—Hay una escalera apoyada en
una de las paredes —dijo Demi.
— ¿Qué? —preguntó ceñudo.
—Has preguntado cómo habría
subido el cuerpo hasta ahí arriba. Vi una escalera en el solario. El señor
Pierce me dijo que la utilizaban para cortar las hojas muertas de las
enredaderas y para cambiar los tubos de neón de las luces ultravioletas.
— ¿Te fijaste si alguien
tocó la escalera?
—No. El señor Pierce sugirió
a sus hijos que la utilizaran para bajar el cuerpo, pero yo se lo desaconsejé.
Advertí que teníamos que dejar el cuerpo tal y como lo habíamos encontrado —añadió
Demi.
Al menos, admitió para sí Joe,
había hecho lo correcto.
—Examinaremos la escalera en
busca de huellas —indicó sin prestar atención a la mirada expectante de Demi.
Estudió el área que quedaba
justo debajo del cuerpo. El suelo estaba lleno de barro y pedazos de cerámica
de las macetas rotas, esparcidos sobre las losas y junto a las puertaventanas. Joe
reconoció la huella de una pisada sobre el lodo.
— ¿listaba todo esto así
cuando tú entraste? —dijo y se agachó.
—El suelo estaba mojado —se
mordió el labio—, pero yo choqué con las macetas al resbalar y las tiré al
suelo.
— ¿Esta huella es tuya?
—preguntó con seguridad.
—Sí, eso creo.
—Lo comprobaremos de todos
modos. Necesitaré tus zapatos para la prueba.
—Desde luego.
Los dos guardaron silencio
un momento y Demi tomó la palabra.
—Te has dado cuenta,
¿verdad?
— ¿A qué te refieres?
—No hay sangre en el cuerpo
ni en el suelo. Y fíjate en el color de la piel. Parece que el cuerpo ha estado
expuesto a una temperatura extrema, pero no hay signos de congelación —apuntó Demi.
Joe había observado esos
mismos detalles, pero los había omitido. Hacía tiempo que había aprendido que
no debía dar nada por supuesto.
—Yo diría que la mataron en
otra parte y la trajeron hasta aquí —dijo Demi—. Quizá lleve muerta varios días.
Puede que el asesino haya escondido el cuerpo en un congelador hasta hoy.
— ¿Y eso qué significa?
—preguntó Joe con curiosidad.
Tanto si quería admitirlo
como si no, había algo en la seguridad que mostraba Demi al exponer sus teorías
que llamaba su atención.
—Quizá haya esperado el
momento oportuno para que alguien encontrara el cuerpo —levantó la vista hacia
el cuerpo de Bethany Peters—. Yo diría que quería exhibir a su víctima. Hay una
razón para que eligiera este lugar. El asesino intenta decirnos algo.
Joe comprendió al instante
lo que ella quería decir. Los asesinos pasionales tan solo tratarían de
esconder el cuerpo o alejarlo lo más posible para despistar a la policía. Nunca
se pavonearían. Y tampoco lo haría un asesino profesional. Tan solo existía un
tipo de asesino que actuaría de ese modo.
Demi se volvió hacia Joe y
su mirada reveló una intensa preocupación.
—Este es un asunto muy
grave, Joe.
Levantó los ojos hacia el
cuerpo inerte. No hacía falta ser un genio para darse cuenta de que se enfrenaban
a un caso terrible.
Tan pronto como llegó el
médico forense, Demi fue expulsada del solario.
—Sacaremos el cuerpo de aquí
—dijo Joe con firmeza.
—Pero me gustaría ayudar…
—Si necesitamos tu ayuda, te
llamaremos —gritó y, al instante, consciente de que había hablado con excesiva
dureza, suavizó un poco su tono—. Te agradezco todo lo que has hecho hasta
ahora, pero esto es una investigación policial. Tienes que esperar fuera con el
resto de los testigos.
Al ver que ella se resistía,
Joe la agarró del codo con más fuerza.
—Vamos, Demi. ¡Dame un
respiro!
—Pero no puedes pensar en
serio que soy sospechosa —protestó—. Si escucharas a tu cerebro en vez de hacer
caso a tu ego, comprenderías que puedo serte muy útil.
Demi se estremeció. No había
tenido intención de decir aquello. No había querido provocarlo pero, por alguna
razón, siempre acababa metiendo la pata cuando Joe estaba cerca.
—Ya has hecho más que
suficiente —dijo con frialdad.
—Si te refieres al hecho de
que los Pierce entraran en el solario, no tenía ninguna autoridad para
impedirles el paso —se defendió—. No soy agente de policía.
—En eso estamos de acuerdo
—y Joe enarcó las cejas.
—Solo quiero que me dejes
estar presente mientras el doctor Vogel examina el cuerpo. Me gustaría escuchar
su dictamen acerca de la causa de la muerte.
—Sal de aquí.
— ¡Joe!
— ¡Sal de aquí!
Abrió la puerta del solario
y dio un leve empujón a Demi hacia el pasillo. La puerta se cerró a
continuación con cierta violencia. Los Pierce seguían en el pasillo y la
miraron con cierta curiosidad.
—Deduzco que sus servicios
ya no son requeridos —comentó Drew.
—Los policías pueden ser
tan… irritantes —dijo mientras se despojaba de los guantes de látex con cierto
estrépito.
—No acostumbran a tener más
de una idea en la cabeza —corroboró William—. Pero en este caso tengo que estar
de acuerdo con el detective Jonas. La escena de un crimen no es el lugar idóneo
para una señorita.
—Yo enseño Criminología
—protestó Demi—. Estoy familiarizada con los asesinatos.
—No creo que tengas más de
veinte años. Eres casi una cría. Si Ashley todavía estuviera viva, no me
gustaría que presenciara una escena tan espantosa.
El dolor se reflejó en los
ojos azules de William. Todo el enojo que había sentido hacia él a causa de sus
comentarios sobre su corta edad se desvaneció al instante. La muerte de Ashley
había afectado a toda la comunidad, pero sobre todo a su familia. Era obvio que
su padre todavía lloraba su pérdida. Esa era la razón por la que nunca había
sido capaz de perdonar a David Bryson y nunca podría.
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