sábado, 17 de noviembre de 2012

Pasion Peligrosa Capitulo 6





Demi pensó en voz baja que Joe tenía veinticuatro años y que la edad era un término relativo. Ella lo sabía mejor que nadie.
Si Joe hubiera permanecido en el Departamento de Policía de Boston, seguramente habría tardado varios años en optar al puesto de detective. Pero en Moriah's Landing la experiencia de la gran ciudad te catapultaba de forma inmediata a los puestos de mayor rango. La mayor parte del personal, incluido el Jefe de Policía Redfern, apenas tenía experiencia y su entrenamiento era casi nulo con referencia a los requisitos exigidos por la Commonwealth. Tanto si le gustaba a William Pierce como si no, la ciudad tenía suerte de contar con Joe.

—Sé lo que me hago —dijo con frialdad.
—Eso espero —señaló William con un indefinible tono de crispación.
¿Acaso su recelo se debía a la juventud de Joe o estaba relacionado con su pasado? Antes de su partida, Joe había tenido más de un enfrentamiento con las autoridades locales. Los cargos nunca habían sido demasiado serios. La mayoría de las veces lo habían acusado de vandalismo o de robar coches. Pero nunca se pudo probar nada y las denuncias se archivaron. La gente nunca dudó de la culpabilidad de Joe. Y siempre sospechó que aquellos delitos menores eran el preludio de algo más serio, potencialmente más letal.

¿Acaso William Pierce albergaba dudas acerca de la milagrosa transformación de Joe como tantos otros en la ciudad?
No era el caso de Demi. Siempre había sabido que Joe tenía un lado bueno. Solo que nunca lo hicieron público. ¿Qué era lo que Becca le había dicho antes? Demi recordó que su amiga la había acusado de utilizar esa actitud distante e incluso su inteligencia como una suerte de santuario. Un refugio para su verdadera personalidad en el que nadie pudiera herirla.
Demi se preguntó si Joe había utilizado la delincuencia juvenil como una suerte de santuario.
Joe la estaba mirando fijamente y Demi sintió que le faltaba el aire. ¿Es que nunca superaría esa atracción? ¿Ese terrible anhelo que provocaba que cada terminación nerviosa de su cuerpo se estremeciera y le encogiera el estómago con tan solo una mirada suya?

— ¿Tú encontraste el cuerpo? —preguntó Demi.
—Sí, en el solario —asintió tras una pausa para armarse de valor—. Su nombre es Bethany Peters.
— ¿La conocías? —arqueó una ceja oscura.
—Era una estudiante del Instituto Heathrow. Acudió a mis clases sobre Teorías del Comportamiento Criminal el semestre pasado —afirmó sin la menor ironía.
— ¿Estaba invitada a la fiesta? —preguntó dirigiéndose a William Pierce.
—No, ninguno de nosotros la había visto antes de esta noche —afirmó.
— ¿Qué estabas haciendo en el solario? —preguntó a Demi.
—El salón de baile estaba abarrotado —dudó un instante—. Tan solo quería respirar un poco de aire fresco.

¿Acaso pensaría Joe que se había pasado la noche bailando en vez de haber asistido como mera espectadora desde una esquina apartada? ¿Qué no había hecho otra cosa que soñar despierta con él? En eso confiaba Demi.
— ¿Por qué decidiste venir al solario?

—Tiene esta maravillosa cúpula acristalada. Quería disfrutar un poco de la tormenta —dijo, cada vez más nerviosa ante la intensa mirada de Joe, y se llevó la mano a la garganta mientras continuaba su explicación—. Se trata de una masa de aire tormentosa antes que de un sistema organizado. Quería observar el desarrollo del nuevo núcleo derivado de los restos de la explosión precedente.
Quería dejar de hablar, pero no podía detener su incesante parloteo.
—Pero el núcleo tormentoso se había disipado para entonces —concluyó sin convicción.
Joe se pasó la mano por el pelo corto, de punta.

—Ya veo. ¿Tienes idea de la hora en qué abandonaste la sala de baile?
—Era medianoche. Escuché el carillón del reloj del vestíbulo.
Demi apretó los labios para impedir que de su boca salieran más datos irrelevantes. Tenía la mala costumbre de relatar todo lo trivial siempre que se ponía nerviosa y siempre se había puesto nerviosa en presencia de Joe.
— ¿Viste a alguien más en el vestíbulo? ¿En el pasillo de camino hacia aquí? ¿Viste a alguien merodeando por el jardín?
—No. Es posible. No estoy segura —recordó la puertaventana abierta y el destello amarillo más allá del patio—. Puede que no fuera nada más que un reflejo. No puedo estar segura. No puedo asegurar que fuera una persona.
—Si se trataba de una persona —dijo Joe con gravedad—, no encontraremos huellas con este temporal.

Demi cerró los dedos con fuerza sobre el chal.
—No creo que sea una posibilidad, pero supongo que no podemos descartar que hubiera alguien en la habitación cuando entré y que saliera por esa puerta —señaló Demi—. No encendí ninguna luz.

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