domingo, 31 de marzo de 2013

Química Perfecta Capitulo 36



Joe
    
- Tío, estaba besándote como si fuera el último beso de su vida. Si besa así, me pregunto cómo...
    - Cállate, Enrique.

    - Va a acabar contigo, Alejo - continúa Enrique, llamándome por mi mote-. Mírate, anoche en el calabozo y hoy no vas a clase para ganar dinero y recuperar la moto. No cabe duda de que la tía está muy buena, pero ¿realmente merece la pena?
    - Tengo que ponerme a trabajar -suelto, mientras las palabras de Enrique resuenan en mi cabeza. Me paso toda la tarde currando debajo de un Blazer, pensando únicamente en besar una y otra vez a Demi.

    Sí que merece la pena. No tengo la menor duda.
    - Joe, Héctor está aquí. Ha venido con Chuy -anuncia Enrique a las seis, cuando estoy a punto de irme a casa.

    Me limpio las manos en el mono de trabajo.
    - ¿Dónde están?

    - En mi oficina.
    A medida que me acerco al despacho, me invade una sensación de terror. Abro la puerta y veo a Héctor cómodamente instalado, como si estuviera en su propia casa. Chuy está en un rincón, un espectador no del todo inocente.
    - Enrique, es un asunto privado.

    No me he dado cuenta de que mi primo me ha seguido hasta allí, actuando como un secuaz que no necesito. Le hago un gesto para que nos deje solos. Siempre he sido leal a los Latino Blood, no hay razón para que Héctor dude ahora de mi compromiso para con la banda. La presencia de Chuy le añade importancia a la reunión. Si solamente estuviéramos Héctor y yo, no me sentiría tan tenso.
    - Joe. -Héctor se dirige a mí en cuanto Enrique desaparece-. Está bien quedar aquí en lugar de en el almacén, ¿no te parece?

    Le miro con una tímida sonrisa y cierro la puerta.
    Héctor señala el pequeño y estropeado sofá que hay al otro extremo de la habitación.

    - Siéntate -ordena, y espera a que tome asiento para añadir—: Necesito que me hagas un favor, amigo.
    De nada sirve aplazar lo inevitable.
    - ¿Qué tipo de favor?

    -Hay que hacer un intercambio el 31 de octubre.
    Aún queda un mes y medio. La noche de Halloween.
    - No quiero tener nada que ver con asuntos de drogas -le digo-. Lo sabes desde el primer día.

    Miro a Chuy, quien parece haberse puesto tenso, como el perro del pastor cuando las ovejas se alejan demasiado del rebaño.

    Héctor se pone en pie y me apoya una mano en el hombro.
    - Debes olvidar lo de tu padre. Si quieres llegar a dirigir a los Latino Blood, tendrás que involucrarte en el tráfico de drogas.
    - Entonces, no cuentes conmigo.

    Héctor me estruja el hombro y Chuy da un paso adelante. Es una amenaza silenciosa.
    - Ojalá fuera tan simple -confiesa Héctor-. Necesito que hagas esto por mí. Y, para serte sincero, me lo debes.

    Mierda. Si no me hubieran arrestado, no le debería nada a Héctor.
    - Sé que no me decepcionarás. Por cierto, ¿cómo está tu madre? Hace mucho que no la veo.

    - Está bien -replico, preguntándome qué tiene que ver mi madre en esta conversación.
    - Dile que le mando saludos, ¿lo harás?
    ¿Qué coño significa esto?

    Héctor abre la puerta, le indica a Chuy que le siga con un gesto y me deja solo para que piense en ello. Me vuelvo a sentar, observando la puerta cerrada, y me pregunto si seré capaz de traficar con drogas. Si quiero mantener a salvo a mi familia, no tengo otra opción.

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