Pero antes siquiera de darse
cuenta de que estaba ocurriendo, los ya vagos recuerdos de Sophia fueron
sustituidos en su mente por pensamientos sobre Demetria.
Una intensa calidez y placer se apoderaron de su cuerpo al pensar que ésta
estaba esperándole en la terraza. Se sintió animado por unas poderosas
expectativas de tenerla para él solo en la única casa que consideraba «su
hogar».
Su taciturno humor se transformó
en una innegable excitación. Recordó que, cuando ella le había consolado al
percatarse de que había soñado con algo perturbador, sus preciosos oscuros ojos
habían reflejado una ternura que le había llegado al corazón.
Impresionado ante aquel
pensamiento, se quedó mirando más intensamente su reflejo en el espejo, como si
por primera vez estuviera considerando la posibilidad de transformar la pena
que se había apoderado de su vida en algo mucho más alegre y placentero.
Como hacía una noche cálida, Demetria se había puesto su vestido veraniego
favorito. Éste era de un lino color melocotón y de estilo túnica. Le llegaba
hasta la rodilla y a ambos lados tenía unas favorecedoras aberturas... un
pequeño y sexy detalle que mostraba sus firmes y contoneadas piernas.
Normalmente solía ponerse un
ancho cinturón negro combinado con la túnica pero, al estar embarazada y notar
como la suave curva de su tripa crecía cada día más, había decidido olvidarse
del cinturón y dejar el vestido suelto. Sentada en el patio bajo la pérgola
cubierta de parras, en el lugar donde Orsetta había preparado la mesa para que
cenaran, dio un trago al agua mineral que se había servido en un vaso y esperó
a que Luca se reuniera con ella. Sólo con pensar en él, sintió como le daba
varios vuelcos el estómago.
Cuando por fin Joe apareció, con un aspecto estupendo tras
haberse duchado y descansado, vestido con unos informales, pero a la vez
elegantes, pantalones de color beige y una camisa de lino blanca, Demi supo con seguridad que dentro de ella estaba
creciendo un profundo deseo de realizar una sincera conexión con el padre de su
futuro hijo, una conexión que durara para siempre.
— ¡Orsetta está convencida de que
hemos traído el buen tiempo con nosotros! —bromeó él, sentándose en la silla
que había enfrente de Demetria—. Me ha
contado que ha estado lloviendo durante dos semanas y que paró ayer por la
noche.
—Entonces ella cree en las
señales y en los presagios...
—Sí... ¿por qué no? —contestó Joe, encogiendo sus anchos hombros de manera
despreocupada bajo el lino blanco de su camisa.
—¿Tú crees que nuestro inesperado
encuentro en tu despacho... cuando yo no tenía ni idea de que eras tú la
persona para la que había ido a trabajar... se podría considerar un buen
presagio? —especuló Demi, sintiendo como se
le revolucionaba el corazón.
—Eso espero —respondió él,
sonriendo.
Aquella respuesta parecía carecer
de convicción y ella sintió como la decepción se apoderaba de su pecho.
—Por cierto, esta noche estás
preciosa —añadió Joe.
La fuerza de la mirada azul
celestial de él provocó que a Demetria le
hirviera la sangre en las venas. Luchando por controlar el impresionante e
íntimo calor que la había embargado por dentro, tuvo que hacer uso de toda su
fuerza de voluntad para impedir que aquella perturbadora mirada la distrajera
completamente.
— Joe,
espero que... que no estés arrepintiéndote de haberme traído a este lugar
—comentó.
¿A qué te refieres?
—Bueno, después de lo que ocurrió
antes... parecías tan disgustado... eso es todo. Me preguntaba si tal vez
estabas pensando mejor lo que habías hecho.
— ¿Lo dices por lo de mi sueño?
—Sí. Estabas soñando con tu
difunta esposa, Joe. La mujer con la que
obviamente una vez viviste aquí. Pensé que tal vez... que quizá te molestara
que otra mujer estuviera en esta casa en vez de ella.
— ¡Pues has llegado a una
conclusión equivocada! —espetó él, apartando la mirada. Observó la mesa
fijamente, como si estuviera tratando de controlar las emociones que se habían
apoderado de su cuerpo—. Lo que ocurrió es cosa del pasado y es ahí donde debe
quedarse. Además... esta noche preferiría no pensar en aquella época de mi
vida. Tengo algo importante que preguntarte, Demetria.
— ¿Algo importante? —repitió Demi, nerviosa.
—Sí. Creo que deberíamos
casarnos. Me parece que, dadas las circunstancias, es lo correcto.
— ¿Lo correcto...?
—Así es. Me gustaría que fueras
mi esposa, Demetria... ¿aceptas? —preguntó Joe, el cual había controlado ya las emociones que
se habían apoderado de él. Su fascinante hermosa cara no reflejaba en absoluto
lo que estaba sintiendo.
Por el contrario, ella sabía que
no tenía ninguna esperanza de ocultar sus sentimientos... ¡aunque tampoco
quería hacerlo! Tras la euforia inicial que le había causado la proposición de Joe, el enfado y la confusión le estaban
recorriendo el cuerpo.
—Lo que quieres decir es que
crees que debemos casarnos simplemente por el bebé —contestó, agarrando con
fuerza los apoyabrazos de la silla en la que estaba sentada.
—No solamente por el bebé
—respondió él—. Creo que entre tú y yo hay algo que merece la pena que
construyamos, Demetria... ¿no estás de
acuerdo?
— ¿Que construyamos? —repitió Demi, pensando que parecía que Joe estaba hablando de alguno de sus proyectos
arquitectónicos. ¡Y aquello no era lo que ella había esperado oír en absoluto!
—Además... —prosiguió él,
encogiéndose de hombros al no saber bien cómo interpretar la indignación de
ella— ¿no es algo suficientemente honorable el que te pida que te cases conmigo
cuando estás esperando un hijo mío?
— ¡Olvídate del honor por un
momento! Vamos a ser realistas, ¿no te parece? —con el corazón revolucionado,
ella colocó las manos en su regazo para controlar el repentino temblor que se
había apoderado de éstas—. Estás pidiéndome que me case contigo como si mis
sentimientos al respecto no importaran en absoluto. ¡No soy simplemente un
recipiente para que crezca el bebé, entérate! ¡También soy una mujer! Una mujer
con esperanzas y sueños que tal vez involucren algo un poco más profundo que un
práctico matrimonio de conveniencia.
Demetria hizo una pausa y miró al padre de
su futuro hijo fijamente a los ojos.
— ¿Cómo se supone que voy a criar
un niño contigo, Joe, cuando claramente
pretendes mantenerme a cierta distancia de ti? ¡Por lo menos emocionalmente! Ni
siquiera quieres hablarme de las cosas que han ocurrido en tu vida, las cosas
que te han marcado o herido. Como, por ejemplo, de tu difunta esposa. Esta
tarde me dijiste una cosa muy impresionante... que ella murió ahogada. ¡Pero
cuando te pregunté, ni siquiera querías decirme cómo ocurrió! ¡Querías
olvidarte del tema y no compartirlo conmigo!
Comprendo que no quieras revivir
el dolor y el tormento que debiste sufrir, pero no entiendo cómo puedes
contemplar la posibilidad de casarte con otra persona si ni siquiera puedes
compartir con ella parte de lo que sucedió. Así es como llegamos a conocernos
en una relación... compartiendo nuestras penas, nuestras alegrías, nuestras
esperanzas y nuestros sueños... ¡no sólo acostándonos juntos!
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