Cuando Demi se despertó a la
mañana siguiente, abrió los ojos y vio a Joe tendido a su lado en la cama, con un brazo
sobre la almohada y otro alrededor de su cintura. Tenía la sábana enredada entre
las piernas, y la colcha descansaba a los pies de la cama.
Demi trató de moverse, pero Joe la apretó con más fuerza.
-¿Adonde vas? —le preguntó con
voz adormilada.
-Es hora de arreglarse para ir
al trabajo.
-Yo no -respondió Joe-. No tengo ninguna reunión
hasta la tarde.
-Qué suerte.
Demi lo besó en la boca,
recordando cómo habían hecho el amor la noche anterior. Dulce y lentamente.
-¿No podrías dejar de ir hoy a
trabajar y quedarte un ratito conmigo? -preguntó Joe con voz mimosa acariciándole un mechón de
cabello.
-Ojalá pudiera, pero esta
mañana tengo mucho lío.
Su hermano había convocado una
reunión de directivos, y ella tenía que estar allí.
-¿Intentarás regresar pronto a
casa?
-Sí. Volveré sobre las cuatro.
-Qué bien -dijo Joe hundiéndose más en la
almohada y cerrando los ojos.
Demi estudió con detenimiento sus
facciones: Aquellos pómulos sobresalientes, la mandíbula decidida, el arco de
sus cejas... Que el cielo la ayudara, pero ella quería permanecer a su lado. Y
tenía que decirle lo que pensaba. Tenía que arriesgarse.
-Joe...
-¿Sí? -murmuró él abriendo los
ojos. -¿Considerarías alguna vez la posibilidad de casarte con una mujer que
trabajara? -preguntó tras soltar todo el aire que tenía retenido en los pulmones-.
Quiero decir, ¿crees que podrías llegar a cambiar de opinión sobre ese asunto?
En lugar de contestar, Joe cambió las tornas, poniéndola
a ella en un compromiso.
-¿Considerarías alguna vez la
posibilidad de dejar tu trabajo por un hombre?
Demi ya se había planteado esa
pregunta en su cabeza, y decidió contestar con sinceridad.
-No. Mi posición en Lovato es parte de lo que yo soy.
-¿Aunque te haya producido una
úlcera? -preguntó Joe tras
aclararse la garganta.
-No puedo evitar ser una
persona nerviosa.
-¿Trabajas allí por ti o por
tu familia?
-Por los dos. ¿Y qué me dices
de ti? —Contraatacó Demi—.
¿Por qué trabajas para la empresa de tu padre?
-Por él y por mí. Me gusta
mucho lo que hago, pero también soy leal a mi familia.
Demi descubrió de pronto el dolor
en sus ojos, la certeza de que la lealtad familiar de Demi se había puesto en peligro
por lo que su madre había hecho.
Ella estiró la mano y le
acarició la mejilla, deseando poder hacer algo para calmar su dolor. Y cuando Joe la
tomó de la mano, Demi deseó también ser capaz de aplacar su propio dolor.
-Tengo que arreglarme -dijo
ella.
-Lo sé.
Joe la besó en la palma de la
mano y la dejó marchar.
Dos horas más tarde, Demi entró por la puerta de la
sede principal de Helados Lovato. Las caricias de Joe seguían presentes en su mente, pero Demi hizo todo lo posible por encarar el día sin
mirar atrás, sin imaginárselo desnudo y solo en aquella cama enorme.
Tras ponerse al día con su
secretaria, Demi se
dirigió al despacho de Nicholas. Su
hermano estaba sentado detrás de su escritorio con expresión preocupada.
-¿Ocurre algo? -preguntó ella.
-Lo discutiremos cuando llegue
papá.
-¿Y los demás miembros de la
junta?
-Esta es una reunión personal,
Demi. Es entre papá, tú y yo
—respondió Nicholas
poniéndose en pie y estirando los hombros-. ¿Quieres un café?
-No, gracias -respondió ella
pensando en su úlcera-. ¿Cuándo se supone que llegará papá?
-En cualquier momento.
Cario Lovato hizo su aparición exactamente
tres minutos más tarde. Llevaba un traje oscuro y tenía el ceño fruncido.
Aunque no era muy alto, era un hombre de constitución poderosa que desbordaba
orgullo al caminar.
Nicholas
se sentó en el borde del escritorio, y Cario le hizo a Demi un gesto para que se
sentara. Su padre, con aquella voz tan grave y su seriedad, siempre se las arreglaba
para intimidarla.
Tal y como le habían indicado, Demi se sentó y esperó a que
comenzara el baile. Estaba claro que había hecho algo que disgustaba a su
padre. Miró a Nicholas, pero su hermano no le ofreció ninguna señal de ánimo fraternal. Al
parecer, estaba sola ante el peligro.
-Me he enterado de que te has ido a vivir con Joe Jonas -dijo su padre—. Pero sólo
durante esta semana. ¿Qué clase de absurdo acuerdo es ese?
-¿Esta reunión es sobre Joe? -preguntó Demi mirándolos
fijamente, sorprendida.
-No. Es sobre ti, Demi. Quiero saber qué está ocurriendo entre ese hombre y tú.
-Joe y yo estamos trabajando
juntos -se defendió ella-. Hemos hecho un montaje para entretener a la
prensa, para que dejaran de arrojar basura sobre la imagen de Lovato.
-¿Y qué me dices de tu imagen? —Replicó Cario-. Tu hermano y yo no deberíamos
haber confiado nunca en ese asesor. Es demasiado hollywoodiense.
-¿Demasiado hollywoodiense? Es un empresario de Boston, papá, y muy
reputado.
-Este escándalo se ha salido por completo de madre -intervino Nicholas.
-Y te ha pillado a ti en el medio -añadió Cario.
Demi tenía emociones
encontradas. Su padre y su hermano habían convocado aquella reunión para
defender su honor, para apoyarla. Aquello era lo último que hubiera esperado.
-Agradezco lo que estáis intentando hacer los dos. Pero el escándalo
está a punto de terminar -aseguró levantándose y mirando a su padre-. Y puedo
arreglármelas el tiempo que queda.
-¿Estás segura? -insistió Cario abriendo los brazos para estrecharla contra sí.
Demi se refugió en el pecho de
su padre. Cielos, cuánto necesitaba sus brazos poderosos. Su fuerza. Su
preocupación por ella.
Entonces dio un paso atrás para mirarlo mejor, para observar su pelo
corto y oscuro, sus sienes plateadas y las líneas de expresión de sus ojos.
-¿Tú crees que soy buena en mi trabajo?
-Claro que lo creo. Trabajas más que nadie, casi siempre demasiado.
-¿Estás de acuerdo? -preguntó Demi mirando a su hermano.
Nicholas
asintió con la cabeza.
-Metimos a Joe en esto para que no tuvieras que enfrentarte tú sola a la prensa. Y
ahora estáis metidos los dos.
-Sí, pero eso es cosa mía.
-Ten cuidado -dijo su padre acariciándole la cara-. No quiero que lo
pases mal.
«Demasiado tarde», pensó Demi.
Porque ya estaba sufriendo.
—Estaré bien, papá. Te lo prometo. Estaré bien.
Un poco más tarde, Demi había llegado a la conclusión de que no podía seguir lamentándose por
perder a Joe.
En su lugar, aprovecharía cada momento que les quedaba.
Decidida a preparar una cena casera para el hombre
que amaba, se detuvo en el mercado para comprar algunas cosas. Después, cuando
se dirigía al coche cargada de bolsas, vio a María y a un hombre de pelo oscuro en
una esquina cercana a la heladería Lovato, el local que regentaba su hermana.
Y entonces, Demi parpadeó un par de veces. Aquel hombre era Steve Conti. El traidor de los traidores. En
opinión de Demi, su familia era la responsable de los problemas de Lovato. Estaba segura de que
ellos habían saboteado la promoción de la fruta de la pasión arrojando pimienta
sobre el helado. La tía abuela de Steve fue la mujer que lanzó la maldición de San Valentín sobre la familia Lovato.
Demi observó el lenguaje
corporal de Steve, el modo en que se
inclinaba sobre su hermana. ¿Se sentiría atraído por María?
Luego miró a su hermana pequeña, que sonreía a aquel malvado Conti.
¿Qué demonios estaba ocurriendo allí? ¿Se habrían encontrado por
casualidad en la calle, o andarían metidos en lo que no deberían?
Demi abrió el coche y metió
las bolsas en el asiento del copiloto. ¿Estaría María viviendo una aventura secreta con
Steve?
Después de todo, su hermana llevaba un tiempo muy escurridiza, desapareciendo
sin dar ninguna explicación.
Steve y María
se fueron cada uno por su lado, y su hermana se encaminó hacia la heladería. Demi sacudió la cabeza. El
hecho de que ella tuviera una aventura no significaba que María tuviera que estar
haciendo lo mismo.
Y, sin embargo, Demi sabía demasiado bien lo fácil que le resultaba a una mujer fuerte y
bien preparada enamorarse del hombre incorrecto.
Treinta minutos más tarde, Demi regresó a
casa de Joe y lo encontró en la cocina. Se
quedó mirándolo un instante, pensando en lo guapo que era. Llevaba puesta una
camisa blanca, pantalones grises y un par de mocasines negros. Se había quitado
la chaqueta y la corbata, que descansaban sobre una silla.
-Vaya, has ido de compras
-dijo Joe al verla.
-Voy a preparar una cena
italiana -contestó ella dejando las bolsas sobre la mesa.
Él soltó una carcajada y abrió
la nevera.
-Yo he comprado solomillos
-dijo mostrándole la carne-. Iba a cocinar para ti esta noche. Incluso he
comprado flores y velas.
-¿De veras? -comentó Demi sorprendida-. Hemos tenido la
misma idea.
Sintió deseos de abrazarlo por
haber pensado en ella, por planear una cena romántica.
-¿Tú qué has comprado?
-preguntó Joe curioseando en sus bolsas—.
Esto tiene muy buena pinta. ¿Qué te parece si combinamos nuestras comidas? La
pasta y la carne van bien juntas, ¿no?
-Sí.
Demi se rindió a la necesidad de
abrazarlo. Puso la cabeza en su hombro y Joe le acarició suavemente la espalda.
-¿Estás bien, Demi?
Ella asintió con la cabeza,
aunque le dolía el corazón.
-¿Y tú?
-Sí, estoy perfectamente.
Joe colocó suavemente la barbilla
sobre la cabeza de Demi,
pensando que no estaba bien en absoluto. Cada día que pasaba estaba más cerca
del fin, más cerca de perderla.
-¿Hacemos la cena? —sugirió Demi.
-Claro -respondió él
soltándola y dando un paso atrás.
Demi parecía cansada y algo
hundida, y Joe se
preguntó si habría tenido un día duro.
Ella se quitó los zapatos y se
movió por la cocina en medias. Joe se apoyó sobre la encimera y la observó.
Su Demi. Su dulce, salvaje y pulcra Demi. Seguía confundiéndolo, pero Joe no le encontraba sentido a
analizar su relación. Cuando ella se hubiera marchado, contendría sus sentimientos.
Esperaba que entonces el miedo desapareciera y él dejaría de obsesionarse por
ella. Su vida, la vida tal y como él la conocía, volvería a ser normal. Todo lo
normal que podía ser la vida de un hombre que tratara de arrancarse a una mujer
del corazón.
-Si te parece, yo haré la
ensalada -dijo Demi,
arrancándolo de sus pensamientos.
Comenzaron a preparar la cena
en silencio, codo con codo. Finalmente, Joe sacó el tema de la fiesta.
-Les he dicho a mis padres que
simularemos una pelea.
-¿Y qué les ha parecido?
—preguntó ella girándose para mirarlo.
-No les importa. Siempre suele
haber alguien que se emborracha y monta una escena. Supongo que el tema de los
años veinte despierta en la gente ese tipo de comportamiento.
-Yo todavía no tengo vestido
-comentó Demi-. Pero tengo pensando ir
mañana de compras.
-¿Quieres que te acompañe?
-Puedo encontrar algo yo sola
-respondió ella negando con la cabeza.
-No estaba tratando de
controlar tu vestuario -se defendió Joe frunciendo el ceño-. Sólo te estaba ofreciendo mi compañía, Demi.
-Lo sé. Pero creo que me
resultará más fácil si voy sola -insistió ella cortando unos tomates-. ¿Dónde
están las flores y las velas?
-En la mesa del comedor
-respondió Joe aderezando
la carne—. Las velas son aromáticas.
Demi le dedicó una sonrisa dulce, y Joe tuvo la impresión de que ella
estaba tratando de sacar el mejor partido posible del tiempo que les quedaba.
-No sabía que fueras tan
romántico, Joe.
-Y no lo soy -bromeó él-. Lo
hago todo por sexo.
-¿De verdad? -respondió Demi con una carcajada-. Yo
también.
-Entonces, hacemos una buena
pareja, ¿no le parece, señora?
-Sí, creo que sí.
Joe exhaló un suspiro, y se
repitió para sí que le iría bien sin ella. Ya ella sin él. Sólo habían pasado
dos semanas y media juntos, lo que no significaba nada dentro de una vida.
Pero mientras se concentraba
en terminar la ensalada para la cena que habían planeado, el día de la fiesta
se le apareció en la mente como una oscura premonición.
Como si fuera una nube molesta
preparándose para una lluvia helada.
vaneeeeeeee
ResponderEliminarace ufzz qe no te comento amiga
pero tu sabees qe me encanta amo y nunca dejo de leer tus noves
y en especial esta me encanta :D
sigelaa por fis
subeee pronto porfis C=
y si puedes una marathon porfavor !!
amo la nove ♥.♥
holaaaaaaa como estas tiempo sin saber de ti bueno no creo que valla hacer maraton por ya pronto se acaba entonces voy a subir de uno o dos capitulo y no hay problema si no comentas espero que tu subas pronto saludosssss
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