lunes, 12 de noviembre de 2012

Amor Desesperado Capitulo 9 Niley






— ¿Qué? —exclamó Miley cuando recuperó la voz. El corazón le latía a toda velocidad. Se sentía fatal por haber causado ese lío, pero no podía haber entendido bien. Era imposible.
—Tenemos que comprometernos —repitió él, con tanta calma que parecía estar en sus cabales.
—No. No, no, no —negó Miley moviendo la cabeza con rapidez.
—Apesta, pero es la mejor solución —explicó él—. Conseguir una rectificación no servirá de nada. Mi jefe está dando volteretas de alegría. No es agradable, pero a veces hay que resignarse a controlar los daños.
«Apesta. Control de daños». El cerebro de Miley repitió las palabras una y otra vez. No sonaba como una declaración de amor.
— ¿Apesta? —repitió por fin.
—Desde luego que sí —repuso él—. Tengo tan pocas ganas de comprometerme contigo como tú conmigo. Eso es lo único bueno de la situación.
Él no la deseaba. Sintió que se le encogía el estómago, pero intentó convencerse de que era mejor así, no necesitaba para nada ese tipo de locura.
—Tus halagos me abruman —se mofó— pero no creo que sea una buena solución.
—Dadas las circunstancias, es la mejor —dijo él, con tanta convicción como si dictara un decreto de ley incuestionable.
Ella cerró los ojos a su actitud dominante y se concentró en sí misma unos instantes.
—No tengo tiempo para comprometerme. Tengo que seguir concentrada en mis clases.
—Entonces estamos a la par. Yo tampoco tengo tiempo para comprometerme.
— ¿Entonces por qué quieres que lo hagamos? —se quejó Miley abriendo los ojos.
—Control de daños. A veces hay que darle a la gente lo que desea antes de volver a quitárselo.
— ¿Qué quieres decir?
—Es temporal —respondió él, agitando la mano—. Estamos comprometidos unas semanas, luego decimos que no funciona y rompemos el compromiso. Así tendrás alrededor de un mes para buscar un sitio donde vivir.
—Pero tendríamos que ir juntos a fiestas y reuniones ¿no? —objetó ella.
—De vez en cuando —concedió Nick—. Pero todo el mundo sabe que soy un ermitaño, así que no será muy a menudo.
Tendría que simular que estaba enamorada de él. Tendría que actuar como si fuera el hombre más maravilloso del mundo. Él la miraría como si la adorara. Su corazón latió con fuerza al tiempo que su mente se rebelaba. Su instinto de supervivencia clamaba a gritos. Se pasó la lengua por los labios.
—No creo que sea buena idea.
— ¿Se te ocurre alguna mejor? —preguntó él, de manera tan directa y penetrante que ella se hizo una idea de cómo actuaba ante los tribunales.
Miley rebuscó desesperadamente en su mente.
—No quería tener que jugar esta carta —dijo Nick, con un deje de inflexibilidad en la voz—. Estás en deuda conmigo.
—Por salvarme la vida —apuntó Miley, con el corazón en la garganta.
—No —frunció el ceño—. Por defenderte a ti y a tus Barbies de tu hermano y conseguir que me rompiera la nariz.
A la mañana siguiente deslizó un papel junto a su plato, cuando Nick acababa su desayuno. Se ajustó la mochila a la espalda y lo miró de reojo.
Él apartó el resumen del caso que leía y echó una ojeada al papel.
—«Normas básicas» —leyó en voz alta—. ¿Es un contrato?
Negando con la cabeza, Miley agarró un bollo y lo metió en el tostador. No había dormido bien, y no por culpa de sus estudios, sino por culpa de Nick.
—No es tan complicado. Sólo unas normas básicas para que sepamos a qué atenernos.
—«El compromiso durará treinta días y la separación será amistosa» continuó leyendo Nick—. A mí me suena como un contrato. Algo primitivo, pero…
—No he utilizado términos legales —protestó ella, irritada por su actitud—. ¿Es que ya no entiendes un lenguaje normal?
—Lo intentaré —murmuró, intentando controlar la sonrisa—. «El compromiso no interferirá con los estudios de Miley.» De acuerdo, eso está bien. ¿Qué es esto? —masculló—. «Si la madre de Miley  se entera del compromiso, Nick tendrá que explicarle toda la historia.» ¿Por qué?
A Miley se le tensaron todos los músculos del cuello. El bollo saltó del tostador, lo agarró y lo puso sobre una servilleta de papel.
—Porque le prometí que no volvería a comprometerme si no estaba segura de que el compromiso acabaría en matrimonio.
— ¿Volver a comprometerte? ¿Cuántas veces te has comprometido?
—Sólo dos —admitió Miley con desgana—. Las dos desastrosas —añadió, pensando que eso era un eufemismo.
—Desastrosas —murmuró él—. ¿En qué sentido?
Ella tragó un seco trozo de bollo y se sirvió zumo.
—¿Es imprescindible que te lo cuente?
—Voy a ser tu prometido durante los próximos treinta días, necesito estar enterado.
—Bueno, el primero duró casi un año. Intenté romperlo varias veces, pero Brad era muy agradable y me daba pena. Era el hijo menor de un hombre de negocios acaudalado y su padre lo había ignorado casi toda la vida.
— ¿Brad…? —animó él.
—Worthingham —replicó ella. Nick se atragantó.
—¿Te refieres a los Worthingham que son dueños de Maryland y casi todo Delaware?
—Ajá —asintió Miley—. Mis padres nunca me han perdonado que no me casara con él. Decían que era mejor que un seguro de vida. Pero no hubiera estado bien, no lo amaba lo suficiente. Era agradable, pero no tenía ninguna meta en la vida. Yo necesitaba admirarlo, y no podía.
—Habrías sido una mujer muy rica si te hubieras casado con él.
Miley puso los ojos en blanco.
—Eso es lo que dice mi padre cada vez que voy de visita. Era su dinero, no el mío. Soy más feliz arruinada y estudiando Análisis que si estuviera con Brad.
Tras un momento de silencio Miley sintió la mirada de Nick y vio en sus ojos azules un destello de fascinación; desapareció tan rápido que se preguntó si se lo había imaginado.
—Eres una mujer fuera de lo común.
—Nunca lo he creído —replicó ella, encogiéndose de hombros.
— ¿Y el segundo compromiso?
Miley suspiró. Ese recuerdo dolía.

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