A continuación
la besó, borrando todo pensamiento que no fuera él. Sus manos y su boca eran
como un fuego abrasador, que destruía todo su dolor. En sus brazos, el mundo
exterior desaparecía. Nick
lamió sus lágrimas, llevándose así toda la soledad de sus
sentimientos.
Ella deseaba ser
la mujer que encendiera su pasión, que le hiciera perder parte de su preciado
control. Quería ser la mujer en la que él confiara, la mujer que él buscara
para celebrar sus éxitos o llorar sus derrotas. Temía que la poseyera y al
mismo tiempo lo deseaba.
—Quiero hacerte
el amor. Ahora —dijo él—. No ha habido un segundo en toda la noche en el que no
deseara sacarte de casa de Anna
para estar a solas contigo.
Respiraba
agitado, y al rozarse contra él notó su excitación. Su deseo era como gasolina,
y ella ya estaba en llamas. Sin hablar, lo besó con la boca abierta y comenzó a
tirar de su camisa y de sus pantalones.
Él le desabrochó
el vestido, bajándoselo junto con las medias. Un segundo después el sujetador
se unía al resto de la ropa. Nick
la apretó contra sí.
—Arriba
—murmuró, arrastrando la boca hacia sus senos. Soltó una maldición —¿Cómo es
posible que sea demasiado rápido y al mismo tiempo no lo suficientemente
rápido?
Si las cuerdas
vocales de ella hubieran funcionado, le habría dicho «Igual que tú eres
demasiado para mí, y aún así quiero más.»
Subieron las
escaleras juntos, besándose y acariciándose escalón a escalón. Él sabía
exactamente dónde tocarla, exactamente cómo besarla. Miley ardía. Una vez en el
oscuro dormitorio, la besó de forma tan posesiva y sexual que la hizo gemir.
—Tengo que
tranquilizarme —masculló Nick.
—No —protestó
ella.
—Sí —insistió
él, respirando con dificultad. La arrastró con él hacia el equipo de música,
pulsó el interruptor y una suave música de jazz inundó la habitación.
La atrajo junto
a sí, la besó y comenzó a moverse.
—¿Qué haces?
—gimió Miley, todo su cuerpo pedía más a gritos.
—Estamos
bailando —dijo él.
—Estamos
desnudos.
—Ya lo sé.
Acercó el torso
a su pecho, estimulando sus pezones. Seductor, frotó su sexo entre sus piernas,
haciendo que se sintiera húmeda e hinchada. Miley inhaló su aroma.
Deseaba ahogarse
en las sensaciones que él evocaba. Todo en él la atraía, jugueteaba con sus
sentidos. Estaba deliciosamente cerca, pero no lo suficiente. Con el corazón a
mil por hora, levantó la boca hacia él.
A Nick, el contacto de
su lengua, unido a su movimiento, íntimo y rítmico, le pareció tan erótico que
se quedó sin aire.
—Eres
maravillosa —le dijo, deslizando las manos hasta su trasero.
—Oh, Nick —murmuró—. Te
quiero… —se interrumpió cuando volvió a besarla.
— ¿Cómo me
quieres, Miley? —preguntó con voz sedosa y sensual.
En otro momento,
su deseo la habría hecho sonrojarse, pero su cuerpo ardía de pasión.
—Te quiero…
—tragó saliva—… dentro de mí.
Los ojos de él
brillaron como ascuas cuando la apoyó contra la pared. La levantó y ella,
instintivamente, le rodeó la cintura con las piernas.
Centímetro a
centímetro, se deslizó dentro de ella.
Miley gimió,
contrayéndose alrededor de él. Su posesión era tan intensa que le costaba
mantener los ojos abiertos y no quería perderse un segundo de verlo o sentirlo.
Él respiró
profundamente y comenzó moverse.
—Eres
maravillosa, perfecta. No me canso de ti.
Con un ritmo
devastador, la llenó por completo, y Miley deseó que sus palabras fueran
ciertas. Durante mucho más que una sola noche.
Nick no la dejó salir de
la cama hasta el mediodía siguiente. Por enésima vez, su mano le rodeó la
cintura cuando intentaba escaparse de la cama.
Lánguida tras una intensa noche de amor, Miley se
dejó caer en la cama riendo.
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