viernes, 30 de noviembre de 2012

Amor Desesperado Capitulo 24





—¿Hace falta que hable con tu padre o tu madre?
—¡No! —Miley se volvió hacia él, sobresaltada—. No. Ni con mi padre, ni con mi madre —dijo con expresión abatida—. Espero que nunca se enteren de esto.
—¿Es tan difícil simular que eres mi prometida? —preguntó él acariciándole la mejilla.
—No —contestó Miley rápidamente—. Al menos no con la gente que no conozco. Pero quiero ser honesta, especialmente con gente como Lissa Roberts y mi madre y…
—¿Lissa Roberts? —preguntó Nick.

—Sí. Hoy la llevé de compras y al cine, me hizo muchas preguntas sobre nosotros.
—¿La convenciste para que saliera? —preguntó asombrado—. Su madre dice que se niega a salir de casa excepto para ir al médico. ¿Qué has hecho? ¿Embrujarla?
—Creo que elegí el momento adecuado. Lissa empezaba a aburrirse.
—Ya estás otra vez minimizando las cosas.
—¿Minimizando? —Miley arrugó el entrecejo, como si no comprendiera.
—Siempre lo haces —dijo Nick—. Le quitas importancia al efecto que tienes sobre la gente.
—No lo hago.
—Sí lo haces.
—No. Yo…
—¿De verdad quieres discutir con un hombre que se gana la vida discutiendo? —preguntó Nick, tapándole la boca con la mano.
Miley lo miró furiosa y le mordió un dedo. Nick rió con sorpresa y la estrechó entre sus brazos.
—Dios me ayude ¡esta mujer muerde!
—Te lo mereces —barbotó ella.
—Volviendo al tema original —dijo Nick—. No te das cuenta del efecto que tienes sobre la gente. Ten cuidado de no involucrarte emocionalmente con mis clientes.
—Eso es como pedirme que no respire. No puedo imaginarme no involucrarme con alguien que se siente tan herido como Lissa —dijo con pasión y sonrió—. Menos mal que no soy abogada ¿no?
—Sí —murmuró él, pero notó que seguía incómoda por algo—. ¿Qué te preguntó Lissa? —insistió. Miley gruñó y se apartó de él.
—Preguntó por ti y por tu atracción por mí. Después mencionó… —movió la cabeza, poniéndose pálida—. Bebés.
—¿Bebés? —Nick respiró con dificultad y se aclaró la garganta, intentando controlar el tono de su voz.

—Eso mismo dije yo —comentó ella—. Después de tirarme medio helado por encima. Pude soportar lo del anillo, pero hablar de niños es un poco demasiado.
—¿Qué le dijiste? —preguntó él, hirviendo de curiosidad.
—Como no hemos hablado de niños —dijo irónica—, me inventé la respuesta. Le conté que tú querías que acabara la carrera porque es muy importante para mí, y eso hace que sea importante para ti.
—No es ninguna mentira —reflexionó Nick.
—A veces resulta difícil estar comprometida contigo sin estarlo de verdad —suspiró ella.
—Es extraño, pero sé exactamente lo que quieres decir. Tú y yo seríamos mucho más felices si no tuviéramos que estar pendientes del resto del mundo.

—Pero nos comprometimos precisamente por el resto del mundo —le recordó Miley.
—Sí —asintió Nick, pero no podía quitarse de la cabeza la imagen de Miley llevando en su vientre a un hijo suyo. La miró a los ojos y vio cómo serían los ojos del bebé. El corazón le dio un vuelco. Esperó que lo asaltara una sensación de pánico, de rechazo a la idea de tener niños. Esperó, pero la sensación de calidez persistió. Notó un zumbido de añoranza en su interior.
Eso, sí que lo puso nervioso.

La noche siguiente, Nick y Miley se vistieron para asistir a una fiesta de Navidad en casa de Anna Vincent. Como si ambos fueran conscientes de que se les acababa el tiempo, habían pasado todo el día en casa, escondiéndose del exterior y disfrutando de su intimidad. Charlaron y bromearon, y minuto a minuto Miley se sentía más vulnerable a las atenciones de Nick.

Nick la esperaba al final de la escalera. La recorrió apreciativamente con los ojos.
—Estás preciosa, pero se nota que no quieres ir.
—Se suponía que no te ibas a dar cuenta —consiguió bromear Miley, nerviosa.
—¿De que estás preciosa? —preguntó él intrigado.
—No —Miley puso los ojos en blanco—. De que no me apetece ir. Se suponía que mi belleza iba a apabullarte de tal modo que no te fijarías en nada más. Pero nooooo, claro, el señor tenía que utilizar sus súper-poderes de Comando Guerrero y adivinarme el pensamiento.

—Súper-poderes —rió él secamente—. Más bien años de experiencia tomando declaraciones y aprendiendo a leer un rostro. No hace falta que vayamos —dijo.
La intensa pasión de su mirada hizo que se sintiera mareada y respiró cuidadosamente.
—Sí tenemos que ir, o Anna Vincent te repudiará como vecino. Hoy ha llamado tres veces para asegurarse de que vamos.

—No nos quedaremos mucho tiempo —rezongó Nick, acariciándole la barbilla.
La promesa que encerraba su voz recorrió el cuerpo de Miley como un latigazo. Sería demasiado fácil acostumbrarse a estar con él, a sentir que le pertenecía. Aprendería rápidamente a esperar sus continuas atenciones.
Sería un gran error, pensó, agarrándose a su brazo para ir a casa de Anna. La entrada estaba llena de coches y la casa iluminada con luces navideñas.
—Parece que Anna tiene la casa a tope —dijo Miley. Nick pulsó el timbre.
—Así será más fácil escaparnos temprano —dijo Nick, besándola el cuello.
Anna abrió la puerta y sonrió alegremente. Se volvió con presteza.
—Son Nick y Miley —les gritó a los invitados.
—¡Sorpresa! —gritaron multitud de voces.

Inmediatamente siguió un coro de felicitaciones y enhorabuenas.
Miley tardó unos instantes en comprender la situación. Se le cayó el alma a los pies.
—Ay mamamía —musitó, juntando las palabras—. Una fiesta sorpresa por nuestro compromiso.
—Besa a la novia, Nick. Estáis bajo el muérdago —dijo Anna—. Después podemos empezar con los brindis y los regalos.

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