Él se encogió de hombros, su rostro se oscurecía con el humor
serio.
—Pregunta. No tengo nada que esconder.
¿Era esa su actitud? ¿Le estaba dando la actitud ahora?
—¿No?
—No. No soy un ladrón… Pequeña caperuza. —Él hizo que el
sobrenombre sonara como un insulto.
Ella frunció su ceño.
—No me llames así.
Joseph meneó la cabeza, se quitó
las cobijas y caminó molesto al baño. Su hermoso cuerpo, bronceado y musculoso.
—Eres una niña. Su niña.Él volvió, usando una bata de seda gris,
las solapas y la cinta eran de un color mas claro.
—La próxima vez que vayas a la casa de un hombre para acusarlo, al
menos debes saber cómo son los hechos.
Ella colocó las manos en sus caderas.
—Corrígeme si me equivoco, pero ¿acaso no le diste a mi Abuela el
relicario de mi madre ayer? ¿Un relicario que tú encontraste en el sitio del
fatídico accidente?
¿Un relicario que te quedaste por veintiún años?
Él se volteó hacia ella. El movimiento fue tan repentino que ella
dejó caer sus brazos, perdiendo así la postura de engreída.
—Sí. Encontré el maldito relicario en la escena del accidente. El
fatal accidente de mi esposa.
—¿Qué? —Ella no podía respirar—. ¿Fatal? Pero yo creí que ella
sólo se había mudado lejos de aquí.
—No. —Joseph se enderezo y pareció perder algo de su enojo—. Ella es la razón
por la que yo estaba ahí. No me importaban en lo absoluto tus padres. Ellos la mataron.
La cortaron como un… un… —Él dio un gruñido frustrado y se dio la vuelta,
caminando hacia las torres de las ventanas de la sala.
—¿De qué estás hablando? No le dimos a nadie. Chocamos contra un
lobo. —Sus mismas palabras enviaron un temblor por su espina, e hizo que los
hombros de Joseph se tensaran mientras miraba por la ventana. Ella lo sabía, pero no
quería saberlo.
Los recuerdos le volvieron.
—Íbamos conduciendo para recoger a la Abuela. Mis padres
estaban felices pero… yo no. No quería dejar mi bosque.
—Mi bosque —dijo Joseph.
Demi apenas lo escuchó.
—Papi acababa de recibir un ascenso. Nos mudábamos…
Joseph dobló los brazos sobre su
pecho.
—Ellos estaban traspasando nuestro bosque. Mío y de Donna.
—Era oscuro y llovía. Tomamos el atajo.
—Estaban conduciendo demasiado rápido —Joseph dijo.
—El lobo, saltó de pronto.
—Ella tenía todo el derecho de correr en sus bosques.
—Mis padres no pudieron detenerse. Lo intentaron…
—No lo suficiente.
—Papi dobló bruscamente. Nos fuimos de lado. Mamá estaba gritando.
Papa también. Y entonces… esos ojos, verde frio, ojos sin corazón… —Su mirada
se enfocó en la espalda de Gray—. El lobo, el lobo que causó la muerte de mis padres. Era tu
esposa. Tu esposa era una loba. Una mujer loba.
Su voz era suave y fría.
—Y yo he convertido en mi pareja a la hija de sus asesinos.
—Pero no existe algo como...
Joseph se dio la vuelta, la ira
grabada en su expresión.
—¿Como qué? ¿Un hombre lobo? Deja de mentirte a ti misma, Demi. Lo has estado haciendo por
demasiado tiempo. ¿Qué crees que fue lo que te atacó anoche? ¿Qué crees que soy
yo?
Ella saltó involuntariamente. Él estaba tan enojado. No, no era
enojo lo que brillaba en sus ojos, era culpa… y acusación.
—Oh Dios mío, culpas a mis padres por la muerte de tu esposa. Me
culpas a mí.
Joseph dejó caer su mirada, su
expresión se suavizó.
—No. Tú sólo estabas en el auto, ella estaba muerta. Tú no.
—Sí, lo haces. Me culpas, al igual que yo la culpaba… —Joseph se encontró con la mirada de Demi, pero no la detuvo de continuar con la frase—. Todo este tiempo,
no podías soportar el verme. Hiciste que la Abuela me mantuviera lejos de aquí. Quédate en el
camino, Demi. Aléjate de esa parte del bosque. Ten cuidado del grande y malo…
lobo.
—Demi…
Un toque en la puerta congeló la conversación.
—¿Sr. Jonas? —Annette calló por un momento al otro lado de la puerta—. Sr. Jonas, tengo un mensaje para la
señorita Lovato. También traje el desayuno.
—Pasa —Demi dijo cuando fue claro que Joseph
no iba a contestar. Él se quedó estoico, con los
pies plantados al piso, su espalda a la ventana, y los brazos doblados sobre su
estomago.
Annette abrió la puerta, sosteniendo una bandeja de cama, su
brillante sonrisa se desvaneció cuando se topo con la mirada oscura de Joseph.
—Oh. Lo lamento. Interrumpí.
—No. Está bien. Estamos… Demi volvió a ver a Joseph—
…terminando. De hecho, ya terminamos. —Ella miró a Annette yaciendo medio
dentro, medio fuera de la habitación.
—¿Cual es el mensaje, Annette? —Joseph preguntó.
Ella sostuvo la bandeja con una mano, mientras se arreglaba los
lentes con la otra, luego volvió a tomarla
con las dos.
—Oh. Sí. Llamaron del Asilo. Al parecer, trataron de contactar a la Srita. Lovato y cuando no pudieron
llamaron aquí. Al parecer, Ester tiene un pequeño problema de salud.
—¿Qué? —El corazón de Demi
se detuvo.
—Oh, no, no —Annette dijo aprisa—. Ella está bien. Sólo fue un
susto. La llevaron al hospital anoche y la dieron de alta hoy por la mañana.
Probablemente, ya este en casa.
¿Esta mañana? ¿Al hospital y devuelta tan rápido?
—¿Qué hora es?
—Son casi las cuatro —dijo Annette.
No hay comentarios:
Publicar un comentario