domingo, 10 de marzo de 2013

De Secretaria a Esposa Capitulo 23






— ¿No sigues enamorado de tu difunta esposa, Joe? De vez en cuando, cuando pareces apartarte de mí, me da la sensación de que es por eso.

—Si me he apartado de ti en algún momento ha sido porque no quería agobiarte con lo mucho que te deseaba... ¡y porque no quería hacerle un daño potencial al bebé! Cuando esta mañana antes de volar a Milán tuviste aquel susto, yo me quedé destrozado ante la idea de que algo os pudiera pasar... a nuestro futuro hijo o a ti. Escúchame, Demetria. 

Conozco mi corazón y en este momento te pertenece a ti... ¡no a la pobre Sophia! Fue una tragedia terrible que ella falleciera de la manera en la que lo hizo, ¡pero a quien yo amo es a ti! No debes temer que vaya a mentirte sobre eso.

— ¿Durante todo este tiempo? —preguntó Demi, apartando la mano de Joe de su cara. A continuación la sujetó con fuerza—. ¿Me has amado durante todo este tiempo?
—Sí.

La preciosa sonrisa de él, su deliciosa voz, así como sus increíbles ojos, provocaron que ella se sintiera débil... e inmensamente feliz.

—Pero cuando te marchaste como hiciste a la mañana siguiente, ¡me quede muy confundido! —continuó Joe —, Mi orgullo también se sintió herido, por lo que no intenté encontrarte. Entonces, tres meses después, apareciste milagrosamente... ¡y me enteré de que la noche que habíamos pasado juntos había provocado que te quedaras embarazada! ¡Y me dio la impresión de que durante todo aquel tiempo tú no habías hecho ningún esfuerzo para informarme de ello! Tengo que confesarte que tuve la terrible sospecha de que el bebé tal vez no fuera mío. 

Te diré que me atormentaba la idea de que hubieras estado con otro hombre tras la increíble noche que compartimos.
—Te hice sentir muy mal —dijo Demi, suspirando con arrepentimiento—, Pero no pretendí hacerlo. Realmente quería ponerme en contacto contigo, Joe, pero estaba aterrorizada ante la posibilidad de cometer otro error después de lo que me había pasado... cuando mi ex hizo lo que hizo...

 Aquella noche me trajo a la memoria muchos dolorosos recuerdos de mi pasado, recuerdos difíciles que realmente me herían profundamente. Sobre todo me hizo volver a sentir un viejo sentimiento de no ser suficientemente buena. Ésa fue la razón por la que huí aquella mañana en Milán. Temí que, a la luz del día, fueras a rechazarme y, por lo tanto, decidí ahorrarme el dolor y dejarte yo primero.

Mirando a Joe a los ojos, relajó los hombros levemente.
—Mi madre había muerto no mucho antes de que yo comenzara a salir con Hayden y mi confianza en mí misma se había visto bastante alterada por su fallecimiento. Es la verdad. Creo que aquélla fue la razón por la cual me engañé acerca de él. Simplemente quería que alguien se preocupara por mí ya que tenía mucho miedo de estar sola. Pero tras estar contigo jamás podría haberme ido con otro hombre, Joe... ¡jamás!

Él la miró entonces a los ojos con una gran seriedad y preocupación reflejadas en la mirada. Entrelazó los dedos con los de ella.

—Escúchame; jamás te rechazaré... ¡y no quiero que vuelvas a sentir que no eres lo suficientemente buena! No tienes razón alguna para pensar eso sobre ti y no importa lo que pueda decir o hacer otra persona. Eres una mujer encantadora y cautivadora. Y, aparte de tu belleza exterior, es sobre todo la intensa belleza de tu alma la que me llega al corazón, dulce Demetria.

Sin saber muy bien cómo contestar a una declaración tan maravillosa como aquélla, Demi se echó hacia delante y le dio a Luca un beso en la mejilla. Percibió la fragancia a sándalo de la colonia de éste y sintió la suave, pero al mismo tiempo dura textura de su piel. Ambas cosas creaban una sensual combinación.
— ¡No sabes lo que significa para mí el oírte decir eso! Ahora... tengo algo que enseñarte.

Tomó su bolso de la mesilla de noche y sacó de éste lo que pareció ser una fotografía en blanco y negro. Entonces se la entregó a Joe y, una vez que éste la hubo aceptado, se colocó un mechón de pelo por detrás de la oreja y sonrió.
—Ésta es una fotografía de nuestro bebé dentro de mi vientre. Me la dieron en el hospital tras hacerme la ecografía.

Joe se quedó mirando la fotografía como si estuviera analizando el significado del universo. Un músculo en la comisura de sus labios se contrajo levemente y Demi se percató de lo afectado que estaba.

Ella misma había experimentado la misma mezcla de sobrecogimiento y euforia cuando había visto la fotografía por primera vez.

—Me preguntaron si quería saber el sexo del bebé, pero dije que no... A ti no te importará esperar para descubrirlo, ¿verdad?
Apartando por fin la mirada de la fotografía, Joe  miró a Demetria y supo que sus sentimientos eran transparentes.

—No me importa, no. ¡Será mucho más maravilloso descubrirlo el día del parto! Para mí es un milagro... ver esto... —comentó, negando con la cabeza casi de manera reverencial—. Es algo que creí que no vería jamás. Dios es bueno, ¿verdad?

—Sí, Joe —contestó ella, sonriendo—. Dios es bueno, y yo sé que tengo muchas razones para dar gracias por lo que tengo. ¿Por qué no te quedas la fotografía y la llevas en tu cartera?
—Me encantaría —respondió él, metiéndose la fotografía con cuidado en el bolsillo de la camisa.

— ¿No vas a tener en cuenta, ni siquiera un poco, el que me marchara como hice aquella mañana? —quiso saber Demi.
—No... —dijo Joe, que pareció estar pensándolo—, Pero sí que tendrás que recompensarme... y de la manera que yo elija.
—¿Oh?

Ella se percató de inmediato de que él estaba tomándole el pelo. Sintió como le daba un vuelco el estómago al sentirse embargada por un delicioso acaloramiento...

Joe se quedó mirando los botones de la parte frontal del vestido de Demi y, uno por uno, comenzó a desabrochárselos.

Cuando por fin levantó la vista, la miró fijamente a los ojos.

—Quiero ver a mi mujer... a la madre de mi futuro hijo... como Dios la creó.
Respirando agitadamente, ella apenas se atrevió a mover un músculo. 

Aunque deseaba a Joe con mucha intensidad, le dio la bienvenida a aquella inesperadamente dulce faceta de éste con un profundo amor y excitación. La veneración con la que le desabrochó y quitó la ropa fue incluso más erótica que si se la hubiera arrancado movido por un apasionado impulso. 

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