Joe
Vaya, esto sí que
es fuerte. Estamos en el despacho del director. Aguirre y Peterson a un lado, y
la señorita Perfecta y el gilipollas de su novio al otro... y yo plantado aquí,
solo. Nadie está de mi parte, eso es obvio.
Aguirre carraspea
antes de aseverar:
Joe, esta es la
segunda vez en dos semanas que estás en mi despacho.
Eso sí que es un
buen resumen. Este tipo es un verdadero genio.
- Señor -digo. Le
sigo el juego porque estoy harto de que la señorita Perfecta y su novio
controlen a todo el jodido instituto-. He tenido un pequeño percance durante la
comida y se me han manchado los pantalones de grasa. Pero en lugar de faltar a
clase, he pedido a un amigo que me busque estos para cambiarme -le explico,
señalando los vaqueros nuevos que Paco ha conseguido encontrar en mi casa-.
Señora Peterson -digo, volviéndome hacia mi profesora de química-. No podía
permitir que una pequeña mancha me obligara a perderme una de sus valiosísimas
lecciones.
- No intente
convencerme, Joe -resopla Peterson-. Está aquí por sus payasadas -continúa,
alzando la mano al aire. A continuación, mira a Demi y a Colin como si les
invitara a atacarme, hasta que finalmente añade-: Y no crean que ustedes dos
han actuado mucho mejor.
Demi está
conmocionada por la reprimenda, aunque parecía divertirse mucho cuando la
señora P. me recriminaba a mí.
- No podemos ser
compañeros -espeta la señorita Perfecta.
Colín da un paso
adelante.
- Puede hacer el
proyecto con Darlene y conmigo. -Casi se me escapa la risa cuando veo la
reacción de la señora P. ante el comentario de Colin. Se le han enarcado las
cejas en un gesto tan exagerado que parece que, en cualquier momento, vayan a
salírsele de la cara.
- ¿Y qué les hace
creer que son tan especiales como para pensar que voy a cambiar la organización
de mi clase? -¡A por ellos, Peterson!
- Nadine, ya me
encargo yo -interviene Aguirre, antes de señalar una foto de nuestro instituto
enmarcada en la pared. Los chicos de la zona norte no tienen tiempo de responder
a la pregunta de la señora P. porque Aguirre prosigue-: Chicos, el lema del
Instituto Fairfield es “La diversidad genera conocimiento.
” Si se os olvida en
cualquier momento, está grabado en la estela de piedra de la entrada principal,
así que la próxima vez que paséis por allí deteneos un momento para pensar en
el significado de esas palabras. Puedo aseguraros que mi principal objetivo
como nuevo director es recomponer cualquier brecha que se haya abierto en la
política del instituto y que amenace con invalidar ese lema.
De acuerdo, así que
la diversidad genera conocimiento. Sin embargo, yo añadiría que también genera
odio e ignorancia. Lo he visto con mis propios ojos. No me apetece manchar la
visión de color de rosa del lema al que Aguirre hace referencia, porque empiezo
a pensar que nuestro director cree realmente en todas las gilipolleces que le
salen por la boca.
- El director
Aguirre y yo estamos de acuerdo. Teniendo eso en cuenta... -Peterson me fulmina
con una de sus miradas, que con toda seguridad debe de ensayar frente al
espejo-. Joe, deje de provocar a Demi -insiste, pero luego lanza la misma
mirada a los dos chicos que están al otro lado del despacho-. Demi, deja de
comportarte como una diva. Y Colin... ni siquiera sé qué pinta usted aquí.
- Soy su novio.
- Entonces les
agradecería que mantuvieran su relación fuera de mi clase.
- Pero... -empieza
Colin.
Peterson le corta
en seco agitando una mano- Ya es suficiente. Nosotros hemos acabado y ustedes
también.
Colin coge a su
diva de la mano y los dos salen del despacho.
Justo cuando me
propongo hacer lo mismo, Peterson me agarra del codo.
Me detengo y la
miro a los ojos, reparando en la simpatía grabada en su expresión. No me hace
nada de gracia.
- ¿Sí?
- Ya te he calado,
¿sabes?
Necesito borrarle
esa mueca afectuosa de la cara. La última vez que un profesor me miró de ese
modo, fue en primer curso, justo después de que le dispararan a mi padre.
- Solo llevamos dos
semanas de clases, Nadine. Quizás quieras esperar un mes o dos antes de hacer
una afirmación como esa.
Ella suelta una
risita y prosigue:
- No llevo mucho
tiempo enseñando, pero he visto en mis clases a más Joe Jonas de los que verá
la mayoría de los profesores en toda su vida.
- Pensaba que era único -digo, llevándome la
mano al pecho-. Me ha ofendido, Nadine.
- ¿De verdad
quieres ser único, Joe? Pues termina el instituto, gradúate y ve a la
universidad.
- Ese es el plan
-digo, aunque es la primera vez que lo admito abiertamente. Sé que mi madre
quiere que me gradúe, pero nunca hablamos del tema. Y, a decir verdad, no estoy
muy seguro de que sea algo que dé por sentado.
- Todos dicen lo
mismo al principio -confiesa ella, abriendo el bolso y sacando mi bandana-. No
dejes que tu vida fuera del instituto dicte tu futuro -añade, esta vez muy
seria.
Me guardo la
bandana en el bolsillo trasero de los vaqueros. Ella no tiene ni idea de cómo
la vida fuera del instituto influye en la que llevo dentro él. Ni un edificio
de ladrillo rojo podría protegerme del mundo exterior. Joder, ni siquiera
podría esconderme aquí dentro por mucho que quisiera.
- Ya sé lo que va a
decir ahora... «Si alguna vez necesitas una amiga, Joe, puedes contar conmigo».
- Te equivocas, yo
no soy tu amiga. Si lo fuera, no pertenecerías a una banda. Pero he visto las
calificaciones de tus exámenes. Eres un chico inteligente, y puedes triunfar si
te tomas en serio el instituto.
Triunfar. Triunfar.
Ahora todo es relativo, ¿no?
- ¿Puedo irme ya a
clase? -pregunto porque no sé qué contestarle. Estoy preparado para aceptar que
mi profesora de química y el nuevo director no estén de mi lado... aunque
tampoco estoy muy seguro que lo estén del otro. Eso me rompe un poco los
esquemas.
- Sí, ve a clase, Joe.
Todavía estoy
pensando en lo que me ha dicho Peterson cuando la oigo gritar:
- Y si vuelves a
llamarme Nadine, tendrás el placer de recibir otra papeleta de castigo, además
de escribir una redacción sobre el respeto. Recuérdalo, no soy tu amiga.
Mientras camino por
el pasillo, no puedo evitar esbozar una sonrisa. Esta mujer empuña las
papeletas azules de castigo y las amenazas de redacciones como auténticas armas
de fuego.
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