viernes, 23 de noviembre de 2012

Amor Desesperado Capitulo 16 Niley





—Relativamente hablando, es limitado —dijo Nick, conduciéndola hacia el hotel—. Recibo un número desmesurado de invitaciones. No me interesan estos actos, pero los socios de mi bufete me exigen que asista a algunos.
—¿Quieres llegar a ser uno de los socios en el futuro?
—Sí, por el dinero, el poder, y la posibilidad de torturar a otro joven asociado, obligándolo a que venga a estas cosas —dijo él con una mueca, y la recorrió con la mirada—. Creí que te había dicho que te pusieras un saco de patatas.
Miley se pasó las manos por los brazos cubiertos de terciopelo. Había elegido el vestido de terciopelo negro porque era abrigado y versátil.
— ¿Un saco de patatas para venir al Jefferson? Elvis durmió aquí replicó.
Él pasó los dedos por su cuello y por el generoso escote del vestido. Miley tragó saliva al sentir su caricia y su mirada.
—¿Llevas sujetador? preguntó él.

—Uh, no carraspeó Miley, ruborizándose. No puedo, porque el escote…
— ¿Sabes a cuántos hombres vas a volver locos esta noche? inquirió él, pasándole el dedo por la clavícula.
Miley notó que su corazón se desbocaba. Si iba a volver loco a algún hombre, desearía que fuera… Apartó esa idea y se mordió el labio.
—Simplemente no aceptes tarjetas esta noche. Llamarías la atención ahí dentro.
— ¿Qué quieres decir?
—Si las mujeres que hay en ese salón fueran agua, serían agua mineral de lujo. —Y yo sería agua de grifo —interpuso Miley, sintiéndose ligeramente inadecuada.
—No. Tú eres como un relámpago blanco —corrigió Nick.
La condujo por un pasillo alfombrado y abrió la puerta del salón donde se celebraba la fiesta.
—Se abre el telón —dijo, rodeó su cintura con un brazo y la besó.
Fue breve, pero el cerebro de Miley sintió tal cortocircuito que temió que la gente que la rodeaba notase olor a quemado.

Helen, la asistente de Nick, se acercó a ellos y abrazó a Miley.
—Debería darte vergüenza haber ocultado el compromiso. Casi me creí esa historia de que habías desenchufado tus hormonas femeninas —Helen sonrió. Vas a ser perfecta para Nick. ¿Habéis fijado una fecha?
— ¿Una fecha? —repitió Miley con un nudo en la garganta; la sinceridad de Helen la había emocionado—. No, en realidad todavía…
—Miley no quiere ni hablar de ello hasta que acabe el primer semestre —dijo Nick con suavidad, rodeándola por la cintura—. ¿Y qué es eso de que va a ser perfecta para mí? Yo seré perfecto para ella.
—Claro que lo serás —dijo Helen—. En cuanto ella consiga convertirte en un ser humano —hizo señas con el brazo a un caballero muy distinguido—. Paul Ginter, te presento a Miley Polcenek, la prometida de Nick.
Paul tomó su mano y se la llevó a los labios.
—Qué gran placer —dijo—. Eres exquisita. Quizá puedas utilizar tu influencia para convencer a Helen de que se case conmigo.

Miley oyó el suave gemido de Helen y parpadeó ante la combinación de cortesía y el brillo chispeante de los ojos del hombre.
—No estoy segura de tener ninguna influencia —respondió, mirando a Helen dubitativa.
—No hagas caso a Paul. Todos los años se pone así. Creo que es el muérdago —tranquilizó Helen.
—Sólo me quiere como esclavo sexual —suspiró Paul.
—Creo que me apetece un poco de champán —dijo Helen sonrojada.
—Tus deseos son mis órdenes —respondió Paul, y tras saludar con la cabeza a Miley y a Nick, se la llevó de allí.
—Uf, es muy intenso —se abanicó Miley—. ¿Qué hay entre ellos?
—Helen es viuda y Paul lleva cinco años cortejándola.
—¿Por qué no se casa con él?

Nick entrelazó los dedos con los suyos y la condujo hacia una mesa llena de aperitivos.
—Su primer matrimonio fue largo pero no demasiado feliz, así que tiene…
—Miedo —concluyó Miley—. Entiendo el miedo, pero ese hombre… —movió la cabeza de lado a lado—. Cuando tenga ochenta años seguirá haciendo suspirar a las mujeres.
Nick aceptó una copa de champán de un camarero y se la ofreció a Miley.
—Eso me lo tienes que explicar.
—Bueno, cuando te mira es como si realmente te viera. Incluso ese segundo, cuando tomó mi mano, me concedió su total atención. ¿Sabes lo raro que es eso?
—No —dijo Nick, con mirada escéptica.

—Es el tipo de hombre que te hace sentir como si fueras la única mujer de la habitación, la única mujer del mundo.
— ¿Cómo lo hace?
—No lo sé —Miley se encogió de hombros—. Levantó mi mano, me miró a los ojos y…
— ¿Y? —urgió Nick, acercando la cabeza y levantando su mano. Su mirada brillante la capturó.
Miley notó como el corazón le latía apresurado y el resto del salón pareció disolverse. Sintió mariposas en el estómago.
—Y… y…
Tragó saliva cuando Nick levantó los dedos hacia sus labios y la besó suavemente. Mirándola fijamente lamió uno de los dedos. Miley se quedó sin respiración.
—Y el viejo verde te dijo que eras exquisita, mientras aprovechaba para mirarte el escote —aseveró Nick.
—¡Eres imposible! —exclamó Miley, apartando la mano de un tirón. Nick soltó una carcajada y la abrazó.

—No soy imposible. Soy un prometido muy celoso —dijo—. Quiero ser el hombre que te haga sentir como si fueras la única mujer del salón, del mundo.
Sus palabras la acariciaron, liberando secretos deseos que haría mejor en ocultar. Él bromeaba, se dijo. Recuperándose, parpadeó con coqueteo.
—Pues entonces tendrás que esforzarte más.
—De acuerdo —dijo él, un destello sexy y peligroso iluminó sus ojos—. Pero recuerda, tú te lo has buscado.

Y comenzaron los juegos de seducción. Entre presentaciones, aperitivos y champán, Nick no dejó de tocarla. Caricias sutiles, sensuales y cariñosas. Le frotaba el interior de la muñeca con el pulgar al presentársela a un colega. Le ofrecía un sorbo de su copa de champán y luego deslizaba su boca por el lugar que ella había rozado.
«No es en serio», se decía Miley mentalmente, cuando los nervios se le desbocaban y sentía la piel caliente y sonrosada. «No es en serio», se repetía cuando la dejaba sin respiración. «No es en serio», se dijo aunque su estúpido corazón deseaba creer que sí lo era.

Por fin consiguió un ansiado descanso cuando un cliente secuestró a Nick.
—No tardaré —le prometió Nick al oído.
Miley asintió. Inmediatamente, le pidió un vaso de agua helada a un camarero. Tenía la cabeza atontada, y esa noche era esencial pensar con claridad. El camarero volvió con el agua y ella bebió varias veces.
Poco después, Miley tuvo la sensación de que la observaban. Miró a su alrededor y se encontró con la mirada de una rubia espectacular, rodeada de gente. Miley sonrió. La preciosa boca de la rubia sonrió en respuesta.
—Una gran fiesta —dijo Miley.
—Sin duda. Creo que no nos conocemos. Soy Kendra Ross-Wilder. ¿Y tú?
—Miley Polcenek.

—Un nombre poco común —dijo Kendra, con tono neutral, y a continuación le presentó a las cuatro personas del grupo—. Creo que te he visto con Nick Nolan —aventuró.
Miley recordó su papel y asintió, dominando las ganas de cruzar los dedos antes de hablar.
—Sí, soy su prometida —unas semanas más, pensó—. ¿Lo conoces?
—Oh, sí claro —replicó Kendra con una sonrisa excesivamente amistosa, después movió la cabeza—. Siempre me pareció un desperdicio que se decidiera por la ley civil. Era muy inteligente y tenía talento.
—Nick sigue siendo inteligente y teniendo talento. Es maravilloso con sus clientes —objetó Miley, ligeramente irritada.
—Pero habría llegado lejos en la política —suspiró Kendra. A Miley no le gustó su tono despreciativo.
— ¿Estás segura de que hablamos del mismo Nick Nolan? —preguntó Miley, consiguiendo emitir una risa despreocupada—. La política lo aburriría mortalmente.
La mujer que estaba junto a Kendra soltó el aire de golpe, sorprendida, y Kendra apretó los labios.

—Claro que conozco a Nick. Estuvimos muy unidos.
Miley captó el mensaje de inmediato. Kendra y Nick habían sido amantes. Se preguntó si era una de esas mujeres sin corazón.
—Entonces debes saber la pasión que siente por su trabajo.
—Nunca lo he entendido —Kendra se encogió de hombros deliberadamente—. Se ha convertido en un cazador de ambulancias.
Miley, furiosa, notó que algo explotaba en su interior.
—Nick Nolan no es un cazador de ambulancias. Si conocieras a la adolescente cubierta de cicatrices que defiende, o a cualquiera de sus clientes, no dirías eso. Representa la última esperanza para toda la gente a la que le ha fallado el sistema judicial. Soluciona cosas que han ido muy, pero que muy mal.

A pesar del escrutinio de la gente que empezaba a rodearlos, Olivia se negó a echarse para atrás. Irguiendo la espalda miró a Kendra a los ojos.
—Nick —dijo Helen, cuando él intentaba librarse de la anfitriona de la fiesta—. Quizás deberías ir a ver a Miley.
Al oír el nombre de Miley y el tono de advertencia de Helen, cortó la conversación por lo sano.
—Una fiesta maravillosa, Madeleine. Nadie lo hace mejor. Gracias por invitarnos. Dejaré que te dediques al resto de tus invitados —se despidió. Inmediatamente escudriñó el salón, buscando a una gitana vestida de terciopelo negro—. ¿Qué pasa? —le preguntó a Helen en cuanto se apartaron unos pasos.
—Se ha encontrado con Kendra Ross-Wilder.

Nick soltó una maldición. Kendra era la bruja más estirada y cargante que había tenido la desgracia de conocer. Peor aún, lo había atraído tanto su despampanante belleza rubia y sus ojos azules, que no había visto que tenía el corazón duro como un diamante. Sintió que se le revolvía el estómago al pensar en Miley y Kendra juntas. Kendra la desgarraría en pedazos.
— ¿Cómo de horrible? —preguntó, andando más rápido.
— ¿Después de que Miley le arrancara la piel a tiras por llamarte cazador de ambulancias? —preguntó Helen.
Nick casi tropezó.
— ¡Miley ha hecho eso!
—Por lo que he oído, Miley puso a Kendra en su lugar —explicó Helen con expresión aprobadora—. No hay detalles claros, pero he oído susurrar la expresión «pelea de gatas» —dijo con una mueca incómoda—. Lo último que sé, es que Miley iba hacia el guardarropa.
—No traía abrigo —farfulló Nick, dirigiéndose hacia allí. Entró, se quedó parado y escuchó el ruido de pasos al fondo de la habitación. Cerró la puerta tras él cuidadosamente.

La encontró al fondo, paseando de arriba abajo. Tenía las mejillas encendidas de ira, los puños cerrados y sus ojos lanzaban chispas; le recordó a una guerrera. Había ido a la batalla por él, pensó, sintiendo un ataque posesivo. Estaba acostumbrado a librar tanto sus propias batallas como las de otros. No necesitaba que nadie lo defendiera. Entonces, ¿por qué le parecía tan maravilloso?

—He oído que me has defendido ante la Bruja Malvada de Richmond.
Miley levantó la cabeza y lo miró con desconsuelo.
—Puede que haya arruinado tus oportunidades de dedicarte a la política.
Nick no pudo evitar soltar una carcajada.
— ¿Política? —repitió—. ¿Yo? —rió de nuevo y se acercó hacia ella, deseando borrar el desconsuelo de su cara a besos—. Si has conseguido que dejen de perseguirme para que me dedique a la política, lo único que puedo hacer es agradecértelo —escrutó sus ojos con intensidad—. ¿Por qué estás escondida en el guardarropa?

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