Demi esperaba
una llamada el viernes por la tarde. Susan había dado a luz a un niño la noche
del miércoles y le había prometido informarla de cómo iba en cuanto saliera del
hospital. De manera que cuando sonó el teléfono, Demi
descolgó inmediatamente. Aunque se alegraba por su amiga, no podía evitar
pensar que, probablemente, ella nunca tendría hijos.
— Demi, soy Joseph —oyó
al otro lado de la línea.
Su primer impulso fue decirle de
nuevo que no quería hablar con él, pero algo en el tono de su voz la hizo
dudar:
—¿Ocurre algo?
—Es mi hermano, Trent —dijo Joseph,
angustiado—. Se ha estrellado con el avión. Es posible que...
—¡Dios!, ¡lo siento...! —Exclamó Demi —. ¿Puedo hacer algo?
—Mis padres y yo vamos al
aeropuerto para verlo ahora mismo. ¿Puedes cuidar de los niños?
La pregunta la sorprendió tanto,
que tardó unos segundos en reaccionar.
—¿Quieres que se queden conmigo?
—Sí, sería genial si pudieras venir
a mi casa, pero te los acercaré a la tuya si te viene mejor. Sé que es pedir
mucho... pero Sam me va a echar de menos. Si estás con él, le será más fácil.
Aunque puedo llamar a otras personas si lo prefieres.
—No es que me importe —replicó Demi —. Pero tengo muy poca experiencia con niños.
Me da miedo hacer algo mal.
—Si rio pensara que puedes hacerlo,
no te habría llamado.
No le quedó más remedio que
creerlo. Dejando de lado sus diferencias personales, sabía que Joseph
jamás dejaría a sus hijos en manos de alguien en quien no confiara.
—¿Cuándo salís?
—Tan pronto como podamos.
—Voy para allá.
Demi colgó
con lágrimas en los ojos, entró en el dormitorio y metió algunas prendas en una
maleta. Tal vez estuviera utilizándola de nuevo, pero sabía que Joseph la
necesitaba, al igual que sus hijos.
La recibió en la puerta en menos de
media hora.
— Joseph,
lo siento tanto Demi le dio un abrazo y,
durante varios segundos, permanecieron juntos, consolándolo ella y dejándose
consolar él.
—Abbie está echándose la siesta
—dijo Joseph cuando se retiró—. Sam está en su cuarto. Está
triste porque me voy, pero creo que lo entiende. He dejado escrito todo lo que
me ha parecido que puedes necesitar saber. Te llamaré tan a menudo como pueda.
—Estaremos bien —le aseguró ella—.
Venga, ve con Trent. Seguro que sale adelante.
—Siempre tan optimista —murmuró Joseph, agradecido,
tomándole una mano—. Ojala tengas razón.
—Ya lo verás. ¿Quieres decirle
adiós a Sam antes de irte?
—Ya me he despedido de los dos.
Será mejor que me vaya. Mis padres están ansiosos por llegar al aeropuerto.
—Cuidaré bien de los niños.
—Lo sé — Joseph le
dio un beso en la mejilla—. Cuando vuelva, tenemos que hablar. Y esta vez me
escucharás.
A Demi
se le hizo un nudo en la garganta cuando Joseph
agarró la maleta y se marchó. Había acudido a ella en un momento de necesidad.
Le había confiado a sus hijos. Y eso tenía que significar algo.
De pronto, se dio cuenta de que
nunca había estado en su casa. Miró en derredor y no tardó en encontrar el
cuarto de Sam, el cual estaba sobre la cama, leyendo un cuento.
—¿Se ha ido papá? —preguntó sin
sonreír.
—Sí, se ha ido a cuidar a tu tío
Trent — Demi se sentó en la cama junto a
Sam—. Volverá lo antes que pueda.
—Mi mamá no volvió —dijo el niño
con un hilillo de voz.
—Pero tu papá sí lo hará —le
aseguró Demi,
conmovida—. Mientras tanto, vamos a tener que cuidar de Abbie, ¿crees que
podremos arreglarnos?
—Yo te ayudo —se ofreció Sam—. Sé
lo que hay que hacer.
—Me alegro. Porque soy nueva en
esto.
Sam dejó el cuento y se acercó a Demi, la cual lo acogió entre los brazos y lo
apretó contra el pecho con todo su amor.
La casa estaba en silencio cuando Joseph
regresó cinco días más tarde. Había conseguido llegar en un vuelo anterior al previsto
y lo desilusionó no encontrarse a Demi y a
los niños para recibirlo.
Se mesó el cabello y fue a la
cocina. Durante aquellos días tan espantosos, se había consolado pensando que
ella estaba allí... y había decidido que haría todo lo que fuese necesario por
recuperarla.
Por arriesgado que fuera, estaba
dispuesto a amarla.
Entonces, vio una nota en el
frigorífico, erí la que indicaban que estaban en la piscina. Demi Lovato,
siempre tan optimista, le había dejado un mensaje por si llegaba antes de lo esperado.
Caminó hasta la piscina, vigilada
atentamente por, el joven socorrista con el que Joseph
había, tenido una larga charla después de que Sam casi se ahogara.
No tardó en localizar a Demi dentro del agua. Tenía una mano en una silla
con flotador sobre la que estaba sentada Abbie, y estaba charlando con Sam, el
cual, sorprendentemente, parecía haberle perdido el miedo al agua.
—¡Papá! —lo llamó el niño nada más
verlo—. ¿Me has visto? Demi me ha enseñado a
nadar —añadió tras haber dado un par de brazadas.
—Ya te he visto, ya. Lo haces
genial.
Demi ya
había salido de la piscina con Abbie y ambas se acercaban sonrientes a Trevor,
seguidas de cerca por Sam.
—¡Papi! —exclamó la niña, estirando
los bracitos hacia Joseph.
Este la estrechó entre los brazos y
aceptó los besos llenos de babas de la niña mientras Sam se agarraba
fervientemente a una de sus piernas.
—¿Cómo está mi princesa? —preguntó,
haciéndole una carantoña a Abbie.
—Ha andado —anunció Sam—. Sin
agarrarse a nada.
—Suena como si hubiera dejado a mis
niños con Mary Poppins —bromeó Joseph.
—No exactamente — Demi sonrió—. Tengo experiencia como profesora de
natación y Abbie ya estaba preparada para andar. solo, a la cara, en vez de
deleitarse con la expansión de piel que dejaba al descubierto su biquini rosa.
—¿Qué tal Trent? —preguntó ella
mientras se cubría con una camiseta.
—Bueno... está fuera de peligro,
gracias a Dios; pero tiene una larga recuperación por delante. Es un milagro
que no se haya matado.
—¿No te dije que se pondría bien?
—Sí —respondió Joseph —.
¿Vamos a casa, o queréis quedaros un rato más?
—Nos vamos —dijo Demi —. Los niños llevan suficiente tiempo al sol.
Joseph empujó el
carrito de Abbie, Demi agarró la silla
flotador y Sam se metió entre ambos y no paró de hablar en todo el camino de lo
mucho que se había divertido con Demi. No
parecía que los niños lo hubieran echado de menos demasiado. Aunque tampoco
podía culparlos de que estuvieran hechizados con Demi..
igual que él.
Una hora después, Abbie estaba
echándose la siesta, y Sam estaba enfrascado frente al televisor.
—Tengo que irme —dijo Demi.
—No, anda, ¿por qué no te tomas un
café? —le propuso Joseph r—. Y me cuentas todo lo que me he perdido.
Después de vacilar unos segundos,
entró en la cocina y accedió a sentarse.
—Bueno, cuéntame. ¿Qué va a pasar
con Trent? —le preguntó Demi.
—Estará varias semanas más
ingresado. Mis padres se quedarán con él hasta que le den el alta —
Joseph se mesó el cabello—. Ha sido un susto tremendo,
pero tenemos que dar gracias porque sigue vivo.
—¿Y su carrera en la Academia del Aire?
—Se ha acabado —sentenció Joseph —.
En toda su vida, lo único que ha querido ha sido volar. Está tan amargado, que
apenas habla con nadie.
—Tendrá que buscarse un nuevo
sueño.
—Eso es fácil de decir —replicó él.
—Hazme caso yo he aprendido a
renunciar a varios sueños —aseguró Demi. De pronto, apartó la taza de café y se levantó—. De
verdad, tengo que irme. Tengo cosas que hacer en casa.
—Espera —la detuvo Trent, que no
soportaba la idea de dejarla marchar. Tengo que darte las gracias por lo que
has hecho esta semana.
—De nada —respondió Demi sin mirarlo a la cara—. Lo he pasado bien con
los niños.
—Quiero que volvamos a estar
juntos, Demi.
Como estábamos antes.
—¿Los viernes por la noche? contestó
ella con hostilidad—. ¿Tú con tu vida y yo con la mía? Lo siento, para mí ya no
es suficiente.
—No me refería a eso. Quiero una
relación de verdad. No te volveré a apartar de mis hijos.
—Muy práctico ahora quieres que
haga de niñera para ellos —repuso Demi. Pues lo siento, pero a pesar de que los quiero
mucho, voy a tener que pasar.
—Maldita sea, Demi —
Joseph respiró profundo—. Te quiero.
Ella se quedó quieta. No se atrevió
a mirarlo.
—Te quiero —repitió él, por si no
lo había oído.
—No puede haber amor sin confianza.
—No confío en nadie tanto como en
ti. Te he hecho daño y he estado a punto de arruinarme la vida, pero es verdad.
—No me has hecho daño Joseph:
me has destrozado, el corazón —espetó ella, furiosa, por fin mirándolo a los
ojos—. ¿Qué te hace pensar que yo voy a poder confiar en ti?
—Yo...
—Me niego a pasarme el resto de mi
vida intentando demostrarte que no soy como tu esposa —atajó Demi —. No sé lo que te hizo, porque nunca me has
hablado de ella, pero no quiero...
—Cabe la posibilidad de que Abbie
no sea mi hija —confesó Joseph r de golpe, con un tono de voz desgarrador.
De pronto, Demi
se quedó pálida.
— Joseph..
—Después de que Melanie muriera,
descubrí que había tenido aventuras con otros hombres —continuó él—. Después de
leer su diario, me di cuenta de que ni siquiera ella sabía quién era el padre
de Abbie. La niña tenía tres meses cuando me enteré y ya la quería más que a
nada en mi vida. Y sigo haciéndolo. Pero no sé si ella...
—Joseph, lo siento muchísimo. Tiene que haber sido...
—Devastador —completó él—. Primero
pierdo a mi esposa. Y luego descubro que apenas la conocía en realidad. Y mi
hija...
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