sábado, 17 de noviembre de 2012

Caperucita Y El Lobo Capitulo 24




Él se encogió de hombros, su rostro se oscurecía con el humor serio.
—Pregunta. No tengo nada que esconder.
¿Era esa su actitud? ¿Le estaba dando la actitud ahora?
—¿No?
—No. No soy un ladrón… Pequeña caperuza. —Él hizo que el sobrenombre sonara como un insulto.
Ella frunció su ceño.
—No me llames así.
Joseph meneó la cabeza, se quitó las cobijas y caminó molesto al baño. Su hermoso cuerpo, bronceado y musculoso.
—Eres una niña. Su niña.Él volvió, usando una bata de seda gris, las solapas y la cinta eran de un color mas claro.
—La próxima vez que vayas a la casa de un hombre para acusarlo, al menos debes saber cómo son los hechos.
Ella colocó las manos en sus caderas.
—Corrígeme si me equivoco, pero ¿acaso no le diste a mi Abuela el relicario de mi madre ayer? ¿Un relicario que tú encontraste en el sitio del fatídico accidente?
¿Un relicario que te quedaste por veintiún años?
Él se volteó hacia ella. El movimiento fue tan repentino que ella dejó caer sus brazos, perdiendo así la postura de engreída.
—Sí. Encontré el maldito relicario en la escena del accidente. El fatal accidente de mi esposa.

—¿Qué? —Ella no podía respirar—. ¿Fatal? Pero yo creí que ella sólo se había mudado lejos de aquí.
—No. —Joseph se enderezo y pareció perder algo de su enojo—. Ella es la razón por la que yo estaba ahí. No me importaban en lo absoluto tus padres. Ellos la mataron. La cortaron como un… un… —Él dio un gruñido frustrado y se dio la vuelta, caminando hacia las torres de las ventanas de la sala.

—¿De qué estás hablando? No le dimos a nadie. Chocamos contra un lobo. —Sus mismas palabras enviaron un temblor por su espina, e hizo que los hombros de Joseph se tensaran mientras miraba por la ventana. Ella lo sabía, pero no quería saberlo.
Los recuerdos le volvieron.
—Íbamos conduciendo para recoger a la Abuela. Mis padres estaban felices pero… yo no. No quería dejar mi bosque.
—Mi bosque —dijo Joseph.
Demi apenas lo escuchó.
—Papi acababa de recibir un ascenso. Nos mudábamos…
Joseph dobló los brazos sobre su pecho.
—Ellos estaban traspasando nuestro bosque. Mío y de Donna.
—Era oscuro y llovía. Tomamos el atajo.
—Estaban conduciendo demasiado rápido —Joseph dijo.
—El lobo, saltó de pronto.

—Ella tenía todo el derecho de correr en sus bosques.
—Mis padres no pudieron detenerse. Lo intentaron…
—No lo suficiente.
—Papi dobló bruscamente. Nos fuimos de lado. Mamá estaba gritando. Papa también. Y entonces… esos ojos, verde frio, ojos sin corazón… —Su mirada se enfocó en la espalda de Gray—. El lobo, el lobo que causó la muerte de mis padres. Era tu esposa. Tu esposa era una loba. Una mujer loba.

Su voz era suave y fría.
—Y yo he convertido en mi pareja a la hija de sus asesinos.
—Pero no existe algo como...
Joseph se dio la vuelta, la ira grabada en su expresión.
—¿Como qué? ¿Un hombre lobo? Deja de mentirte a ti misma, Demi. Lo has estado haciendo por demasiado tiempo. ¿Qué crees que fue lo que te atacó anoche? ¿Qué crees que soy yo?

Ella saltó involuntariamente. Él estaba tan enojado. No, no era enojo lo que brillaba en sus ojos, era culpa… y acusación.
—Oh Dios mío, culpas a mis padres por la muerte de tu esposa. Me culpas a mí.
Joseph dejó caer su mirada, su expresión se suavizó.
—No. Tú sólo estabas en el auto, ella estaba muerta. Tú no.
—Sí, lo haces. Me culpas, al igual que yo la culpaba… —Joseph se encontró con la mirada de Demi, pero no la detuvo de continuar con la frase—. Todo este tiempo, no podías soportar el verme. Hiciste que la Abuela me mantuviera lejos de aquí. Quédate en el camino, Demi. Aléjate de esa parte del bosque. Ten cuidado del grande y malo… lobo.
Demi…

Un toque en la puerta congeló la conversación.
—¿Sr. Jonas? —Annette calló por un momento al otro lado de la puerta—. Sr. Jonas, tengo un mensaje para la señorita Lovato. También traje el desayuno.
—Pasa —Demi dijo cuando fue claro que Joseph no iba a contestar. Él se quedó estoico, con los pies plantados al piso, su espalda a la ventana, y los brazos doblados sobre su estomago.

Annette abrió la puerta, sosteniendo una bandeja de cama, su brillante sonrisa se desvaneció cuando se topo con la mirada oscura de Joseph.
—Oh. Lo lamento. Interrumpí.
—No. Está bien. Estamos… Demi volvió a ver a Joseph— …terminando. De hecho, ya terminamos. —Ella miró a Annette yaciendo medio dentro, medio fuera de la habitación.
—¿Cual es el mensaje, Annette? —Joseph preguntó.
Ella sostuvo la bandeja con una mano, mientras se arreglaba los lentes con la otra, luego volvió a tomarla con las dos.

—Oh. Sí. Llamaron del Asilo. Al parecer, trataron de contactar a la Srita. Lovato y cuando no pudieron llamaron aquí. Al parecer, Ester tiene un pequeño problema de salud.
—¿Qué? —El corazón de Demi se detuvo.
—Oh, no, no —Annette dijo aprisa—. Ella está bien. Sólo fue un susto. La llevaron al hospital anoche y la dieron de alta hoy por la mañana. Probablemente, ya este en casa.
¿Esta mañana? ¿Al hospital y devuelta tan rápido?
—¿Qué hora es?
—Son casi las cuatro —dijo Annette.

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