—Y no cantaba un carajo murmuró
Caleb. Sonaba como un gato al que le pillan el rabo con una puerta. Si aguanté
hasta el final fue porque Bobbie me estaba agarrando por el brazo.
—La señora Lynch elegía a los
chicos de las familias más ricas cuando yo iba al instituto convino Joseph. Todos sabíamos quiénes se llevarían los
mejores papeles... y rara vez eran los más cualificados.
—A mí nunca me dio un buen
papel se sumó Demi.
Como mucho me daba un par de líneas, aunque la señora Lynch me decía a menudo
que tenía talento.
—Si pensaba que tenías talento preguntó
Wade, que había llegado a Honoria solo un par de años atrás, ¿cómo justificaba
que no te diera mejores papeles?
—Decía que suscitaría controversia
si intentaba burlar el sistema establecido Demi
se encogió de hombros, y Joseph sospechó que
había un mundo repleto de sentimientos oculto tras el tono desenfadado que
imprimía a sus palabras. Le daba miedo que disminuyeran las contribuciones y
sabía que la gente no protestaría porque me relegaran a papeles menores.
—Suena como si hiciera tiempo que
debiera haberse jubilado comentó Wade.
—Lo hacía lo mejor que podía a
defendió Botíbie. Ya sabes lo difícil que puede ser desafiar el orden
establecido, Wade. Tú mismo has recibido algunas críticas por negarte a hacer
la vista gorda cuando alguno de los ciudadanos ricos infringe alguna ley.
—Las leyes son iguales para ricos y
para pobres sentenció Wade.
—He oído que tienes pensado montar
Grease para primavera le dijo Emily a Demi.
Ya sabes que Joannie McQuade te exigirá hacer de Sandy, ¿verdad? —añadió,
refiriéndose a la hija del alcalde.
—Ninguno de mis estudiantes me
exigirá un papel. Harán una prueba aseguró Jessie. Si son buenos, participarán.
Si tienen potencial, trabajaré con ellos hasta que estén preparados. Si no
tienen ni el menor destello de talento, les dejaré que sean figurantes o les
asignaré otras responsabilidades. Hay muchos trabajos interesantes en el teatro
aparte de actuar: iluminación, decoración, sonido, vestuario...
— ¿Vas a poner a Joannie McQuade de
figurante? Preguntó Emily, incrédula. Su madre irá al instituto para que te
expulsen antes de que termines el primer ensayo.
—He estado siete años trabajando en
Nueva York. Puedo manejar a Charlotte McQuade replicó Demi,
nada intimidada.
—Estoy seguro de que sabrá
arreglárselas dijo Joseph.
Jamie le lanzó una mirada fugaz con
la que le expresaba su agradecimiento... ¿y cierta sorpresa?
—Voy a ir al colegio le anunció Sam
a Demi.
—En otoño, ¿verdad? preguntó esta.
¿Te hace ilusión?
—Me asusta un poco reconoció el
niño.
Joseph
estaba asombrado. Sam no solía compartir sus sentimientos, menos aún con
personas a las que no conocía bien. Claro que tampoco solía aceptar a la gente
con la rapidez con que había aceptado a Demi.
—No debes tener miedo del colegio
lo alentó Demi. Casi todo es divertido. ¿Por
qué si no iba a querer volver como profesora?
— ¿Serás mi profesora? Demi sonrió y acarició el pelo del niño.
—No hasta dentro de unos años,
Sammy. Pero tengas a quien tengas de profesor, seguro que pasarás un año
estupendo.
Joseph
miró resignado mientras su hijo se enamoraba un poco más de Demi Lovato
Más tarde, esa misma noche, los
adultos estaban sentados en el salón, tomando café y charlando mientras los
chicos competían por llamar la atención. De nuevo sentada en el sofá, junto a Joseph, Demi sonrió a Abbie, la cual la sorprendió
estirando los bracitos hacia ella.
— ¿Echas de menos Nueva York? le
preguntó Emily mientras Demi acogía a Abbie
en su regazo.
—Echo de menos a los amigos que he
hecho, por supuesto. Echo de menos el teatro. Y que allí siempre había algo que
hacer y algún sitio adonde ir. Ah... y la comida Demi
suspiró nostálgicamente. No me vuelve loca lo de cocinar para mí sola y
echo de menos la variedad de restaurantes con comida para llevar de Nueva York.
En Honoria ni siquiera hay un restaurante chino.
—Tenemos pizza le recordó Clay.
Mamá me deja pedir pizza de vez en cuando para cenar.
—Me gusta la pizza, pero me acaba
cansando si la como demasiado a menudo.
—A mí no me pillas viviendo en un
sitio así enfatizó Bobbie. ¡Con tanta violencia y contaminación! De verdad, no
le veo el atractivo.
Demi reprimió
las ganas de reírse ante aquel estereotipo en el que Bobbie parecía creer a
pies juntillas.
—En realidad no está tan mal
murmuró aquella. Yo siempre me he sentido segura. Basta con usar el sentido
común.
Abbie, atraída por los pendientes
de Demi, alzó las manos para alcanzarle una
de las orejas. Tanto esta como Joseph fueron
a impedírsele, de manera que sus manos se chocaron.
Demi
notó que los músculos del estómago se le contraían. La piel de Joseph estaba especialmente cálida al contacto con
la de ella.
Entonces, de pronto, los dos
separaron las manos, permitiendo que Abbie alcanzara el pendiente. Demi puso una mueca de dolor cuando el bebé le
pegó un tirón.
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