Demi
Solo disponemos
de media hora en el gimnasio. Mientras me pongo la ropa de deporte, pienso en
lo que ha ocurrido en el despacho de Aguirre. La señora Peterson nos ha culpado
de lo sucedido tanto a Joe como a mí. Joe Jonas está echando a perder mi último
curso nada más empezar.
Mientras me subo
los shorts de gimnasia, el sonido de unos tacones me advierte de que no estoy
sola en los vestuarios. Me cubro el pecho con la camiseta y veo aparecer a Carmen
Sánchez. ¡Ay, madre!
- Debe de ser mi
día de suerte -dice, mirándome fijamente como un puma dispuesto a atacar.
Aunque los pumas no tienen el pelo moreno, liso y largo... sí que tienen
garras. Y las garras de Carmen están pintadas de color rojo.
Se acerca a mí.
Siento el impulso
de dar un paso atrás. En realidad, lo que me gustaría es echar a correr. Pero
no lo hago, básicamente porque creo que me seguiría de todos modos.
- ¿Sabes? -añade,
con una sonrisa malvada-. Siempre me he preguntado de qué color sería el
sujetador de Demi Lovato. Rosa. Te va que ni pintado. Apuesto a que te ha
costado tanta pasta como lo que te cobraron por teñirte el pelo.
- No has venido
aquí para hablar de sujetadores y tintes, Carmen -respondo mientras me meto la
camiseta por la cabeza. Trago saliva con fuerza antes de añadir-: Sino para
pegarme.
- Cuando una
lagartona se insinúa a mi hombre, me sale mi lado territorial.
- No estoy
interesada en tu hombre, Carmen. Ya tengo uno.
- Venga ya. Las
chicas como tú quieren que todos los tíos pierdan la cabeza por ellas, así
podéis disponer de ellos cuando os apetezca -añade, cada vez más furiosa. Estoy
metida en un buen lío-. He oído que vas criticándome por ahí. Crees que lo eres
todo, señorita Engreída. Veamos qué cara se te queda cuando te deje el labio
partido y el ojo morado. ¿Vendrás al instituto con una bolsa de basura sobre la
cabeza? ¿O te quedarás encerrada en tu enorme casa y no saldrás nunca?
No aparto la vista
de ella mientras sigue acercándose. La miro fijamente. Carmen tiene claro que
para mí la imagen que doy lo es todo, y a ella le da igual que la expulsen... o
que la echen definitivamente.
- ¡Contéstame!
-grita, y me da un empujón en el hombro, que acaba impactando contra la
taquilla que está situada a mi espalda.
Creo que no la
estaba escuchando porque no tengo ni idea de qué he de responder. Si regreso a
casa amoratada o con señales de haber estado en una pelea, las consecuencias
serán desastrosas. Mi madre se pondrá hecha una furia y me echará las culpas
por no haber evitado que ocurriera. Espero que eso no le haga empezar otra vez
con lo de ingresar a Shelley en algún centro. Cuando hay algo de tensión en
casa, mis padres siempre hablan de mandar a Shelley a algún sitio. Como si, por
arte de magia, todos los problemas de los Lovato fueran a desvanecerse en
cuanto Shelley desapareciera.
- ¿No crees que el
entrenador Bautista vendrá a buscarme? ¿Quieres que te expulsen? -pregunto pese
a saber que son razones de poco peso. Sin embargo, intento ganar algo de
tiempo.
- Me importa una
mierda que me expulsen -dice entre risitas.
No parece haber
funcionado, aunque merecía la pena intentarlo.
En lugar de
encogerme de miedo junto a la taquilla, me enderezo. Carmen intenta empujarme
otra vez por el hombro, pero esta vez me las apaño para apartarle el brazo de
un manotazo.
Estoy a punto de
enzarzarme en mi primera pelea. Una pelea en la que seguramente saldré
perdiendo. El corazón me late con fuerza, como si fuera a salirme del pecho. Me
he pasado toda la vida intentando evitar situaciones como esta, pero esta vez
no tengo elección. Me pregunto si puedo disparar la alarma de incendios para
librarme de ella, como he visto alguna vez en el cine. Pero, por supuesto, no
veo ninguna de esas cajitas rojas cerca. - Carmen, déjala en paz.
Ambas nos volvemos
hacia el sonido de una voz de chica. Es Isabel. Una «no amiga». Pero una no
amiga que acaba de evitar que me partan la cara.
- Isa, no te metas
en mis asuntos -gruñe Carmen. Isabel se acerca a nosotras. Lleva el pelo
recogido en una alta cola de caballo que se balancea a medida que camina. - No
le pongas la mano encima, Carmen. - ¿Por qué no? -pregunta ella-. ¿Acaso crees
que serás su amiga del alma ahora que estáis juntas en esa estupidez de las
animadoras?
Isa apoya
firmemente las manos en las caderas.
- Estás colada por Joe,
Carmen. Esa es la razón por la que te comportas como una pirada.
Al escuchar el
nombre de Joe, Carmen se pone rígida.
- Cállate, Isa. No
tienes ni idea.
Ella dirige toda su
rabia contra Isabel y se pone a chillarle como una loca. Isabel no se siente
intimidada, se ha plantado delante de ella y también le está gritando. Isabel
es bajita y puede que pese menos que yo, por eso me sorprende que se enfrente a
Carmen. Sin embargo, parece que sabe defenderse. Es obvio que sus palabras
hacen retroceder a su contrincante.
El entrenador
Bautista aparece detrás de Carmen.
- ¿Estáis dando una
fiesta y no habéis invitado al resto de la clase?
- Estamos charlando
un poco -dice Carmen, sin sobresaltarse en absoluto y actuando como si fuéramos
tres amigas pasando el rato.
- Bueno, pues os
sugiero que charléis después de clase. Señoritas lovato y Ávila, uníos al resto
de vuestros compañeros en el gimnasio. Señorita Sánchez, vaya donde se suponga
que debería estar a esta hora.
Carmen me señala
con su uña pintada de rojo.
- Nos veremos
después -me advierte, y sale de los vestuarios después de que Isabel se haga a
un lado.
- Gracias -le digo
en voz baja a Isabel.
Ella me responde
con un asentimiento de cabeza.
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