miércoles, 13 de marzo de 2013

La Chica que A La Que Nunca lo Miro Capitulo 2




Demi se quedó petrificada.
 Cielos, no había cambiado nada. Seguía siendo el más guapo de los hombres. Llevaba vaqueros y una sudadera gastada, remangada hasta los codos. Tenía los ojos azules fijos en ella, de una forma que la hacía temblar.

 Sin poder evitarlo, Demi se sintió otra vez como una ingenua quinceañera enamorada.
 – Joseph, ¿qué diablos haces aquí? ¡Me dijiste que ibas a marcharte del país!
 –Debería estar en el avión ahora, pero el mal tiempo me ha obligado a cancelar los planes. Hace mucho tiempo que no nos vemos, Demi

 Hubo un largo silencio. Nerviosa, Demi notó cómo los cuatro años que había pasado lejos de él, cortando los vínculos que la habían atado a ese hombre, se esfumaban ante sus narices. Tuvo ganas de llorar. Pero la rabia fue más fuerte. Se quitó el abrigo mojado por la nieve.
 –Sí. ¿Qué tal estás? –preguntó ella, forzándose a sonreír.
 –Estaba esperándote. Quería asegurarme de que llegabas sana y salva. No estaba seguro de si ibas a venir en tren o en coche.

 –He venido en tren –informó ella. Había dejado el coche en Londres–. Pero no era necesario que me esperaras. Ya sabes que puedo cuidarme sola.

 –Seguro que sí. Mi madre me ha tenido al tanto de tus progresos en París.
 Demi seguía sin moverse, como si estuviera clavada al sitio.

 Tomando la iniciativa, Joseph se giró y entró en la cocina, dejándola para que lo siguiera.
 No había hecho ningún comentario sobre lo mucho que ella había cambiado, se dijo Demi. ¿Acaso no se había dado cuenta? Aunque lo cierto era que él nunca se había fijado…

 –Estoy muy contenta en el trabajo –señaló ella, incómoda, tratando de mantener la conversación con educación–. Nunca imaginé que acabaría quedándome allí cuatro años, pero cada vez he ido aceptando más responsabilidades y me han ascendido un par de veces.
 –Pareces una invitada, ahí parada. Siéntate. Esta noche no vas a arreglar nada. Podemos hacer una lista de lo que necesita arreglo mañana.

 –¿Podemos? Como te he dicho, no hace ninguna falta que me ayudes. Planeo terminar mañana, pues tengo que irme pasado mañana a primera hora.
 No era así como se suponía que debían actuar dos amigos que llevaban largo tiempo sin verse. Demi lo sabía.

 Era consciente de que estaba tratando a Joseph con excesiva frialdad, pero también sabía que necesitaba hacerlo para protegerse. Solo de mirarlo, tan atractivo y viril, su mente amenazaba con llevarla de nuevo al mismo lugar de hacía años.
 –Buena suerte con el tiempo.

 –¿Qué haces en la nevera? –preguntó ella, mientras Joseph rebuscaba algo.
 –Huevos, queso. Tienes pan también, de ayer. Cuando empezó a nevar, me di cuenta de que igual me quedaba atrapado aquí, o tú, por eso fui a la tienda y compré unas cuantas cosas.
 –Muy amable, Joseph, gracias.

 –Esto es divertido, ¿no? –comentó él, sacando una botella de vino de la nevera. Sirvió dos vasos–. Hace cuatro años que no nos vemos y no sabemos qué decirnos. ¿Qué has estado haciendo en Francia?

 –Ya te lo he dicho. Mi trabajo me gusta. Y tengo una casa muy bonita.
 –Así que todo te ha salido a pedir de boca –observó él y se sentó. Mientras le daba un trago a su vino, la miró por encima de la copa.

 En cuatro años, Demi había cambiado mucho, caviló Joseph. No había podido verla en todo ese tiempo, pues ella había hecho todo lo posible por cortar ataduras con él. Y todo por lo que había pasado aquella horrible noche. Por supuesto, él no lamentaba cómo había actuado. No había podido hacer otra cosa. Ella había sido joven y vulnerable y demasiado atractiva. Se había ofrecido a él con ingenuidad y llena de confianza, no como las mujeres interesadas a las que estaba acostumbrado.

 Sin embargo, Joseph no había sospechado nunca que, al rechazarla, la perdería para siempre.
 –Sí –dijo ella, sin tocar su copa de vino–. Todo me ha ido muy bien. ¿Y qué me dices de ti? He visto a tu madre unas cuantas veces, pero no sé mucho de tus andanzas.

 –He estado abriendo nuevas brechas de mercado en Oriente, pero no creo que te interese mucho hablar de negocios. Dime, ¿qué te parece París? Es muy distinto de estos bosques helados, ¿a que sí?
 –Sí, lo es.

 –¿Vas a decir algo más al respecto o quieres que sigamos bebiendo mientras pienso nuevos temas de conversación?

 –Lo siento, Joseph. Ha sido un viaje muy largo y estoy cansada. Creo que es mejor que te vayas a tu casa. Podemos ponernos al día en otro momento.
 –No lo has olvidado, ¿verdad?
 –¿El qué?
 –La última vez que nos vimos.
 –No tengo ni idea de qué estás hablando.
 –Sí. Creo que sí, Demi.
 –No creo que tenga sentido escarbar en el pasado, Joseph –se defendió ella, poniéndose en pie con los brazos cruzados.

 No solo se habían convertido en extraños, sino que eran enemigos. Y, para colmo, Demi se daba cuenta de que, todavía, algo dentro de ella seguía respondiendo a su influjo. No sabía si eran los recuerdos compartidos o su atractivo masculino, pero tampoco quería averiguarlo.
 –¿Por qué no vas a cambiarte? Te prepararé algo de comer y, si me dices que estás demasiado cansada para comer, pensaré que estás inventando excusas para evadir mi compañía. Y no creo que sea eso, ¿o sí?

 –Claro que no –contestó ella, sonrojándose.
 –No será nada complicado. Sabes que mi talento culinario es muy limitado.
 La sonrisa de Joseph fue un doloroso recordatorio de los buenos tiempos que habían pasado juntos.

 –Y no me digas que no hace falta –continuó él, levantando una mano–. Ya te he dicho que sé que eres muy independiente.

2 comentarios:

  1. lo unico q puedo decir es q estan geniales....y SIGUELAS TODAS CON URGENCIA....!!!
    bye saludos

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  2. Vaneeeee, querida! Esta novela me va a matar !
    Creo, creo, creo... que me voy a divertir mucho
    con los pensamientos contradictorios entre este par
    y espero que nuestra hermosa Demi no sufra demasiado
    por culpa de Joe, que creo será un personaje
    de pensamiento lento en cuanto a ella se trate...
    jajaja
    estoy adivinando
    jajajajaja
    ya enserio!
    subí que me va a dar algo, armando tantas suposiciones.
    te quiero, besos, abrazos y muchísimo amouur
    bye.

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