—Un par de
canciones no te van a matar dijo ella, volviéndose hacia Nick y Miley. Vamos, pareja. Sé que os apetece.
Nick se levantó e
hizo un gesto de resignación al ver la sonrisa forzada de Miley.
—Claro que sí murmuró
ella.
El grupo comenzó
a tocar una antigua balada de Eric
Clapton y Nick
tomó a Miley entre sus brazos. Estaba
tensa.
—Relájate le
murmuró al oído. Se supone que estás loca por estar junto a mí.
—Oh —suspiró
ella, apoyando la barbilla en su hombro. Gracias por recordármelo.
—Hasta ahora has
estado muy convincente dijo Nick.
—Gracias. Tú
tampoco lo has hecho nada mal.
—Creo que les
has gustado sonrió él.
—Sin duda
sienten curiosidad por mí. Casi me han entrevistado. ¿Debería haber traído un
curriculum?
—No. Eso le
habría quitado toda la gracia al interrogatorio.
La masajeó la
espalda y acercó los labios a su cuello.
— ¿Qué haces? se
quejó ella, estremeciéndose. Su suave quejido casi lo desarmó.
—Nos miran.
Tenemos que dar la impresión de que estamos locos el uno por el otro.
— ¿Cómo de
locos? gimió ella con frustración.
—Locos del todo contestó
Nick sin dudarlo.
—Vale suspiró
ella. Levantó la cabeza, lo miró a los ojos como si fuera una guerrera
Walkiria, y lo besó con todas sus fuerzas. Le consumió la boca con los labios y
la lengua, arqueándose hacía él.
Nick sintió su
temperatura que se disparaba hasta el techo y que la entrepierna de su pantalón
se tensaba hasta la incomodidad. Para cuando ella se apartó, le estaba costando
un esfuerzo inhumano no poner las manos sobre su trasero y apretarla contra esa
zona de su cuerpo que latía de necesidad.
Miley parpadeó unas
cuantas veces, respiró cuidadosamente y sonrió de medio lado.
— ¿Qué tal lo he
hecho?
Cuando por fin
acabaron el postre, se despidieron de Bob y Karen
y llegaron a casa, Miley atravesó la
puerta disparada.
—Buenas noches gritó
por encima del hombro, y corrió escaleras arriba. Cerró la puerta de su
dormitorio y, parada en el centro de la habitación, inhaló despacio varias
veces.
Con cada
respiración sintió el sutil y seductor aroma de la loción para después del
afeitado de Nick. La rodeaba y la excitaba tanto como lo había hecho Nick
cuando bailaban. Tenía su aroma pegado al vestido. Maldijo, se quitó el vestido
y lo arrojó sobre la cama.
—No voy a aguantar
farfulló entre dientes, andando en círculos, en sujetador, medias y botines.
¡Ni siquiera han pasado dos semanas y me gusta!
Agarró una almohada y
se la aplastó contra la cara. Por su propia cordura, tenía que odiarlo. Había
resultado demasiado fácil simular que admiraba a Nick, actuar como si
le pareciera guapo y sexy.
Besarlo como si lo deseara. Ese beso había sido una estupidez, una
gran estupidez.
Todavía se
sentía excitada, como si ardiera. Su quejido vibró en la almohada.
Con la almohada
en el rostro no veía, pero seguía moviéndose, no podía parar. De repente,
tropezó con la esquina de la alfombra y cayó al suelo. Aterrizó sobre el
trasero y aulló de dolor.
— ¿Miley? llamó Nick desde la puerta.
—Sí gritó,
frotándose el trasero. Estiró las piernas para comprobar que no se había
torcido nada.
— ¿Estás bien? preguntó,
abriendo la puerta unos centímetros.
Miley se apretó la
almohada contra el pecho y miró la puerta horrorizada.
—Estoy bien. Me
he tropezado con la alfombra. No hace falta que…
Él abrió la
puerta del todo, y ella se puso rápidamente en pie, haciendo una mueca de
dolor.
— ¿Estás segura
de que estás bien? insistió Nick
con voz dudosa.
Miley lo
miró sin saber que la molestaba más si él, o haberse caído. Estaba de pie en el
umbral, tan sereno, tan tranquilo. Tan vestido.
—Estoy bien, he
caído sobre la parte mejor acolchada del cuerpo replicó, deseando que se
marchara.
No lo hizo. Su
mirada la recorrió lentamente de arriba abajo.
—Estoy
perfectamente siempre que no tenga que sentarme. Gracias por preocuparte le
dijo, insinuando que podía irse.
—Odio la idea de
que hayas caído sobre tu lindísimo
trasero dijo él acercándose, con una mueca peligrosa en la cara.
—Estoy bien aseveró
Miley, aguantándose las ganas de frotarse allí
donde la dolía.
— ¿Necesitas una
segunda opinión?
Miley se
quedó sin respiración. Ya había aguantado suficiente esa noche. Su oferta,
combinada con la seductora mirada de sus ojos, hizo que explotara.
—¡Fuera! gritó,
y lo golpeó con la almohada. Él levantó las manos y caminó de espaldas hacia la
puerta. ¡Sal de aquí mala imitación de héroe! ¡O Súper Comando
Guerrero! ¡O prometido!
gritó Miley con
furia, sin importarle lo ridícula que debía estar con sólo las medias, botines,
sujetador y la almohada en las manos. Cerró la puerta de un golpe y estrelló la
almohada contra ella.
—Sólo tenías que
decir que no se oyó reír al otro lado de la puerta.
Miley sintió
ganas de gritar con todas sus fuerzas. En vez de eso contó hasta cien. Tres
veces. Después, tras asegurarse de que Nick ya no estaba en el pasillo, hizo lo único que podía
hacer. Corrió hacia el baño, se quitó la ropa y se dio una ducha de agua
helada.
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