miércoles, 4 de diciembre de 2013

Camino a la Fama EPILOGO


Señor Epilogo.

—Así que… ¿diez años?
Mientras avanzaban lentamente por un bonito pasillo alfombrado, Demi decidió romper el silencio. Joseph aún aferrado a su mano, afianzó su amarre deliberadamente, tal vez pensando que con esa pregunta buscaba liberarse.
—Diez años—respondió con voz regia, proyectando la vista al frente o quizás solo buscando escapar de su escrutinio.
—Es mucho tiempo.
—No tanto—Ella suspiró, deteniendo su andar paulatinamente.
—Lo es para pasarlo en constante incertidumbre.
Joseph se volvió automáticamente, obsequiándole una mirada que ella no supo interpretar. Sus ojos fueron hacia sus manos enlazadas y nuevamente a su rostro. Se acercó.
—No puedo prometer que todo vaya a ser fácil, ni tampoco prometer que no cometeré errores. —Avanzó un nuevo paso, hasta que un centímetro fue lo que los separó a uno del otro. —Eso sería una mentira…
—¿Y entonces qué quieres?
—A ti. — Demi sacudió la cabeza en una negación.
—¿Debo conformarme con eso? ¿Con la certeza de que hoy tienes ganas de tenerme a tu lado y que mañana quizás no? —Lo soltó—. Lo siento, Joseph…me gustas, pero lo mío no se da por instantes.
Él maldijo entre dientes, cogiéndola por la cintura y atrayéndola de nueva cuenta hacia sí.
—No estoy hablando de un instante, pero tampoco puedo asegurarte la eternidad.
La miró fijamente y Demi se encontró incapaz de profundizar en sus ojos azules. Pues quizás terminaba confundiéndola, quizás terminaba por robarle aquella insignificante nota de superación que había forjado en ese tiempo en que la dejó sola. Aunque su cuerpo parecía querer arrojar las armas de una buena vez, su mente se mantenía firme. Al menos hasta ese momento, el momento en que él echaba a perder todo su trabajo con una simple y estúpidamente, bonita mirada.
—No quiero que hagas esto, porque terminaré cediendo ante tu pedido y luego tendré que sentarme a esperar el momento en que lo arruines.
—No pasara.
—Claro que sí.
Demi —Sus manos fueron a sus mejillas, mientras en un patético intento de mantener la compostura, ella retrocedía de su tacto. —Nadie está exento del sufrimiento, esas cosas no se manejan. Pero puedo y quiero ser mejor para ti, eso es algo que no lograré al menos que me lo permitas.
—¿Con qué objeto?
—Con el objeto de que de esa forma, dejaré de sentirme como si algo me faltara. Y quizás, también tu…
—Yo no siento que me faltes. —Mintió, logrando que él frunciera el ceño confuso.
—No hablas enserio—El amago de un sonrisa tocó sus labios, aun así ella pudo notar que ni siquiera Joseph podía estar seguro de aquello—. Y si lo haces, no me importa. Voy a lograr que me eches de menos, incluso voy a lograr que pierdas la cabeza por mi. —No iba a tener que esforzarse mucho, pensó Demi con algo de resignación. —O yo lo haré por ambos.
—Eres un idiota.
—Lo sé, pero no deseo ser el idiota de nadie mas… —Ella sonrió muy a su pesar, pues eso le recordó que Joseph tampoco debía esforzarse para hacerla reír, o para hacerla feliz —. No te prometo ser el mejor novio del mundo, pero lo que si puedo prometer es que voy a pasar lo que reste de mi vida intentando serlo. Tarde o temprano voy a entender de qué va esto y quiero que tú seas la primera en ver el cambio.
—Palabras de escritor. —Él negó, haciendo que su cabello se sacudiera con el movimiento. Seguramente no era consiente de lo guapo que lucía y claro que ella no iba a ser quien se lo dijera. No más.
—No soy escritor de romance, cariño. —Su tono repentinamente, se convirtió en algo menos que un murmullo. —Pero creo que así puedes verlo—Ella enarcó una ceja, no muy segura de comprender. Joseph le enseñó una tímida media sonrisa—. Has logrado incluso que me rebajara a citar libros de amor.
—¿Eso lo sacaste de un libro?—inquirió sin poder refrenar su curiosidad. Él se encogió de hombros y una mueca algo aniñada, rompió su falsa ilusión de romance.
—Vamos, no es como si no todo estuviese dicho en ese campo.
—Claro, no puedo esperar originalidad por tu parte. — Joseph alzó las cejas logrando un rostro desconcertado, pero extrañamente adorable. Una chispa de determinación destelló en sus ojos y Demi no supo como interpretar aquello.
—Soy de la clase demostrativa, me gusta ponerle acciones a mis palabras.
—¿Accio…?
Pero fue incapaz de terminar la frase, pues de un momento a otro su boca se encontró asaltada, por la tibieza y la suavidad de unos labios que ya tan familiares eran para ella. Labios que quizás, nunca debieron abandonar aquel acogedor lugar. Donde podían encontrarse, sin miedos a que alguien lo arruinara con palabras, donde escribían una historia privada.
Allí era donde se expresaban libremente y allí era a donde ambos pertenecían.
Instintivamente, Demi envolvió los brazos alrededor de su cuello recibiéndolo a pesar de las quejas emitidas antes. Su cerebro momentáneamente se había apagado, dejando el trabajo de absorber todo lo referido a Joseph con sus sentidos. Los cuales se veían asaltados de tantas maneras distintas; su piel quemando la yema de sus dedos, su lengua
recorriendo hasta la última esquina de su boca, su cuerpo presionando los puntos justos, su aroma masculino envolviéndola a la vez.
Nada en ese contacto podía ignorarse o despreciarse. Absolutamente nada, pues de ser capaz de graficar un beso perfecto, ese habría cumplido con todos los requisitos.
—Joseph...—Ella lo sostuvo del rostro, hasta apartarlo con renuencia de sus labios. Él cerró los ojos reposando la frente sobre la suya en sendo gesto de rendición, aunque de cierta manera parecía un intento vano de ignorar su pedido de tiempo fuera.
No lograría pensar si continuaban de ese modo, él siempre sería capaz de robarle la cordura con sus besos, eso simplemente no podía cuestionarse. Y no era justo sentirse así, no cuando quería estar molesta o al menos debería aparentarlo. En cambio ahí estaba, luchando con cada fibra de su cuerpo que la instaba a finalizar ese contacto, a profundizarlo e incluso a erotizarlo. Deseaba dejarse perder y envolverse por las cálidas embestidas de su lengua o por la suave cadencia de sus caricias.
Todo parecía perfecto, todo se sentía perfecto, como si incluso una melodía completara su entorno jugando de cortina para su encuentro romántico. Lista para enmascarar cualquier risa indiscreta, cualquier gemido o sonido fuera de lugar.
Eso le hacía creer que dicha perfección, se debía a que nada de eso era real. No podía serlo ¿cierto? Porque esas tonterías, ocurren en las películas o en los libros. No en la vida cotidiana, no en su vida cotidiana.
—No voy marcharme, no debes preocuparte por eso. — Demi abrió los ojos entonces, para encontrar ese rostro que tantas emociones había despertado en ella sin siquiera proponérselo.
Desde una cólera irrefrenable, hasta dolor e incluso, el iluso anhelo de afecto, cariño o como vulgarmente lo llaman los poetas, amor.
—Quiero creerte.
—Entonces hazlo.
—¿Y si me fallas? —Se sintió tonta al decir aquello, exponiendo un temor infantil, irracional. Pues solo un pequeño, pediría que le juren de algún modo constancia. Ella no quería mas que eso, pero decirlo tan abiertamente, no había estado previsto.
—Puede que eso pase, como puede que no. Somos seres humanos y es imposible que no nos fallemos de tanto en tanto. Pero si alguna vez lo hago, será por ignorancia, no porque quiera hacerte sufrir—Él asió sus manos, un tanto inseguro de que ella se lo permitiera—. Se puede aprender a convivir con alguien, Demi, lo que no se enseña es a aceptar. Desgraciadamente, no puedo cambiar cada aspecto de mi personalidad, pero puedo buscar acoplarla a ti. Porque de todas las personas que conozco, en verdad pienso que contigo puedo lograrlo. Y...—Se detuvo un instante, dejando ir un corto suspiro— Te ofrezco lo que soy, para que te arriesgues a moldearme.
Demi tuvo que apretar los parpados con fuerza, pero aun y con todo su esfuerzo, no logró esconder esa tonta lágrima que rodó por su mejilla delatando la brecha que él le abría a su alma. Joseph se inclinó en ese instante y antes de que la pequeña gota se extinguiera, la atrapó con sus labios.
—No llores, venga, cualquiera creería que soy terrible para las declaraciones—Ella río suavemente, liberando una mano para limpiar los vestigios de ese inútil llanto. —Eres hermosa cuando sonríes.
—¿Eso significa que no lo soy estando seria?— Joseph la atrajo hasta su boca, para acallarla de esa forma que solo él podía y sabía hacerlo.
—¡Que niña mas peleadora!
—Oh bien, igual te vuelvo loco.
—Cierto—Le plantó un rápido beso en la punta de la nariz. —Cada parte de ti, como esta...—Y otro en la frente—También esta...—Luego la besó debajo de la oreja, haciéndola soltar una breve carcajada. —Por supuesto que esta...—rozó sus labios—, es la que mas colado me tiene.
—¿Colado? ¿Ahora hablas dialectos?
—Es uno de mis tantos talentos—espetó, sonriendo al estilo sexy y degenerado escritor, que ella tanto entrañaba.
—Ah. ¿Y qué otro talento ocultas? —Joseph se acercó hasta su oído y tras soltar un suspiro que le erizó cada vello del cuerpo, habló.
—Ya te dije que soy un hombre de acción...
—Pervertido.
—Tal y como a ti te gusta. —Ella sacudió la cabeza, pero ninguno de los dos se creyó aquella pobre muestra de pudor.
Tres meses es mucho tiempo, más cuando esos tres meses los utilizas para extrañar con cada célula de tu cuerpo a la persona que debería estar a tu lado. Ellos lo sabían, como también sabían que en cuanto estuviesen a solas, ahogarían cada pecado evocado ese tiempo separados en la piel del otro.
Él la tomó de la mano, para emprender una vez más el camino, ella se liberó el tiempo suficiente para cruzar un brazo por su cintura. Luego dejó caer la cabeza en su musculado pecho, así como debía ser, así como fue, así como ella se encargaría que fuese de ahora en adelante.
Suspiró, y un minuto después la insignificante burbuja de calma reventó.
—Aun no puedo creer que hayamos perdido— Joseph la miró de soslayo, para luego encoger un hombro con desinterés—. Realmente creí que esto sería nuestro...
—A las personas no les gustas los finales infelices.
—No fue infeliz—Sentenció Demi, captando su atención automáticamente. —No leíste lo que escribí ¿cierto?— Joseph se detuvo a pensar entonces, luciendo un rostro que parecía batallar contra sí mismo, al notarlo ella se hizo una idea bastante nítida de su respuesta.
—No lo hice— Demi enarcó una ceja con suspicacia, él la aferró con mas fuerza. Al parecer leyendo correctamente su expresión de molestia. —No porque no quisiera, en realidad moría por hacerlo. Pero sabía que responderías a mi provocación y no quería pensarte en esa situación, molesta, escribiendo todas las cosas que no pudiste decirme a la cara. Sé que es de cobarde, pero de alguna forma lo evitaba para poder tener algo con lo que acercarme a ti mas adelante. Una excusa quizás, no lo sé. Solo pensaba que si lo leía, rompería todo lazo contigo y no podía...
En esa ocasión ella fue quien lo interrumpió a media frase, devorando cualquier replica con un dulce y comprensivo beso.
—No digas más.
—¿Eh?
—Si sigues por ese camino, terminaras diciendo algo de lo que no podrás arrepentirte—Él frunció el ceño.
—¿Y qué te hace creer que me arrepentiría?
—No sé. —Fue su turno de encogerse de hombros, Joseph frente a este gesto le dio una pequeña palmada en el trasero, a lo que ella solo rió.
Caminaron en silencio por un largo tramo, cruzando el estacionamiento y luego tomando una de las calles principales de la poblada Londres. Aún envestidos en sus atuendos formales, se veían bastante ridículos caminando bajo la luz de la luna. Aunque si alguno lo sintió, no fue capaz de romper el encanto del momento. ¿Para qué? Eso sin duda llegaría mas adelante, pues era imposible que no pelearan o discutieran por algún asunto sin sentido. Pero sin ese toque de distinción, definitivamente no serían ellos.
Al menos eso pensaba Demi, al momento en que le dirigía una mirada de reojo.
—¿Qué?— inquirió Joseph, sintiendo el peso de su escrutinio.
—¿Sabes? Creo que escribiré esta historia. —Él la miró un tanto desconcertado.
—¿Qué historia?
—Esta—Ella se apuntó y lo apuntó, como para remarcar la obviedad. —La de dos escritores que se ven obligados a escribir en conjunto, en busca de obtener la nominación al premio más importante de sus carreras.
—Tal vez tengas que cambiar el final.
—¿Por qué?
—Porque nadie leerá la historia de dos perdedores. —Explicó él limpia y llanamente, Demi se mordió el labio pensando.
—Yo no siento que haya perdido nada ¿Y tú?— Joseph sonrió conocedor del truco, al que intentaba guiarlo.
—Yo gané el premio mayor esta noche—La estrechó prácticamente tatuándola a su cuerpo, casi hasta robarle aquella ultima partícula de aire que todavía luchaba por oxigenar su cerebro. —Lo mejor es que mi noche, aun no comienza.
—¡Puerco!—Se dejó besar o quizás ella lo besó, al caso era lo mismo, pues la interrupción corrió por parte de ambos y el oxigeno faltante, pasó a un segundo o tercer plano en un parpadeo. —¿Entonces que crees? ¿Es buena idea?
—Definitivamente y ahora que somos escritores de renombre, sin duda será un éxito. Quizá no obtuvimos el Nobel, pero si la nominación.
—Y cinco best seller. —Añadió ella con orgullo.
Joseph asintió sonriendo ante su felicidad, realmente ¿Qué importaba el premio? Todo lo que quería, lo tenía entre sus brazos.
—¿Y cómo la llamaras?
—No sé, estaba pensando en algo como... “Durmiendo con el enemigo”
—No esta mal...—dijo inocentemente—. Aunque creo que ya hay una famosa película con ese nombre.
—¿La hay?—inquirió incrédula, él asintió guardándose una carcajada lo mejor que pudo. —Con razón se me hacía tan familiar. ¿Qué te parece “Carrera al estrellato”?—Él desvió la mirada, incapaz de dar un respuesta honesta. —Tienes razón, ese apesta ¡Pero ayúdame!
—Hmm
—¡Lo tengo! “Carrera a la fama”—Joseph intentó imaginar un libro con ese título y le costó mas de lo que podría admitir.
—Carrera no suena bien, quizás podrías intentar con algo como… vuelo… o tal vez “Camino… a la fama”
—¿Camino a la fama?—Ella frunció los labios en un gesto de profundo análisis. —¿Camino a la fama?—Repitió, Joseph asintió pues repentinamente el título comenzaba a sonarle mas atrayente. — ¡No! Ese nombre apesta mas que el otro… ¿Camino a la fama?— Demi soltó una carcajada, haciendo que la imitara casi por inercia, en realidad ella tenía toda la razón. —¿Qué tienes quince años? Piensa, hombre, piensa.
—Lo siento, en verdad no sé que cruzó mi mente.
—Nadie leería una historia con un título tan deplorable.
Joseph asintió en acuerdo mientras se encargaba de guiarla por la acera, ella se veía bastante ensimismada en su labor de hallar un nombre para su novela. Tanto que ni notaba el modo en que la gente los miraba, no es como si todos los días el mundo decidiera vestir con elegancia y presumirlo por las calles. Aunque Joseph sospechaba que la gran mayoría de las miradas, se debían al vestido demasiado revelador de su compañera.
—Los nombres son difíciles, seguramente cuando tengas algo escrito podrás darle uno. — Demi lo miró, alzando su delicado rostro en su dirección.
El brillo del gloss en sus labios se había perdido, quizás él luciera un buen montón en los suyos propios. No le importaba, sería un modo de confirmar en la mañana que ella era oficialmente su novia y mientras la encontrara durmiendo plácidamente a su lado, podría rememorar aquel segundo en que su sabor a frutillas se fundió con su boca. Se detuvo en medio de la caminata y sin proponerse nada más que saciar su sed, la besó, ignorando cualquier mirada ajena a sus deliciosos ojos como el chocolate.
—¿Y eso?—preguntó ella, luego de un instante.
Tal vez sintiendo la intensidad depositada en aquel intercambio, o quizás tal vez sintiendo por primera vez todo aquello que con sus palabras jamás terminaba de transmitirle.
Joseph posó la barbilla sobre su hombro, respirando lentamente junto a su cuello. Reconociendo su aroma a melocotones, ese aroma que lo volvía loco desde antes de saber que pertenecía a Demi.
Demi …te…—Ella se apartó tan repentinamente, que él no supo como interpretar su acción.
—¡No lo digas!
—¿Qué cosa?
—Si lo dices arruinaras mi historia, porque todo se terminara cuando te confieses o digas algo que me haga saltar las pulsaciones.
Simplemente…—Lo tomó por la barbilla, mirándolo fijamente a los ojos. —No lo digas. —Joseph completamente confundido, colocó las manos sobre sus hombros y le sonrió con amabilidad.
—Iba a decirte que tendríamos que buscar un taxi, la gente nos esta viendo raro.
Instantáneamente ella palideció, luego sus mejillas cobraron un fuerte tono carmesí y un segundo después, comenzó a agitar la cabeza asintiendo con exageración. En tanto, buscaba sin buscar al taxi anteriormente nombrado.
—¿Qué pensabas que iba a decir?
—Nada. —Por supuesto que mentía, pero era por demás encantadora por el solo hecho de intentar burlarlo.
Demi se volvió en dirección de la calle, para extender una mano a un vehículo particular. Así de nerviosa estaba y así de tensa la encontró, cuando la abrazó por la espalda y volvió a descansar la barbilla sobre su hombro.
—Ese no es taxi, cariño. —Su mano cayó al costado de su cuerpo como un peso muerto, Joseph sonrió.
—No… el color, me confundió.
—Claro.
—Lo digo en serio.
—Te…—Ella lo miró de soslayo, su pequeña boca ligeramente entreabierta, casi como si estuviese dispuesta a terminar aquella frase por él. —Te… creo. —Entonces, Demi regresó su rostro hacia la calle y él se entretuvo besando su cuello, sabiendo lo que deseaba y no deseaba oír. — ¿Por qué se arruinaría tu final?
—Allí viene uno. —Joseph le sostuvo la mano, imposibilitándole detener el carro. —Oye…
—¿Por qué se arruinaría tu final?—repitió, renuente a aceptar un no como respuesta.
Demi notó la firmeza en su timbre, así como también notaba sus músculos tensos en su abdomen y la contundencia de sus brazos cerrados alrededor de sus caderas. Lo observó por sobre el hombro, no quería decirle, no quería echar a perder las cosas tan pronto. No quería admitir que en cierta forma, había esperado fuegos artificiales para finalizar esa noche.
No, porque decir eso sería igual que mostrarse como una ilusa. Como esos seres de papel que habitan páginas, que resuelven un problema y que viven felices en la ignorancia de su amor idílico. Y ella no quería ser eso, pues no podía. Porque la ficción, solo funciona cuando uno la guía con su mano, sabiendo desde el inicio el destino de cada protagonista.
—Porque…—Dejó ir una leve risilla. —Porque las historias románticas terminan con ese cliché.
—¿Cuál?—La presionó él, a sabiendas que su razonamiento ocultaba más de lo que decía. Demi se encogió de hombros, pensando que siempre podía cruzarse de piernas con ese vestido y lograr que Joseph se olvidara de las tonterías que soltaba, cuando no pensaba con claridad.
—Tú me amas, yo te amo… y vivimos felices para siempre.
—Comprendo.
Fue todo lo que respondió, antes de hundir el rostro en su clavícula para torturarla con los incontables roces de sus labios. Ella dejó caer la cabeza sobre su pecho, hasta olvidándose el porque de su anterior nerviosismo. Era Joseph después de todo, intentar etiquetarlo dentro de una categoría tan trivial, sería igual que robarle parte de su encanto. No era del tipo que creía en el amor, no era la clase de hombre que sabía confesarse o de esos que sirven su corazón en una bandeja de plata.
Él era un ser humano, uno que maldecía incluso con elocuencia, que cocinaba como la más experta ama de casa, que escribía y describía sin necesidad de abrir los ojos, y que lucía condenadamente apuesto con un par de bóxers como única prenda. Quizás jamás llegaría a ser el héroe de una historia y muy probablemente sería odiado por el público femenino, pero Demi se contentaba sabiendo que en lo que respecta a galanes, ella siempre prefirió al malnacido rompecorazones.
Joseph arrastró sus besos, hasta tomar con sus dientes el lóbulo de su oreja, le susurró una frase corta antes de darle la vuelta y regalarle una de sus sonrisitas triunfantes.
—Yo también. —respondió ella, usando como él dos palabras por demás cargadas de significado.
No fue necesario decir mas entre ellos, pues hablar sin palabras e interpretar una sonrisa con un único destinatario, son cosas que desafortunadamente no todos podemos compartir o comprender.

Bueno…al menos, no por ahora. Pero las esperanzas, según se dice son lo ultimo que se pierde. Así que a seguir tomando elevadores, tarde o temprano todos nos toparemos con nuestro momento Clooney.

Fin.

No hay comentarios:

Publicar un comentario