—¿Hace falta que
hable con tu padre o tu madre?
—¡No! —Miley se
volvió hacia él, sobresaltada—. No. Ni con mi padre, ni con mi madre —dijo con
expresión abatida—. Espero que nunca se enteren de esto.
—¿Es tan difícil
simular que eres mi prometida? —preguntó él acariciándole la mejilla.
—No —contestó Miley
rápidamente—. Al menos no con la gente que no conozco. Pero quiero ser honesta,
especialmente con gente como Lissa
Roberts y mi madre y…
—¿Lissa Roberts? —preguntó
Nick.
—Sí. Hoy la
llevé de compras y al cine, me hizo muchas preguntas sobre nosotros.
—¿La convenciste
para que saliera? —preguntó asombrado—. Su madre dice que se niega a salir de
casa excepto para ir al médico. ¿Qué has hecho? ¿Embrujarla?
—Creo que elegí
el momento adecuado. Lissa empezaba a aburrirse.
—Ya estás otra
vez minimizando las cosas.
—¿Minimizando? —Miley
arrugó el entrecejo, como si no comprendiera.
—Siempre lo
haces —dijo Nick—. Le
quitas importancia al efecto que tienes sobre la gente.
—No lo hago.
—Sí lo haces.
—No. Yo…
—¿De verdad
quieres discutir con un hombre que se gana la vida discutiendo? —preguntó Nick, tapándole la
boca con la mano.
Miley lo miró
furiosa y le mordió un dedo. Nick
rió con sorpresa y la estrechó entre sus brazos.
—Dios me ayude
¡esta mujer muerde!
—Te lo mereces
—barbotó ella.
—Volviendo al
tema original —dijo Nick—.
No te das cuenta del efecto que tienes sobre la gente. Ten cuidado de no
involucrarte emocionalmente con mis clientes.
—Eso es como
pedirme que no respire. No puedo imaginarme no involucrarme
con alguien que se siente tan herido como Lissa —dijo con pasión y sonrió—.
Menos mal que no soy abogada ¿no?
—Sí —murmuró él,
pero notó que seguía incómoda por algo—. ¿Qué te preguntó Lissa? —insistió. Miley
gruñó y se apartó de él.
—Preguntó por ti
y por tu atracción por mí. Después mencionó… —movió la cabeza, poniéndose
pálida—. Bebés.
—¿Bebés? —Nick respiró con
dificultad y se aclaró la garganta, intentando controlar el tono de su voz.
—Eso mismo dije
yo —comentó ella—. Después de tirarme medio helado por encima. Pude soportar lo
del anillo, pero hablar de niños es un poco demasiado.
—¿Qué le
dijiste? —preguntó él, hirviendo de curiosidad.
—Como no hemos
hablado de niños —dijo irónica—, me inventé la respuesta. Le conté que tú
querías que acabara la carrera porque es muy importante para mí, y eso hace que
sea importante para ti.
—No es ninguna
mentira —reflexionó Nick.
—A veces resulta
difícil estar comprometida contigo sin estarlo de verdad —suspiró ella.
—Es extraño,
pero sé exactamente lo que quieres decir. Tú y yo seríamos mucho más felices si
no tuviéramos que estar pendientes del resto del mundo.
—Pero nos
comprometimos precisamente por el resto del mundo —le recordó Miley.
—Sí —asintió Nick, pero no podía
quitarse de la cabeza la imagen de Miley llevando en su vientre a un hijo suyo.
La miró a los ojos y vio cómo serían los ojos del bebé. El corazón le dio un
vuelco. Esperó que lo asaltara una sensación de pánico, de rechazo a la idea de
tener niños. Esperó, pero la sensación de calidez persistió. Notó un zumbido de
añoranza en su interior.
Eso, sí
que lo puso nervioso.
La noche
siguiente, Nick y Miley
se vistieron para asistir a una fiesta de Navidad en casa de Anna Vincent. Como
si ambos fueran conscientes de que se les acababa el tiempo, habían pasado todo
el día en casa, escondiéndose del exterior y disfrutando de su intimidad.
Charlaron y bromearon, y minuto a minuto Miley se sentía más vulnerable a las
atenciones de Nick.
Nick la esperaba al
final de la escalera. La recorrió apreciativamente con los ojos.
—Estás preciosa,
pero se nota que no quieres ir.
—Se suponía que
no te ibas a dar cuenta —consiguió bromear Miley, nerviosa.
—¿De que estás
preciosa? —preguntó él intrigado.
—No —Miley puso
los ojos en blanco—. De que no me apetece ir. Se suponía que mi belleza iba a
apabullarte de tal modo que no te fijarías en nada más. Pero nooooo, claro, el
señor tenía que utilizar sus súper-poderes de Comando Guerrero y adivinarme el
pensamiento.
—Súper-poderes
—rió él secamente—. Más bien años de experiencia tomando declaraciones y
aprendiendo a leer un rostro. No hace falta que vayamos —dijo.
La intensa
pasión de su mirada hizo que se sintiera mareada y respiró cuidadosamente.
—Sí tenemos que
ir, o Anna Vincent te
repudiará como vecino. Hoy ha llamado tres veces para asegurarse de que vamos.
—No nos
quedaremos mucho tiempo —rezongó Nick,
acariciándole la barbilla.
La promesa que
encerraba su voz recorrió el cuerpo de Miley como un latigazo. Sería demasiado
fácil acostumbrarse a estar con él, a sentir que le pertenecía. Aprendería
rápidamente a esperar sus continuas atenciones.
Sería un gran
error, pensó, agarrándose a su brazo para ir a casa de Anna. La entrada
estaba llena de coches y la casa iluminada con luces navideñas.
—Parece que Anna tiene
la casa a tope —dijo Miley. Nick
pulsó el timbre.
—Así será más
fácil escaparnos temprano —dijo Nick,
besándola el cuello.
Anna abrió la puerta
y sonrió alegremente. Se volvió con presteza.
—Son Nick y Miley —les
gritó a los invitados.
—¡Sorpresa!
—gritaron multitud de voces.
Inmediatamente
siguió un coro de felicitaciones y enhorabuenas.
Miley tardó unos
instantes en comprender la situación. Se le cayó el alma a los pies.
—Ay mamamía
—musitó, juntando las palabras—. Una fiesta sorpresa por nuestro compromiso.
—Besa a la
novia, Nick. Estáis
bajo el muérdago —dijo Anna—.
Después podemos empezar con los brindis y los regalos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario