Y ahora aquella pelirroja está a punto de hacerlo de nuevo.
***
—Yo no estoy enojada. Sólo es por curiosidad. —Sí. Si ella lo
gritara en voz alta
unas cuantas veces más a lo mejor, en realidad se lo crearía.
Después de todo,
¿Qué otra emoción le haría hacer algo tan estúpido? Y, Demi tuvo que admitirlo,
caminar en el bosque al atardecer, la luna llena alzándose o no,
era estúpido.
Realmente estúpido.
Pero tenía que hablar con él. Ella quería saber por qué había
esperado Joseph
veintiún años para dar a la abuela el medallón.
—Veintiún años. Eso era mucho tiempo para aferrarse a algo que no
era tuyo. No
es que yo esté loca por él.
Ella lo estaba en realidad. Era sólo una excusa. Más que nada
quería saber dónde
lo había encontrado.
La abuela dijo que Joseph había estado allí en el accidente. Pero ella estaba tan
contenta con tener el medallón de regreso que no le importaba lo
que
significaba que estuviera allí. Podía responder a las preguntas
que nadie más
podía.
¿Qué había visto? ¿Qué sabía? ¿Sus padres habían dicho algo?
¿Estaban vivos?
¿Vio al lobo que los había matado? Ella lo tenía que saber.
Cada vez que le había hecho ese tipo de preguntas a la abuela, o
cualquier otra
persona que pudiera saber, sólo había conseguido unos ojos
tristes, ojos de perro
mirando hacia ella, y ninguna respuesta sólida.
—Sólo déjalo detrás, querida. —Diría la abuela—. Eso no los traerá
de vuelta.
Considérate bendecida porque no lo puedes recordar.
Esta vez, ella tenía una buena excusa para abordar el tema. Ella
tenía una fuente
de primera mano que le diera algunas respuestas. Ella no se
conformaría con los
ojos tristes y no la tranquilizarían como los clichés. Esta vez
tendría respuestas y
eso, más que cualquier otra cosa, la impulsó hacia el bosque, a un
lugar al que
no había ido en años.
La linterna de Demi brillaba a la izquierda. El camino estaba claro, cubierto de
tierra, con hierbas altas y matorrales mantenían la distancia.
Hizo un pequeño
giro de su muñeca hacia la derecha y expuso una franja de hierba
corta a través
del bosque de ocho pies de ancho. Debajo estaban los restos de una
carretera
olvidada hacia mucho tiempo. Aún podía ver los surcos dobles como
huellas de
llantas viejas a través de los tallos de hierba, aunque lo que
recordaba nunca
había sido una carretera realmente.
Este camino llevaría a la subdivisión, a la cabaña, al lugar que
alguna vez había
llamado casa. Esperaba que también la llevara más cerca de la
mansión secreta
de Joseph en el bosque. Tenía que encontrarla otra vez. Tenía que
encontrarlo a él.
Demi tembló por sus nervios y
empezó a caminar. Sus piernas dividían las malas
hierbas con cada paso. Semillas verdes, hojas pegajosas se
aferraron a su
pantalón, y dejaban rayas oscuras de rocío a lo largo de la tela
gris en los muslos y
rodillas. Su mente volaba, analizando constantemente los sonidos,
las sombras y
movimientos extraños.
Éste era un riesgo estúpido teniendo en cuenta que se había
encontrado cara a
cara con el lobo de plata grande una vez. Y estaba bastante segura
de que la
persiguió al lago, el otro día. El lobo había sido cualquier cosa,
menos mortal. Por
supuesto, su actitud paciente podría haber sido pura suerte.
Si tan sólo pudiera recordar la ruta que Joseph había tomado hacia el lago
no
tendría que andar por ahí tratando de encontrar la casa por
accidente. Ella
debería haber esperado hasta mañana. Pero ella quería respuestas y
ni siquiera
puso atención en que tendría que lidiar con su extraña familia.
Ella ya había
esperado bastante.
Demi había verificado todos los
mapas de la zona que podía encontrar. Ninguno
de ellos mostraba más allá de las carreteras, caminos de grava a la Reserva de la
caza silvestre. El bosque era como un punto en blanco, el
Triángulo de las
Bermudas de Pennsylvania.
De esta manera, un camino recto a pie, Demi estaba convencida de que era
más rápida. Por lo menos si se perdía estaría en la parte derecha
de la selva.
Su ritmo estaba acelerado, pero sin ninguna buena razón que ella
conociera.
Estaba oscuro, no completamente todavía, pero ella usó la linterna
para explorar
los bosques, mientras caminaba, en primer lugar de un lado al
otro. Una pequeña
parte de su cerebro se dio cuenta que la linterna la mantenía en
una situación de
desventaja. La luz brillante señalaba su ubicación a cualquier
persona o cualquier
cosa que pudiera seguirla.
Ella siguió caminando, con su cuerpo firme, mirando a ambos lados
de ida y
vuelta, con la esperanza de la linterna alcanzará a cualquier
atacante antes de
que él saltara. Las posibilidades eran escasas, pero eso no le
impidió tener
esperanza. El camino cubierto viajó hacia arriba, y cuando brilló
la luz a su
izquierda, vio las copas de los árboles.
Una mejor visión la hizo darse cuenta de que el suelo del bosque
desaparecía a
pocos metros de la ruta. Un viajero audaz aventurero podría caerse
aquí, era una
ladera muy empinada, era muy alto. Demi no quería pensar en ello.
Escalar la
ladera desde abajo era algo que sabía demasiado, aunque no podía
recordarlo.
Ella siguió caminando, reasumiendo la exploración con su linterna
a la derecha y
la izquierda mientras el bosque se volvía a nivelar.
Después de más de una hora, la oscuridad había llegado por
completo, la luz
blanca de la luna suave apenas penetraba en el pabellón grueso del
bosque. Por
último, Demi se filtró para ver algunos pequeños destellos de luz a través de
los
árboles delanteros.
—Las viviendas Wood Haven. —Exhaló las palabras. Aliviada. Tenía
que ser el
alumbrado público pintoresco del barrio. Demi se permitió una pequeña
sonrisa
a pesar de una pizca de decepción.
Ella no había tropezado con la casa de Joseph , como había esperado, pero
ella
había caminado a través del bosque sin ser devorada por cualquier
gran lobo
malvado.
La civilización estaba a menos de quinientos metros de distancia,
su confianza
volvió. Sus hombros se relajaron, dirigió la linterna en frente de
ella. Ella confiaba en que llegaría a la calle más cercana y esperaría en un sitio
donde pudiera llamar a un taxi.
Tres pasos y la confianza de Demi se evaporó con el roce de un
movimiento a su
izquierda. Ella se quedó helada, sintió el hormigueo de la
adrenalina corriendo por
su columna vertebral. Trasladó la luz a la izquierda. Un árbol y
un grupo de altos
helechos se tambaleaban. ¿Había algo pasando junto a ellos o se
había movido
por una brisa que sólo ahora ella noto a través de su pelo?
Demi movió la luz más a la
izquierda, observando todo lo que podía. No había
nada ahí, sólo la vegetación. Ella exploró el otro lado y no
encontró nada fuera
de lo común.
Forzó una risa que no sentía—. ¿Muy paranoica?
Tan pronto como las palabras salían de su boca hubo otro
movimiento, esta vez
sobre su lado derecho, la heló hasta los huesos. Movió la luz,
tratando de echar un
vistazo a lo que se movía por ahí. Nada.
Ella miró durante varios minutos. Sin mover los pies, arrastro la
luz de la linterna en
un círculo a su alrededor, girando su cuerpo para cubrir la mayor
área posible.
Ella comenzó a dar marcha atrás y sintió el repiqueteo familiar de
dedos invisibles
en la base de su cuello.
La luz volvió rápidamente en la dirección en que había venido y se
reflejó en dos
ojos blancos brillantes—. ¡Oh, mierda!
Sus pies se revolvieron hacia atrás sin el beneficio del
pensamiento o del equilibrio
para mantener su posición vertical. Ella aterrizó duro en su
trasero, pero no dudó ni
un segundo. Olvido la linterna, sus manos y los pies se clavaron
en el suelo,
camino comó cangrejo tan rápido como fuera humanamente posible.
Sin la reflexión de la luz, los ojos blancos se volvieron azules
en la oscuridad fresca
y se fijaron en ella. Demi no podía apartar la mirada, no se atrevió, no podía
arriesgarse a acelerar un ataque inevitable del animal, la
advirtió su inconsciente.
En algún lugar de su cerebro una voz gritó: ¡Levántate!
¡Levántate! Pero Demi no
pudo encontrar un momento para desperticiar en ponerse de pie, en
ves de
alejarse.
Ver esos ojos, el mismo tipo de ojos del lobo de su infancia, los
mismos ojos de
miedo de cientos de pesadillas y noches de insomnio, significaba
que ella no estaba viendo por dónde iba. El duro golpe de un árbol contra su
cabeza paró
todo el progreso.
Se dejó caer en su trasero con un juramento. Por un latido de su
corazón, cerró los
ojos, su mano fue a su cabeza en el reflejo. Ella abrió sus ojos
con de nuevo y
encontró los orbes azules que la perseguían y todavía la miraban,
más cerca. Ella
podía ver el cuerpo completo del lobo ahora, grande, musculoso
y... color mielmarrón.
Este no era el mismo lobo del que su abuelita le había hablado.
Este no era el
lobo de plata travieso de Demi. Esto no era ni siquiera la bestia salvaje que la
había perseguido la otra noche. Este era un hombre lobo y grande,
con una
mirada enloquecida en sus ojos.
El animal gruñó, sus labios se encrespaban detrás de sus enormes
dientes blancos,
su piel gruesa vibraba. Demi presionó su espalda contra el árbol, sus zapatillas de
deporte excavaron en el suelo como si ella se pudiera empujar a sí
misma a través
del grueso tronco hacia el otro lado.
—Perrito bonito. Ahora, vete. Vete a casa. —Valió la pena
intentarlo. Pero el lobo
enorme se acercaba. Con pasos lentos y deliberados, sus ojos se
centraron tan
intensamente que podía sentir el frío helado que trabajaba para
paralizar su
cuerpo.
Ella tenía que huir. Demi se inclinó a su derecha,
girando contra el tronco del
árbol, lista para girar en torno a la otra parte. Pero justo
cuando cambió su peso a
su cadera, una corriente de aire caliente ondeó por encima de su
hombro y al
lado de su cara.
Ella miró de reojo y escuchó el gruñido de un segundo lobo. Su
pelaje era de color
marrón claro, los extremos con puntas rubias. La loba que la había
perseguido el
otro día. Estaba lo suficientemente cerca para que su saliva
goteara sobre su
hombro, la humedad caliente, la empapó a través de su blusa.
Mierda, ¿Cómo había llegado tan cerca sin que ella lo notara? Demi no perdió
tiempo preguntando. Se volvió hacia otro lado y se puso de
rodillas delante de un
tercer lobo miel-marrón que se ponía cara a cara, ojo con ojo con
ella.
—¡Mierda!
Demi se deslizó hacia atrás por reflejo, aterrizando en su trasero de
nuevo. Se
presionó contra el árbol, se empujó a sí misma y consiguió estar
de pie. El más
bajo de los tres lobos llegó a su cadera con la cabeza. El más
alto, el varón con la
piel miel-marrón, era sólo un centímetro más bajo de lo que era su
lobo de plata.
Los gruñidos mezclados se combinaron, convirtiéndose en un sonido
bajo que la
hizo vibrar a través de su cuerpo, nada parecido a lo que hubiera
escuchado o
sentido antes. Estaban demasiado cerca, el lobo se arrastraba más
cerca,
gruñendo y babeando. Enjaulada con los lobos en el frente y en
ambos lados,
con el árbol a su espalda, ella se estaba quedando sin las vías de
un escape
rápido.
Demi se deslizó alrededor del
árbol y salió corriendo. La suave piel del lobo la
esperaba a su izquierda presionándose contra su pierna, enganchado
a través sus
`dedos´, mientras se lanzaba para tratar de detener su huida. Ella
se escapó.
No. La dejó escapar. En algún nivel Demi sabía que era verdad. ¿Por
qué? Al
diablo. A ella no le importaba por qué la había dejado ir.
Estaba libre, corriendo a toda velocidad hacia el parpadeo de las
luces del
Wood Haven. Demi con el pánico en su mente corría, intentando trazar un mapa
con la ruta más directa, pero algo andaba mal.
Sólo podía ver una luz ahora y era más débil, como si una espesa
capa de
árboles bloqueara la vista.
¿Dónde estaban las otras luces? ¿La docena de farolas, la luz
cálida de las salas y
las pantallas de televisión? Debería haber más luces. Debería
haber estado más
cerca. Por un segundo cambió su atención con la esperanza de ver
alguna luz
parpadeante, en la selva a su alrededor.
El camino cubierto que había estado siguiendo se había ido. El
pánico debió de
hacer que se equivocara de camino. Entonces, ¿Cuál era la luz a la
que estaba
corriendo, si no de era Wood Haven?
El sonido que del golpe de pisadas suaves acolchadas y crujidos
detrás de ella
alejó la pregunta de su cerebro. Ellos venían. Los lobos le darían
caza. La cacería
había comenzado. ¿Es por eso que la dejo ir? ¿Así podría
perseguirla?
El corazón de Demi retumbó en sus oídos, bombeo adrenalina en la sangre rica
en oxígeno que corría a través de su cuerpo. Sus pulmones quemaban
pero no se
detendría, no podía, o corría el riesgo de ser descubierta, Me
comerán. Oh, Dios.
Más adelante, un enorme árbol caido bloqueaba el camino y se
desvió a la
izquierda para ir a su alrededor. Ella se deslizó a través de las
viejas ramas,
reduciendo la distancia que tenían que recorrer por varios metros.
En ese instante
se rompió todo su mundo, se cerró a su fin.
Un lobo. Un cuarto, tan alto como su lobo grande de plata y sólo
con unos pocos
kilos menos, estaba delante de ella. Su piel era del mismo color
miel-marrón de los
otros dos, con ojos de un azul luminoso inquietante. Sus labios
subieron sobre sus
colmillos, temblando con un gruñido bajo amenazador.
Una trampa. Ella había sido conducida a la masacre como una oveja
estúpida. El
bosque crujía y crujía mientras los otros tres lobos la atrapaban
en un círculo, el
lobo rubio se inclinó y saltó al árbol caído, sobresaliendo por
encima de su
hombro derecho. El otro lobo mas pequeño permaneció detrás, el
gran lobo de
pelo más oscuro, dio la vuelta a su izquierda.
Los músculos de Demi temblaron con rapidez, temor y el deseo irresistible de
correr. Su cuerpo se estremeció, los instintos volaron en
conflicto con el sentido
común y las probabilidades de éxito. Tenía que haber algo que pudiera
hacer.
Alguna manera de salir de esto, obtener ayuda. Sólo una tenue luz
de esperanza
vino a su mente.
—Joseph. —Hablaba casi en un tono normal, sin saber cuál sería la reacción
de los
lobos. Los gruñidos aumentaron en volumen, pero se quedaron donde
estaban,
cada uno, a algunos buenos cuatro metros de distancia.
—¡Joseph, ayuda! ¡Ayúdame! Alguien-Ayu… — El lobo frente a ella dio dos
pasos
más cerca y se detuvo.
Al aliento de Demi se detuvo. Cállate. Cierra la
boca. Cállate. Cállate. El instinto
la detuvo y el miedo le gritó que no hiciera otro sonido o se
arriesgaría al ataque
de las bestias.
Inteligencia se dijo, su voz era su única esperanza. Que
necesitaba utilizarla
mientras todavía podía. Respiró profundo para obtener el mayor
volumen que
pudo.
—Ayuuudaaaaaaaaaaaaaa...
El lobo grande oscuro se lanzó a su izquierda, se estrelló contra
ella, quitándole el
resto del aire de sus pulmones. Demi abrió la boca con un grito
silencioso, sin
aliento, mientras sus dientes afilados se enganchaban en el dobladillo
de su blusa,
casi rozándole la piel. El lobo mas grande se abalanzó hacia ella,
pero su enorme
cuerpo se estrelló contra el lobo oscuro y ambos cayeron en la
maleza.
Un instante después su hombro estalló en dolor, mientras el lobo
más pequeño
traspasaba con afilados dientes el músculo y la carne. En el
siguiente momento,
Demi contuvo su aliento e hizo
un grito más fuerte y ruidoso. Pero las poderosas
mandíbulas del lobo apretaron más fuerte.
Demi se retorcía bajo el peso de
su cuerpo, sus manos frenéticas, empujando
contra su cuello, los dedos arrancaban pedazos de piel. La bestia
no la soltó. Miró
a su alrededor, buscando algo, cualquier cosa para utilizar contra
su agresor,
pero lo único que vio fue un rápido desenfoque de la piel de la
loba-rubia.
Contuvo la respiración, se preparó para la próxima puñalada de
dolor, la
mordedura siguiente.
Llegó desde el mismo punto exacto de su hombro, cuando los dientes
del lobo
perdieron el control sobre ella, y su cuerpo voló varios metros.
La loba-rubia lo
había golpeado. ¿A quién le importaba por qué?
La herida era profunda y dolía como el infierno. Incluso el más
mínimo movimiento
enviaba una lluvia de dolor palpitante desde el interior. No
importaba. Tenía que
salir de allí. Demi movió la cadera, empujadose, tratando de llegar a sus rodillas y
esperando estar en pie. Ella no pudo llegar a sus rodillas antes
de que su instinto
le dijera que las cosas de pronto habían cambiado jodidamente para
mal, más
allá del reconocimiento.
Su mirada se desplazó al lobo de piel-marrón entre ella y la única
luz que podía
ver. Él se arrastraba más cerca, bajo, como acechando para herir a
su presa. Y
ahí estaba.
Miró hacia atrás y vio el gran lobo de miel-oscuro sin parpadear
mirando con sus
ojos azules, reconociéndola como lo que era, la comida. A su
derecha estaban
los dos lobos que la habían atacado y él que la liberó. Este
último todavía estaba
alrededor, pero ambos tenían su atención fija en Demi.
Ella estaba sangrando. La misma mancha roja en todas partes. Había
suficiente
sangre, el olor de ella debía estar impregnado en el aire,
provocando unos
instintos que no tenían ninguna razón para ignorar.
Definitivamente váyanse a la
mierda.
El lobo en el frente, el más oscuro de los cuatro, se lanzó
primero. Demi lo vio
venir a tiempo para girar lejos su cadera, pero no lo
suficientemente rápido para
evitar que sus enormes colmillos blancos se clavaran en su
pantorrilla,
hundiéndolos dentro. Ella gritó y otra serie de poderosas
mandíbulas capturaron la
parte trasera de su blusa. La tela se rompió mientras el tercero
mordía su pierna,
capturando su saliva en sus dientes, rasguñando su piel por
debajo.
—¡Ayúdenme! ¡Ayuda! ¡Ayuuudaaaaa!
Demi metió la cabeza entre sus
brazos, protegiendo su cara. Las patas traseras la
arañaban su espalda, presionadas contra ella, caminando sobre
ella, luchando
por ella. Miró sobre su cuerpo la enorme cabeza peluda, mordiendo
y
rasgándola, desgarrando su ropa, uno al otro. Y después había uno
menos.
Ella parpadeó justo a tiempo para ver a otro lobo navegar hacia
atrás en el
bosque. Una mano grande apretó el cuello de la piel del lobo, lo
levanto, y lo
envió volando, todo su cuerpo se retorcía y giraba por el aire.
Por último, las dos
manos presionaron contra la boca del lobo, el lobo, cuyos dientes
aún estaban
profundamente en la pantorrilla de Demi.
Una mano en la parte superior, y la otra por debajo, y abrió la
quijada del lobo.
Demi movió la pierna libre,
lanzando su mirada a la cara de las manos—. Joseph.
Sin soltar las mandíbulas en sus manos, Joseph torció el cuello del lobo,
forzándolo a
ir lejos. Las largas piernas del lobo se tambalearon hacia atrás y Joseph lo dejó ir.
Sacudió su cabeza grande, después resopló como si tratara de
volver a centrar
sus sentidos. Fulminó con la mirada a Joseph, gruñendo, sus hombros
bajos como si
fuera a atacar.
—Ella no te salvará de esto, Shawn. No puede. Empuja más lejos y
vas a morir
aquí. Ahora, dijo Joseph.
—¿Qué vas a ser, muchacho?
El lobo miel-marrón se detuvo. Se balanceaba sobre sus patas
delanteras, como si
dilucidara una línea de conducta. Un resoplido duro de nuevo, y
entonces se dio
la vuelta y corrió lejos.
Joseph miró a Demi, todavía tirada en el
suelo.
—¿Qué haces en mi bosque?
—Santo cielo —dijo—. ¿Dónde aprendiste a hablar lobo?
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