lunes, 11 de marzo de 2013

Química Perfecta CAPITULO 10





Joe

    Vaya, esto sí que es fuerte. Estamos en el despacho del director. Aguirre y Peterson a un lado, y la señorita Perfecta y el gilipollas de su novio al otro... y yo plantado aquí, solo. Nadie está de mi parte, eso es obvio.
    Aguirre carraspea antes de aseverar:

    Joe, esta es la segunda vez en dos semanas que estás en mi despacho.
    Eso sí que es un buen resumen. Este tipo es un verdadero genio.

    - Señor -digo. Le sigo el juego porque estoy harto de que la señorita Perfecta y su novio controlen a todo el jodido instituto-. He tenido un pequeño percance durante la comida y se me han manchado los pantalones de grasa. Pero en lugar de faltar a clase, he pedido a un amigo que me busque estos para cambiarme -le explico, señalando los vaqueros nuevos que Paco ha conseguido encontrar en mi casa-. Señora Peterson -digo, volviéndome hacia mi profesora de química-. No podía permitir que una pequeña mancha me obligara a perderme una de sus valiosísimas lecciones.

    - No intente convencerme, Joe -resopla Peterson-. Está aquí por sus payasadas -continúa, alzando la mano al aire. A continuación, mira a Demi y a Colin como si les invitara a atacarme, hasta que finalmente añade-: Y no crean que ustedes dos han actuado mucho mejor.

   Demi está conmocionada por la reprimenda, aunque parecía divertirse mucho cuando la señora P. me recriminaba a mí.
    - No podemos ser compañeros -espeta la señorita Perfecta.
    Colín da un paso adelante.

    - Puede hacer el proyecto con Darlene y conmigo. -Casi se me escapa la risa cuando veo la reacción de la señora P. ante el comentario de Colin. Se le han enarcado las cejas en un gesto tan exagerado que parece que, en cualquier momento, vayan a salírsele de la cara.

    - ¿Y qué les hace creer que son tan especiales como para pensar que voy a cambiar la organización de mi clase? -¡A por ellos, Peterson!
    - Nadine, ya me encargo yo -interviene Aguirre, antes de señalar una foto de nuestro instituto enmarcada en la pared. Los chicos de la zona norte no tienen tiempo de responder a la pregunta de la señora P. porque Aguirre prosigue-: Chicos, el lema del Instituto Fairfield es “La diversidad genera conocimiento.

” Si se os olvida en cualquier momento, está grabado en la estela de piedra de la entrada principal, así que la próxima vez que paséis por allí deteneos un momento para pensar en el significado de esas palabras. Puedo aseguraros que mi principal objetivo como nuevo director es recomponer cualquier brecha que se haya abierto en la política del instituto y que amenace con invalidar ese lema.

    De acuerdo, así que la diversidad genera conocimiento. Sin embargo, yo añadiría que también genera odio e ignorancia. Lo he visto con mis propios ojos. No me apetece manchar la visión de color de rosa del lema al que Aguirre hace referencia, porque empiezo a pensar que nuestro director cree realmente en todas las gilipolleces que le salen por la boca.

    - El director Aguirre y yo estamos de acuerdo. Teniendo eso en cuenta... -Peterson me fulmina con una de sus miradas, que con toda seguridad debe de ensayar frente al espejo-. Joe, deje de provocar a Demi -insiste, pero luego lanza la misma mirada a los dos chicos que están al otro lado del despacho-. Demi, deja de comportarte como una diva. Y Colin... ni siquiera sé qué pinta usted aquí.
    - Soy su novio.

    - Entonces les agradecería que mantuvieran su relación fuera de mi clase.
    - Pero... -empieza Colin.

    Peterson le corta en seco agitando una mano- Ya es suficiente. Nosotros hemos acabado y ustedes también.

    Colin coge a su diva de la mano y los dos salen del despacho.
    Justo cuando me propongo hacer lo mismo, Peterson me agarra del codo.
    Me detengo y la miro a los ojos, reparando en la simpatía grabada en su expresión. No me hace nada de gracia.
    - ¿Sí?
    - Ya te he calado, ¿sabes?

    Necesito borrarle esa mueca afectuosa de la cara. La última vez que un profesor me miró de ese modo, fue en primer curso, justo después de que le dispararan a mi padre.
    - Solo llevamos dos semanas de clases, Nadine. Quizás quieras esperar un mes o dos antes de hacer una afirmación como esa.
    Ella suelta una risita y prosigue:

    - No llevo mucho tiempo enseñando, pero he visto en mis clases a más Joe Jonas de los que verá la mayoría de los profesores en toda su vida.
    - Pensaba que era único -digo, llevándome la mano al pecho-. Me ha ofendido, Nadine.
    - ¿De verdad quieres ser único, Joe? Pues termina el instituto, gradúate y ve a la universidad.

    - Ese es el plan -digo, aunque es la primera vez que lo admito abiertamente. Sé que mi madre quiere que me gradúe, pero nunca hablamos del tema. Y, a decir verdad, no estoy muy seguro de que sea algo que dé por sentado.
    - Todos dicen lo mismo al principio -confiesa ella, abriendo el bolso y sacando mi bandana-. No dejes que tu vida fuera del instituto dicte tu futuro -añade, esta vez muy seria.

    Me guardo la bandana en el bolsillo trasero de los vaqueros. Ella no tiene ni idea de cómo la vida fuera del instituto influye en la que llevo dentro él. Ni un edificio de ladrillo rojo podría protegerme del mundo exterior. Joder, ni siquiera podría esconderme aquí dentro por mucho que quisiera.

    - Ya sé lo que va a decir ahora... «Si alguna vez necesitas una amiga, Joe, puedes contar conmigo».

    - Te equivocas, yo no soy tu amiga. Si lo fuera, no pertenecerías a una banda. Pero he visto las calificaciones de tus exámenes. Eres un chico inteligente, y puedes triunfar si te tomas en serio el instituto.

    Triunfar. Triunfar. Ahora todo es relativo, ¿no?
    - ¿Puedo irme ya a clase? -pregunto porque no sé qué contestarle. Estoy preparado para aceptar que mi profesora de química y el nuevo director no estén de mi lado... aunque tampoco estoy muy seguro que lo estén del otro. Eso me rompe un poco los esquemas.

    - Sí, ve a clase, Joe.
    Todavía estoy pensando en lo que me ha dicho Peterson cuando la oigo gritar:
    - Y si vuelves a llamarme Nadine, tendrás el placer de recibir otra papeleta de castigo, además de escribir una redacción sobre el respeto. Recuérdalo, no soy tu amiga.

    Mientras camino por el pasillo, no puedo evitar esbozar una sonrisa. Esta mujer empuña las papeletas azules de castigo y las amenazas de redacciones como auténticas armas de fuego.

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