde estaba ese voz que
debía decirle “hora de que dejes de hablar”? Pues no tenia idea, aparentemente
ella y su conciencia llevaban enemistadas desde tiempo memorables. —Como si
fuese imposible que tengamos una relación, como si atreverme a siquiera
considerarlo fuese algo grosero en el mundo femenino.
—Es bueno que no tengamos una
entonces. —respondió en tanto que metía una nueva bandeja al horno y tiraba la
manopla a un lado.
Demi se quedó muda en ese instante,
procesando sin procesar las palabras que había dicho con tanta naturalidad. Era
verdad, no tenían una relación. No tenían nada y ella había sido la estúpida
que había malinterpretado aquel paraíso. Joseph no albergaba la posibilidad de hacer de aquella semana,
algo duradero. Ambos necesitaban desaparecer hasta que la prensa se calmara, el
hecho de que su padre hubiese tenido que salir de la ciudad no había sido más
que una simple y pertinente coincidencia.
Se tragó su indignación, casi
sintiendo que pasaba un hierro hirviendo por su garganta, aun así procuró que
su rabia o dolor…—ya no sabia qué—se reflejara en su voz.
—Exacto—Tal vez no lo logró,
porque él dejó lo que estaba haciendo y la escrutó con gesto curioso— ¿Quieres
jugo? Yo lo traigo—Necesitaba sentirse ocupada y no devolverle la mirada, Joseph leía a las personas del mismo
modo en que leía un libro. Y si la veía en ese momento, notaria cuanto la
habían afectado sus palabras.
¿Por qué mierda pensó que seria
distinto? ¡Oh sí! La invitó a su casa ¿Y eso qué? Los hombres y las mujeres
hacían eso siempre, era algo natural, era parte del cortejo. Joseph quería llevársela a la cama,
nunca le dijo algo distinto así que ¿Por qué se sorprendía? ¿O por qué esperaba
que sus motivaciones fuesen distintas?
La jarra se movió levemente entre
sus manos y ella se dio cuenta que era su pulso el que temblaba. No supo
comprender el por qué, aunque luchó por entenderlo. Algo allí no cuadraba, ella
no cuadraba. El estúpido sentimiento de derrota no cuadraba, la sencillez de
una confesión sin afecto por parte de Joseph
no cuadraba. Y aun así arrastró los pies hasta la mesa, dejando la temblorosa
jarra en el centro como si su corazón no estuviese gritando de rabia en su
pecho. Rabia, decepción ¿Qué más daba? Lo que para ella era algo, para él no lo
era. ¿Eran necesarias más explicaciones?
— ¿Demi qué ocurre?—Ella se volvió en un respingo, Joseph aun la miraba con esa
curiosidad de niño que investiga todo y lo descubre a causa de su
perseverancia. En cualquier otro momento, habría festejado el hecho de que él
se moviera de ese modo por la vida, en ese precisamente no podía odiar mas
aquella personalidad inquisidora.
—Nada ¿Qué hay en el
menú?—Preguntó tratando de guiar la conversación a otros rumbos.
—Dime que te molesta.
—Ya te dije que nada—Joseph no le creyó.
— Demi…
—Déjame en paz, Joseph. ¿Vamos a desayunar o no?—Él
fue hasta la mesa pero no ocupó su asiento, sino que se detuvo a su lado
tomándola por la barbilla para que lo mirara.
— ¿Te fastidia que diga que no
tenemos una relación?—No respondió—De acuerdo entonces, eres mi novia.
—No tienes que decir cosas así y
lo sabes, de todas formas me acostare contigo. —Le espetó molesta, no sabia si
por su debilidad al admitir que lo haría con él de cualquier modo o porque Joseph pensara que poniéndole una
etiqueta al asunto, la dejaría feliz.
— ¿Por qué tienes que pelear por
todo? Te estoy diciendo un hecho…
—No, Joseph. Estas diciendo lo que crees que quiero oír.
— ¿Y no es así?—La miró
fijamente, ella apartó el rostro de su mano.
—No, no es así—Mintió, porque
oírlo decir que era su novia era lo que realmente esperaba.
Pero no de ese modo, no como un
método para callarla o complacer su fantasía de niña. Esa que es igual a que el
muchacho guapo y rico se te confesara en un tarde soleada, mientras los
pajaritos entonan una canción sin letra pero que aun así parece ser una que
reconoces de toda la vida. Ese tipo de cosas no pasaban en la vida real y
ciertamente no esperaba que Joseph,
fuese aquel muchacho ¿o si? No, definitivamente él no era. Internet y los
fanáticos los sabían, Joseph lo
sabía, solo ella era la que se negaba a ver la realidad de ese asunto.
—Maldición, niña
estúpida—Entonces sin previo aviso, la atrajo de un jalón hasta su cuerpo y la
besó sin darle tiempo a coger aire. —Tú eres mi novia y no se dice más.
—Joseph…—A la primera le costó un poco reponerse de ese beso,
plantó las manos en su pecho y se apartó lo suficiente para pensar claro.
—Dije que no se dice más—La sentó
o mejor dicho la dejó caer en su silla—Ahora a comer.
—Joseph.
—Come, Demi—Él tomó sus cubiertos y comenzó
a pinchar la fruta, casi como si intentara apuñalarlas. Ella miró su plato, las
frutas y al hombre en cuestión. El apetito se le había marchitado en ese leve
intercambio y el ceño fruncido con el que Joseph atacaba su desayuno, le daba entender que él tampoco sentía
entusiasmo por estar allí sentado.
—Joseph— repitió por tercera vez, él engulló un gran trago de jugo
antes de mirarla.
— ¿Qué?
—No quiero ser tu novia.
—No te estoy dando opciones. —Y
una vez más apuñalo la fruta, ella cruzó un brazo por encima de la mesa
apartándole el plato.
—Deja eso ¿quieres?
— ¿Por qué no podemos desayunar
de una puta vez?
—No quiero ser tu novia. —En esa
ocasión, su ceño se profundizo aun más, si es que eso era posible.
—Ya te dije que no te estoy
preguntando…
— Joseph, no puedes obligar a alguien a salir contigo y muchos
menos “requerírselo forzosamente”—dijo haciendo alusión a sus propias palabras.
—Sé porque me dices eso y te equivocas…yo…no quiero nada así…—La mentira se
hizo evidente, cuando su propia lengua la traicionó. Aun así lo miró con
firmeza.
—Mientes—Mierda, él también lo
había notado.
—Tal vez—Admitió, pues no tenía
sentido darle vueltas a ese asunto—De todos modos, alguien que quiere estar con
otra persona no se lo pide de esa manera.
— ¿Qué manera?—La incredulidad se
traslucía en su tono.
—Pues todo molesto, como si fuese
un fastidio para ti tener que darme algo a cambio de…—Iba a decir, noches de
sexo pero eso hubiese sido hipócrita, puesto que él estaba cubierto en ese
sentido.
La mano que presionó sus dedos,
la hizo volver al hilo de su conversación. Los ojos de Joseph parecían soltar chispas y ella fue consiente que alguien
que deseaba un noviazgo, no miraba de ese modo al objeto de su “adoración” o lo
que sea, que sientan las personas enamoradas.
—Estás equivocada—masculló con la
voz en un suave murmullo.
— ¿Ah sí? Solo falta que me
muerdas, para terminar de parecer un perro rabioso. —Repentinamente Joseph se puso de pie, empujando su
silla hacia atrás y obligándola a pararse también. La acercó pegando sus labios
a su oído.
—No estoy molesto por decir que
eres mi novia, estoy molesto por tener que aclarártelo a ti. —Si bien
susurraba, aquellas palabras podrían haber sido gritadas y causarían el mismo
efecto en su cuerpo— ¿Crees qué esto es usual en mi? ¿Crees que si no me
importaras te traería a la casa de mi padre? ¿O qué me pasaría toda una semana,
buscando las mejores formas de tenerte a mi lado sin parecer un psicópata? —Se
apartó un milímetro para mirarla con reproche—No puedo entender, cómo se te
ocurre pensar que te tendría aquí por un capricho pasajero. Incluso estoy
intentando idear una excusa, para hacer que mi padre se quede en Francia un
mes…—Ella se mordió el labio, sin saber que decir—Le pagué unas lindas
vacaciones, para no tenerlo aquí fastidiando. Y le pagaría más tiempo si me lo
pides…
— Joseph…
—Demi, te dije que lo haría bien. Dame
un poco de crédito— Asintió poniéndose de puntillas, para rozar delicadamente
sus labios con un tímido beso de disculpa.
En alguna parte muy relegada de
su mente, alguien aplaudió feliz por lo que había oído. Demi estuvo casi segura que era su
conciencia, haciéndola saber que por primera vez estaba obrando correctamente. Joseph enlazó sus manos alrededor de
su cintura, logrando que sus pies se despegaran del suelo. Sus bocas de ser
posible, se fundieran mas una con otra y el ligero gruñido que reverbero en la
garganta de su hombre, la hizo saber que estaba de acuerdo con su respuesta.
Se apartó.
— ¿Así que…eres mi novio?
—Maldición, debo estar totalmente
fuera de mi…—Volvió a mortificarla con un escandaloso beso—Pero…soy tu novio.
—Me gusta como suena eso. —Él
como toda respuesta le pasó la lengua por el lóbulo de la oreja, al parecer le
agradaba jugar por esos lados. Sin poder evitarlo, soltó un leve gemido.
—A mi me gusta como suena
eso—Rieron al mismo tiempo que sus bocas volvían a encontrarse. —Jamás
terminaremos una comida de este modo. —Se lamento, sin mostrarse dispuesto a
terminar esa pequeña sesión e incluso, llevando sus manos al frente de su pecho
donde la delicada camisa que cubría su desnudez prontamente era retirada de su
labor.
—Mis kilos de más, agradecen eso—Joseph puso los ojos en blanco.
—No tienes kilos de mas, tonta.
—Le aprisionó el trasero, para darle énfasis a sus palabras—Tienes lo justo
para llenar mis manos.
—Eres grotesco.
—Te vuelvo loca.
—No es cierto.
—Sí lo es.
—Nop—Joseph se tragó su replica y la hizo sonreír al apretarla contra
la dureza de su masculinidad.
—Bueno, tu si me vuelves loco.
—Estaba apunto de lanzarla sobre la mesa y hacerle el amor allí mismo, cuando
el teléfono sonó en alguna parte de la casa. —Demonios…
—No vayas.
— ¿Y si es Josh?—Demi hizo un puchero, Josh se
molestaba si no respondían y luego les tiraba todo un discurso sobre responsabilidad,
que a ninguno le apetecía oír. —Vuelvo en un parpadeo…—La soltó y al instante
ella sintió la ausencia de su calor. —Come algo, mientras.
Joseph tomó el auricular, maldiciendo
internamente a Josh y pensando las palabras que le soltaría cuando lo tuviera
cara a cara.
—Eres muy inoportuno—Le dijo,
apenas tuvo la fuerza para hablar y no pensar en el manjar que se estaba
perdiendo en su cocina.
— ¿Joseph?—Pero la persona del otro lado de la línea, no era quien
esperaba oír—Hey ¿Estas ahí?
—Sí, sí…—respondió algo
confuso—Disculpa, pensé que eras Josh ¿Qué pasa Martin?
—Bueno, tienes que saber que me
costó un buen conseguir tu teléfono. ¡Qué mierda, fue como pedir audiencia con
el Papa!—La idea era exactamente esa, aislarse de todo y de todos. Lo que lo
llevaba a preguntarse ¿Cómo es que Martin tenia el teléfono de la casa de su
padre?—Luego de que le expliqué a Josh lo importante que es esto, accedió a
darme un numero para contactarte.
—Bien, de acuerdo ¿Qué ocurre?
—Tengo algo para ti—Martin, le pidió
que anotara algo y a falta de lugares decidió por garabatear lo que le dictaba
en su muñeca.
— ¿Qué se supone que es esto?
—Un número de teléfono—Asintió
aun sin comprender la razón de que ahora lo llevara escrito en la piel. —Pero
no cualquier número de teléfono, sino el número del celular con el que se
sacaron las fotos que aparecieron en la revista.
Entonces, las piezas comenzaron a
encajar en su lugar. Joseph miró
lo que había escrito con renovado interés y una parte ya algo dormida en su
mente, se activo ante ese nuevo hallazgo. Martin, lo había conseguido. Había
encontrado a la persona que lo había vendido, a esa persona que había echado a
perder su anonimato.
—Eres un genio.
—Lo sé. —No había necesidad de
decir más—Fue complicado ¿sabes? El que sacó las fotos, se encargo de limpiar
su rastro. Aunque cometió un pequeño error…
— ¿Qué cosa?
—Pues, envió las fotos a una
casilla de mail. Desde allí las imprimieron y luego las faxearon hacia un
número privado de la revista. La conexión se había cortado con eso de enviarlas
por fax, pero aun así…—Era todo lo que Joseph
necesitaba oír, nunca dudaba de los métodos de Martin. Aunque a veces fuesen
más que dudosos.
—Amigo te debo una. —Él le dijo
la mejor manera de pagarle y luego colgó.
Joseph pensó en todo el trabajo que se
había tomado aquella persona para joderle la carrera, ciertamente debía darle
crédito por intentar burlarlo. Pero estaba tan cabreado que ni siquiera iba a
fingir, no estar deseando tener su cuello entre sus manos. Bien, tal vez no
tenia su cuello pero si su numero y en ese momento sabría exactamente quien lo
había vendido.
Se acercó a la puerta de vaivén
de la cocina y espió el interior, encontrando a Demi agitando su jugo dentro de la copa como si estuviese a punto de
catarlo. Sonrió casi por inercia frente a esa imagen.
Luego regresó su atención al
teléfono y marcó el número sin más demoras, al primer timbrazo nadie contesto,
tampoco al segundo, ni al tercero. Fue en el cuarto que finalmente, sintió vida
del otro lado.
—Diga…—respondió una voz
somnolienta, arrastrando las palabras mas de la cuenta. Él se quedó un segundo
en silencio, dejando que la voz se colara a su mente deseando de alguna forma
poder determinar ¿Por qué le era tan familiar?— ¿Quién habla?—Insistieron del otro
lado, frente a su enmudecimiento.
Entonces no le cupo duda, sabía
exactamente con quien hablaba y sus ojos viajaron inexorablemente hacia Demi sentada aun en su silla, ella le
sonrió al verlo allí observándola. Pero Joseph
no le devolvió el gesto, pues repentinamente se vio asaltado por un antiguo y
bastante antipático recuerdo. «No te preocupes por nada, yo tengo todo bajo
control» Y la voz de Demi, hizo eco en su memoria que
revivía aquella frase como una burla. Esa que ella había soltado un día después
de que todo el circo se desatara, esa que ella decía al teléfono mientras
intentaba calmar la insistencia de…
—León.
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