lunes, 12 de noviembre de 2012

Seductoramente Tuya Capitulo 5





—He pasado demasiado tiempo en Broadway, sin llegar a estar dentro de Broadway Demi frunció la nariz. Me apetecía cambiar. He firmado otro año más en el instituto de Honoria. Los chicos quieren representar Grease la primavera que viene y les he prometido que los ayudaría.
—Parece todo un reto.
—Llevará la mayor parte del año prepararlo.
—Entonces, ¿vas a dejar la interpretación?
—Yo no he dicho eso. Solo me estoy tomando un respiro un par de años.
Joseph sabía lo que un respiro de un par de años podía suponer en la carrera de una actriz... y más para una mujer que se acercaba a los treinta. Estaba claro que Demi no le estaba contando todo, aunque tampoco era de su incumbencia, claro. Simplemente, se preguntaba cuánto tiempo estaría contenta viviendo en Honoria después de su vivencia en Nueva York.
—Tengo que volver con los chicos  dijo tras volver a consultar el reloj. Gracias de nuevo, Demi. Si alguna vez necesitas algo... te debo una.
—Lo recordaré Demi esbozó una sonrisa divertida. Luego se levantó del sofá y lo acompañó a la puerta. Me he alegrado de verte, Joe.
—Igualmente contestó él, lo cual era cierto de alguna extraña manera—. Buenas noches, Demi.
Esta lo rozó con un brazo al ir a abrir la puerta. Y la reacción de Joseph a un contacto tan insignificante fue desproporcionada... lo que demostraba lo estresante que había sido el día, decidió él. Lo había dejado agotado. Nada más...
Demi esperó a que Joseph hubiera cerrado la puerta para desplomarse sobre el sofá. «Guau», pensó aturdida. Si ya era un chico increíble en el instituto, se había convertido en un hombre todavía más atractivo.
Seguía pareciendo tan distante y evasivo con ella como entonces. Y seguía mirándola de un modo que le aceleraba el corazón. Al menos había logrado ocultar la reacción de su cuerpo ante él.
No, en esa ocasión no permitiría que Joseph le rompiese el corazón. Si ocurría algo entre los dos, lo cual no había descartado, sería según sus propias condiciones.
Como en la mayoría de las ciudades pequeñas, comprar en el supermercado de Honoria era un gran acontecimiento social. Antes o después, todos acababan allí. Era casi imposible pararse a comprar un artículo sin toparse, con algún conocido.
Vestida con un top a rayas, pantalones cortos color caqui y unas sandalias, Demi se atusó el cabello y aplicó una barra de cacao sobre sus labios antes de entrar en el almacén el viernes por la tarde. Se cruzó con tres personas antes de conseguir el carrito para la compra. Todos querían hablar con ella de lo que había ocurrido en la piscina días atrás, esa misma semana.
La exasperaba, aunque no la sorprendía en exceso, que el incidente se hubiera ido exagerando de unos a otros; en especial, la intervención de ella.
— ¡Arriesgaste la vida para salvar a ese niño! —Dijo la canosa Mildred Scott con admiración—. Deberían concederte una medalla, Demi.
—Mi vida no estuvo nunca en peligro, señora Scott —replicó Demi con paciencia tras agarrar por fin un carrito—. Solo saqué al chico del agua.
—¡Qué modesta! —Dijo la señora Scott, la cual prefería claramente la versión que le había llegado a ella—. Aun así, creo que le pediré al alcalde que te conceda esa medalla.       
—Señora Scott, le agradecería que no... Pero la mujer se alejó sin esperar a que la disuadieran. Demi suspiró y empujó el carrito hacia el sector de cosméticos. Un trío de adolescentes con las manos llenas de cosméticos la abordaron.
—Hola, señorita Lovato la saludaron a coro, adoptando el tono que emplea cualquier chico ante un profesor.
Aunque sabía que en esos momentos no tenía aspecto de profesora, también Demi adoptó un tono de maestra:
—Hola, chicas. ¿Contentas con las vacaciones?
Las tres asintieron efusivamente y luego se marcharon entre risillas y susurros. De pronto, Demi se sintió mayor. Era curioso lo relativa que era la edad, pensó mientras tomaba una caja de toallitas desmaquillado-ras y avanzaba hacia los dentífricos. Para la anciana señora Scott, Demi era una chiquilla. Pero las adolescentes debían considerarla una anciana a sus casi veintinueve años, se dijo mientras echaba hilo dental al carrito, para dirigirse hacia la sección de artículos de limpieza acto seguido.
Agarró un limpia cristales de un estante y lo tiró sobre el resto de la compra.
Dos cosas más y habría terminado con la lista.
De pronto, notó que tiraban de sus pantalones. Demi miró hacia abajo y alzó las cejas al reconocer al niñito rubio al que había salvado.
—Hola, Sam.
—Hola —contestó este en tono tristón, sin apartar sus azules ojos de la cara de Demi.
— ¿Has venido con tu papá? —preguntó ella, mirando en derredor.
—Estoy con la abuela —repuso el niño tras negar con la cabeza.
—¿Dónde está?
—Ahí —Sam apuntó hacia un lado vagamente.
—¿Sabe dónde estás?
El chico se encogió de hombros, claramente despreocupado.
Un niño curioso, pensó Demi mientras examinaba su seria carita. Seguro que alguna vez se reiría, pero todavía no lo había oído. Sam seguía mirándola, como esperando que dijese o hiciese algo interesante.
—¿Cómo estás?
—Bien —contestó el niño. Luego se calló de nuevo sin dejar de mirarla.
Estaba ya pensando en ponerse a bailar claque, solo para no decepcionarlo, cuando Bobbie, Jonas apareció:
— ¡Estás aquí! ¿Por qué te has ido corriendo como...? Ah, hola, Demi.
Con la misma sensación que debían de haber tenido las alumnas adolescentes de antes, Demi contestó a su antigua profesora de instituto con educación:
—Hola, señora Jonas .
—Te he dicho que me llames Bobbie — respondió esta—. Ahora somos colegas. Además, estoy en deuda contigo por haber salvado a mi nieto.
Dado que Bobbie ya la había llamado por teléfono para expresarle su gratitud, no veía necesario volver sobre el tema. A fin de cambiar de conversación, sonrió a la hermanita de Sam, sentada en el carrito de la compra.
—Hola, Abbie. ¿Cómo estás?
—Muu —contestó la niñita.
—Estábamos jugando a los animales — explicó Bobbie—. Acaba de decirte cómo hacen las vacas.
—Muy bien, Abbie.
La niña rió y aplaudió. Su hermano, todavía serio, volvió a tirarle de los pantalones:
—Tengo un libro nuevo le dijo cuando hubo captado su atención.
—¿De verdad? Enséñamelo lo animó Demi. Los osos ingeniosos leyó después de que Sam se lo dejara.
—Es sobre un oso y su hermanita, que pasan la noche en casa de su abuela comentó Sam.
—Seguro que está muy bien Demi le devolvió el cuento. ¿Te gusta leer, Sam?
Bobbie, que no era de las que están calladas mucho tiempo, respondió por su nieto:
—Sam siempre tiene un libro en las manos... igualito que su padre cuando era pequeño.
—Está claro que a Joseph le dio sus frutos murmuró Demi, que en su día había considerado a Joseph Jonas como el chico más inteligente del instituto. Y el más atractivo de Honoria. Recordó su aspecto de la otra noche, con el pelo rubio impecablemente peinado, sus ojos azules y serios, su afeitado apurado y sus pómulos y mentón pronunciados, y comprendió que no había cambiado su opinión al respecto.
—Me gustaría invitarte a cenar le propuso Bobbie de repente. En agradecimiento por rescatar a Sam.
—Es muy amable por tu parte, pero no es...
— ¿Estás libre mañana por la tarde?, ¿a las siete?
—Yo...
—Perfecto. Entonces te esperamos. Venga, Sam, tenemos que irnos.
Sam siguió mirando a Demi:
— ¿Vas a ir a cenar a casa de la abuela?
Demi se preguntó si alguien habría logrado rechazar alguna vez una invitación de Bobbie.

No hay comentarios:

Publicar un comentario