De alguna manera, Joseph acabó sujetando la mano izquierda de Abbie mientras Demi le sujetaba
la derecha. Juntos fueron hasta los columpios, donde se turnaron en atender a
Abbie y vigilar a Sam.
Joseph pensó que cualquiera que no los conociese los tomaría por una
auténtica familia. Demi parecía desempeñar la función de madre y esposa a la
perfección.
Pero también lo había
parecido Melanie, le susurró una voz cruel. Tan perfecta que hasta había sentido
cierta inferioridad hacia ella, recordó Joseph.
Se había prometido
que jamás volvería a ser tan ingenuo con las mujeres. Ni tan confiado. Se lo
debía a sus hijos tanto como a sí mismo.
El cielo empezaba a
oscurecer cuando dieron por finalizado el picnic. Habían terminado devorando un
postre que Demi había preparado a toda prisa después de que Emily la invitara a
ir con ellos. Claire estaba dormida en brazos de Emily mientras Clay se apoyaba
sobre su padre. Abbie empezaba a amodorrarse contra el pecho de Joseph y Sam, agotado de tanto jugar, había gateado hasta el Regazo de Demi.
Mientras atendía a
una cosa que Emily estaba diciendo, Demi apoyó una mejilla sobre la cabeza de
Sam. Se sentía a gusto.
Era tan agradable
compartir un día con una familia tan unida, acogiendo en su regazo a un niño.
Miró a Joseph. Había sido interesante verlo como padre, en vez de como amante.
Parecía cómodo con aquella función. Lo había visto dar de comer a Abbie,
entretenerla y cambiarle los pañales con total naturalidad. Y lo había visto
jugar con Sam, lanzándolo al aire y recogiéndolo en sus brazos.
Era un padre
cariñoso, un hijo considerado, un amigo entrañable y un amante apasionado. Demi
había descubierto todas esas caras de Joseph, pero sabía que aún escondía algo.
Sin duda, todavía
tenía que aprender muchas cosas sobre él. No habían hablado de su matrimonio ni
de su vida en Washington. Aún no sabía con certeza por qué había regresado ni
qué planes de futuro tenía. Ni si la incluía a ella en dichos planes.
—Parece que hemos
agotado a los chicos Joseph entonces.
—Yo creo que ha sido
al revés murmuró Wade.
—A pesar de lo bien
que me lo he pasado, creo que es hora de levantar el campamento dijo Emily,
sonriente.
—Todavía no protestó
Sam. Quiero volver a los columpios. Yo no estoy cansado añadió al tiempo que
bostezaba.
—Tú nunca te cansas,
¿eh, Sammy? Demi le dio un abrazo.
—Bueno... un poquito reconoció
él.
—Ayúdame a recoger
las cosas, Clay le dijo Wade a su hijo.
Asegúrate de que toda la basura va a los contenedores.
—Os ayudo se ofreció
Sam.
No tardaron en hacer
desaparecer cualquier resto de comida, en abrazar a los niños y ponerles el
cinturón de seguridad. Jamie les dio las gracias a Emily y a Wade por haberla
invitado y los saludó mientras se marchaban. Luego, se giró hacia Joseph, de pie junto a su coche.
—Me lo he pasado muy
bien le dijo. Espero que no te importe que Emily me haya invitado.
—¿Por qué habría de
importarme?
—No, por nada Demi
decidió cambiar de tema. ¿Sigue en pie la cita de mañana?
—Sí, mis padres
cuidarán de los niños. El sábado madrugaremos para visitar a Tara, a Blake y al
bebé.
Lo que significaba
que no se quedaría hasta tarde en su casa, interpretó Demi. Tendría que
aprovechar al máximo el tiempo disponible:
—¿Por qué no hago
algo de cena y vemos una película o jugamos a las cartas o algo en vez de
salir?
—Me parece bien contestó
Joseph, sabedor de que era ese «o algo» lo
que Demi le estaba ofreciendo en realidad.
—Hasta mañana, Joseph se despidió ella, conteniendo las
ganas de besarlo delante de toda Honoria.
—Conduce con cuidado.
—Lo haré aseguró
ella. Quizá estuviera cansada. Quizá fuera esa la razón por la que, de repente,
se sentía un poco triste.
— Demi?
—¿Sí?
—Lo he pasado muy
bien contigo. Me alegra que hayas venido dijo Joseph, sonriente.
—Yo también replicó
ella, súbitamente reanimada.
Cuando el timbre sonó
el viernes por la tarde, Demi corrió a abrir, extrañada por que Joseph se hubiera adelantado. Solía ser puntual y la complacía que estuviese
impaciente por verla.
Pero no fue Joseph el receptor de la radiante sonrisa que dibujaron sus labios.
—Hola, Clark.
¿Habíamos quedado hoy?
—No. He hecho un alto
de vuelta a casa y te prometo que solo te molestaré un momento. Necesito que me
firmes un documento que se me había pasado por alto. Error mío, lo siento.
—Pasa Demi abrió la puerta del todo. ¿Cómo te va?
—Tirando Clark se
encogió de hombros y fue hacia el salón.
—¿Y los niños?
—Todo lo bien que se
puede esperar, teniendo en cuenta que sus padres se están divorciando contestó
él con amargura. Pero no te entretengo. Seguro que tienes planes. Tienes que
firmar aquí, en la línea marcada con una equis —añadió tras sacar del bolsillo
una hoja.
—Siéntate. ¿Quieres
un café mientras leo esto?
—No quisiera...
—Ya está preparado le
aseguró Demi.
—Entonces sí, una
taza, por favor.
—En seguida vuelvo Jamie
sonrió.
Demi
miró el reloj camino de la cocina. Todavía faltaba media hora para que Joseph llegará.
—Se me ha olvidado preguntarte cómo
quieres el café le preguntó minutos más tarde, con la taza de café sobre una
bandeja.
—Solo Clark tomó la taza. Gracias.
Demi se
sentó en el sofá, leyó el documento y, tras hacer un par de preguntas, lo
firmó.
—Buen café alabó Clark.
—Pareces un poco más relajado comentó
ella, sonriente.
—Sí, ha sido un día agotador. Es la
primera oportunidad que tengo desde el desayuno de desconectar un poco.
—Ya se sabe, el estrés del contable
en una ciudad pequeña murmuró Demi.
—Te estás riendo de mí dijo Clark,
sin sentirse ofendido—. Pero no importa. Tú siempre me haces sonreír. Me gusta
estar contigo.
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