Joe
Demi se humedece
con la lengua sus labios perfectos, en forma de corazón, dejándolos brillantes,
aún más tentadores.
- No juegues
conmigo -le digo con un gemido, con los labios a escasos centímetros de los
suyos.
Sus libros caen
sobre la alfombra. Ella los sigue con la mirada y pierdo su atención, tal vez
para siempre. Llevo los dedos hasta su barbilla y giro su cabeza con ternura,
para que vuelva a mirarme.
Ella me devuelve la
mirada con sus ojos vulnerables.
- ¿Y si acaba
siendo más que un simple beso? -me pregunta.
- ¿Y qué si es
así?
- Prométeme que no significará nada.
Apoyo la cabeza en
el sofá y le digo:
- No significará
nada.
¿No debe ser el
hombre el que asegure que un simple beso no implica ningún compromiso?
- Y sin lengua.
- Cariño, si te
beso, te garantizo que será con lengua.
Ella vacila un
instante.
- Te prometo que no
significará nada -le repito.
De hecho, no creo
que signifique nada para ella. Supongo que se limita a jugar conmigo, a ponerme
a prueba para ver cuánto puedo aguantar antes de venirme abajo. Sin embargo,
cuando cierra los párpados y se inclina hacia mí, me doy cuenta de que está a
punto de pasar. La chica de mis sueños, la persona que se parece más a mí que
nadie a quien haya conocido hasta ahora, desea besarme.
Me hago con el
control cuando veo que ladea la cabeza. Nuestros labios se rozan ligeramente,
deslizando los dedos entre su cabello y empiezo a besarla, suave, dulcemente.
Le cubro la mejilla con la palma de la mano, sintiendo su piel sedosa contra
mis dedos rugosos. El cuerpo me induce a aprovecharme de la situación, pero el
cerebro (el otro, el que no tengo dentro de los pantalones) me ayuda a mantener
el control.
Demi deja escapar
un gemido de placer, como si se sintiera completa al estar entre mis brazos.
Rozo sus labios con la punta de la lengua, incitándola a abrir la boca. Ella la
recibe con su lengua, indecisa. Nuestras bocas y lenguas se mezclan en un baile
lento y erótico hasta que el sonido de la puerta al abrirse hace que me aparte
de ella de un salto.
Maldita sea. Estoy cabreado. En primer lugar,
por haberme dejado llevar por el beso, y en segundo, por desear que ese momento
durara para siempre. Y además, estoy cabreado porque mi madre y mis hermanos
han decidido llegar a casa en el momento más inoportuno.
Miro a Demi y veo
que se ha agachado para recoger los libros del suelo, en un intento por
disimular. Mi madre y mis hermanos están plantados frente a la puerta con los
ojos como platos.
- Hola, mamá -digo,
más nervioso de lo que debiera.
Por la expresión
ceñuda de mi madre, sé que no le hace mucha gracia habernos pillado besándonos.
Como si fuera un indicio de lo que iba a suceder a continuación.
Carlos, Luis, a
vuestra habitación -ordena al tiempo que entra en el salón, algo más tranquila-.
¿No vas a presentarme a tu amiga, Joseph?
Demi se levanta con
los libros en la mano.
- Hola, soy Demi.
Pese al trayecto en
moto y al manoseo, su cabello dorado sigue perfecto. Está preciosa. Demi le
extiende una mano a mi madre.
Joe y yo estábamos estudiando.
- Pues no es lo que
me ha parecido ver -rebate mi madre, ignorando la mano de Demi.
Hace una mueca.
- Mamá, déjala en
paz -espeto bruscamente.
- Mi casa no es un
prostíbulo.
- Por favor, mamá
-insisto, molesto-. Solo estábamos besándonos.
- Los besos solo
conducen a una cosa, Joseph. Niños.
- Larguémonos de
aquí -le digo a Demi, completamente avergonzado. Cojo la chaqueta del sofá y me
la pongo.
- Señora Jonas, le
pido disculpas si le he faltado al respeto de algún modo -dice Demi,
visiblemente afectada.
Mi madre lleva la
compra a la cocina haciendo caso omiso de la disculpa de Demi.
Cuando salimos, Demi
inspira profundamente. Estoy convencido de que ha intentado guardar la
compostura, aunque le ha costado mucho. Nada ha salido como debía: chico trae
chica a casa, chico besa a chica, mamá del chico insulta a chica, chica se
marcha llorando.
- No le des más
vueltas. No está acostumbrada a que traiga chicas a casa.
Los expresivos ojos
de Demi parecen remotos y fríos. Uff.
- Esto no debería
haber ocurrido -dice, enderezando los hombros y adoptando una pose rígida, como
una estatua.
- ¿El qué? ¿El beso
o el hecho de que te haya gustado tanto?
- Tengo novio -dice
sin dejar de manosear la correa de su bolso de diseño.
- ¿Quieres
convencerme a mí o a ti misma? -le pregunto.
- No le des la
vuelta a la tortilla. No quiero enemistarme con mis amigas. No quiero enojar a
mi madre. Y en cuanto a Colin... bueno, ahora mismo estoy muy confusa.
Levanto las manos y
alzo el tono de voz, lo que normalmente evito hacer porque, según Paco,
significa que algo me importa mucho. Pero no me importa. ¿Por qué habría de
importarme? Aunque mi mente me sugiere mantener la boca cerrada, las palabras
salen sin darme cuenta.
- No lo entiendo.
Te trata como si fueras un maldito trofeo.
- No tienes ni idea
de lo que hay entre Colin y yo..
- Pues dímelo tú,
joder -le ruego, incapaz de ocultar mi enfado. He intentado evitar decirle lo
que realmente sentía, pero ya no puedo resistirlo más. Se lo suelto todo de
golpe-. Porque el beso que acabamos de darnos... sí que significa algo. Lo
sabes tan bien como yo. Estoy seguro de que con Colin no sientes ni la mitad de
lo que sientes conmigo.
- No lo entenderías -asegura, apartando la
mirada.
- Inténtalo.
- Cuando la gente
nos ve juntos, siempre comentan lo perfectos que somos. Ya sabes, la Pareja
Dorada. ¿Lo entiendes?
La miro sin dar
crédito a mis oídos. Esto es más de lo que puedo soportar.
- Lo entiendo, pero
no puedo creer lo que estoy oyendo. ¿Tanto significa para ti parecer perfecta?
Se produce un
silencio largo e inestable. Puedo atisbar un destello de tristeza en sus ojos
de zafiro, aunque se desvanece rápidamente. En un instante, su rostro adopta
una expresión seria y fría.
- Últimamente no se
me ha dado del todo bien, pero sí. Significa mucho para mí -admite finalmente-.
Mi hermana no es perfecta, así que yo tengo que serlo.
Es lo más patético
que he oído nunca. Niego con la cabeza, asqueado, y señalo mi moto.
- Sube. Te llevaré
al instituto para que puedas recoger tu coche.
Demi sube a la moto
sin decir palabra. Se sujeta al agarradero posterior, lejos de mí, tanto que
apenas puedo sentirla. Me planteo dar un rodeo para alargar un poco más el
trayecto.
Demi trata a su
hermana con paciencia y adoración. No sé si yo sería capaz de dar de comer a
uno de mis hermanos y después limpiarle la boca. La chica a la que una vez
acusé de ser egocéntrica, resulta que no es tan simple como creía.
Siento admiración
por ella. De algún modo, estar con Demi le da a mi vida algo que le faltaba,
algo... que me hace sentir bien.
¿Pero cómo voy a
convencerla de lo que siento?
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