Demi
- El pelo se me
encrespa siempre que monto en este coche, Sierra. Cada vez que bajo la capota
parece que me ha pasado un tornado por encima -le comento a mi mejor amiga
mientras atravesamos Vine de camino al instituto Fairfield en mi nuevo
descapotable plateado- Es que el aspecto es todo.
Mis padres me han
enseñado ciertos lemas que ahora rigen mi vida. Esta es la razón por la que no
tuve ninguna objeción cuando mi padre me ofreció el BMW como excesivo regalo de
cumpleaños hace un par de semanas.
- Vivimos a 30´ de
la ciudad de los vientos -señala Sierra, que se entretiene sosteniendo la mano
en el aire mientras yo conduzco- Chicago no es una ciudad conocida por su
apacible clima. Además, Demz, pareces una diosa griega con un peinado rubio
salvaje. Sólo estás nerviosa porque estás a punto de ver a Colin.
Desvío la mirada
hacia la foto en forma de corazón que hay sobre el salpicadero, en la que
salimos Colin y yo.
- La gente puede cambiar en un verano.
- Pero la distancia
refuerza el cariño en una relación -responde Sierra- Tú eres la capitana de las
animadoras y él es el capitán del equipo de fútbol del instituto. Si vosotros 2
no estáis destinados a estar juntos, es que el mundo se encamina a su fin.
Durante el verano Colin
me llamó unas cuantas veces desde la cabaña de su familia, donde fue a pasar
unos días con sus colegas, pero ahora no sé en qué punto está nuestra relación.
Anoche regresó a Chicago.
- Me encantan esos
vaqueros -dice Sierra, observado mis pantalones descoloridos con corte
brasileño-. Te los pediré prestados cuando menos te los esperes.
- A mi madre no le
gustan nada -digo antes de detenerme en un semáforo e intentar domar mis rizos
rubios alisándome el pelo con la mano-. Dice que parece que los haya comprado en
una tienda de segunda mano.
- ¿Le has dicho que
el gintage está de moda?
- Sí, claro, como
si escuchara lo que digo. Apenas me prestaba atención cuando le pregunté sobre
la nueva cuidadora.
Nadie sabe lo que
es vivir en mi casa. Por suerte, puedo contar con Sierra. Puede que no lo
comprenda todo, pero al menos sabe lo suficiente para escucharme y guardar el
secreto de mis asuntos familiares. Aparte de Colin, Sierra es la única persona
que conoce a mi hermana.
- ¿Qué le ocurrió a
la anterior cuidadora? -pregunta Sierra mientras abre el estuche de los CDs.
- Shelley le
arrancó un buen mechón de pelo
- Uy.
Entro en el
aparcamiento del instituto pensando más en mi hermana que en la carretera. Las
ruedas del coche chirrían cuando freno en seco al ver que casi impacto con un
chico y una chica montados en una moto. Pensaba que había un espacio libre para
aparcar.
- Cuidado niña
-dice Carmen Sánchez, la chica que veo en la parte de atrás de la moto, y que
ahora me enseña el dedo.
Es obvio que no presto mucha atención en clase
de educación vial cuando hablaron de la violencia en la carretera.
- Lo siento -grito
para que puedan oírme por encima del rugido de la moto-. Pensaba que no había
nadie aparcando.
Entonces me doy cuenta
a quién pertenece la moto. El conductor se da la vuelta, con una mirada
enfadada en sus ojos negros y una bandana roja y negra. Me hundo en el asiento
del conductor tanto como puedo.
- Mierda, es Joe
Jonas -digo, haciendo una mueca.
- Joder, Demz
-añade Sierra en voz baja-. Me gustaría vivir para ver nuestra graduación, así
que sal aquí antes de que decida matarnos a las 2.
Joe me fulmina con la
mirada diabólica mientras baja el caballete de su moto. ¿Acaso va a plantarme
cara?
Busco la marcha
atrás, moviendo desesperadamente la palanca de cambios de un lado a otro. Desde
luego, no me sorprende que mi padre me haya comprado un coche con marchas sin
tomarse la molestia de enseñarme cómo manejarlas.
Joe da un paso hacia
el coche. Mi instinto me dice que salga de allí y eche a correr, como si
estuviera atrapada en las vías del tren y viera la locomotora aproximándose
directamente hacia mí. Miro a Sierra, quien está demasiado ocupada buscando en
el bolso. ¿Está de coña o qué?
- No consigo poner
la maltita marcha atrás. Necesito ayuda. ¿Qué estás buscando? -le pregunto
- Pues… nada. Sólo
intento no mirarles a los ojos a los Latino Blood. Date prisa, ¿quieres? -dice
Sierra entre dientes-. Además, yo sólo
sé conducir coches automáticos.
Tras conseguir poner la marcha atrás con un fuerte estruendo,
las ruedas de mi coche chirrían mientras hago maniobras correspondientes y
busco otra plaza de aparcamiento. Después de dejar el coche en la zona oeste.
Lejos de un pandillero cuya reputación atemorizaría al más duro de los
jugadores de fútbol del instituto, Sierra y yo subimos los escalones que llevan
al instituto Fairfield. Por desgracia, Joe Jonas y el resto de sus compinches
nos esperan en la entrada principal.
- No te detengas
-masculla Sierra- Haz lo que quieras, pero no los mires a los ojos.
Cuando Joe Jonas se
coloca frente a mí, bloqueándome el paso, se que va a resultar muy difícil
seguir el consejo de sierra.
¿¿Cual era la frase
que debía entonarse justo antes de morir??
- Eres una pésima conductora -dice Joe con su
acento latino, adoptando una pose de macho ibérico.
El chico tiene el
cuerpo musculoso y el rostro impecable, casi podría pasar por un modelo de
DKNY, pero la expresión de su rostro es más bien de las que aparecen en las
fotografías de los más buscados en las comisarías.
Los chicos de la
zona norte no se relacionan con los chicos de la zona sur. No es que nos
creamos mejores que ellos, pero somos diferentes. Hemos crecido en la misma
ciudad, pero en zonas completamente diferentes. Nosotros vivimos en grandes
casas al lado del lago Michigan, y ellos viven cerca de las vías del tren.
Nosotros nos vestimos, hablamos y actuamos de otro modo. Nuestro aspecto es
distinto. No quiero decir ni que sea algo bueno ni malo, pero así funcionan las
cosas en Fairfield. He de admitir que la mayoría de las chicas de la zona sur
me tratan como lo hace Carmen Sánchez… me detestan por lo que soy.
O mejor dicho, por
lo que creen que soy.
La mirada de Joe me
recorre lentamente el cuerpo, de arriba abajo, antes de detenerse de nuevo en
la cara. No es la primera vez que un chico me mira de esa forma, pero nunca lo
habían hecho como lo está haciendo Joe, tan descaradamente… y tan cerca. Siento
que empiezo a ruborizarme.
- La próxima vez, mira bien por dónde vas
-dice con un tono de voz frío y dominante.
Está intentando
intimidarme. Es todo un profesional. No permitiré que se salga con la suya y
que gane este jueguito de intimidación, aunque el estómago no deje de darme
vueltas. Enderezo los hombros y le lanzo una sonrisa de desprecio, la misma que
utilizo para quitarme a la gente de encima.
- Gracias por el
consejo.
- Si alguna vez
necesitas a un hombre hecho y derecho que te enseñe a conducir, puedo darte algunas
clases.
Los silbidos y
exclamaciones de sus compinches me sacan de quicio.
- Si fueras un
hombre hecho y derecho, me habrías abierto la puerta en lugar de bloquearme el
paso -digo, regodeándome con la respuesta, aunque me flaqueen las rodillas.
Joe se aparta, abre
la puerta y hace una reverencia como si fuera mi mayordomo. Está riéndose de
mí, lo sabe y yo también. Todos lo saben. Echo un vistazo a Sierra, que intenta
a la desesperada buscar nada en el bolso. Qué ingenua.
- Madura un poco
-le suelto a Joe.
- ¿Como tú? Deja
que te diga algo, listilla -contesta el con brusquedad-. Tú vida no es real,
solamente es una farsa, como tú.
- Al menos es mejor
que vivir la vida de un perdedor -le espeto, esperando que mis palabras le duelan
tanto como lo han hecho las suyas-. Como haces tú.
Cojo a mi amiga por
el brazo y tiro de ella hacia la puerta abierta. Los silbidos y comentarios nos
siguen mientras atravesamos la entrada del instituto. Por fin, dejo escapar el
suspiro que he estado reprimiendo y me vuelvo hacia Sierra. Mi mejor amiga me
está mirando fijamente, los ojos como platos.
- Joder Demz.
¿Quieres que te maten o qué?
- ¿Con qué derecho
intimida Joe Jonas a todo aquel que se interpone en su camino?
- Bueno, puede que
ayude el arma que lleva escondida en los pantalones o los colores de su bandana
-dice sierra, con un tono de voz cargado de sarcasmo.
- No es tan
estúpido como para traer un arma al instituto
-le contesto-. Y me niego a ser intimidada ni por él ni por nadie.
Por lo menos en el
instituto, que es el único lugar donde puedo fingir mi fachada perfecta porque
todos se lo tragan. De repente, me asalta la idea de que estoy a punto de
empezar el último curso en Fairfield y cojo a Sierra por los hombros
zarandeándola.
- Estamos en el
último curso -recalco con el mismo entusiasmo que empleo para los números de
las animadoras durante los partidos de fútbol.
- ¿Y?
- Y… empezamos
ahora mismo y todo va a ser p-e-r-f-e-c-t-o.
El timbre suena,
bueno, no es exactamente un timbre, porque el consejo de alumnos decidió
reemplazarlos por música para anunciar el cambio de clases. Justo ahora, está
sonando Summer Lovin´ de Grease. Sierra avanza por el pasillo.
- Me asegurare de
que tengas un funeral p-e-r-f-e-c-t-o, con flores y todo.
- ¿Quién ha muerto?
-pregunta alguien a nuestra espalda.
Me doy la vuelta.
Es Colin. El sol le ha aclarado el pelo rubio, y luce una sonrisa tan amplia
que parece ocuparle toda la cara. Ojalá tuviera un espejo para comprobar que no
se me ha corrido el maquillaje. No obstante, estoy segura de que a Colin no le
importaría, ¿¿o sí?? Echo a correr y le doy el más fuerte de los abrazos.
Él me sujeta con
firmeza, me besa con dulzura en los labios y se aparta para preguntarme de
nuevo:
- ¿Quién ha muerto?
- Nadie -contesto-
Olvídalo. Olvida todo lo que no tenga que ver estar conmigo.
- Es fácil hacerlo
cuando estás tan guapa -dice y me besa otra vez-. Siento no haberte llamado. Ha
sido un coñazo. Tenía que deshacer las maletas y todo eso.
Le sonrío y me
alegro de que la distancia que nos separó durante el verano no haya influido en
nuestra relación. Parece que el mundo no va a acabarse, al menos por el
momento.
Colin me rodea los
hombros con el brazo cuando se abren las puertas del instituto. Joe y sus
amigos se abren paso a empujones como si estuvieran allí para atracar el
centro.
- ¿Por qué se
molestan en venir a clase? -masculla Colin suficiente bajo para que nadie pueda
oír el comentario-. De todas maneras, la mayoría abandonara el instituto antes
de que acabe el curso.
Mi mirada se cruza
brevemente con la de Joe, y un escalofrío me recorre la espalda.
- Esta mañana casi
choco con la moto de Joe Jonas -le cuento a Colin en cuanto Joe desaparece por
el pasillo.
- Pues ojala lo
hubieras echo.
- ¡¡¡¡Colin!!!! -le
regaño.
- Por lo menos le
hubiera dado un poco de emoción al primer día de clase. Este instituto es un
jodido aburrimiento.
¿Aburrimiento? Casi
tengo un accidente de coche, una chica de la zona sur me ha mandado a la mierda
y he sido acosada por un peligroso pandillero a las puertas del instituto. Si
esto es un anticipo de lo que me espera el resto del año, el insti será todo
menos aburrido.
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