Demi
No es que me
avergüence de la discapacidad de mi hermana, pero no quiero que Joe la juzgue,
porque si se ríe de ella, no podré soportarlo. Me doy la vuelta.
- No se te da muy
bien obedecer órdenes, ¿verdad?
Me sonríe como
diciendo «soy un pandillero, ¿qué esperabas?».
- Tengo que ir a
echarle un vistazo a mi hermana. ¿Te importa?
- No. Así podré
conocerla. Confía en mí.
Debería sacarlo de
casa a patadas, con sus tatuajes y todo. Debería, pero no lo hago. Sin decir
nada más, lo llevo a nuestra oscura biblioteca revestida de madera. Shelley
está sentada en su silla de ruedas, con la cabeza torpemente inclinada hacia un
lado mientras ve la televisión.
Cuando se da cuenta
de que tiene compañía, aparta la mirada del televisor y nos observa, primero a
mí y después a Joe.
- Este es Joe -le
explico, y apago la tele-. Un amigo del instituto.
Shelley mira a Joe
con una sonrisa torcida y golpea su teclado especial con los nudillos.
- Hola -dice una
voz femenina y computarizada. Golpea otro botón-. Me llamo Shelley -continúa el
ordenador.
Joe se arrodilla junto
a mi hermana. Ese simple gesto de respeto despierta una extraña sensación en
mí. Colin siempre ha ignorado a mi hermana, la trata como si, además de
discapacitada física y mental, también fuera ciega y sorda.
- ¿Qué tal? -dice Joe,
cogiendo la rígida mano de Shelley y estrechándola-. Qué ordenador más guay.
- Es un mecanismo
de comunicación especial o PCD -le explico-. Le ayuda a comunicarse con los
demás.
- Juego - dice la
voz del ordenador. Joe se coloca junto a Shelley. Contengo la respiración
mientras observo sus manos, asegurándome de que no estén al alcance de su
espesa mata de pelo.
- ¿Esto tienes
juegos? -pregunta.
- Sí -respondo por
ella-. Es una fanática de las damas. Shelley, enséñale cómo funciona.
Mientras Shelley
presiona despacio la pantalla con los nudillos, Joe lo observa todo
visiblemente fascinado. Cuando aparecen las damas en la pantalla, Shelley
empuja la mano de Joe.
- Tú primera -dice
él.
Ella niega con la
cabeza.
- Quiere que
empieces tú -le digo.
- Guay -dice él,
dándole un golpecito a la pantalla.
Les observo. Ver
jugar tranquilamente a este tipo duro con mi hermana mayor me hace sentir muy
bien.
- ¿Te importa si
voy a prepararle algo de comer? -le pregunto. Necesito salir de la habitación.
- No, adelante
-repone Joe sin apartar la vista de la pantalla.
- No tienes que
dejarte ganar -le advierto antes de marcharme-. Se le dan muy bien las damas.
- Eh, gracias por
el voto de confianza, pero estoy intentando ganar -responde Joe.
Sonríe con
sinceridad. No intenta representar el papel de chico duro y arrogante. Me hace
desear con más fuerza escapar de allí. Poco después, cuando entro en la
biblioteca con la comida de Shelley, Joe dice: - Me ha destrozado.
- Ya te dije que
era buena. Pero se acabaron los juegos por hoy -le digo a Shelley. Acto
seguido, me vuelvo hacia Joe y añado-: Espero que no te importe que le dé de
comer.
- Desde luego que
no.
Joe toma asiento en
el sillón de piel favorito de mi padre mientras yo coloco la bandeja delante de
Shelley y le doy de comer su compota de manzana. Es un desastre, como siempre.
Ladeo la cabeza y veo a Joe que está observándome mientras le enjugo a mi
hermana la comisura de los labios con una toallita.
- Shelley, tendrías
que haberle dejado ganar. Ya sabes, por educación. -Mi hermana responde negando
con la cabeza. La compota le resbala por la barbilla-. De modo que así están
las cosas, ¿eh? -le recrimino, esperando que la escena no asquee a Joe. Tal vez
le estoy poniendo a prueba para averiguar sí puede soportar un rato de mi vida
en casa. Si lo hace, aprobará-. Espera a que se vaya Joe. Ya te enseñaré yo
quién es la campeona de las damas.
Mi hermana me
regala una de sus sonrisas dulces y ladeadas.
Es como si
expresara mil palabras con ese gesto. Durante un momento, me olvido de que él
me observa. Es tan extraño tenerlo aquí, dentro de mi vida, en mi casa. No
pertenece a este lugar y, sin embargo, no parece importarle estar aquí.
- ¿Por qué estabas
de tan mala leche en clase de química? -me pregunta.
Porque van a
llevarse lejos a mi hermana y ayer me pillaron con las tetas al aire mientras
Colín tenía los pantalones bajados delante de mí.
- Estoy segura de
que has oído los espantosos rumores.
- No, no he oído
nada. Quizás estés obsesionada.
Quizás. Shane nos
vio, y tiene la lengua muy larga. Cada vez que alguien me miraba hoy, me daba
la impresión de que lo sabía. Miro a Alex y le digo:
- A veces desearía
poder retroceder en el tiempo.
- Sí, yo desearía poder retroceder unos
cuantos años -responde muy serio-. O hacer que los días pasaran muy deprisa.
-Por desgracia, la
vida real no funciona con mando a distancia -me lamento. Cuando Shelley termina
de comer, la siento delante de la televisión y me llevo a Joe a la cocina-. Mi
vida no es tan perfecta, después de todo, ¿verdad? -le pregunto mientras saco
unos refrescos del frigorífico.
Joe me mira con
curiosidad.
- ¿Qué? -le espeto.
-Supongo que todos tenemos problemas. A mí me persiguen más demonios de los que
salen en una película de terror -dice, encogiéndose de hombros.
¿Demonios? Nada
parece perturbar a Joe. Nunca se queja de su vida.
- ¿Cuáles son tus
demonios? -insisto.
- Si te cuento
cuáles son mis demonios, saldrías corriendo de aquí.
- Creo que te
sorprendería más saber qué me hace correr a mí, Joe.
Las campanadas del
reloj de pared resuenan por toda la casa. Una. Dos. Tres. Cuatro. Cinco.
- Tengo que irme -
anuncia Joe-. Mañana podemos quedar en mi casa, después del instituto, para
estudiar.
- ¿En tu casa? ¿En
la zona sur?
- Puedo enseñarte
un pedacito de mi vida. ¿Te atreves? -me reta.
- Claro -aseguro,
tragando saliva. Que empiece el juego.
Cuando le acompaño
a la puerta, oigo que alguien está aparcando el coche en la entrada de mi casa.
Si es mi madre, me la cargo. Da igual que hayamos tenido un encuentro de lo más
inocente, se pondrá hecha una furia.
Miro a través de
las ventanas de la puerta principal y reconozco el deportivo rojo de Darlene. -
Oh, no. Mis amigas están aquí.
- Que no cunda el
pánico -dice-. Abre la puerta. No puedes fingir que no estoy aquí. Mi moto está
aparcada en la entrada.
Tiene razón. No
puedo ocultar su presencia. Abro la puerta y salgo al exterior. Joe está justo
detrás de mí cuando me encuentro con Darlene, Morgan y Sierra en la acera.
- ¡Hola, chicas!
-exclamo. Tal vez si actúo con normalidad no le darán tanta importancia al
hecho de que Joe esté en mi casa. Le doy un codazo a mi compañero de
laboratorio-. Estábamos hablando de nuestro proyecto de química. ¿Verdad, Joe?
- Así es.
Sierra arquea las
cejas. Cuando Morgan ve salir de mi casa a Joe, me da la sensación de que está
a punto de sacar el móvil, sin duda para poner al corriente a la otra M.
-¿Deberíamos irnos
y dejaros a solas? -sugiere Darlene. -No seas ridícula -me apresuro a añadir. Joe
monta en la moto. La camiseta que lleva marca una espalda perfectamente
musculada y los pantalones un perfectamente musculado...
- Nos vemos mañana -dice, señalándome con el
dedo tras ponerse el casco. Mañana. En su casa. Asiento con la cabeza.
Después de que Joe
se haya ido, Sierra interviene:
- ¿De qué iba todo
esto?
- Química -murmuro.
Morgan se ha
quedado boquiabierta.
- ¿Estabais
haciéndolo? -insiste Darlene-. Porque hace diez años que somos amigas y puedo
contar con los dedos de la mano las veces que me has invitado a entrar en tu
casa.
- Es mi compañero
de química,
- Es un pandillero,
Demz. No lo olvides nunca -dice Darlene. Sierra niega con la cabeza y añade:
- ¿Estás colada por
otro tío que no es tu novio? Colin le ha comentado a Doug que últimamente te
comportas de un modo muy extraño. Somos tus amigas, así que hemos venido aquí
para hacerte entrar en razón.
Me siento en el
primer escalón y las oigo parlotear sobre la reputación, los novios y la
lealtad durante media hora. Tienen razón.
- Prométeme que no
sucede nada entre Joe y tú -exige Sierra cuando Morgan y Darlene se marchan en
coche y nos quedamos solas.
- No sucede nada
entre Joe y yo -le aseguro-. Te lo prometo.
siguela pronto.....cada ve se pone mas interesante,,,,,
ResponderEliminarespero los nuevos capis....
bye saludos....