martes, 27 de noviembre de 2012

Amor Desesperado Capitulo 21





—Alejandro el Grande —declaró ella, moviendo la cabeza—. ¿Cómo es posible que te acuerdes de todo eso?
—Estudié historia como optativa —dijo—. ¿Quieres sacar un sobresaliente? —preguntó—. Sigue aquí conmigo.
Durante el resto de la noche, eso hizo. Mientras comían unos sándwiches, Nick la acribilló sin piedad, preguntándole todo lo imaginable, desde el Imperio Romano, pasando por la Edad Media, hasta el Renacimiento. Convirtió el repaso en un duelo alocado y juguetón, que imbuyó a Miley de seguridad en sí misma. Al final de la noche, Nick le lanzaba una uva por cada respuesta correcta.
—¡Para! No puedo comer más —se quejó, riéndose.
—Llena de la fruta del saber —dijo Nick.
—Llena de uvas —corrigió ella.

Siguió un momento de silencio, y Miley notó que la asaltaban sus emociones. Hasta ese momento el examen improvisado las había mantenido a raya. Ahora volvía a sentirse totalmente seducida por Nick. Había comenzado la noche asustada por todo lo que no se sabía para el examen. Ahora rebosaba confianza por todo lo que sí se sabía.
Se preguntó qué había hecho él para conseguirlo. ¿Cómo podía haberle hecho tal regalo? ¿Por qué? Podría haber salido con cualquier mujer para celebrar su victoria. En cambio, se había quedado en casa con ella y la había ayudado a prepararse para el examen.
Miley se fijó en la camisa blanca desabrochada y en su pelo revuelto. Ni siquiera se había quitado la ropa de trabajo. Ella le importaba. Notó aleteo de mariposas en el estómago.
—Gracias —dijo.

—¿Por torturarte? —Nick mordió una uva y se la tragó.
Ella sonrió y dio la vuelta a la mesa, acercándose.
—Lo haces muy bien. Torturar —recalcó. Él esbozó una sonrisa, pero a sus ojos asomaron emociones más sombrías.
—Eso es algo totalmente recíproco.
Rodeó su muñeca con el pulgar y el índice y la atrajo hacia él, sosteniendo su mirada. A Miley le resultó tan natural agachar la cabeza y besarlo que casi le dio miedo.
Él bebió sus labios, chupando con suavidad, explorando su boca con la lengua. Ella notó el beso recorrerla hasta los pies. Sus pezones se endurecieron, aunque sólo la había tocado la muñeca y la boca. Su piel comenzó a arder. Cuando él deslizó la lengua por sus labios, recordó un momento más íntimo y sintió calor entre los muslos.
Él debió notar que se había excitado. Ella sabía que él también lo estaba. Aún así, Nick se apartó y la miró largamente.

—Vete a descansar, Miley. Vas a hacer un gran examen.
—Gracias —dijo ella. Inhaló lenta y deliberadamente para despejarse la cabeza. Luego se apartó—. Buenas noches.
Al subir las escaleras, sabía que tenía algo más que agradecerle. Dos segundos más con esos labios besándola y se hubiera olvidado por completo de la civilización occidental.
Nick abrió la puerta e inmediatamente notó el aroma agripicante de comida china. Miley corrió hacia él, con el pelo flotando a la espalda, los ojos oscuros chispeantes de alegría.
—¿Qué tal te…?

—¡Lo hice! ¡Lo hice! —se arrojó en sus brazos—. No aprobé el examen. ¡Lo conquisté! —Miley daba saltos por el vestíbulo—. Estuve genial.
Su exuberancia lo contagió, y se sintió orgulloso de ella. Se echó a reír.
—Ya me imagino que estuviste genial, señorita Miley. ¿Estuviste tan abrasadora que tuvieron que llamar a los bomberos? —se burló.
—No —Miley le dio un puñetazo cariñoso en el hombro—. Pero lo hice muy bien. Y tú eres responsable en parte.
—No —negó Nick con la cabeza—. Tú…
—Claro que sí. Deja de discutir. Te pasas el día discutiendo —le dijo, empujándolo hacia la cocina—. No he tenido tiempo de preparar una buena cena, así que compré comida china y una botella de champán barato. No es mucho —dijo—. Pero gracias.
Nick la miró a los ojos y sintió una patada de deseo en el estómago. Miley tenía razón. Tenía que dejarla en paz. Era demasiado emocional, demasiado poco convencional, demasiado vulnerable. El único problema era que ahora que la había probado, no la deseaba menos. La deseaba más.

—Fue un placer —le dijo, sentándose a la mesa.
Compartieron gambas con nueces, pollo con bambú y setas, y arroz. Nick no sabía si Miley estaba borracha por su éxito o por las dos copas de champán que había bebido. Sólo sabía que no podía quitarle los ojos de encima.
Después del postre, ella insistió en volver a llenarle el vaso y acabó derramándole parte del líquido en la camisa. Dio un gritito, arrepentida.
—Lo siento mucho.
—No pasa nada —él se desabrochó los puños—. La camisa es de algodón y mañana le tocaba tintorería.
—Menos mal. Lo siento —repitió con una mueca—, pero si no hubieras movido el vaso, no lo habría derramado.
Él se sorprendió al oír el suave reproche. Le echaba la culpa por haber derramado el champán. Riéndose, se puso en pie.
—¿Eso crees? —preguntó, rodeando la botella con las manos e inclinándola hacia su pecho.

Miley aulló cuando el frío líquido la empapó la camisa. Lo miró con la boca abierta.
—¡Me has tirado el champán por encima!
—No lo he tirado —se burló él—. He derramado un poco —dijo. Se dejó llevar por un impulso malvado y quitándole la botella, le echó más—. Esto es tirártelo por encima.
—No me lo puedo creer —le dio un empujón—. Siempre tan ordenado, controlado y perfecto y ¡me has empapado!

Él dejó la botella de champán, de acuerdo con ella. Llevaba tiempo evitando todo tipo de desorden y perdiéndose muchas cosas. Aún riendo, se desabrochó la camisa.
—Se me había olvidado lo divertido que puede ser descontrolarse de vez en cuando. Ven —dijo, alcanzándola—. Deja que te ayude.
—¡Ayudarme! —rugió ella—. Después de tirármelo por encima.
—Sólo quiero ayudarte a quitarte la blusa mojada —dijo, encerrándola entre sus brazos, húmeda y escurridiza.

—¿Y qué más? —preguntó ella con tono seco, pero sin apartarse.
—Todo lo demás —dijo él, acariciándole la mejilla—. Sabes que te deseo.
—Creí que ibas a dejar de enredarme los enchufes —musitó ella, con un destello de pasión en los ojos, que cerró inmediatamente.
—Iba a hacerlo. No funcionó.
Ella suspiró, abrió los ojos y se enfrentó a su mirada.
—¿Qué voy a hacer contigo?
—Tengo algunas sugerencias —dijo Nick, acercando su boca—. Pero me gustaría empezar a mí. 1313
—Maldito seas —se quejó ella, pero aceptó el beso.

Su boca era suave, dulce y cálida. La pasión se encendió como dinamita. Nick estaba acostumbrado al control y Miley no sólo le hacía perderlo, hacía que disfrutara perdiéndolo. Apartó las cajas de comida a un lado, desabrochó la blusa y el sujetador y la reclinó suavemente sobre la mesa de la cocina.
Deslizó la boca hasta su pecho y paseó la lengua entre sus senos, probando la embriagadora combinación del sabor de su piel y el champán. Tomó un pezón en su boca y lo chupó suavemente. Ella se estremeció bajo él y tiró de sus pantalones mientras él le bajaba los vaqueros.

Nick quería todo al mismo tiempo. Quería tomarla con las manos, con la boca y con el cuerpo. Quería estar dentro de ella. «Tranquilo», se dijo, inhalando una bocanada de aire. Agarró la botella de champán y derramó un poco en su vientre.
Ella gritó sobresaltada, clavándole los dedos en los brazos.
—¿Que vas a…?
Él vio el líquido deslizarse por su abdomen y desaparecer entre sus muslos.
—Tranquila —dijo, y siguió las gotas con la lengua. Quería disfrutar de toda la intimidad que un hombre puede tener con una mujer. Quería sentirse lo más cerca posible de ella. Probó la suavidad aterciopelada de su femineidad, acariciándola y sintiendo cómo se hinchaba con el contacto de su lengua y de sus labios. Con cada movimiento de su cuerpo, él se excitaba más y más. Ella enredó los dedos en su cabello y gritó de placer.
Su sabor y sus gemidos eran como una droga, y no podía parar. Una y otra vez, la tomó con la boca, llevándola más allá del límite.

—¡Para! —suplicó ella por fin, con voz ronca—. No puedo… Quiero… —movió la cabeza. Sus ojos oscuros expresaban todo lo que no podía decir con palabras. Lo acarició con la mano y Nick volvió a sentir que lo consumía el deseo de hacerla suya.

Se puso protección y la penetró. Ella lo apretó con sus músculos internos, y Nick la siguió a un lugar donde Miley era el centro del mundo. Notó que el control lo abandonaba como una espiral, y en medio de su ansiedad por poseerla, se preguntó si no sería ella quien lo estaba poseyendo. 

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