viernes, 30 de agosto de 2013

Un Tío Malo Capitulo 13








- Lo estamos pasando bien.- dijo, fingiendo desinterés.- un poco aburrido pero bien.

- Lamento que no puedas salir, cariño. Pero ya sabes cómo es tu papá.- suspiro.

- Él aún sigue enfadado conmigo.

- Ya se le pasara.- dijo, pero Demi no le creyó ni por un segundo.- te prometo que hablaré con él, are hasta lo imposible para que te baje el castigo.

Demi sonrío. Mónica la quería a ella como si fuera su propia hija y había sido una estupenda madrastra desde que su mamá murió.
- Gracias, Mónica.

- No hay de qué. Bueno, tengo que colgar ahora porque tu padre y yo iremos a la playa. Mándale saludos a Joseph.
- Esta bien, que se diviertan. Adiós.- y colgó.

Demi se dio la vuelta y se acurrucó al lado de Joseph. Él suspiro cuando sintió la suavidad de sus pechos sobre su torso.

- Era Mónica, te manda saludos.- dijo, acariciando su torso con la yema de sus dedos.- vuelven dentro de dos semanas.

- Entonces, hay que aprovechar estas dos semanas al máximo.- la cogió de las caderas y la posiciono a horcajadas encima de él.

- Me parece una estupenda idea.- sonrío y se inclinó para besarlo.

Y así fueron pasando los días. La mayoría de las noches él la tocaba, le hacia el amor. 

Y cada vez más se hacía claro el sentimiento que Joseph sentía por ella. 

No era la atracción sexual o el simple cariño que le tenía a su sobrina, era mucho más que eso. 

Él la amaba. Se había enamorado de la persona menos indicada de todo el mundo. Anhelaba el día en que pudiera llevársela lejos y hacerle el amor hasta el amanecer. 

Si tan solo la hubiera conocido en otra situación y no por parte de su hermana, todo sería tan diferente…

Demi llegó corriendo a la sala principal. Se sentó al lado de Joseph, quien veía televisión. Joseph pasó su brazo sobre sus hombros, para así envolverla y acercarla más hacia él.

- Tío....-dijo ella, con la voz más tierna que pudo hacer.
- ¿Si?- dijo despegando la mirada de la televisión para verla.

- Sabes....- acaricio su cabello y jugueteó un poco con el.- hay una fiesta hoy en la noche, en la casa de los Johnson.
Joseph alzó una ceja.

- Y me imagino que quieres ir…

- Si.- besó su mejilla.- por favor.- le dijo suplicante.
- Mmh….- pensó.- ¿Quiénes irán?

- Solo unos cuantos amigos de la escuela. Entre ellos estará Mark.
- No lo sé… ese tal Mark no me cae bien.
- ¡Tío!- alargó frunciendo el ceño.

- Bueno, está bien. Pero regresas a las 10, como habíamos acordado.

- Tío….-hizo un puchero.
- ¿Qué pasa?

- La fiesta es a las ocho. ¿No me dejarías tú, llegar a casa a las 12?- preguntó delicadamente.

Joseph puso cara de pensativo.
- Déjame pensarlo… no.

- ¡Por favor!- pidió.- prometo portarme bien.- dijo dándole doble sentido a las palabras, con una voz tan sensual que Joseph se estremeció. No podía decirle que no con tremenda oferta.

- Te quiero ver a las 12 en punto aquí. Ni un minuto más.

Demi sonrío, se lanzó a los brazos de su tío y lo abrazo con todas las fuerzas que tenía.

- ¡Te quiero!- y tan rápido como lo abrazó, se separó de él y desapareció por las escaleras.

Joseph se la quedo viendo mientras subía por las escaleras. Negó con la cabeza al mismo tiempo que reía.

Un Tío Malo Capitulo 12









Joseph enterró sus dedos en la cintura de ella. Levanto las caderas, empujando y metiendo más su pene en el coño de ella.
- Si, si, si.- gimoteó Demi.

- Móntame más.- gruño Joseph, observando la expresión de placer en su rostro.- más rápido…

Demi se apoyó de los hombros de Joseph para aumentar la rapidez con que daba la cabalgata. Joseph arqueó las caderas, ayudándola más cogiéndole duro. 

Los pechos de Demi se mecían al ritmo de la cabalgata, y la cama crujía al mismo tiempo que ella saltaba, arriba y abajo, por toda la polla de Joseph, desde el principio hasta el final.

- Oh… si, justo así, nena… no pares… mmh…- gimió de placer, sintiendo como ahora Demi movía sus caderas, en círculos, mientras el pene duro de Joseph salía y metía, centímetro por centímetro, por todo su coño.

- Tío, yo… ah.- jadeó Demi.
Joseph la cogió del culo, apretándola más hacia él.

- ¿Tú que húmedo de Demi ceñía con fuerza todo su pene.- ¡Me corro! Demi arqueo la espalda y los primeros espasmos hicieron efecto en ella, sacudiéndola de placer hasta el punto extremo de no poder más.

Joseph terminó por acompañarla, tocando el cielo, sintiendo como toda su semilla terminaba por ser derramada hasta el fondo de ella, y todos los jugos de Demi chorreaban por toda su polla hasta las bolas. 

Respirando agitadamente, Demi salió de él y se acomodó en la cama a un lado para dormir, rodeada por los brazos de Joseph, sintiéndose… amada.

Al día siguiente Demi se despertó con la mirada de Joseph puesta sobre ella. Sonrío.

- ¿Qué miras?- pregunto ella, esbozando una tímida sonrisa.

- A ti. Eres hermosa durmiendo.- paso su brazo por el hombro de ella y la acerco más a él.

 Ella escondió su rostro en el cuello de él.- ¿Te has dado cuenta que siempre terminamos haciéndolo en el cuarto de Mónica y tu papá?- se rió.
Demi se sonrojo.

- Cállate, tonto.- alcanzó una almohada detrás de ella y se la tiró a la cara.
- ¿Por qué?- dijo, haciéndose el ofendido.- ahora entiendo por qué a Erik le gusta tanto esta cama.

- Eres de lo peor.- y riéndose, se escondió bajo las sabanas.
Joseph también río. Parecían dos críos, jugando a pillarse.

 Él empezó a pellizcarle y hacerle cosquillas a Demi mientras que ella se retorcía de la risa.

 Era una niña, pero… era su niña. Joseph levantó la sabana y cuando la encontró, la beso… demostrándole que si la amaba aunque no lo demostrara.



De repente, el teléfono sonó. Demi estiro el brazo, lo alcanzó y contesto.
- ¿Alo?
- ¡Hola Demi!

- Hola Mónica.- saludó, sonriente.- ¿Cómo lo están pasando por allá?

- Excelente, solo venía a decirte que dentro de dos semanas estaremos allá con ustedes.- le dijo, y a Demi por una extraña razón, le decepcionó oír eso.- ¿Y tú con Joseph? ¿Cómo lo están pasando?

Un Tío Malo Capitulo 11










En medio de la madrugada, Demi escuchó la puerta de su habitación crujir al abrir. Lo ignoró y se obligó a sí misma a cerrar los ojos tratando de conciliar el sueño. 

Sintió el colchón hundirse al borde de la cama, y como Joseph empezó a repartir caricias con la yema de sus dedos por todo su cuerpo, pasando por todas y cada una de sus curvas. Se inclinó para hablarle en el oído.

- Sé que estas despierta.- susurro.- date la vuelta, por favor.
Demi pudo sentir el sufrimiento en su voz. 

Lentamente, se giró entre las sabanas y abrió los ojos. Joseph notó que sus ojos estaban hinchados, brillaban con inocencia y supo entonces que ella había estado llorando por su culpa. El corazón se le encogió.

- ¿Qué es lo que quieres?- fue ella quien se atrevió a hablar primero.
- Perdóname, pequeña… no quise hacerte sentir mal.

Demi solo asintió, desinteresada. Joseph tomo su mano bajo la sabana y la apretó levemente.
- Fui un idiota, no pensé bien…

- Ya no importa.- suspiro, sintiéndose muy, muy cansada.- ¿Llamaste a mi papá?- preguntó nerviosamente.

- No.- negó con la cabeza.- jamás haría algo así, no podría hacerte eso. Solo lo dije para tratar de intimidarte.

- ¿De verdad no lo llamaste?- dijo, y su felicidad hizo sentir a Joseph aún más culpable.

- Sí. No me gusta estar peleado contigo.- le dijo con sinceridad.
- A mí tampoco.
- Entonces, ¿Me perdonas?

Ella sonrío, y unos hoyuelos atractivos aparecieron en su preciosa cara. Él se sintió derretir.

- Claro que sí. Entonces, supongo que ahora me dejaras ver a Mark. ¿Verdad?- preguntó tiernamente.

Joseph suspiro con pesadez. Y joder, cuanto le costaba aceptar su amistad con Mark, pero si quería verla feliz, sabía que debía permitírselo.
- Por favor….- pidió ella.

- Esta bien.- aceptó finalmente, y Demi dio un gritito de la emoción. Se tiró encima de él y empezó a repartir una lluvia de besos por toda su cara.- pero prométeme que cumplirás con las demás reglas, ¿Vale?

- Si, sí. Te lo prometo. Oh, tío, eres el mejor.- dijo, inmensamente feliz.- te quieroooooooo.- alargo haciéndolo reír.

- Y yo a ti.- la cogió de la cintura y la levanto, logrando que cambiaran de posiciones, ahora él quedando acostado y ella a horcajadas encima de él.- mmh… la noche aun es joven.

Demi sonrío cómplice y se inclinó para besarlo, y embriagarse con ese característico sabor que a ella tanto le obsesionaba. Joseph deslizo una de sus manos por su muslo desnudo, y subió hasta su culo, cubierto por un simple short de pijama. Le dio un leve apretón y Demi jadeó.

- Dios, eres fantástica.- dijo él mirándola a los ojos, en medio de una nube de lujuria.

Demi meció las caderas. Joseph cerro los ojos, sintiendo como su pene palpitaba por la excitación, deseoso de poder follarla duro. Demi volvió a moverse encima de él, ahora asía delante y atrás, logrando que Joseph no lo pudiera soportar por mucho tiempo más.
 Demi ….- gimió.- ¿No podrías hacer eso otra vez pero sin la ropa?
Ella solo río. 

Joseph abrió los ojos, y notó lo excitada que estaba, pues no traía sostén debajo de su camisa y sus pezones se remarcaban bajo la tela. Él se pasó la lengua por los labios, y posó una de sus manos sobre su seno derecho. Apretó.

- Tío….- gimió, mordiéndose su carnoso labio inferior.

- Juro, que esta noche no la olvidaras jamás.- dijo, entremedio de un gruñido, para luego capturar sus labios en un beso salvaje.

miércoles, 28 de agosto de 2013

Camino a la Fama Capitulo 30






Física y Química.

— ¿Crees que fue una victoria justa?

La idea de llenar el incómodo silencio, se había situado en su mente al mismísimo momento en que se vieron encerrados en ese ascensor. Joseph, quien se encontraba con la vista fija en los botones destellantes, volteó para darle su atención.
— ¿Qué?
— ¿Piensas que fue una victoria justa?—Él no respondió inmediatamente, volvió a deslizar la mirada por la botonera como si de allí pudiese obtener la respuesta.
—Supongo—Eso no la dejó muy conforme. Por alguna razón esperaba algo más elocuente, algo más pensando, algo bien argumentado…algo más.

— ¿Supones?—Aguijoneó dejando traslucir un poco de irritación en su timbre.
—Sí ¿Por qué?

—Por nada—Ahora ella miraba la botonera, parecía que se alternaban en ese juego de desencuentros. Joseph soltó un sonoro suspiro y Demi se vio obligada a observarlo.
— ¿Qué va mal?
—Nada.

—Aja, no me engañas ¿sabes?—La intensidad de sus ojos la hizo vacilar—Cuando te encontré en el corredor parecías estar a punto de llorar, y ahora me vienes con esto de la “victoria justa”
Demi ignoro el sarcasmo que empleó en las últimas palabras y tras morderse el labio inferior indecisa, decidió exponer su malestar. Después de todo, ellos trabajaban juntos si alguien podría entender la frustración de que su talento fuese desmerecido, ese debería ser Joseph.
—Solo que…—No podría hablar si lo miraba fijamente, era más sencillo cuando él no le ponía atención, cuando hacia parecer una piedra en la calle la cosa más importante para mirar. Pero en ese lugar no había muchas opciones, era verla a ella o a la botonera y Demi estaba hablando, por lo que sería muy obvio.
— ¿Qué?

—Estuve hablando con Ann en el bar.
—Ah—Nada más que eso, otra vez Demi se sintió desanimada con su reacción. Si bien no le había dicho de que hablaron, Joseph no se mostró entusiasmado al respecto y eso ya la había hecho querer guardarse todas sus dudas— ¿Y?

—No fue nada—Se encogió de hombros y miró al frente, piso tres. Este ascensor era un chiste ¿Acaso se congelaba cada vez que ellos abrían la boca?
— ¿Dijo algo sobre el premio?—Él continuó con la charla, ella iba a dejarlo, pero él continuó así que no podían culparla.
—Me dio a entender que solo había ganado porque ahora estoy asociada a ti.

— ¿Y tú le crees?—Demi lo enfrentó. Esperaba que Joseph pudiera decirle que no debía hacerle caso a su agente, qué Ann era una víbora que soltaba veneno constantemente. No esperaba que él le preguntara aquello y no sabía que responder. ¿Le creía? ¿Realmente tenía tan poca fe en su escritura?

—No lo sé—respondió honestamente, tras sofocarse 
con su propio orgullo.

Demi—Él la tomó por un brazo, haciendo que sus cuerpos quedaran perfectamente enfrentados— ¿Quieres que yo reafirme tu dignidad y te diga que ella se equivoca?—Lo primero que le vino a la mente fue sonreír y decir “¿podrías, por favor?”Pero se lo pensó con detenimiento, él no era de los que hacia esa clase de cosas y hasta ese instante había caído en cuenta de que Joseph estaba siendo sarcástico. Se liberó de su mano deliberadamente.
—No, yo no te pido eso—Su voz ligeramente tosca. Él rió.

—A veces te comportas como una niña ¿Por qué le pones tanto interés a lo que dicen los demás? Sabes quién eres y cómo llegaste hasta allí, deja de maquinarlo todo tu cabeza no lo soportara.
—Te sorprenderías de las cosas que puedo soportar—Soltó en un tono coqueto que incluso a ella sorprendió.

—Esa es una conversación mucho más interesante—Sentenció sonriéndole con arrogancia.

Demi intento no acalorarse, Joseph solo estaba siendo el idiota de siempre pero la invitación implícita en su voz, pareció soltar una bandada de mariposas en su estómago. Se culpaba por reaccionar como una adolescente estúpida y virgen, pero era Joseph. Si de una regresión académica se tratara, ligar con Joseph seria como si la nerd de la escuela lograra echarse un polvo con el maestro sexy y experimentado.

Miro la botonera ¿Enserio? ¿Piso cinco? Sentía que llevaba horas en ese lugar. ¿Hacía tanto calor? ¿O solo ella era la que se estaba incendiando? Era su culpa, no podía ponerse a pensar en echarse un polvo con Joseph estando en un ascensor los dos solos. Eso sería peligroso hasta para la Madre Teresa de Calcuta. Sacudió la cabeza, el piso seis parecía estar a años luz de distancia.

—Lo que sea—Terminó por murmurar, nada muy comprometedor, nada muy revelador. En verdad solo eran palabras vacías de alguien que se encuentra intimidado.

Demi…— ¿Por qué lo decía de ese modo? ¿Por qué siempre que pronunciaba su nombre parecía un hombre apunto de tener un orgasmo? Bueno quizás exageraba, quizás su mente extraña y retorcida la hacía oír cosas. Quizás, solo quizás la voz de Joseph siempre tenía la misma entonación.
— ¿Qué?
—Estás rara— ¡Gran descubrimiento Sherlock! Lo pensó, pero no fue capaz de decírselo— ¿Qué ocurre? —Ella retrocedió cuando él avanzó,

logrando que su espalda golpease el espejo lateral. Joseph frunció el ceño, pero parecía más bien sumergido en un razonamiento difícil que enfadado.

—Nada…—Él asintió para luego, casualmente, colocar una mano en el vidrio junto a su cabeza.

—No me engañas—susurró inclinándose ligeramente para mirarla a los ojos.

No se tocaban no se rozaban siquiera las ropas, pero el calor de su cuerpo la estaba quemando a distancia.

—Joseph…—Pero cuando ella quiso hablar, él decidió deslizar su dedo índice sobre sus labios. Demi paso saliva, bueno…lo poco que tenía, pues su boca repentinamente parecía estar como un desierto y Joseph era el único oasis en kilómetros.

—No creo que pueda…—Ella no le encontró ningún sentido a sus palabras, pero él no la miraba a los ojos, se mantenía con la vista fija en su boca.

— ¿Qué?
—Mantenerme lejos de ti—Mierda, mierda, mierda.
«¡Tin! A todos los pasajeros, se les recuerda que el piso seis está recibiendo visitas en este preciso instante». Nada como eso salió de un altavoz pero debió haber salido, pues ninguno de los dos se dio por enterado del asunto. Las puertas del ascensor una vez más se cerraron y comenzaron el descenso.

— ¿Por…q…?— ¡Ok, pausa! Todos a sus puestos. Segunda toma, escena del ascensor ¡Acción! — ¿Por qué? —Logró murmurar finalmente, aunque ya ni sabía con qué propósito preguntaba.

Joseph sonrió de medio lado sabía que la tenía atrapada, aun así evitó sus ojos, Demi se pondría nerviosa si hacia contacto visual.
— ¿Por qué, qué?—Se evadió, mientras enrollaba uno de sus bucles con su índice. Ella quizás contuvo el aliento, tal vez fue solo idea suya. No se molestó por verificarlo, sus rostros se habían acercado en el último segundo… un poco por su propio impulso, un poco por la ayuda de ella.
—Joseph…—Su voz vacilante. Él situó el bucle justo en un lateral de su cuello, allí el chocolate que era su cabello se fundía con la piel suave y clara de Demi— ¿Qué haces? —Disfrutando la sensación de sentir su respiración golpeando su mejilla ¿Sería buena respuesta esa? Tal vez demasiado.

—Te miro—Era verdad lo hacía, estaba alimentando sus fantasías con tan solo mirarla. Ella no quería que pasara esa línea, lo sabía y eso lo molestaba de maneras insospechadas.

— ¿Por qué me miras? Yo no te gus…— Joseph la observó a los ojos entonces, instándola a terminar esa frase. Demi cerró la boca, como una niña a la que han reprendido.
—Dices muchas tonterías.
—Dijiste que lo olvidaríamos.
—Al demonio—Volvió a jugar con su bucle, ya no era de ella, Joseph acababa de reclamarlo como propio. Demi lo tomó por la muñeca, obligándolo a detener los movimientos de su mano.
—Basta Joseph—No había convicción en sus palabras.

—No quieres decirlo en verdad—La apuró, acercándose a sus labios con total confianza. Y ella no lo decepcionó, pues no movió un musculo.

—Sí, sí quiero—Él rió mientras sacudía la cabeza en una leve negación, Demi alzó la barbilla demostrándole que tenía la situación contralada o al menos queriendo aparentar eso.

—No quieres—susurró depositando un beso en la comisura de sus labios, ella jadeó casi imperceptiblemente. Joseph sonrió frente a su involuntaria respuesta y descendió lentamente rozando su mejilla, acariciando su barbilla y soplando un tibio beso en su tráquea.

—Joe…—Seguramente pretendía decir su nombre, pero él estaba demasiado entretenido como para responder.

Su piel se sentía tan dulce como lo había supuesto, fresca, tentadora, con un ligero rastro de una fragancia a rosas. Olía y sabía cómo Demi, y él no podía despegar los labios de su cuello. Quería buscar, investigar, degustar, catar. Todo, pero en su mente sabía que estaban en un ascensor sin rumbo fijo. 

En cualquier momento alguien lo reclamaría en algún piso y ellos serían atrapados infraganti, o mejor dicho él porque su compañera no parecía participar del asunto. A no ser por unos leves murmullos que dejaba escapar por entre sus sonrosados labios, no había mucho más. Y allí estaba él absorto en la visión que le regalaba Demi, con los ojos cerrados y la boca curvada en una sonrisa de deseo.

La tomó por el cuello y rompió aquella barrera invisible que los separaba, ella lo acogió de buen grado. 

Ya lo había hecho antes y esa vez tampoco se negó a darle entrada en su boca, lo esperaba tanto como él. Dejo caer una de sus manos en su cadera y la atrajo tan rudamente que uno esperaría alguna queja por la otra parte, pero ella respondió pegándose a su cuerpo y ahogando un gemido en su boca. Joseph mordió su labio juguetonamente y ella hizo lo propio, logrando que él maldijera para liberarse.
— ¡Oye!—Le reprendió tocándose la boca, para verificar que no sangrara.

—Tú empezaste.
—Tienes razón—Concedió apretándola allí donde su mano descansaba—Y yo lo terminare—Se volvió lo suficiente para golpear el número seis en la botonera y regreso su atención nuevamente a su víctima—Solo espera seis pisos—

Ella desvió la vista a los números que lentamente ascendían y frunció ligeramente el señor— ¿Qué? —Preguntó al notar el cambio en su semblante, si bien seguían juntos Demi había bajado las manos que antes tenía posadas sobre sus hombros.
—Esto no está bien.
— ¿Otra vez con eso?
—No lo digas como si pensaras lo contario—Lo reprendió apartando la mirada.

—Vamos Demi—Joseph la tomó por la barbilla obligándola a enfrentarlo, ella lo hizo de mala gana— ¿Cuál es el problema? Somos adultos, sabemos lo que hacemos y lo que ambos queremos.
—Yo no digo lo contario, es solo que…

— ¿Solo qué? —La apremió, pero ella se contuvo de decir más—Sentimos una atracción mutua ¿Estás de acuerdo hasta ahí?
—Sí—murmuró con un hilo de voz.

— ¿No tiene que haber atracción para que dos cuerpos se junten?—Demi negó casi sin fuerza, él no pudo evitar soltar un bufido impaciente.

—Para que dos personas se junten, debe haber  más que una ley de Física de por medio.
—No hablas enserio—Ella lo observó con el desafío escrito en sus ojos.

—En mi mundo así funciona—La mano de Joseph abandonó su cintura y una expresión ilegible se situó en su rostro.

— ¿Así qué… así va a ser?—Ella aun podía sentir su aliento, golpeando sus húmedos labios tras cada silaba pronunciada. Pero ya no había anhelo en su voz, solo una distante frialdad que le recordó todas sus antiguas disputas.
—No quiero discutir por esto Joseph— Él se alejó chasqueando la lengua y ella comprendió la ironía de lo que había dicho, por supuesto ¿Por qué no tomo esa decisión antes de besarlo? —Hay muchas mujeres en este hotel, dispuestas a acompañarte.

Su mirada relampagueó con ira hasta chocar con sus ojos. Por alguna razón Demi fue consiente demasiado tarde, de lo que acababa de decirle. Y en un intento por retractarse lo miro con la boca abierta, lista para hilvanar una oración. Pero la expresión que irradiaban sus ojos azules, la silenciaron.

— ¿Es eso lo qué quieres?—Le espetó alejándose completamente de su lado— ¿Qué me busque otra? —«¡No!» Pero sus palabras rara vez logran reflejar, lo que sus pensamientos reclaman constantemente. Por lo que en el caos que era su cabeza, solo pudo murmurar un decadente:
—Si…
Él asintió sin decir nada y cuando las puertas se abrieron nuevamente, dio un paso al costado para permitirle escapar. Demi se movió sin saber a donde la guiaban sus pies, estando fuera se volvió esperando que también saliera, pero Joseph no lo hizo. Sus miradas se encontraron un instante, pero la de él no expresaba emoción alguna. Ni enfado, ni odio, ni deseo o afecto, solo había vacío y la promesa muda de que esto lo lamentaría.

Las puertas se cerraron entonces llevándoselo lejos de ella, matando la oportunidad de que en su noche de victoria hubiese algo real por lo que sentirse una ganadora.
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Posó el vaso vacío boca abajo, esperando de alguna forma anunciar que su bebida se había acabado. No es como si alguien le estuviese poniendo atención, el cantinero parecía incapaz de mantenerse en pie mucho menos de llenar su copa. Senil, era una palabra demasiado pobre como para describir a ese hombre. De alguna forma sentía que estaba sentado en una barra, tratando de emborracharse frente a su abuelo. Tal vez Jerry era un estratega, quizás lo habían colocado justo en ese bar para que fuese imposible que alguien se embriagara. Uno simplemente no podía intentar
rebelarse frente a ese hombre, era incluso risible la teoría de deprimirse con la imagen que irradiaba el apacible anciano.

—Debería ser ilegal que un hombre guapo, beba solo—Joseph apartó la vista del infinito y algo molesto por la interrupción, observó a su interlocutora. Ann sonrió, una acción que parecía estar tatuada en los labios de esa mujer.

—Algo está verdaderamente mal en este país, al parecer—Ella pestaño rápidamente, tal vez sin congeniar su argumento. A decir verdad, ni siquiera él sabía lo que había intentado decir.
—Ha sido una bonita velada—No estaba de acuerdo, pero decírselo no entraba en sus planes. No es como si quisiera explicarle algo o para el caso, extender aquella conversación— ¿No te parece?
—Seguro— Golpeó una vez más el vaso contra la barra, pero Jerry parecía estar lo suficientemente absorto en el crucigrama del The Guardian como para ponerle atención.

—Ese hombre es un pésimo cantinero—Sentenció Ann, tomando asiento en el taburete a su lado—Al parecer pretende que cada bebida, tenga el mismo tiempo de añejamiento que él antes de servirla Joseph sonrió con aspereza, ella a veces era dura pero tenía un sentido del humor agudo—Por eso traigo mi propia botella de Ron a estos eventos.

— ¿Ah sí?—Ella se colocó de lado cruzando sus largas piernas, a sabiendas de lo que el movimiento hacia en la falda de su vestido. Joseph enarcó una ceja y no pudo evitar del todo, deslizar su mirada por las delicadas partes de piel al descubierto. Ann notó donde estaba su atención y coquetamente soltó una risilla musical. Pretendiendo algo de pudor, estiro sin estirar realmente, la indomable y poco colaboradora falda. Él sonrió ante el gesto y no podía decir que no le gustara del todo su actitud indiscreta.

—Fue un día tan largo, estaba planeando relajar la mente con un trago o dos en mi cuarto Joseph no necesitaba oír más, con tan solo mirar a esa mujer supo lo que subyacía tras esa confesión susurrada.
No era estúpido, conocía las formas en que ella siempre le sonreía, lo miraba o le hablaba. Sabía que con un poco de estímulo, podría conseguir una invitación a su cuarto, un trago, un beso y quién sabe que más. 

Pero ¿Quería eso? ¿Mirar a Ann con ojos distintos se podría considerar despecho? Estaba molesto con Demi, no iba a negarlo. Pero no iba a analizarlo por mucho tiempo, una mujer se va y otra llega a tomar su lugar. Tan simple como eso, no valía la pena confundir más las cosas. Él era un hombre y estaba solo, no necesitaba el permiso de nadie, pero ella le había dicho que se buscara otra. Así que…

Ann rozó con su índice la esquina de su vaso y con deliberada lentitud, dejo caer su mano por el borde hasta alcanzar la suya que aún se mantenía aferrada al inocente objeto. Lo miró de soslayo, él tenía la vista fija en su cincelado, femenino y atractivo perfil.

Era una mujer que sabía lo que quería e iba por ello. La clase de dama que conocía sus encantos y se valía correctamente de todos sus artilugios delicados. Esa clase que no malinterpreta una situación, e incluso de esas que orquestan la escena propicia para la seducción. No había frases ocultas,

ni sentimientos que explicar, solo la simple y casi vulgar química entre dos sujetos.

—En mi habitación tengo un Champagne—Ella le guiño un ojo conforme con su respuesta espontánea.

—Suena incluso mejor que el Ron—Ann se puso de pie, aguardando porque él la siguiera. Joseph abandono el vaso y se despidió del distraído Jerry.
Se dirigieron al ascensor en silencio, no había más que decirse. Todo sería profundamente discutido, en el interior del 38B.
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A las nueve en punto de la mañana golpearon su puerta para despertarla, no que fuese necesario tal cosa, ella llevaba despierta desde las cinco o quizás de antes. Había estado pensando y tal vez, también reprochándose un poco a sí misma. Cosa habitual en ella. No se arrepentía de la decisión que había tomado la noche anterior, buena…tal vez un poco sí. Pero a decir verdad no sabía que pensar al respecto. Últimamente todo lo referido a Joseph la confundía sobremanera, pero de algo estaba segura; las cosas no podían permanecer de ese modo.

 La idea de estar enfrentados en una guerra sin cuartel, le parecía estúpida algo completamente infantil. Ambos eran adultos (al menos en apariencia) y ella la noche anterior había actuado como una adolescente boba y hormonal. Una cuestión bastante tonta, teniendo en cuenta que él no le había propuesto dinamitar el Palacio de Buckingham y ella había huido como si eso efectivamente hubiese pasado. Joseph había sido honesto con respecto a lo que quería y a Demi no le molestaba eso en sí, le fastidiaba que cuando él se la acercaba ella perdía todo control racional sobre su persona. No pensaba como debía y actuaba atropelladamente, estúpidamente, uno llegaría a pensar que como alguien enamo…Bien, mejor ni transitar esos caminos.

 Era lo suficientemente perturbador que ese pensamiento hubiese tocado su mente, como para intentar analizarlo y eso la aterrorizaba, porque sabía que para él no era igual. Pero no por eso debía enfadarse, nadie tenía la culpa de que ambos vieran lo mismo de formas diferentes.
Le había tomado muchas horas de insomnio llegar a esa conclusión, y teniendo en sus manos la botella de Champagne que había pedido a servicio al cuarto, estaba más que decidida a terminar con ese absurdo. Se disculparía por su actitud de niña de preescolar y de alguna forma, esperaría hacer las paces con ese brindis que habían dejado en stand by la noche anterior.

Luego de una ducha rápida y un cambio de ropa relativamente decente, Demi tomó la botella y salió de su cuarto con paso seguro. La habitación de Joseph se encontraba al final del pasillo, a la distancia justa para que ella se replanteara su idea unas diez veces. Tal vez una persona normal solo lo pudiera hacer cinco, pero ella era un tanto obsesiva. Por eso cuando se encontró de pie frente al 38B, tenía alrededor de quince teorías distintas

para pegarse la vuelta y olvidar toda esa puesta en escena. Pero no, ella había tomado una decisión, además que el Champagne le había costado sus buenas libras. No que renegara del gasto, pero aún tenía ese lema familiar tatuado en la mente, el mismo que la atacaba en la fila del supermercado “hay que exprimir cada centavo”

Sacudiendo la cabeza y antes de que algún pensamiento impuro volviera a importunarla,  Demi llamó a la puerta. Él se demoró su tiempo para atenderla, tanto que ella comenzó a dar repetidos golpecitos en el piso alfombrado. No estaba impaciente ¿Cómo creen? Ese movimiento constante era una pose de yoga, solo que una no muy famosa.

— ¿Si?— Joseph la observó con gesto incierto al encontrársela del otro lado de la puerta, pareció por un instante confundido. Pero su desconcierto fue breve, Demi sonrió tenuemente obligando a su mirada a no apartarse de sus ojos. Una tarea complicada, teniendo en cuenta que su interlocutor no llevaba camisa y que de cintura para abajo, solo lo cubría un pantalón corto de deporte— ¿Demi?

—Hola—Saludó antes de darle la oportunidad de que la despache por idiota bipolar.
—Hola…— Joseph se volvió en un rápido parpadeo y luego se adelantó cubriendo el paso al interior del cuarto. A Demi no le llamo la atención su actitud recelosa, de alguna forma se lo había esperado.

—Sé que esto te parecerá extraño, pero veras estuve pensando y en verdad que ayer me porte muy mal contigo. Yo no quería…ya sabes…no era mi intención…

—Las palabras comenzaron a enrollársele en la lengua de manera atropellada y un tanto vergonzosa, para una escritora que se valía de ellas para vivir. Debía decirlo de una vez o todo se le iría irremediablemente al carajo. Tomó una bocanada de aire y procuro calmar sus nervios… ¡Dios! ¿Cuántos años tenía? ¿Trece? — Joseph, lo que te quiero decir es que…

—¿Joseph por qué tardas tanto?—La puerta se abrió por completo entonces, y unas manos con una excelente manicura de salón, envolvieron el pecho desnudo de él desde su parte trasera.

Demi fue ascendiendo lentamente con la vista por esos brazos, hasta que su mirada termino por colisionar con un rostro femenino, demasiado familiar para ella.

—Oh…—Ann la miró, su sonrisa podía pasar por avergonzada pero Demi también pudo ver el triunfo que destellaba en sus ojos pardos—Hola Demi —Inicialmente no pudo hablar, su atención iba de Joseph hacia Ann en cortos lapsos de un silencio asimilador. Se sentía incapaz de hilvanar sus pensamientos con la imagen que tenía frente a su rostro. Por un segundo hasta casi se echa a reír por la ironía del asunto, aunque nada allí invitaba a hacerlo.

—Ann…—dijo en un susurro, procurando que su voz no se quebrara patéticamente.
Demi…—Quizás Joseph continuo hablando, a ella no le importó. Lo único en que podía pensar en ese segundo, era en desaparecer de ese hotel y tratar lo humanamente posible de mantener el desayuno en su estómago.

—Yo…disculpen, no quería molestar—Se sorprendió a si misma diciendo.

Demi se volteó sin pensarlo dos veces, la botella en su mano había cobrado un peso descomunal. Pero no la dejó caer, no les daría el gusto de que la vieran afectada o superada por la situación. Aunque la fría sensación que recorría su espalda amenazara con tirar su fachada a pique, ella no sucumbiría a la necesidad de romper en llanto. No lloraría

 ¿Por qué lo haría? ¿Por qué él había pasado la noche con Ann? ¿Por qué la había remplazado con una velocidad digna del Guinness? ¿O porque le había hecho caso muy a su pesar y se había buscado otra? No, no iba a llorar. Aunque doliera, aunque no supiera la razón de ese malestar en el pecho. No, por él. Ese puerco vil y traicionero, no lo valía.

— ¡Demi!—Nada, ella no oía nada más que el sonido de su sangre hirviendo por dentro.

Siguió avanzando por el pasillo con pies de plomo y pasos decididamente inciertos. Solo quería alejarse, sentía el corazón retumbando con violencia en su pecho y las lágrimas…«¡Oh malditas y desubicadas lágrimas!» 

No podía dejarlas rodar por sus mejillas, porque ella podía controlar su cuerpo, podía controlar sus emociones tan contradictorias. Incluso podía pretender que la frustración no la estaba tomando prisionera, podía, pero cuando su mano la detuvo por el brazo…ya no estuvo tan segura de querer hacerlo.