—Pero no soy un
cerdo y tengo algunos rasgos positivos —concluyó él, sintiéndose ligeramente
dolido por su apreciación.
Ella sonrió, y
él se preguntó por qué eso le hacía sentirse como si el sol hubiera salido de
detrás de una nube.
—Eres un Súper Comando Guerrero
—le dijo—. Atrapas al malo incluso cuando parece que ya se ha escapado.
Nick la miró. Miley hablaba con confianza y convicción y el brillo
de admiración que notó en sus ojos le hizo sentirse como si fuera capaz de
conquistar varios mundos. Nick
pensó que eso era más peligroso que cualquier droga o embrujo de
hechicero.
Ya muy tarde, Nick revisó sus notas
en el dormitorio. Miley se había duchado en el
baño de invitados y un retazo del aroma de su aceite flotaba en el ambiente. La
oyó pasear por la habitación hasta que finalmente se fue a la cama.
Él había hecho
su sesión de ejercicio, se había duchado y paseado por la habitación, pero sin
éxito. Aunque lo hubiera negado hasta en su lecho de muerte, estaba demasiado
inquieto para poder dormir. Cada vez que veía a Lissa Roberts sentía ganas de
darle un puñetazo a alguien. Siempre que le ocurría eso, se recordaba a sí
mismo que iba a dar un puñetazo en un sitio crucial. En la cuenta bancaria.
Sin embargo, no
debería haber ido en contra de sus normas y llevarse el trabajo a casa. Eso
hacía que los problemas y la desesperación invadieran su dominio privado. Su
casa era su isla de seguridad, su paraíso personal.
Como si el caso Roberts no fuera
suficiente para intranquilizarlo, el saber que Miley
estaba desnuda, suave y resplandeciente de aceite a pocos pasos de él, lo
sacaba de sus casillas. Su opinión sobre su insensibilidad y carencia de
ternura y romanticismo lo había irritado, le parecía un reto.
Nick no era insensible y
podía ser tan tierno y romántico como el que más. Bueno, al menos romántico, se
corrigió mentalmente. Simplemente no era impulsivo ni estúpido. Si fuera
impulsivo o estúpido, estaría aporreando la puerta de Miley
y pidiéndole que lo amara hasta hacerle papilla el cerebro y el cuerpo.
En cambio,
actuaba como un ser racional, aunque su cuerpo ardiera y su mente lo
atormentara con la seductora posibilidad de que Miley
pudiera ser suya.
—Tenemos un
compromiso social el viernes por la noche —dijo Nick, apartando los
zapatos de Miley de la puerta.
— ¡Tan pronto! se
quejó ella con un ligero gesto de desagrado. Sacó panecillos y pollo asado del
horno.
—Sí. No hace falta
que sigas cocinando para mí le dijo Nick. Mis manos están mejor. Ya puedo llamar al servicio
de comida a domicilio.
—Para mí es
natural replicó ella. Estoy viviendo en tu casa, así que tengo que hacer algo a
cambio.
A Nick se le ocurrieron
otras muchas cosas que podría hacer a cambio, pero se abstuvo de mencionarlas.
—De acuerdo dijo
ella mirándolo. ¿Qué se celebra? ¿Cómo de elegante hay que ir? ¿Cómo de
enamorada tengo que parecer?
—Cena con mi
jefe y su mujer. Con un vestido, vale apretó los dientes Clarifica «enamorada».
Ella fue a
sentarse y él le acercó la silla a la mesa, disfrutando de la mirada de
sorpresa que apareció en sus ojos.
—En una escala
de uno a diez explicó ella. ¿Cuánto tengo que actuar como si opinara que eres
el hombre más inteligente, más sexy
y más maravilloso del mundo? Nick hizo una pausa, su concepción del juego limpio en
guerra con sus instintos más primarios. La idea de ver a
Miley actuar como si estuviera loca por un hombre era demasiado
tentadora.
No hay comentarios:
Publicar un comentario