miércoles, 28 de noviembre de 2012

Seductoramente Tuya Capitulo 10






—Déjame un poco de oreja, preciosa dijo Demi, desenredando los dedos de Abbie. Puede que la necesite alguna vez.
—Quizá sea mejor que la tenga yo se ofreció Joseph.
—Cálmate, Joe Demi le frunció el ceño. Abbie y yo nos llevamos muy bien, gracias.
Abbie rió, como si las palabras de Demi le pareciesen graciosísimas. Joseph se quedó en silencio.
Sam tiró a Demi de un brazo, celoso porque su hermana hubiese acaparado toda la atención:
—Tengo unas zapatillas nuevas dijo, apuntando hacia ellas. Las otras se me habían quedado pequeñas.
— ¿Sí? Demi trató de sonar impresionada— ¡Qué rápidamente estás creciendo!
—Papá dice que me va a poner un ladrillo encima de la cabeza  comentó Sam con una risilla. Le dije que era una tontería. Aun así, seguiría creciendo.
—Cierto. Y estarías muy raro paseando con un ladrillo en la cabeza todo el tiempo, ¿verdad?
Sam rió de nuevo y se acercó un centímetro más a Demi.
Claire, que había estado dormida en un cochecito a los pies de Wade, empezó a lloriquear.
—Será mejor que nos vayamos dijo Emily, poniéndose de pie. A pesar de lo agradable que ha sido la velada, va siendo hora de que bañemos y acostemos a los niños.
Clay no pareció muy entusiasmado, pero obedeció sin rechistar y fue junto a sus padres mientras los mayores se despedían. Demi los saludó desde el sofá, todavía con Abbie en brazos.
—Por mucho que me guste sujetar a esta niña, creo que ya es hora de irme yo también a casa anunció Demi minutos después de que los Davenport se hubieran ido. Le dio un besito a Abbie y se la entregó a Joseph antes de ponerse de pie y dirigirse a Bobbie. Muchas gracias por invitarme a cenar, señóla... quiero decir, Bobbie.
—Ha sido un placer, cielo Bobbie se levantó. Sé que quieres que dejemos de darte la lata, pero necesito darte las gracias una última vez por lo que hiciste en la piscina. Ninguno de nosotros lo olvidará jamás.
Consciente de que Joseph y Sam estaban de pie tras ella, Demi murmuró algo apropiado para la ocasión y se giró hacia Caleb.
—Buenas noches, Demi le dijo él, dándole una palmada en un brazo paternalmente. Ven a vernos cuando quieras.
—Encantada. Gracias.
—Joseph, acompaña a Demi hasta el coche. Yo me quedó con Abbie  Bobbie agarró a la niña, dando por sentado que sus instrucciones serían obedecidas, como solía ocurrir.
—Yo voy también dijo Sam.
—No, cariño, quédate conmigo y con el abuelo Bobbie detuvo a su nieto. Despídete de la señorita Lovato. Ya la verás otro día.
—Buenos días, señorita Lovato dijo Sam, desilusionado, extendiendo una mano como había visto hacer a los mayores.
—Buenas noches, Sam Demi le estrechó la mano. Ya nos veremos, ¿de acuerdo?
—Eso espero.
Joseph avanzó hacia la puerta del salón:
—Después de usted, señorita Lovato  dijo con marcada cortesía.
—Vaya, muchas gracias, señor Jonas Demi sonrió. Buenas noches de nuevo a todos.
Luego, disimuladamente, miró a Bobbie mientras acompañaba a Joseph fuera del salón. La mirada de la mujer la dejó dubitativa: ¿qué había sido aquello exactamente?, ¿una cena de agradecimiento... o una cita enmascarada?
—Mi madre no es la persona más sutil  murmuró Joseph mientras salían a la calle.
A fin de esquivar sus ojos, Demi se concentró en admirar las estrellas del cielo.
—Es muy agradable dijo en tono ausente.
—Sí, pero también puede ser muy testaruda cuando se le mete una idea en la cabeza.
Como prefería no andarse con rodeos, Demi se apoyó contra su coche y miró a Joseph a la cara:
— ¿Y a qué idea te refieres?
—Seguro que te has dado cuenta de que ha tratado de que estuviéramos juntos toda la noche.
—Teniendo en cuenta que éramos los únicos solteros, supongo que es natural, ¿no? Demi se encogió de hombros.
—Puede. Pero en caso de que tenga algo más en mente, espero que no te resulte embarazoso.
—No es fácil que hagan que me ruborice dijo ella, sonriente.
— ¿Por qué no me sorprende esto que dices?
En ocasiones, Demi no podía contenerse. Estiró un brazo para acariciar con un dedo la barbilla de Joseph.
— ¿Y tú, Joseph?, ¿te ruborizas con facilidad?
—Normalmente no murmuró él.
Impulsada aún por el mismo impulso incontenible, Demi deslizó ambas manos por el pecho de Joseph, hasta detenerlas sobre sus hombros.
— ¿Y qué necesitas para ruborizarte?
Joseph esbozó una leve sonrisa al responder:
—No me ruborizo desde el instituto.
— ¿Y cuál fue la causa entonces? Demi jugueteó con el cuello de su camisa y lo acarició suavemente con un dedo.
—Creó que fue una sugerencia que me hiciste.
Demi rió por el tono tan seco de la respuesta.
— ¿Y aprovechaste el ofrecimiento?
—No. Dejé pasar la oportunidad...
Sus bocas estaban a escasos centímetros. Demi deseó que su sonrisa relajada disimulara el frenético ritmo de su corazón:
— ¿Y ahora? le preguntó con voz ronca.
—Ahora... Joseph notaba el aliento de Demi en los labios. Vaciló un segundo y, finalmente, se retiró. Creo que la volveré a dejar pasar.
—Lástima murmuró Demi.
Joseph le abrió la puerta del coche:
—Conduce con cuidado. Y vigila la velocidad.
—Tranquilo contestó ella. Me parece que ya he puesto a prueba mis límites demasiado por esta noche.

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