miércoles, 28 de noviembre de 2012

Seductoramente Tuya Capitulo 11






Joseph retrocedió sin responder. Demi entró en el coche, arrancó y se puso en marcha. Solo miró una vez por el retrovisor. Lo justo para ver que Joseph seguía de pie... mirándola.
Todavía sentía sus dedos en el cuello. Sentía el calor de su cuerpo casi pegado al de él. Aún había el eco de su risa ronca, como una pluma acariciándole.
Trevor dio un trago de bourbon y dejó la copa. Estaba acostumbrado a descansar a solas en el salón de su casa, totalmente a oscuras, mucho después de haber acostado a los niños. A menudo resistía el impulso de servirse otra copa... y entristecerse pensando en Melanie, recordando la satisfactoria, aunque poco emocionante relación que él creía que habían compartido; lamentando la pérdida de la mujer a la que había amado y que lo había traicionado; afrontando un futuro que apenas se parecía al que había previsto al casarse con ella.
Esa noche, sin embargo, no podía dejar de pensar en Demi.
Todavía le costaba creer lo cerca que había estado de comportarse como un chiquillo sin responsabilidades. Era un hombre adulto, viudo, padre de dos hijos; pero a Demi le había bastado con un roce de sus dedos y aquella risa tan sexy y seductora para perturbar su juicio.
Demi siempre lo había afectado de un modo muy particular. Creía haberlo superado.
Pero, al parecer, no lo había hecho.
Prácticamente todos los habitantes de Honoria iban al Café de Cora de tanto en tanto. Situado en la parte antigua de la ciudad, estaba a un paseo del centro, la comisaría, el banco y diversos negocios pequeños.
Demi sintió una oleada de nostalgia cuando entró a comer con su contable el viernes siguiente a la cena con los Jonas. El café seguía igual que hacía quince años, pensó mientras miraba las mesas abarrotadas, con sus hules rojiblancos ajedrezados. Los mismos cuadros colgando de las paredes y la misma vieja y ruidosa caja registradora.
Mindy Hooper la saludó en la puerta. Había empezado a trabajar para Cora nada más terminar el instituto, hacía unos veinticinco años, y no se había movido de allí desde entonces.
—Hola, Demi. Me preguntaba cuándo vendrías a vernos.
—Ya tenía ganas de pasarme por aquí. ¿Cora sigue haciendo el mejor bizcocho de chocolate del país?
—El mejor bizcocho de chocolate del mundo aseguró Mindy, dándose una palmada en sus anchas caderas. Soy la prueba viviente, Demi rió.
— ¿Está Clark Foster por aquí? He quedado con él para comer.
—No, todavía no. Ve pasando y toma una mesa. Yo le diré dónde estás cuando llegue.
Demi se dirigió a una de las pocas mesas libres del local. Vio a muchas personas conocidas y, cómo no, se detuvo a saludarlas. Al igual que el supermercado, el Café de Cora no era el mejor lugar para pasar inadvertida, pensó Demi cuando por fin logró sentarse.
—Perdón por el retraso se disculpó un hombre de treinta y muchos al cabo de unos minutos—. ¡No veas qué atasco he pillado!
— ¿Atasco?, ¿en Honoria?
—Está bien, ha sido la señora Tucker  reconoció él. Me ha obligado a ir a diez por hora por el medio de la avenida principal.
— ¿En esa tartana que tiene? Demi rió.
—Sí. Tiene el coche desde antes que tú y yo naciéramos dijo él mientras agarraba un menú. No has pedido todavía, ¿verdad?
—No, he llegado hace nada. Solo un té helado... mira, aquí está  Demi sonrió a Mindy, la cual colocó dos vasos llenos de té helado frente a ellos.
— ¿Qué vais a querer? les preguntó.
— ¿Cuál es el menú del día? quiso saber Clark.
—El mismo de todos los viernes: pollo con patatas y judías o pescadilla con ensalada de tomate.
—Entonces pollo con patatas y judías  decidió Clark.
—Una elección sanísima lo provocó Jamie, la cual lo había oído protestar en más de una ocasión sobre sus dificultades para perder peso.
—Tienes razón Clark suspiró. Ponme también una ensalada, ¿de acuerdo, Mindy?
Demi rió y negó con la cabeza.
—A mí ponme la pescadilla.
Cuando se hubieron quedado a solas, Clark entrelazó los dedos, apoyó las manos sobre la mesa y trató de adoptar una actitud profesional.
—He repasado tu contabilidad y todo parece en regla la informó. Por cierto, la semana que viene tienes que presentar la declaración de este trimestre. Tengo tus papeles en el maletín. Te los daré después de comer añadió, apuntando hacia el maletín que tenía a los pies.
—Te lo agradezco, Clark. Estaba convencida de que todo estaba bien, pero me siento más segura teniendo la opinión de un profesional. Es un engorro tener a mi contable en Nueva York mientras estoy viviendo en Honoria.
—Tu contabilidad no es complicada, pero estoy de acuerdo en que necesitas ayuda profesional para hacer bien todos los papeleos. Has invertido con mucho criterio mientras estabas en Nueva York. No deberías tener que preocuparte por la jubilación.

Jamie sintió una gran satisfacción al oír estas palabras. Clark no podía saber lo importante que era para ella tener cierta seguridad económica. La de actriz no era una profesión segura, pero había ahorrado y había trabajado haciendo suplencias como profesora de teatro entre interpretación e interpretación. Si bien no era práctica en otras cuestiones, Demi no hacía el tonto con el dinero. No tenía intención de acabar como sus padres, un par de alcohólicos que vivían de limosnas estatales.

Había sido Clark quien le había sugerido que se reunieran para comer, argumentando que era una manera agradable y desenfadada de iniciar su relación laboral. Jamie no había dudado en aceptar, pues no tenía mucho que hacer durante las vacaciones de verano. Como sabía que estaba en medio de un proceso de divorcio, no quiso preguntarle por su esposa, pero sí se interesó por sus dos hijos.

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