Nick vio la alarma en
los ojos de Miley y se levantó rápidamente para ponerse ante ella. Parecía que
iba a echar a correr y no quería que se marchara. Si creyera en la magia diría
que él y Miley habían hecho magia una y otra vez durante la noche.
—Estuviste
increíble —dijo, y la vio tragar saliva.
—No, no es
cierto —replicó con voz temblorosa—. No estuve increíble. Sólo estuve…
estuviste… —respiró profundamente—. Simplemente estábamos algo excitados.
—«Algo
excitados» —repitió él, sin poder contener una risa—. Miley, eso es como
comparar una bomba de neutrones con una bengala.
—De acuerdo,
estábamos muy excitados —dijo, tapándose un poco más con la sábana—. Pero eso
no significa que debamos volver a excitarnos.
— ¿De verdad
crees que una noche es suficiente para apagar lo que hay entre nosotros?
—Sí.
—Me gano la vida
leyendo a la gente, cariño, y estás mintiendo —protestó Nick, acercándose.
—Creo que no
debemos volver a hacerlo —Miley dio dos pasos hacia atrás.
—No podemos dar
marcha atrás después de anoche.
—Sí podemos.
Volveré a la habitación de invitados —dijo ella, y arrastrando la sábana salió
del dormitorio. Nick la
siguió.
—Miley, esto es
una locura. Nosotros…
— ¡Estoy de
acuerdo! Es una locura y se tiene que acabar —entró en la habitación y utilizó
la puerta como parapeto. Se asomó por el umbral—. Estuviste maravilloso,
demasiado maravilloso —dijo, con los ojos llenos de lágrimas.
Nick notó la emoción
que vibraba en su voz y se le encogió el corazón.
—Tú no quieres
enredarte conmigo. Yo
no quiero enredarme contigo. Tú no me amas y yo no re amo —dijo
ella—. Te dije que había desenchufado mi corazón y mis hormonas femeninas —se
mordió el labio tembloroso—. Deja en paz mis enchufes.
Él los dejó en
paz.
Miley se decía a
sí misma que era un alivio. Necesitaba volver a concentrarse, fortificar su
ánimo y dedicarse a sus estudios. Mientras
Nick pasaba horas preparando sus casos, ella estudiaba para los exámenes
finales. Sin embargo, tarde por la noche, tenía que esforzarse para olvidar lo
bien que se había sentido en sus brazos. No podía evitar
la sensación de que eran perfectos para ella.
Tras pasar casi
todo el miércoles encerrada en la habitación estudiando, bajó a prepararse una
taza de té en la cocina. Nick
irrumpió por la puerta, destrozando por completo el efecto calmante de
sus primeros sorbos.
—Gané —dijo, con
una inmensa y contagiosa sonrisa. Rodeó sus zapatos, en la puerta como siempre, y continuó
hasta la cocina.
—¡Enhorabuena!
—exclamó Miley, sintiendo
una oleada de placer ante su obvia satisfacción. Dudo unos
segundos, pero le pareció incorrecto no darle un abrazo. En cuanto lo rodeó con
sus brazos noto la llama que ardía entre ellos y se apartó. Se acerco a la mesa y agarró la
taza de té—. No estás sorprendido ¿verdad?
Nick sostuvo su
mirada un momento, mirándola como si conociera todos sus secretos, como si
supiera que todas las noches se dormía pensando en él. Miley bajó la mirada
hacia la taza.
—Sabía que iba a
ganar. Simplemente tardé más de lo que esperaba. Tres años —explicó,
aflojándose la corbata y dirigiéndose a la nevera. Sacó una lata de cerveza y
la abrió.
—Tres años
—exclamó Miley—. Creí que eras famoso por tu rapidez.
—Lo soy, y tres
años no está mal. En circunstancias normales, podrían haber sido cinco. Era un
caso difícil. La cifra de compensación tiene muchos ceros.
—Cinco años
—repitió Miley, e hizo una mueca—. Dios mío, eso es más de lo que tardaré en
licenciarme. No sé cómo lo soportas.
—Llevo varios
casos a la vez, y mantengo la vista en la meta —dio un trago de cerveza y la
miró especulativamente—. A veces, cuando cruzo la meta, lo celebro con una
cena. ¿Te apuntas?
Su suave mirada
retadora la hizo estremecerse. Quería ir. No, no era cierto se corrigió.
—Yo…, no puedo
—dijo—. De verdad que no puedo —añadió, al ver su mirada escéptica—. Tengo un
final de civilización occidental mañana.
—¿Te ayudo a
repasar? —ofreció él, ladeando la cabeza.
—Si quieres
—murmuró.
—Sí —dijo—. Para
empezar, ¿cuándo y dónde se desarrollaron las primeras civilizaciones europeas?
Miley parpadeó.
¿Cómo había conseguido dar un salto tan radical? Se aclaró la garganta.
—En Creta y en
otras islas del mar Egeo, alrededor del 3000 a.C.
—El concepto de
democracia se extendió…
—Entre el 400 y
el 300 a.C. en Grecia —replicó ella sintiendo una corriente de adrenalina que
la recorría—. ¿Qué estás…?
—Pero entonces
un tipo de Macedonia se
hizo con el poder —dijo Nick.
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