jueves, 8 de noviembre de 2012

Durmiendo con su Rival capitulo 23




El sábado por la tarde, Demi regresó a su casa de piedra. Necesitaba estar sola, tener unas horas de soledad antes de volver a casa de Joe y prepararse para la fiesta, la gala de los años veinte en la que ter­minaría su relación con el hombre al que amaba.
Demi se sentó en el sofá con la mirada perdida, como si fuera un zombi. ¿Cómo iba a arreglárselas para entrar en la hacienda de los Jonas y ac­tuar como si no tuviera el corazón roto en mil pe­dazos?
Parpadeó y recorrió con la mirada su equipo de imagen y sonido: la televisión, el estéreo, el repro­ductor de Dvd... Luego detuvo la vista ante su co­lección de películas y pensó en la madre de Joe, la hermosa actriz que había cometido un acto trá­gico y egoísta.

«Maldita seas, Danielle», pensó para sus aden­tros. «Maldita seas por haber herido a tu hijo, por haberlo hecho tan cauteloso, por transformar su visión del matrimonio y la maternidad».
Joe se merecía algo mejor. Se merecía una ma­dre a la que le importara, que hubiera permane­cido a su lado para verlo crecer.
El sonido de la puerta interrumpió sus pensa­mientos. Demi exhaló un profundo suspiro y pensó que alguna de sus hermanas debía estar en la puerta. Al abrir comprobó que se trataba de Rita. La enfermera le dedicó una sonrisa triste.
Rita, ¿qué te ocurre? Pareces abatida.
-He recibido otro regalo de mi admirador se­creto. Y necesitaba hablarlo con alguien.
-Vamos, pasa -dijo Demi—. Tal vez se trata de un regalo por tu cumpleaños -aseguró, recordando la cercanía de la fecha.

Rita negó con la cabeza mientras entraba en el apartamento y se sentaba en el sofá.
-No. Si no, llevaría una tarjeta.
-¿Te preocupa que ese tipo pueda ser peli­groso? -le preguntó
Demi sentándose a su lado mientras estudiaba la expresión preocupada del rostro de su hermana.
-No lo sé. Tal vez.
-¿Es un regalo demasiado personal? ¿Algo se­xual?
-No -respondió Rita pasándose la mano por la melena-. El regalo no tenía nada perturbador. De hecho, nunca me ha regalado nada que no pa­rezca bienintencionado, pero no puedo apartar de mí esta incómoda sensación.
-¿Intuición femenina? -preguntó Demi.
-Tal vez. O a lo mejor es un miedo ancestral ali­mentado por mi imaginación. Hay mucho tipo raro por ahí suelto.
-¿Has pensado en llamar a la policía? -pre­guntó su hermana frunciendo el ceño.
-No creo que sirviera para nada -aseguró Rita con un suspiro-. No tengo ninguna prueba de que sea un acosador. Ni siquiera sé quién es.

-De todas maneras, tal vez podrías poner una denuncia —insistió Demi.
-Lo haré si hace algo que pueda interpretarse como amenazador. Pero por ahora, sólo tenía ga­nas de desahogarme -concluyó Rita antes de mi­rar fijamente a su hermana-. ¿Y qué me dices de ti? ¿Te va todo bien?
Demi sintió cómo se le encogía de pronto el co­razón. No le había contado a su hermana sus fan­tasías respecto a convertirse en la esposa del ase­sor, pero seguramente sus ojos reflejaban la verdad.
-Digamos que voy tirando.
-Eso no suena muy alentador.

-Lo sé, pero hago lo que puedo —aseguró Demi clavando la vista de nuevo en su colección de pelí­culas-. Rita, ¿qué sabes del suicidio? ¿Qué lleva a una persona a cometerlo?
-Oh, Dios mío... ¿A qué viene esto ahora? ¿Se­guro que estás bien?
-Lo siento, tenía que haberme explicado mejor -aseguró observando la preocupación en el rostro de Rita-. Tengo un amigo que lo está pasando muy mal por el suicido de su madre. Ocurrió cuando él era un bebé, pero se ha enterado hace poco.
-¿Dejó alguna nota?
-Sí. Al parecer, se deprimió profundamente cuando él nació. Estaba obsesionada por haber de­jado su carrera y sentía pánico por tener que criar a un hijo. ¿Puedes imaginarte a una madre prime­riza así de desesperada, así de egoísta?
-Claro que puedo -respondió Rita en tono pro­fesional-. ¿No has oído hablar nunca de la psicosis post parto?

-¿Te refieres a la depresión post parto? -pre­guntó Demi acercándose un poco más a ella.
-Algo parecido, pero un grado mucho mayor. Las madres primerizas afectadas por este sín­drome experimentan síntomas graves y en ocasio­nes exhiben un comportamiento muy extraño. Los casos más leves desaparecen por sí mismos, pero si es un caso grave y no se le trata a tiempo, puede llevar al desastre.
-¿Al suicido, por ejemplo? -preguntó Demi.
-Desde luego. Pero no puedo hablar del caso concreto de la madre de tu amigo sin ver su histo­rial médico.
-Claro.
Pero eso no significaba que no pudiera mencio­narle el asunto a Joe.
Demi regresó unas horas más tarde a casa de Joe. Lo encontró en el patio, con el cabello albo­rotado por el viento.

Se estaba tomando una taza de café mientras observaba la puesta de sol. El aire era frío, y el cielo estaba cubierto de nubes.
-Ya has vuelto... -dijo Joe girándose al oírla llegar.
Demi se sentó frente a él, deseando de corazón poder calmar su dolor, deseando que juntos pu­dieran descubrir la verdad que se ocultaba tras el suicidio de Danielle.
-Tengo algo que decirte, Joe.
-Yo también tengo algo que decirte —respondió él clavando de nuevo la vista en el horizonte con el ceño fruncido.
-¿Qué ocurre? —preguntó Demi pensando que, al verlo tan preocupado, sus noticias podían esperar.
-Tara va a venir a la fiesta —respondió Joe mi­rándola a los ojos.
Demi sintió que la sangre se le subía a la cabeza. ¿Su ex amante iba a asistir a su ruptura?
 -¿La has invitado tú?
-No. Llamó su agente para decir que vendría.
-¿Por qué?

-No lo sé. Pero dijo que ella quería hablar con­migo. En privado. De algo importante.
¿Cómo de importante?, se preguntó Demi. ¿Tendría pensado Tara interpretar una obra para él, decirle que lo echaba mucho de menos, que su matrimonio hacía aguas y que necesitaba con­suelo, amor, o sexo?
Demi se abrazó a sí misma y consiguió por orgu­llo mantener una apariencia de calma. ¿Cómo po­dría competir con Tara Shaw, el único y verdadero amor de la vida de Joe?
-¿Estás nervioso por volver a verla?

-Histérico. No puedo creer que esto vaya a su­ceder. Y menos esta noche.
Demi estaba de acuerdo. Aquella noche, cuando su pelea simulada dejaría libre a Joe.
-¿Cómo es posible que se haya autoinvitado? Eso no está bien.
-Tal vez no, pero en las revistas ya se rumorea­ba que iba a venir a la fiesta.
Rumores que él mismo había comenzado, pensó Demi. Tal vez, en el fondo de su corazón, Joe quería que Tara apareciera. Tal vez deseaba volver a verla aunque fuera una vez.
-¿Vendrá acompañada por su marido? -pre­gunto esperanzada.
-No. Su agente dijo que llegaría sola. O con su guardaespaldas, supongo. Sobre las nueve.

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