domingo, 10 de marzo de 2013

De Secretaria a Esposa Capitulo 21






Sonriendo levemente, Demi le dio unas palmaditas a la mano de Joe.
—Por las razones que fueran, Sophia hizo lo que hizo. Parece que su tristeza personal sobrepasó todos los límites y ya nadie podía llegar a ella ni ayudarla. ¡Ni siquiera su propio marido! Siento mucho lo que ambos debisteis tener que soportar al no poder tener un hijo propio. Pero aún más siento lo que tú has sufrido desde entonces... al haberte culpado de la trágica muerte de tu difunta esposa.

Él no sabía qué decir. Lo único que sabía era que la amabilidad que brillaba en la cautivadora mirada de Demetria estaba conmoviéndole de una manera muy profunda. Le estaba retando a considerar la posibilidad de que la vida podía llegar a ser mucho mejor de lo que desde hacía mucho tiempo llevaba siendo. Se percató de que deseaba fervientemente que fuera de aquella manera.

Pensó en lo que Demi le había dicho acerca de que, en una relación sentimental, ambos debían cuidar el uno del otro. Él mismo comprendía muy bien la situación por la que había pasado el marido de la amiga de Demetria. Durante las últimas semanas de vida de Sophia, ésta apenas lo había mirado. El dolor y la profunda pena que había sentido al ser consciente de que no podía concebir un hijo, la habían llevado a cerrarse completamente en sí misma.

Hasta aquel momento no se había permitido experimentar la realidad de sentirse tanto rechazado como abandonado por ella. Había habido ocasiones en las que se había sentido muy solo y extremadamente triste, momentos durante los cuales apenas había sido capaz de soportar el dolor. Durante los últimos tres años había evitado cualquier tipo de consuelo que hubiera podido ofrecerle nadie para así protegerse y evitar la posibilidad de que volvieran a hacerle daño.

Había sido como si se hubiera escondido en una profunda y oscura cueva cuando, en realidad, tenía que haber salido al sol... a la calidez... tenía que haberse percatado de que la vida tenía más cosas que ofrecer aparte de dolor.
Se preguntó a sí mismo qué ocurriría si Demetria era la persona con la que tenía que estar, la persona que le daría la calidez que necesitaba.

—Hay una cosa que me gustaría —dijo, levantándose de la silla. A continuación la persuadió a ella para que hiciera lo mismo. La tomó de las manos y percibió la dulce y encantadora fragancia que desprendía su piel, fragancia que parecía bailar en el aire que les separaba y que despertó el profundo y exquisito anhelo que le había acompañado desde el momento en el que la había visto por primera vez.
—Lo que sea —respondió Demi con el brillo reflejado en sus encantadores ojos marrones.
—Un beso —contestó Joe, tomándole delicadamente la barbilla entre los dedos. Entonces acercó la preciosa cara de Demetria a la suya.

Los labios de ambos se encontraron y se aferraron entre sí. Aquel contacto les otorgó una renovada vitalidad y un sentimiento de estar donde tenían que estar, sentimiento que conmovió profundamente a Joe. El anhelo que había sentido dentro de él creció hasta convertirse en un intenso hambre al juntarse y bailar sus lenguas en un apasionado ritmo.

 Sintió como le hervía la sangre en las venas y la pena que se había apoderado de él al recordar todo lo que había vivido durante los últimos meses de vida de Sophia, se desvaneció por completo. Todo lo que quería hacer era tomar en brazos a Demetria y llevarla por los pasillos de la mansión hasta su dormitorio para hacerle el amor durante aquella noche iluminada por la luna.

Pero justo en el momento en el que había decidido dejarse llevar por aquel febril e irresistible impulso, recordó que ella había tenido que ir al hospital y la razón por la cual había decidido llevarla consigo a Milán.

Decidió que no iba a poner en peligro el bienestar de Demetria ni del bebé simplemente porque no podía controlar el casi agobiante deseo que sentía de estar con ella. Negarse a sí mismo lo que anhelaba por encima de todas las cosas era una tortura, pero tuvo que tener en cuenta la lógica.

Gradualmente, y a su pesar, comenzó a apartarse de Demi, comenzó a apartarse del dulcemente erótico beso que prometía llevarles a algo mucho más intenso si él lo permitía. Sintió la tensión que transmitía la delicada figura de ella y tomó su cara con las manos. Entonces le acarició las mejillas con sus pulgares y sonrió.

—Besas como un ángel. ¡Con besos como éstos podrías convertir a cualquier hombre en tu esclavo!
—Pero yo no quiero simplemente a «cualquier hombre», Joe.
— ¿No? —bromeó él.
Al observar la promesa que reflejaban los ojos de Demetria, sintió como aumentaba la poderosa necesidad que ya le estaba consumiendo por dentro. La deseaba con tanta fuerza que, frustrado, sintió ganas de llorar.

— ¿No lo sabes? —preguntó ella—. ¿No sabes cuánto...?
Scusi, signor Jonas... signorina... —interrumpió la sonriente ama de llaves de Joe.

Esta llevaba una bandeja con bebidas, que colocó en la bonita mesa de hierro que había junto a ellos. Maldiciendo para sí mismo por aquella interrupción, Joe se preguntó qué habría ido a decir Demetria y miró irónicamente su encantadora cara, cara que todavía tenida tomada entre las manos. De mala gana, le permitió apartarse de él.

Entonces bromeó en italiano con Orsetta acerca de lo inoportuna que ésta había sido. El ama de llaves se apresuró en disculparse y miró a Demetria, ante la que se encogió de hombros a modo de disculpa. Pero él se percató de que le era imposible enfadarse con el miembro más fiel y leal de su personal. En vez de ello, le dio las gracias por haber sido tan considerada al haberles llevado unos refrescos.

Mirando a su jefe, Orsetta le informó de que no iba a tardar mucho en tener la cena preparada, tras lo cual se marchó.

Cuando estuvieron de nuevo a solas, Demi se dirigió otra vez a él.
—Me dijiste que la noche que nos conocimos te sentías perdido —comentó. Entonces se acercó a la mesa y volvió a sentarse a ésta—, ¿Era porque estabas pensando en tu esposa? —quiso saber, frunciendo el ceño.

Joe no sabía a qué se refería ella. Se acercó a la silla en la cual estaba sentada y le puso las manos en los hombros. Satisfecho, sintió como un escalofrío le recorría el cuerpo a Demetria en respuesta a su caricia.

—Aquel día había estado pensando en Sophia, sí —admitió—, Pero sólo porque por casualidad había encontrado el libro que ella había estado leyendo en el yate. Obviamente me había conmovido y hecho recordar muchas cosas. Pero... ¿podríamos dejar de hablar de esto por ahora? ¡Preferiría que nos concentráramos en nosotros!
—Está bien.
—Entonces... ¿dónde estábamos antes de que Orsetta nos interrumpiera? Ah, sí... estabas a punto de decirme algo, ¿no es así? ¿Qué era, Demetria?

— ¿Sabes una cosa? —contestó ella, dándose la vuelta hacia él. La expresión de su cara reflejaba que se había puesto a la defensiva. Miró a Joe brevemente a los ojos, tras lo cual se apresuró en apartar la mirada como si temiera que éste fuera a ver algo que no quería que viera—, ¿Podríamos hablar de esto más tarde? Repentinamente siento la necesidad de echarme un poco. El cansancio debido al viaje definitivamente se ha apoderado de mí. ¿Te importa si esta noche no ceno contigo? Realmente no tengo hambre.

— ¡No es una cuestión de si a mí me importa o no, Demetria! ¿Te encuentras bien? No estarás enferma, ¿verdad? —quiso saber Joe. Sin ser consciente de ello, su voz reflejó una gran dureza ya que malinterpretó la razón por la que Demi no lo miró directamente a los ojos.

Rezó para que ella no estuviera tratando de ocultarle que se sentía mal, que le dolía algo o que había algún problema con el bebé.
—Estoy perfectamente bien. Simplemente estoy un poco cansada, eso es todo —respondió Demetria.
— ¿Estás segura de que eso es todo? ¿No estarás ocultándome algo?
—No, Joe, no lo estoy haciendo.
Decepcionado ante el hecho de que Demi fuera a retirarse para descansar, se sintió muy frustrado.
—Entonces ve a acostarte. I
ré a verte después.
— ¿De verdad que no te importa?
— ¡Desde luego que no! ¿Por qué iría a oponerme a que descansaras cuando te traje aquí precisamente para eso?
—Si es así, nos veremos después.

Levantándose de la silla en la que había estado sentada, Demetria se apresuró en entrar en la casa. En cuanto ella se hubo marchado y Joe estuvo de nuevo solo, comenzó a echarla de menos con mucha intensidad...

No hay comentarios:

Publicar un comentario