Según se iban alejando los
espectadores, Demi oyó una sirena que se
acercaba. Alzó la mirada hacia la joven que sostenía al bebé. Apenas tendría
veinte años. Estaba pálida y miraba a Sam horrorizada.
— ¿Es tuyo? —le preguntó Demi.
—Soy su niñera. Dígame, por favor,
¿está bien? Nunca me lo perdonaría si...
—Está bien —interrumpió Demi, empleando un tono de voz pensado para calmar
tanto al niño como a la niñera—. No le pasará nada.
—Estaba sentado en el borde
—balbuceó esta—. No quería meterse en el agua, así que le dije que se estuviese
quieto mientras yo jugaba con Abbie. Miré un par de veces para asegurarme y
estaba bien. Luego miré a Abbie otra vez y lo siguiente que sé es que lo
estabas sacando de la piscina. Sam, ¿por qué te has metido en el agua? No sabes
nadar.
—Me he resbalado —murmuró el niño
contra el cuello de Demi—. Iba a ponerme de
pie y me caí.
—Está bien —dijo Demi—. Nadie te está echando la culpa.
Dos paramédicos entraron en la
piscina a toda prisa. Tuvieron que agarrar a Sam de los brazos para que soltara
el cuello de Demi. Al parecer, era tan
tímido con los desconocidos, que se negó a responder a los paramédicos cuando
estos trataron de hablar con él, y se puso a llorar cuando le dijeron que iban
a llevarlo a que lo examinaran. - —Ven conmigo —le pidió a Demi.
—Tu niñera y tu hermanita te
acompañarán, Sam —contestó ella, sorprendida por aquel ruego, al tiempo que le
acariciaba el pelo.
—Voy a llamar a tu papá para que
venga al hospital -f-le prometió la niñera—. Llegará en seguida.
— ¿Mi papá estará allí? —preguntó
el niño, menos asustado.
—En cuanto lo llame —la niñera no
parecía tener la menor duda al respecto.
—Sam —dijo la pequeña Abbie,
agitando los bracitos alegremente hacia su hermano.
Sam dejó que se lo llevaran, aunque
miró apenado hacia Demi, la cual se pasó los
dedos sobre el pelo, corto y aún mojado, mientras los miraba marchar. El
socorrista le sonrió tímidamente:
—No sabe cómo me alegro de que
estuviera aquí, señorita.
—Pero haz el favor de estar atento
a tu trabajo de ahora en adelante —contestó Demi.
— ¡Sí! —afirmó el socorrista con
ardor, y corrió de vuelta a su puesto.
Las adolescentes se habían agrupado
de nuevo en el otro extremo. Las tres mujeres que habían estado sentadas junto
a la parte de la piscina poco profunda estaban recogiendo sus cosas, listas
para irse a cenar. Susan, que se había mantenido al margen mientras había
durado la intervención de Demi, le puso una
mano sobre el hombro:
— ¿Estás bien?
—Sí...
—Has estado increíble, Demi. Te has movido rapidísimo. Si no hubieras
estado...
—Tuve la suerte de darme cuenta
—dijo Demi—. Deformación profesional de ex
socorrista.
—Al menos a ti sí te sirvió tu
formación de primeros auxilios — Susan miró hacia el socorrista, que estaba en
su puesto vigilando concentrado la casi vacía piscina—. Con toda la gente que
había, seguro que se correrá la voz. Seguro que se llevará una buena reprimenda
por lo que ha estado a punto de pasar.
Demi
recordó la mirada espantada del joven.
—Creo que ha aprendido la lección.
—Toma —Susan le entregó las gafas
de sol.
—Gracias —repuso Demi, acomodándoselas sobre la nariz.
— ¡Y pensar que había bajado para
relajarme unos minutos! —Susan suspiró. ¿Cómo iba a imaginar que venir a la
piscina podía ser tan emocionante?
—La verdad, creo que podría haberme
ahorrado la emoción —murmuró Demi, segura de
que el recuerdo de Sam en el fondo de la piscina la perseguiría en una
temporada.
—Lo que has hecho ha sido
fantástico — insistió Susan—. Puede que lo hubiera localizado alguien a tiempo,
pero no hay garantía. Y gracias a tu rápida intervención, es probable que no
tenga secuelas graves.
—Me alegro de haber podido ayudar —
dijo Demi, violenta por los halagos de su
amiga, mientras echaban a andar hacia la salida.
—Seguro que Joseph Jonas se alegrará mucho más.
Estuvo a punto de tropezarse.
— ¿Qué pinta Joseph Jonas en todo esto?
— ¿No lo sabías? —Susan alzó las
cejas—. Es el padre de Sam.
—No —Demi
giró la cara para ocultar su expresión—. No lo sabía.
El padre de Sam. El incidente
cobraba un significado totalmente distinto de repente.
Pues de haberse hecho realidad las
fantasías de Demi, ella habría sido la madre
de sus hijos.
— ¿Seguro que está bien? ¿No tengo
que preocuparme de nada más? — Joseph no parecía capaz de soltar a su hijo, que
llevaba veinte minutos colgado a su cuello.
—Está perfectamente, señor Jonas — el médico sonrió—. Le entró muy poca agua
y parece que no perdió la consciencia en ningún momento. Según la niñera,
estuvo muy poco tiempo bajo el agua. Estaba más asustado que otra cosa.
Simplemente, esté atento a posibles repercusiones emocionales. Quizá debiera
apuntarlo a clases de natación, para evitar que desarrolle una fobia permanente
al agua.
—Gracias, lo tendré en cuenta.
La mera mención de las lecciones de
natación había bastado para que Sam volviera a ocultar el rostro. Nunca le
había gustado el agua, y no confiaba en los desconocidos lo suficiente como
para seguir sus instrucciones... algo que Joseph
esperaba que cambiase cuando empezara a ir al colegio.
Becky Rhodes, la niñera que Joseph había contratado hacía solo un mes, estaba
sentada en la sala de espera con Abbie, que se había dormido en su regazo. Miró
hacia Joseph con ansiedad cuando este salió
de la consulta del médico con Sam.
— ¿Está bien?
—Sí —contestó él con brevedad,
resistiendo el impulso de añadir que no gracias a ella.
—No sabe cómo me alegro —Becky
suspiró aliviada—. Lo siento muchísimo, señor Jonas.
Estaba ocupada con Abbie y Sam se resbaló. No me di cuenta.
—Gracias a Dios que el socorrista
lo vio —Joseph abrazó a Sam instintivamente.
—No fue el socorrista. Estaba
demasiado ocupado coqueteando con un puñado de chicas. Si esa mujer no hubiera
aparecido...
Joseph
había ido corriendo al hospital y aún no había tenido ocasión de enterarse de
los detalles.
— ¿Qué mujer?
—La nueva profesora de teatro del
instituto. Ya sabes, la pelirroja que tiene tantos pendientes y una ropa tan
moderna. Demi Lovato, creo que se llama.
—Demi
Lovato —repitió Joseph, el cual recordó a una jovencita que lo había
hecho desear ser salvaje y atrevido por primera vez en su vida—. ¿Demi Lovato le ha salvado la vida a mi hijo?
—Sí.
Joseph enmascaró
sus sentimientos y avanzó hacia la salida.
—Te llevo a casa. ¿Puedes con
Abbie?
—Por supuesto —Becky apoyó la
cabeza de la niña sobre un hombro.
Joseph levantó
la bolsa de los pañales y salió del hospital, pensando que tenía que ocuparse
de varias cosas esa tarde... y sabedor de que ninguna sería fácil.
La última vez que había hablado con
Demi le había dicho sin rodeos que sus
planas de futuro no la incluían. Apretó a Sam contra el pecho y sintió una
mezcla de gratitud y desmayo porque Demi hubiera
reaparecido en su vida en aquel momento.
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