domingo, 3 de marzo de 2013

Seductoramente Tuya Capitulo 18





—No hay más que hablar Bobbie se levantó. Tengo un par de cepillos de dientes nuevos por algún lado. Te llevaré uno a tu cuarto de baño. Todavía hay un albornoz en el armario y toallas...

—Sé dónde está todo, mamá; pero...
—No discutas. No tienes ninguna razón para irte a casa.
Sabía que su madre no lo había dicho como le había sonado a él, pero sus palabras lo habían hecho sentirse vacío. Su madre tenía razón, pensó mientras le cambiaba los pañales a Abbie y la abrigaba en la cuna. En realidad, no tenía ninguna razón para irse a casa.
El miércoles por la mañana, nada más colgarlo, el teléfono volvió a sonar.
—¿Diga? —preguntó Demi en tono ausente.
—Hola.
Aquel simple saludo bastó para captar toda su atención.
—Hola, Joseph. ¿Cómo está Abbie?
—Mucho mejor, gracias. Estuvo mala todo el fin de semana, pero ayer ya estaba totalmente recuperada.
—Me alegro.
—¿Has comido ya?
—No — Demi miró el reloj y vio que eran casi las doce del mediodía.
—Tengo hora y media hasta mi siguiente reunión. ¿Qué tal si salgo por algo de comida para llevar y me acerco a tu casa?
—¿Es otro acto impulsivo? —preguntó ella, encantada.
—Supongo que me estás corrompiendo.
—Todavía no he empezado — Demi rio.
—¿Debo tomármelo como una amenaza... o como una promesa?
—Lo que más te guste.
—Te veo en quince minutos.
Demi colgó el teléfono y se puso de pie. Tal vez debiera ponerse algo de maquillaje, pensó mientras corría hacia el dormitorio.
Justo un cuarto de hora después, Joseph llamó al timbre.
—Hola —lo saludó Demi, sonriente.
—Hola —dijo Josep, cargado con dos bolsas de una sandwichería.
—Deja que agarre una. Podemos comer en la cocina.
—Me alegra que estés libre —comentó él mientras la seguía.
—Parece que estos días tengo mucho más tiempo libre del que estoy acostumbrada —Demi encogió los hombros.
—Suena como si ya estuvieras cansándote de vivir en una ciudad pequeña.
Demi alzó una ceja en respuesta a algo que había notado en el tono de voz.
—En realidad, no —contestó—. Pero me está llevando un tiempo descubrir qué hacer durante las vacaciones de verano. De hecho, acaba de surgirme algo interesante.
—¿Sí? —Joseph sacó un sandwich de una de las bolsas—. ¿De qué se trata?
—Earlene Smithee me ha llamado esta mañana. Estaba pensando en formar un grupo de teatro y quería saber si estaría interesada en compartir mi experiencia. Tiene varios conocidos dispuestos a involucrarse, pero no saben cómo organizarse.
—¿Te vas a meter en algo así? —preguntó Joseph, sorprendido.
—¿Por qué no? Puede ser divertido.
—Y puede que te encuentres con un puñado de bellezas marchitas como Earlene, que solo quieren una oportunidad para volver al centro de atención.
—Acabas de describir bastante bien la mayoría de los grupos de teatro de personas adultas —lo informó Demi entre risas—. Suele ser gente que un día soñó con triunfar sobre el escenario, pero no tuvo el valor de luchar por conseguirlo.
—O el talento.
—También, por supuesto. Pero un buen director puede sacar provecho hasta de un talento limitado con un buen guión y suficiente trabajo.
—Y el buen director es buena directora en esta ocasión, ¿no?
—No me importaría dirigir una obra para ellos. No sería tan distinto a trabajar con los estudiantes del instituto.
—Salvo que tus estudiantes deben hacer lo que les digas y a Earlene nunca se le ha dado muy bien obedecer órdenes. ¿Y si April Penny decide que quiere colaborar? Sabes que Earlene y ella se odian. ¿Podrías arreglártelas si empezaran a pelearse por un papel?
—Está claro que me subestimas. ¿Tengo que recordarte que he trabajado en Nueva York? He visto divas de telenovelas tratar de sacarles los ojos a compañeras de reparto porque decían que les estaban intentando hacer sombra. April y Earlene son simples aficionadas en divismologia.
—¿Divismologia? —repitió Joseph con una sonrisa curiosa—. ¿Así es como se llama?
—Así es como lo llamo yo.
—¿Y tú te consideras una diva?
—Me temo que no he hecho méritos — Demi rio—. Hace falta ser una gran estrella para poder considerarse una diva. Yo solo era ese personaje simpático de ojos grandes y acento gracioso.
—¿Así es como te veías?
—Así es como me veían los que repartían los papeles.
Demi sacó dos platos, los colocó en la mesa y sonrió para indicarle que hacía tiempo que había aprendido a aceptar su sino. Podría haber trabajado más tiempo, más duro, más competitivamente; pero habría seguido teniendo muy pocas oportunidades de convertirse en una estrella. Y aunque podía haber ganado más dinero en Nueva York, había acabado sintiendo un vacío interior que solo podía llenar regresando a Honoria y enfrentándose a su pasado de una vez por todas.
Joseph Jonas formaba gran parte de ese pasado, fuera o no consciente de ello.
—Así que vas a fundar un grupo de teatro —dijo Joseph, como si aún no pudiera creérselo.
—Eso parece. ¿Quieres unirte? —Demi rio. 
—Creo que podré resistir la tentación.
—¿No tienes deseos ocultos de alcanzar la gloria como actor?
—No, estoy contento con mi trabajo. Compraré una entrada para ver tu obra... pero no actuaré.
—¡Lastima! —Demi exageró un suspiro—.No creo que vaya a encontrar muchos hombres tan sexys por aquí.
—¿Intentas que me sonroje?
—Consigo que te sonrojes —replicó ella, satisfecha.
— ¿Qué hace falta para que tú te ruborices, Demi?
—No sé —murmuró esta—. Pero te invito a que lo intentes.
—Siempre he disfrutado de los retos — contestó Joseph, acercándose a los labios de ella. Y luego acalló su respuesta apoderándose de su boca.

Fuera cual fuera el tema de conversación que hubieran estado manteniendo, Demi lo olvidó por completo. La comida que Joseph había llevado dejó de importar. Estaba hambrienta... pero no de sandwiches.
Joseph deslizó las manos por su espalda y la atrajo hacia él. No le costó descubrir que no era el único con necesidades más urgentes que la de comer.
Demi le rodeó el cuello con las manos y entreabrió los labios, invitándolo a que profundizara el beso... lo cual hizo, a conciencia. El top que llevaba se le había subido hasta la mitad al alzar los brazos y Joseph aprovechó la oportunidad de explorar a Demi, la cual notó la calidez de sus manos sobre la espalda y se preguntó lo delicioso que sería sentirlas por el resto del cuerpo.
—Será mejor que paremos esto si queremos comer —murmuró él con voz ronca.
— ¿Parar el qué? replicó Demi, rozando sus senos contra el pecho deJoseph.
—Eso gruñó este.
Demi frotó la mejilla contra el mentón de él.
—¿Esto?
Joseph la agarró por las caderas y la pegó contra su cuerpo más íntimamente.
—Estás jugando con fuego, Demi.
— ¿Te da miedo quemarme?
—Puede que me preocupe más que tú me quemes a mí murmuró Joseph  mientras le lamía el lóbulo de una oreja.
El corazón le latía con tanta fuerza que Demi creyó que debía alzar la voz para que pudieran oírla. Sin embargo, sus palabras fueron un ronco susurro:
—Quizá nos quememos juntos.
Joseph  cambió de postura y Demi se encontró contra su pecho, con los pies colgando a unos cinco centímetros del suelo.
Lo miró a la cara y vio la intensidad de su mirada.
—Con esto no puedo bromear.
—¿Y qué te hace pensar que estoy bromeando? replicó ella, totalmente en serio, sosteniéndole la mirada.
Contuvieron la respiración. Se estremecieron sus cuerpos. Y entonces Joseph le cubrió la boca con un beso tan perfecto y especial que a Demi se le hizo un nudo en la garganta.

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