El pareció realmente impresionado
ante aquel arrebato de Demi. Respiró
profundamente y negó con la cabeza.
Al soltarse las manos, ella se
percató de que no tenía esperanza alguna de evitar que éstas temblaran. Estaba
jugándose demasiado como para ser capaz de permanecer tranquila.
Joe todavía no había dicho nada y, con tristeza,
ella creía que no iba a contestar ninguna de las acaloradas preguntas que le
había hecho. En ese momento sintió como la esperanza moría dentro de su cuerpo
y sintió muchas ganas de llorar.
Pero entonces, la tensión que
había reflejado la boca de Joe se desvaneció
ligeramente y, sorprendentemente, éste pareció cambiar de idea.
—Estábamos disfrutando de unas
vacaciones junto a unos amigos en el yate de éstos, en la costa sur... en
Amalfi, para ser precisos.
Prestándole toda su atención, Demi se relajó. Se apoyó en el respaldo de la silla
y se colocó las manos sobre la tripa de manera protectora.
—Sophia estaba descansando en una
de las cubiertas que había habilitadas para tomar el sol. Me dijo que sólo
quería leer e intentar apartar los problemas de su cabeza —continuó él, mirando
a Demetria fijamente a los ojos. Tragó
saliva con fuerza antes de seguir explicándole—.
Habíamos pasado un momento
difícil... en realidad muy duro. Habíamos estado intentando tener un bebé
durante tres años... sin ningún éxito. En el último de aquellos tres años,
decidimos realizarnos algunas pruebas para descubrir por qué no podíamos
concebir un hijo.
El resultado fue que había un problema con los ovarios de
Sophia, problema que no tenía solución y que hacía imposible el que se quedara
embarazada. Ella se quedó profunda y completamente destrozada.
Joe hizo una pausa y tragó saliva
con fuerza.
—Desde que comenzamos a tener
relaciones, tanto ella como yo sabíamos que queríamos formar una familia. Soy
hijo único y mis padres fallecieron antes de mi veintiún cumpleaños.
Yo quería
llenar esta preciosa villa que me dejaron con el sonido de las risas de mis
hijos... ¡quería tener muchos niños! Sophia tenía cinco hermanas y había tenido
un hermano que falleció. Debido a aquello, soñaba con darles un nieto a sus
padres.
Durante tres años pareció que en todo en lo que podíamos hablar, todo
en lo que podíamos pensar y desear era en tener un hijo. Cuando descubrimos las
malas noticias, le dije a mi esposa que podíamos adoptar un niño.
Le dije que
me alegraría hacerlo... y lo dije en serio. Pero a Sophia no le hizo gracia.
Lloraba todos los días. Entonces comenzó a encerrarse en sí misma cada vez más
y finalmente apenas me contaba cómo se sentía.
Mientras él le contaba todo
aquello, Demetria escuchaba con mucha
atención.
—Aquella misma mañana, más o
menos media hora después de haber dejado a Sophia relajándose en la cubierta,
volví para comprobar cómo estaba y me encontré su tumbona vacía.
El libro que
estaba leyendo estaba junto a ésta, abierto por la página que había estado
leyendo cuando la dejé sola. Pensé que tal vez había ido a echarse en el
camarote y me dirigí a éste para buscarla. Pero no, allí tampoco estaba.
Incapaz de ignorar el sentimiento de miedo que se había apoderado de mí, corrí
junto a mis amigos y todos buscamos por el yate para ver si la encontrábamos.
Frunciendo el ceño al recordar
todo aquello, y con la tensión reflejada en la cara, Joe
volvió a hacer una pequeña pausa antes de continuar hablando.
—Los guardacostas encontraron su
cuerpo horas después aquel mismo día por la tarde. La cubierta en la que había
estado leyendo estaba rodeada de rejas, por lo que no cabía la posibilidad de
que se hubiera caído por accidente. Tras una minuciosa investigación policial,
el juez de instrucción dictaminó que había sido un suicidio.
Restregándose una mano por la
barbilla, Joe miró a Demi con la dureza
reflejada en los ojos.
—Lo que yo quiero saber... lo que
me ha estado carcomiendo por dentro durante más de tres años, es si yo empujé a
Sophia a cometer suicidio por mi gran ilusión de ser padre. No sé si puse sobre
ella demasiada presión cuando resultó ser que, en realidad, era una mujer muy
frágil... No lo tengo claro.
— ¡Oh, Luca!
A mí no me da esa impresión en absoluto —respondió Demi,
sintiendo el corazón partido al conocer la manera en la que había
fallecido Sophia, así como también al percibir el dolor que reflejaba la voz de
él.
Se inclinó por encima de la mesa
y tomó la mano de Joe entre las suyas.
—Por lo que me has contado,
Sophia quería hijos al igual que tú... tal vez los deseaba incluso más
fervientemente. Para algunas mujeres, el deseo de tener un hijo puede llegar a
apoderarse de sus vidas. Yo tenía una amiga a la que le afectó de esa manera;
tenía un matrimonio estupendo, un esposo que se preocupaba mucho por ella y que
la amaba más que a nada en el mundo, pero no conseguía quedarse embarazada.
Al
final, debido a la obsesión que estaba consumiéndola por dentro, su matrimonio
se rompió. Yo me encontré con su marido poco tiempo después de su separación y
me confesó que había tenido que marcharse porque había comenzado a sentir como
si hubiera dejado de existir. ¡A mi amiga le preocupaba más el hecho de
intentar tener un bebé que él! Y en una relación sentimental, las dos personas
que la componen deben cuidarse el uno al otro... ¿no te parece?
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