Demi se
giró hacia Joseph, que estaba acariciando el
pelo enmarañado de Abbie. La naturalidad de sus movimientos evidenciaban su
experiencia y le permitían verlo como un padre responsable de dos hijos muy
pequeños y muy vulnerables. De él dependía que comieran, se bañaran y tuvieran
ropa, llevarlos al médico y al dentista, arroparlos en la cama, secarles las
lágrimas y aplacar sus miedos. Demi, que
nunca había tenido que cuidar más que de sí misma, apenas podía imaginar una
responsabilidad tan grande.
De nuevo, se preguntó por la madre
de los hijos, que había muerto lamentablemente joven. La mujer de Joseph. ¿Seguiría llorando por ella? ¿Habría
regresado a Honoria para que su madre lo ayudara con los niños, o para escapar
del doloroso recuerdo de su esposa y el hogar que habían compartido en
Washington? ¿Quizá las dos cosas?
Cuando se preguntó si podría volver
a enamorarse alguna vez, cambió el rumbo de sus pensamientos de golpe y se
dirigió a Wade:
—He oído que Lucas reapareció hace
un par de años comentó Demi en alusión a un
hermano de Emily. Los chismosos se pondrían las botas.
—Volvió en navidades y se quedó
para asistir a nuestra boda en Nochebuena, hace año y medio dijo Wade tras
asentir con la cabeza. Y, sí, los chismosos le dieron bien a la lengua cuando
se presentó después de estar fuera quince años. Más de la mitad de la ciudad
creía que había asesinado a Roger Jennings cuando se marchó y no estaban muy
contentos con su vuelta.
—Tengo entendido que se ha ganado
el favor de todos ahora que se sabe que fue el tío de Roger quien lo mató en
realidad. No podía creérmelo cuando me enteré: ¡Sam Jennings fue mi dentista de
niña! ¿Quién iba a imaginarse que ya había matado a dos personas y que volvería
a hacerlo?
—La inocencia de Lucas cambió el
concepto que la gente tenía de él, por supuesto apuntó Joseph. Pero creo que
influyó más el hecho de que se había hecho rico en el sector informático
durante su estancia fuera, en California.
—Me lo creo murmuró Demi, recordando las veces que la habían
despreciado en Honoria por la familia de que procedía. Hija única de dos
alcohólicos cuyas batallas maritales conocía toda la ciudad, sabía de sobra lo
que era crecer en aquella sociedad tan clasista y estirada. Me alegro de que le
hayan ido bien las cosas. Creo que se casó con Rachel Jennings y están viviendo
en California, ¿no?
—Parecen muy felices confirmó Caleb.
Lucas necesitaba a alguien como Rachel para tranquilizarlo. Esta misma semana
nos han anunciado que están esperando un bebé. Será curioso ver qué tal padre
sale Lucas.
—Tu familia está creciendo
rápidamente comentó Demi.
Caleb asintió, visiblemente satisfecho.
Era el único miembro vivo de su generación y debía de complacerlo que el
apellido Jonas siguiera propagándose.
—Tío Lucas diseñó este juego apuntó
Clay, demostrando que había estado atendiendo a la conversación de los adultos
aunque pareciera absorto en su partida. Está guay.
—Tienes que enseñármelo después de
cenar repuso Demi. Tengo debilidad por las
maquinitas.
—Yo también tengo .una añadió Sam.
Me la regalaron por mi cumpleaños. Puedes verla si vienes a mi casa.
—Puede que algún día contestó ella,
sonriendo a su joven admirador. No miró a Joseph
al hablar, aunque se preguntó qué tal le habría sentado que su hijo la hubiese
invitado a su casa. Bueno, ya solo me falta preguntar por Savannah. Sé que se
casó con Christopher Pace, el escritor, y que dividen su tiempo entre Los
Ángeles y Georgia. ¿Le va bien?
Caleb asintió a la mención sobre la
hija única de su difunto hermano.
—Parece muy contenta. Su marido es
un buen tipo, a pesar de que se junta con esa gente de Hollywood.
— ¿Y sus gemelos? preguntó Demi, sonriente.
—Ya son adolescentes. Buenos
chicos, los dos. Y están locos por Kit. Los adoptó legalmente. A mí no me gustó
nada que renunciaran al apellido de la familia, pero parece que eso los hace
sentirse más unidos, así que supongo que tomaron la decisión correcta.
Demi no
había olvidado el escándalo que se armó cuando Savannah Jonas, ganadora del concurso de belleza de Honoria, quedó
embarazada de gemelos con solo dieciséis años. Demi
era menor que ella, pero recordaba la polémica que se había desatado cuando
Savannah había nombrado a Vince Hankins como el padre... acusación que este
había rechazado por completo. Se alegraba de que Savannah y sus hijos hubieran
salido adelante felizmente.
Los Jonas
llevaban dando pábulo a los chismosos de Honoria desde hacía años, pensó Jamie.
Lo cual la había hecho sentir cierta afinidad y simpatía hacia ellos, pues
también ella había sido víctima de murmuraciones en su adolescencia.
— ¿Y tu familia? Se interesó Caleb
entonces ¿Cómo está tu madre?
—Bien repuso Demi sin efusión. Está
viviendo en Birmingham, cerca de su hermana.
— ¿Y tu padre?
—Lo último que oí es que estaba en
Montana contestó ella, súbitamente tensa—. No estamos casi en contacto.
—Entiendo.
Sobrevino un breve e incómodo
silencio, hasta que Abbie balbuceó algo, Claire empezó a llorar y Bobbie entró
en el salón para anunciar que la cena estaba servida. Aliviada por que la
atención dejara de recaer en ella, Demi alzó
la barbilla, sonrió y se levantó para acompañar a los demás al comedor.
Ya estaban terminando el primer
plato cuando Joseph llegó a la conclusión de
que su hijo estaba como hechizado. Sam no había despegado los ojos de Demi desde que esta había llegado. Por desgracia, Joseph tenía un problema similar.
Demi no
podía ser más diferente, en apariencia al menos, de su difunta esposa, Melanie,
una mujer tranquila, noble y elegante siempre como la porcelana. Si alguien las
pusiera juntas, podría comparar a Demi con
el sol, brillante, caliente y llena de vida, y a Melanie con la luna, pálida,
fría y serena. Como la luna, Melanie había ocultado su cara oscura incluso a su
marido.
Abbie interrumpió la ensoñación de Joseph con un golpe de cuchara sobre la bandeja de
su silla alta. Chilló encantada por el sonido y volvió a golpear la bandeja.
—No, Abbie. Come Joseph dirigió la atención de la niña hacia el
plato irrompible del bebé.
—Papi dijo la niña, sonriente.
—Cómete la cena insistió Joseph con ternura, al tiempo que le acercaba un
trocito de plátano a la boca.
Como sucedía con frecuencia, Bobbie
dominó la conversación de la cena. Joseph quería
mucho a su madre y sabía que era muy generosa y tenía buen corazón; pero no por
ello dejaba de ver lo autoritaria que podía ser. Si bien había algunas personas
que no la soportaban, la mayoría pasaba por alto sus defectos, debido a sus
muchas virtudes. Había dado clases en el colegio desde antes de que él naciera
y pocos se atrevían a cuestionar su competencia.
—Hablé ayer con Arnette Lynch dijo
Bobbie mirando a Demi, en alusión a la
antigua profesora de teatro.
— ¿Cómo está su marido?
—Me temo que sigue muy débil por la
quimioterapia; pero Arnette dice que se encuentra un poco mejor. Está segura de
que ha hecho bien jubilándose.
—Por supuesto.
—Y me alegro mucho de que
estuvieras libre para ocupar su puesto. Los estudiantes están encantados de
tener a una verdadera actriz enseñándolos.
—Me gusta trabajar con actores
jóvenes contestó Demi. Son muy activos y
tienen muchísima ilusión. Algunos tienen bastante talento.
— ¿Qué tiene que ver el talento con
las obras del instituto? Preguntó Emily con acritud. La señora Lynch siempre
les daba el papel protagonista a los estudiantes que provenían de las familias
más prominentes, con independencia de que supieran cantar o actuar.
—No es muy amable por tu parte,
Emily Bobbie frunció el ceño.
—Pero es verdad, tía Bobbie. Vi la
representación de West Side Story del pasado otoño, ¿recuerdas? La hija del
alcalde interpretó a la protagonista y no tenía ni idea de actuar.
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