Su cuerpo estaba tratando de volverse al revés… a través de su
ombligo.
Demi se acurrucó en el sofá
haciéndose bola, tirando de la manta debajo de la barbilla. La casa estaba
llena de sombras, el sol casi se había ocultado. La temperatura en el
termómetro de colibrí aspirara en la ventana una lectura de ochenta y dos
grados, pero Demi estaba temblando tanto, que sus dientes rechinaban.
Esto era peor que la vez que había cogido la gripe y tuvo que ser
hospitalizada durante un día y medio, mientras que lo peor pasaba. Había tenido
miedo porque se podía morir. ¿Qué dice eso acerca de las posibilidades que
tienes ahora?
Otro fragmento de dolor atravesó su vientre, como una sierra
cortando desde su ombligo hasta el cuello. Ella gritó, pero el sonido era
ronco, la última media hora había arruinado su voz. Ella debería de haber
llamado a Joseph .
¿Pero qué podría haber hecho más que observar? Ella ya había
arrojado todo hasta que ya no quedaba nada dentro de ella. Nadie necesitaba ver
eso.
Su cuerpo convulsionaba, sus músculos contrayéndose y luego
estirándose. La manta voló a través del salón, cayendo detrás de la silla en la
esquina. Querido Dios, se estaba congelando, incluso mientras el sudor caía por
su nariz y barbilla.
Ella no podía evitar temblar y cuando otra ola de dolor atravesó
su cuerpo se encontró retorciéndose en el suelo.
Su cabello estaba empapado, largas líneas aferrándose a su cara,
pegados a su cuello y goteando pequeños charcos en el suelo. Ella se levantó,
bloqueando sus codos, luego descansó ahí un segundo tratando de encontrar un
momento de paz. Su cuerpo no lo tendría.
—Oh Dios mío, Oh Dios mío. Algo está pasando. —Ella colapsó.
Si era posible sobrevivir a cada hueso siendo roto de manera
simultánea y luego reacomodado, tendones rasgándose de sus músculos, órganos
cambiando, cartílagos creciendo, estirando su piel, si era posible sobrevivir a
su autopsia, Demi ahora sabía cómo se sentiría.
Su boca abierta en un grito mudo mientras veía sus dedos
encogerse, los huesos de su brazo tirando hacia atrás, reorganizándose. Ella
podía sentir cada grueso pelo metiéndose a través de su piel como gordas agujas
abriéndose paso a través de sus pequeños folículos.
Ella gritó otra vez cuando el cartílago de su nariz se desmoronó y
reorganizó, extendiendo su carne, su mandíbula saliendo, dientes afilándose,
rasgando sus encías mientras crecían. Pero el sonido no era el suyo, o al menos
ninguno que se hubiera escuchado antes. Era un loco, agudo chirrido ahuecado
hacia el final.
Su columna vertebral arqueada de una manera y luego de otra,
huesos fracturándose a lo largo de su espalda, empujando por debajo de la
sensible piel por encima de su trasero.
—No. Por favor… una cola. —Las lágrimas manchaban su cara, pero no
podía sentir la humedad a través de su piel. Sus piernas transformándose justo
como sus brazos lo habían hecho, el dolor igual de intenso.
Y luego… Finalmente se detuvo.
Demi yacía inmóvil en el suelo
junto al sofá de la sala. Sus ojos cerrados, jadeando, tratando de recuperar el
aliento. El dolor había durado toda una vida.
Le tomó varios minutos confiar en que no volvería. Ella se
humedeció los labios, excepto que no tenía ningunos. Dientes, largos y afilados,
rasparon a lo largo de su lengua. Se lamio de nuevo y casi toca el puente superior
de su nariz. La piel era áspera contra su lengua, salada por el sudor y las
lagrimas.
Ella abrió sus ojos, casi los cruzó tratando de ver el largo
hocico donde su nariz había estado.
Algo corrió a lo largo de la fundación de la casa. Ella escuchó y
sintió sus orejas girar. Sacudió la cabeza a la extraña sensación y se puso de
pie, débil al principio, el centro de balance muy diferente de dos piernas a
cuatro. Sus shorts arrugados alrededor de la parte trasera de sus pies, y lo
que quedaba de su camisa aun colgaba alrededor de su cuello.
Ella hizo todo lo posible para tocar con la pata el tejido roto y
se las arreglo para atrapar su garra en el cuello y extraerlo el resto del
camino. Hizo una nota mental para estar desnuda la próxima vez que esto pasara.
El pensamiento la detuvo por un segundo. Ella sabía que habría una próxima vez.
Libre, se sacudió. Qué asco. Era demasiado extraño. Su
grueso y pesado pelaje deslizó su piel ida y vuelta en su cuello. Un estremecimiento
viajó a través de sus hombros, sobre su espalda y por su cola.
La cola. Ella casi lo olvida. Demi giró, tratando de ver su trasero,
pero cuando volteo, su parte trasera la siguió. Dio vueltas de nuevo, pero solo
consiguió ver un atisbo de piel rojiza y tal vez una pisca de fresa-rubio en la
punta. Ella no podía estar segura. Si tan solo pudiera tener una mejor visión.
Rápido, ¿cómo se maneja una cola? Ella trato de moverla mientras daba vueltas alrededor pero eso
tomo más coordinación de la que había dominado en ese momento. Ella siguió
tratando de ver a través, dando vueltas y torciéndose, torciéndose y dando
vueltas, pero no pudo cogerla… Oh dios, estoy
persiguiendo mi cola.
Se detuvo, agradecida que nadie la hubiera visto. Soy un ser humano inteligente.
Puedo resolver esto. Ahora, si quiero verme a mí misma yo...
Había algo en las flores fuera del solario. Demi levanto la cabeza y resopló.
Ciervo. Y estaba contra viento. Podría cogerlo si yo…
No. Espera. Ella estaba pensando en
otra cosa hace un minuto. ¿Qué era? Su culo se golpeó contra el sofá y luego
otra vez. Pero ella no había movido su culo. Ella giro su cuello hacia su grupa
y vio un destello de pelaje fresa-rubio balanceándose fuera en la punta de su
cola. Estoy moviendo mi
cola. Genial.
¿Cómo?
Sin embargo en el instante que pensó en eso, su cola se detuvo. De
inmediato.
Ella sólo había conseguido un rápido vistazo. Quería ver más. ¡Eso es! Ella había estado pensando
en la manera en que podría verse a sí misma sin tener que correr en círculos. Un espejo.
Joder. ¿Cuál es el problema con
ella? ¿Por qué no podía mantener un pensamiento en orden en su cabeza? Demi dio vuelta y se dirigió a
las escaleras, sorprendida de cuán rápido y fácil se movió ahora que tenía
cuatro pies para subir en vez de dos.
Había tantos olores, tantos sonidos, incluso las cosas cotidianas
capturaban su curiosidad. Era todo lo que podía hacer para no oler la basura
cuando fue al baño. Ella empujo la puerta con su nariz para que pudiera verse a
sí misma en el espejo de cuerpo entero detrás de ella
Pero cuando su reflejo mostró un alto, robusto lobo marrón, ella
entró en pánico. Los pelos bajo su espalda hasta sus piernas se erizaron, un
gruñido vibró en su quijada, enseñó los dientes. El lobo color rojizo gruñó en
respuesta, imitando su posición agazapada, mostrando los dientes.
Ella podía luchar o huir. Esa era su guarida. No iba a huir a
ninguna parte.
Demi saltó al lobo y el lobo
saltó a ella. Ellos chocaron duro, rompiéndose una grieta como telaraña donde
se encontraron sus cabezas. Demi se tambaleó atrás, sacudió la cabeza y vio al robusto lobo marrón
hacer lo mismo. Ella resopló, y lo mismo hizo su reflejo.
Ugh. ¿Qué estaba pensando? No.
El problema era que no estaba pensando. Ella estaba actuando por instinto,
instinto de lobo. Era más fuerte que cualquier cosa que ella había sentido como
humana y sorprendentemente difícil de ignorar. Ella tendría que tener eso en
mente lo mejor que pudiera.
Demi tomó un mejor vistazo de sí
misma. Ella era un gran lobo, probablemente normal para hombres lobo, pero
espantosamente grande para un lobo natural.
Su pelaje tenía un color más oscuro que el normal de su cabello
excepto por el fresa-rubio en las puntas de sus orejas y su cola, los cuales
podía ver ahora si se inclinaba en el ángulo correcto.
Sus ojos eran del mismo verde que siempre habían sido, pero su
forma era diferente, más almendrados, más largos. Quizá por eso su visión era
más clara.
Santo cielo, hacía calor. Su boca colgaba abierta mientras ella
veía, su lengua cayendo fuera a un lado. Ella jadeó, se detuvo, y luego lo hizo
de todos modos.
La enfriaba y era mejor que tomar agua del inodoro, lo cual era otro
terrible impulso que estaba golpeando a través de su cerebro. Tenía que salir
de la casa antes que hiciera algo completamente asqueroso.
Demi empujó la puerta con su
nariz y bajó corriendo las escaleras. Su corazón latía más rápido con sólo el
pensamiento de aire libre, espacio libre para correr, un bosque para explorar.
Ella atravesó la sala hacia el solárium y luego salió por la puerta trasera. La
pantalla de la puerta golpeó contra el marco de madera detrás de ella, dándole
un comienzo, pero ella siguió moviéndose.
El sol estaba por debajo del horizonte, su suave brillo
desvaneciéndose rápidamente. Más allá del umbral de la selva, era tan bueno
como la noche entera, y Demi podía ver perfectamente. No es de extrañar que no hubiera podido
escapar de la familia de Joseph la noche anterior. Había estado corriendo a ciegas mientras ellos
jugaban con ella. Idiotas.
Ella empujó el pensamiento lejos, permitiéndole a la noche robar
su atención. El bosque estaba vivo ante ella, no solo lleno de billones de latidos
sino con colores, olores y sonidos. Muchas cosas eran infinitamente
fascinantes, el ejército de hormigas viajando en líneas de transmisión llevando
corteza, hojas y carcasas de bichos.
El penetrante olor de una mofeta que había pasado horas antes la llevó
por un camino antes de que la cola de una marmota joven le hiciera dar vuelta.
Un búho llamó a su compañero por lo alto y un murciélago arremetió
tan bajo que ella trató de saltar y cogerlo. Una cosecha de madera violeta
perfumaba el aire en un lugar y un parche de bayas tenía su estomago gruñendo
en otro. Ella en realidad podía sentir el dulce sabor de la savia en su hocico
y el amargo sabor del aerosol del zorro por accidente.
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