miércoles, 28 de noviembre de 2012

Caperucita Y El Lobo Capitulo 30





Su cuerpo estaba tratando de volverse al revés… a través de su ombligo.
Demi se acurrucó en el sofá haciéndose bola, tirando de la manta debajo de la barbilla. La casa estaba llena de sombras, el sol casi se había ocultado. La temperatura en el termómetro de colibrí aspirara en la ventana una lectura de ochenta y dos grados, pero Demi estaba temblando tanto, que sus dientes rechinaban.
Esto era peor que la vez que había cogido la gripe y tuvo que ser hospitalizada durante un día y medio, mientras que lo peor pasaba. Había tenido miedo porque se podía morir. ¿Qué dice eso acerca de las posibilidades que tienes ahora?
Otro fragmento de dolor atravesó su vientre, como una sierra cortando desde su ombligo hasta el cuello. Ella gritó, pero el sonido era ronco, la última media hora había arruinado su voz. Ella debería de haber llamado a Joseph .
¿Pero qué podría haber hecho más que observar? Ella ya había arrojado todo hasta que ya no quedaba nada dentro de ella. Nadie necesitaba ver eso.

Su cuerpo convulsionaba, sus músculos contrayéndose y luego estirándose. La manta voló a través del salón, cayendo detrás de la silla en la esquina. Querido Dios, se estaba congelando, incluso mientras el sudor caía por su nariz y barbilla.
Ella no podía evitar temblar y cuando otra ola de dolor atravesó su cuerpo se encontró retorciéndose en el suelo.
Su cabello estaba empapado, largas líneas aferrándose a su cara, pegados a su cuello y goteando pequeños charcos en el suelo. Ella se levantó, bloqueando sus codos, luego descansó ahí un segundo tratando de encontrar un momento de paz. Su cuerpo no lo tendría.
—Oh Dios mío, Oh Dios mío. Algo está pasando. —Ella colapsó.
Si era posible sobrevivir a cada hueso siendo roto de manera simultánea y luego reacomodado, tendones rasgándose de sus músculos, órganos cambiando, cartílagos creciendo, estirando su piel, si era posible sobrevivir a su autopsia, Demi ahora sabía cómo se sentiría.
Su boca abierta en un grito mudo mientras veía sus dedos encogerse, los huesos de su brazo tirando hacia atrás, reorganizándose. Ella podía sentir cada grueso pelo metiéndose a través de su piel como gordas agujas abriéndose paso a través de sus pequeños folículos.
Ella gritó otra vez cuando el cartílago de su nariz se desmoronó y reorganizó, extendiendo su carne, su mandíbula saliendo, dientes afilándose, rasgando sus encías mientras crecían. Pero el sonido no era el suyo, o al menos ninguno que se hubiera escuchado antes. Era un loco, agudo chirrido ahuecado hacia el final.

Su columna vertebral arqueada de una manera y luego de otra, huesos fracturándose a lo largo de su espalda, empujando por debajo de la sensible piel por encima de su trasero.
—No. Por favor… una cola. —Las lágrimas manchaban su cara, pero no podía sentir la humedad a través de su piel. Sus piernas transformándose justo como sus brazos lo habían hecho, el dolor igual de intenso.
Y luego… Finalmente se detuvo.
Demi yacía inmóvil en el suelo junto al sofá de la sala. Sus ojos cerrados, jadeando, tratando de recuperar el aliento. El dolor había durado toda una vida.
Le tomó varios minutos confiar en que no volvería. Ella se humedeció los labios, excepto que no tenía ningunos. Dientes, largos y afilados, rasparon a lo largo de su lengua. Se lamio de nuevo y casi toca el puente superior de su nariz. La piel era áspera contra su lengua, salada por el sudor y las lagrimas.
Ella abrió sus ojos, casi los cruzó tratando de ver el largo hocico donde su nariz había estado.
Algo corrió a lo largo de la fundación de la casa. Ella escuchó y sintió sus orejas girar. Sacudió la cabeza a la extraña sensación y se puso de pie, débil al principio, el centro de balance muy diferente de dos piernas a cuatro. Sus shorts arrugados alrededor de la parte trasera de sus pies, y lo que quedaba de su camisa aun colgaba alrededor de su cuello.
Ella hizo todo lo posible para tocar con la pata el tejido roto y se las arreglo para atrapar su garra en el cuello y extraerlo el resto del camino. Hizo una nota mental para estar desnuda la próxima vez que esto pasara. El pensamiento la detuvo por un segundo. Ella sabía que habría una próxima vez.
Libre, se sacudió. Qué asco. Era demasiado extraño. Su grueso y pesado pelaje deslizó su piel ida y vuelta en su cuello. Un estremecimiento viajó a través de sus hombros, sobre su espalda y por su cola.
La cola. Ella casi lo olvida. Demi giró, tratando de ver su trasero, pero cuando volteo, su parte trasera la siguió. Dio vueltas de nuevo, pero solo consiguió ver un atisbo de piel rojiza y tal vez una pisca de fresa-rubio en la punta. Ella no podía estar segura. Si tan solo pudiera tener una mejor visión.
Rápido, ¿cómo se maneja una cola? Ella trato de moverla mientras daba vueltas alrededor pero eso tomo más coordinación de la que había dominado en ese momento. Ella siguió tratando de ver a través, dando vueltas y torciéndose, torciéndose y dando vueltas, pero no pudo cogerla… Oh dios, estoy persiguiendo mi cola.
Se detuvo, agradecida que nadie la hubiera visto. Soy un ser humano inteligente.
Puedo resolver esto. Ahora, si quiero verme a mí misma yo...
Había algo en las flores fuera del solario. Demi levanto la cabeza y resopló.
Ciervo. Y estaba contra viento. Podría cogerlo si yo…
No. Espera. Ella estaba pensando en otra cosa hace un minuto. ¿Qué era? Su culo se golpeó contra el sofá y luego otra vez. Pero ella no había movido su culo. Ella giro su cuello hacia su grupa y vio un destello de pelaje fresa-rubio balanceándose fuera en la punta de su cola. Estoy moviendo mi cola. Genial.
¿Cómo?
Sin embargo en el instante que pensó en eso, su cola se detuvo. De inmediato.
Ella sólo había conseguido un rápido vistazo. Quería ver más. ¡Eso es! Ella había estado pensando en la manera en que podría verse a sí misma sin tener que correr en círculos. Un espejo.
Joder. ¿Cuál es el problema con ella? ¿Por qué no podía mantener un pensamiento en orden en su cabeza? Demi dio vuelta y se dirigió a las escaleras, sorprendida de cuán rápido y fácil se movió ahora que tenía cuatro pies para subir en vez de dos.
Había tantos olores, tantos sonidos, incluso las cosas cotidianas capturaban su curiosidad. Era todo lo que podía hacer para no oler la basura cuando fue al baño. Ella empujo la puerta con su nariz para que pudiera verse a sí misma en el espejo de cuerpo entero detrás de ella
Pero cuando su reflejo mostró un alto, robusto lobo marrón, ella entró en pánico. Los pelos bajo su espalda hasta sus piernas se erizaron, un gruñido vibró en su quijada, enseñó los dientes. El lobo color rojizo gruñó en respuesta, imitando su posición agazapada, mostrando los dientes.
Ella podía luchar o huir. Esa era su guarida. No iba a huir a ninguna parte.
Demi saltó al lobo y el lobo saltó a ella. Ellos chocaron duro, rompiéndose una grieta como telaraña donde se encontraron sus cabezas. Demi se tambaleó atrás, sacudió la cabeza y vio al robusto lobo marrón hacer lo mismo. Ella resopló, y lo mismo hizo su reflejo.
Ugh. ¿Qué estaba pensando? No. El problema era que no estaba pensando. Ella estaba actuando por instinto, instinto de lobo. Era más fuerte que cualquier cosa que ella había sentido como humana y sorprendentemente difícil de ignorar. Ella tendría que tener eso en mente lo mejor que pudiera.
Demi tomó un mejor vistazo de sí misma. Ella era un gran lobo, probablemente normal para hombres lobo, pero espantosamente grande para un lobo natural.
Su pelaje tenía un color más oscuro que el normal de su cabello excepto por el fresa-rubio en las puntas de sus orejas y su cola, los cuales podía ver ahora si se inclinaba en el ángulo correcto.
Sus ojos eran del mismo verde que siempre habían sido, pero su forma era diferente, más almendrados, más largos. Quizá por eso su visión era más clara.
Santo cielo, hacía calor. Su boca colgaba abierta mientras ella veía, su lengua cayendo fuera a un lado. Ella jadeó, se detuvo, y luego lo hizo de todos modos.
La enfriaba y era mejor que tomar agua del inodoro, lo cual era otro terrible impulso que estaba golpeando a través de su cerebro. Tenía que salir de la casa antes que hiciera algo completamente asqueroso.
Demi empujó la puerta con su nariz y bajó corriendo las escaleras. Su corazón latía más rápido con sólo el pensamiento de aire libre, espacio libre para correr, un bosque para explorar. Ella atravesó la sala hacia el solárium y luego salió por la puerta trasera. La pantalla de la puerta golpeó contra el marco de madera detrás de ella, dándole un comienzo, pero ella siguió moviéndose.

El sol estaba por debajo del horizonte, su suave brillo desvaneciéndose rápidamente. Más allá del umbral de la selva, era tan bueno como la noche entera, y Demi podía ver perfectamente. No es de extrañar que no hubiera podido escapar de la familia de Joseph la noche anterior. Había estado corriendo a ciegas mientras ellos jugaban con ella. Idiotas.
Ella empujó el pensamiento lejos, permitiéndole a la noche robar su atención. El bosque estaba vivo ante ella, no solo lleno de billones de latidos sino con colores, olores y sonidos. Muchas cosas eran infinitamente fascinantes, el ejército de hormigas viajando en líneas de transmisión llevando corteza, hojas y carcasas de bichos.

El penetrante olor de una mofeta que había pasado horas antes la llevó por un camino antes de que la cola de una marmota joven le hiciera dar vuelta.
Un búho llamó a su compañero por lo alto y un murciélago arremetió tan bajo que ella trató de saltar y cogerlo. Una cosecha de madera violeta perfumaba el aire en un lugar y un parche de bayas tenía su estomago gruñendo en otro. Ella en realidad podía sentir el dulce sabor de la savia en su hocico y el amargo sabor del aerosol del zorro por accidente.

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