Joe
Llevo una hora
esperando en la biblioteca. Bueno, más bien una hora y media. Antes de las
diez, salí a sentarme en los bancos de cemento. A las diez volví adentro y me
quedé mirando el expositor, fingiendo estar interesado en los próximos eventos
anunciados por la biblioteca. No quería parecer ansioso por ver a Demi. A las
diez y cuarenta y cinco me senté en los sofás de la sección de literatura
juvenil y aproveché para hojear el libro de química. De acuerdo, admito que
solo estaba pasando las páginas sin fijarme en lo que había escrito.
Ahora son las once.
¿Dónde se habrá metido?
Podría ir a dar una
vuelta con mis amigos. Maldita sea, debería ir a dar una vuelta con mis amigos.
Pero tengo la estúpida necesidad de saber la razón por la que Demi me ha dejado
plantado. Intento convencerme de que es cuestión de orgullo, pero en el fondo
estoy preocupado por ella.
Durante su ataque
de nervios en la enfermería, me dio a entender que su madre no era la candidata
idónea para la Madre del Año. ¿No se da cuenta Demi de que ya tiene dieciocho
años y que puede irse de casa si quiere? Si lo pasa tan mal, ¿por qué se queda
allí?
Porque sus padres
son ricos.
Si yo me fuera de
casa, mi nueva vida no sería muy diferente de la antigua. Sin embargo, para una
chica que vive en la zona norte, una vida sin toallas de diseño y una sirvienta
que te siga a todas partes probablemente sea peor que la muerte.
Ya he esperado
suficiente a Demi. Voy a ir a su casa, para que me explique por qué me ha
dejado plantado. Sin pensarlo dos veces, me subo a la moto y me dirijo a la
zona norte. Sé dónde vive... en la vomitiva mansión blanca flanqueada por
columnas.
Aparco la moto en
el camino de entrada y llamo al timbre.
Me aclaro la
garganta, para no atragantarme al hablar.
Mierda, ¿qué voy a
decirle? ¿Y por qué me siento tan inseguro, como si ella fuera a juzgarme y yo
tuviera que impresionarla?
Nadie responde.
Vuelvo a llamar.
¿Dónde está el
sirviente o el mayordomo que te abre la puerta cuando los necesitas? Justo en
el momento en el que estoy a punto de renunciar y alejarme con el rabo entre
las piernas, la puerta se abre. Delante de mí aparece una versión más mayor de Demi.
No cabe duda de que es su madre. Cuando me mira, reparo en la mueca de
desprecio que me lanza.
- ¿En qué puedo
ayudarte? -pregunta llena de seguridad. Tengo la impresión de que o espera que
forme parte de la plantilla de jardineros o que sea un vendedor que va de
puerta en puerta acosando a la gente-. En este vecindario está terminantemente
prohibida la venta ambulante.
- Yo, esto, no
estoy aquí para vender nada. Me llamo Joe. Solamente quería saber si Demi
estaba, bueno, en casa -respondo. Genial, me he quedado sin palabras dos veces.
- No -contesta con
un tono de voz tan frío como su mirada.
- ¿Sabe adónde ha
ido?
La señora Lovato entrecierra
la puerta. Probablemente piense que voy a asomar la cabeza para comprobar las
cosas de valor que tiene y sentirme tentado de robarlas.
- No suelo dar
información acerca de dónde se encuentra mi hija. Ahora, si me disculpas -dice,
antes de cerrarme la puerta en las narices.
Me quedo delante de
la puerta principal como un completo imbécil. Tengo la sensación de que Demi
estaba detrás de la puerta pidiéndole a su madre que se deshiciera de mí. En su
lugar, yo no jugaría conmigo.
Detesto los juegos
que no puedo ganar.
Regreso a la moto
con el rabo entre las piernas, preguntándome si debería sentirme como un perro
apaleado o como un pitbull furioso.
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