Demi
- ¿Quién es Joe?
Esas son las
primeras palabras que me dirige mi madre después de llegar a casa del
aeropuerto, donde he ido a recoger a mi padre.
- Es un chico del
instituto que me ha tocado como compañero en la clase de química -respondo e
n
voz baja. Espero un momento antes de añadir-: ¿Por qué le conoces?
- Vino aquí después
de que te fueras al aeropuerto. Le he echado.
La realidad le
golpea en la cara. ¡Ay, Dios! Me olvidé de que había quedado con Joe esta
mañana.
Cuando pienso en
ello, le imagino esperándome en la biblioteca y me invade un sentimiento de
culpabilidad. Era yo quien no confiaba en que se presentara, pero al final he
sido yo quien no ha cumplido con su palabra. Debe de estar furioso. Puf, me
siento fatal.
- No lo quiero
cerca de casa -confiesa-. Los vecinos empezarían a chismorrear sobre ti.
«Como hacen con tu
hermana», sé que está pensando.
Espero que algún
día pueda vivir en un lugar en el que no tenga que preocuparme de los cotilleos
de los vecinos.
-De acuerdo
-accedo.
- ¿Puedes cambiar
de compañero? - No.
- ¿Lo has
intentado?
- Si, mamá. Lo he
hecho. La señora Peterson se niega a volver a asignar compañeros.
- Quizás no hayas
insistido lo suficiente. Llamaré al instituto el lunes y les haré...
La miro fijamente,
ignorando la intensa y dolorosa punzada en la parte posterior de la cabeza,
donde mi hermana se ha llevado un buen mechón de pelo.
- Mamá, ya me
encargo yo. No necesito que llames al instituto y me hagas sentir como una niña
de dos años.
- ¿Ha sido ese
chico, Joe, el que te ha enseñado a faltarle el respeto a tu madre? ¿De
repente, crees que puedes hablarme así porque ese chico sea tu compañero? -
Mamá...
Ojala estuviera mi
padre para intervenir. Pero fue directamente a su despacho para comprobar su
correo justo después de que llegásemos a casa. Me gustarla que actuara como
árbitro en lugar de quedarse al margen.
- Porque si
empiezas a codearte con gentuza como esa, la gente te considerará como tal. No
es así como te hemos educado tu padre y yo.
Vaya, aquí viene el
sermón. Preferiría comer pescado vivo con escamas y todo antes de escuchar esto
ahora. Sé cuál es el significado que se esconde tras sus palabras.
Shelley no es
perfecta, de modo que yo tengo que serlo por las dos.
Aspiro
profundamente intentando calmarme.
- Mamá, lo he
entendido. Lo siento.
- Sólo intento
protegerte -dice-. Y tú me lo echas en cara.
- Lo sé. Lo siento.
¿Qué ha dicho el Dr. Meir de Shelley?
- Quiere que vaya
dos veces por semana para hacer un seguimiento. Voy a necesitar tu ayuda para
llevarla.
No le menciono nada
de la política de la señora Small acerca de faltar al entrenamiento de
animadoras, porque no sirve de nada que nos estresemos más de lo que ya lo
estamos. Además, me gustaría averiguar por qué mi hermana se comporta de ese
modo tan agresivo...
Afortunadamente,
suena el teléfono y mi madre va a atender la llamada. Salgo corriendo hacia la
habitación de mi hermana antes de que mi madre me llame para seguir con la
discusión. Shelley está sentada frente a su ordenador personalizado, dando
golpecitos al teclado. - Hola -le digo.
Shelley levanta la
mirada. No está sonriendo. Quiero que sepa que no estoy enfadada con ella
porque sé que no era su intención hacerme daño. Puede que ni siquiera comprenda
qué la empuja a hacer esas cosas. - ¿Quieres jugar a las damas? Niega con la
cabeza. - ¿Ver la tele? -Vuelve a negar con la cabeza.
- Quiero que sepas
que no estoy enfadada contigo -le explico mientras me acerco a ella, pero con
cuidado para que el pelo quede fuera de su alcance, y le froto la espalda-. Ya
sabes que te quiero.
No hay respuesta,
ni asentimiento de cabeza, ni aproximación verbal. Nada.
Me siento en el
borde de su cama y la observo jugar con el ordenador. De vez en cuando hago
algún comentario para que sepa que estoy allí. Puede que ahora no me necesite,
pero me gustaría que así fuera. Porque sé que llegará el día en el que me
necesite, y yo no estaré aquí para ayudarla. Eso me asusta.
Poco después dejo a
mi hermana y me voy a mi habitación. Busco la guía de estudiantes del Instituto
Fairfield para conseguir el teléfono de Joe.
Abro mi teléfono
móvil y marco su número.
- ¿Sí? -contesta
una voz de chico.
Aspiro
profundamente.
- Hola -respondo-.
¿Está Joe?
- Ha salido.
- ¿Quién es? -oigo
a una mujer preguntar a lo lejos.
- ¿Quién eres?
-pregunta el muchacho.
Me doy cuenta de
que estoy desconchándome la uña mientras hablo.
- Demi Lovato.
Soy... una amiga del instituto de Joe.
- Es Demi Lovato,
una amiga del instituto de Joe -explica el chico a su madre.
- Coge el mensaje
-le oigo decir.
- ¿Eres su nueva
novia? -pregunta el chico.
Oigo un golpe y un «
¡Ay!» antes de que el chico rectifique
- ¿Quieres dejar un
mensaje?
- Dile que
ha llamado Demi Lovato. Este es mi número
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