Ambos se giraron, y Joe vio a Demi. Tara dejó caer las manos, pero ya era demasiado
tarde. El estaba frente a frente con su antigua amante, y Demi dio por supuesto lo peor.
Joe vio el dolor reflejado en sus
ojos antes de que ella se diera la vuelta para regresar a aquella fiesta
repleta de mirones.
Demi se abrió paso entre la
multitud, buscando desesperadamente una vía de escape. Joe le había mentido. Había insistido
en que ya no se sentía atraído por Tara, pero sus actos hablaban mejor que sus
palabras.
Mucho mejor.
Los ojos de Demi se llenaron de lágrimas, pero
se negaba a llorar. Conteniendo su pena, siguió abriéndose camino entre los
invitados y los periodistas que estaban allí para la ocasión.
Alguien la agarró del brazo, y
Demi forcejeó para soltarse.
-¡Demi, espera!
Escuchó la voz de Joe, y se esforzó aún más por
escapar, pero la estaba sujetando con demasiado fuerza.
Ella se dio la vuelta para
mirarlo y contempló su expresión de remordimiento. Era todo un actor. Como de
costumbre, estaba interpretando su papel a la perfección.
Todos los invitados miraban
hacia ellos para contemplar la escena.
-No es lo que tú piensas
-aseguró Joe
soltándole el
brazo-. Tara me estaba arreglando la corbata.
Sé que suena estúpido, pero es la verdad.
Efectivamente, sonaba
estúpido. No era más que una excusa barata. Y Demi no podía comprender por qué se molestaba
ni en decirla.
Demi pidió en silencio reunir la
fuerza necesaria para continuar con aquella pantomima pública. Su pelea ya no
era fingida, sino que se había convertido en real. Y ahora tenía que improvisar
y convencer a Joe de
que no le importaba en absoluto.
-No me interesa lo que haya
ocurrido -aseguró remarcando cada sílaba con orgullo—. Es denigrante, pero lo
superaré.
-No ha pasado nada, Demi. Te lo juro -repitió él
acercándose para rozarle la mano con las yemas de los dedos—. Lo siento. Nunca
quise herirte, ni provocarte confusión.
Demi retiró la mano de inmediato.
No podía soportar el dolor de sus caricias, de sus mentiras, de su traición.
-Ya te he dicho que no
importa. Y tú tampoco me importas. No vale la pena que malgaste mi tiempo
contigo. Ya no.
Joe permaneció de pie, mirándola
fijamente con el dolor reflejado en los ojos. Un dolor fingido, se recordó Demi. Sólo estaba molesto porque lo
hubieran pillado.
-Te amo, Demi. De eso estábamos hablando Tara y yo cuando entraste —aseguró
Joe con los ojos humedecidos-. Te iba a pedir que te casaras conmigo, pero ahora
sé que no aceptarías.
La multitud continuaba
observándolos. Algunos invitados susurraron algo, y otros carraspearon. Demi pensó que iba a desmayarse.
-No estás hablando en serio —dijo.
-Sí. No he hablado más en
serio en toda mi vida. Lo eres todo para mí: Eres mi corazón, mi alma, mi
amiga, y mi amante. Pero tienes razón. Ahora ya no
importa. No puedo obligarte a que sientas lo mismo por mí.
-Pero lo siento -respondió Demi con los ojos arrasados en
lágrimas-. Aunque no podía decírtelo. No después de lo que creí que estabas haciendo
con Tara.
-¡Oh, cariño! -susurró Joe estrechándola entre sus brazos
y sintiendo su corazón contra el suyo, igual de acelerado.
-¿Podemos ir a un sitio más
tranquilo? -preguntó Demi
A un lugar en el que no los mirara
todo el mundo, donde los periodistas no estuvieran escuchando cada palabra que
dijeran.
Cada hermosa, emocionante y
maravillosa palabra.
Joe la guió entre la multitud, y,
cuando pasaron al lado de Tara, la actriz sonrió. Demi le devolvió la sonrisa. Nunca hubiera esperado que la otra mujer fuera
su aliada, pero Tara ya estaba dirigiéndose a la prensa, distrayéndola
mientras ella y Joe se
escapaban.
Él la llevó hasta la salita
del jardín, donde estaban rodeados de cientos de flores mientras la lluvia
golpeaba contra las paredes y el techo de cristal. A solas por fin, él la
besó.
Joe tenía el cuerpo duro y
fuerte, y la boca cálida. Demi cerró los ojos y lo abrazó.
Él dio un paso atrás para
acariciarle la mejilla y recorrerle la mandíbula con el dedo pulgar. Ella abrió
los ojos para mirarlo, para memorizar cada uno de sus rasgos.
-¿Cuándo lo supiste, Joe? ¿Cuándo supiste que me
amabas?
-No estoy muy seguro, pero fue
anoche cuando por fin lo admití. Llevaba toda la semana aterrorizado ante la idea de perderte cuando llegara la fiesta. Creo que todo
el tiempo he sabido que te amaba, pero estaba demasiado asustado como para
enfrentarme a mis sentimientos.
-Yo también luchaba contra mis sentimientos.
-¿De verdad? ¿Desde cuando?
-Desde que me mudé a vivir contigo.
-¿Te quieres casar conmigo, Demi? -preguntó Joe tomándola de las manos-. ¿Quieres ser mi esposa?
-Te amo, y nada desearía más -respondió ella con el corazón encogido-.
Pero no quiero dejar mi carrera, Joe.
-No te estoy pidiendo que lo hagas -aseguró él tomándose un respiro
antes de comenzar a explicarse—. Antes nunca me importó pensar que mi futura
esposa trabajara. Creía que esa era una decisión que debería tomar ella. Pero
cuando me enteré de lo del suicidio de mi madre, cambié de opinión. Ahora sé
que puedo enfrentarme a la verdad sobre Danielle -dijo abrazándola-. Gracias a
ti. Porque tú eres la pieza que le faltaba a mi corazón.
Los ojos de Demi se humedecieron. También él era parte de su corazón. Abrazados, ambos
escucharon en silencio unos minutos el sonido de la lluvia, y entonces ella
recordó la fiesta en la que se habían conocido.
-Aquella primera noche soñé contigo. Entonces también llovía -recordó
con una sonrisa-. Me embaucaste desde el principio, pero me alegro que me
metiera usted en este asunto del escándalo, señor Jonas.
-¿Ah, sí? -respondió Joe dando un paso atrás para componer una mueca burlona-. Me alegro,
porque pienso seguir metiendo las narices en su trabajo, señorita Lovato. ¿Recuerdas aquel concurso
que querías hacer para encontrar un nuevo sabor para Lovato? Pues voy a ayudarte.
Demi se lanzó de nuevo a sus
brazos. Él la levantó del suelo y comenzó a dar vueltas, y ella soltó una
carcajada. Sabía que aquel hombre, aquel hombre insistente, sensible y
obstinado, era suyo para siempre.
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