—¿Quién lo hizo? —Joseph se colocó de pie en el borde de la piscina, con los brazos
doblados firmemente a través de su pecho—. ¿Cuál de estos idiotas se suicidó
anoche? Lynn levantó la cabeza para girar la otra mejilla, con una mirada de
reojo a Joseph.
Ella estaba sobre su vientre, con los pechos al aire bronceados
por el sol del atardecer.
—¿De qué te quejas?
—¿Quién le hundió los dientes?
Sus manos en puños apretados bajo su brazo, con sus pensamientos
apretando su cuello, destellaban en su mente. Maldita sea, éste no era él, pero
cuando se trataba de Demi, sus prioridades cambiaban.
Rick se encogió de hombros en la parte trasera del trampolín.
—¿Qué diferencia hay? Es lo que querías. Lo que todos necesitamos.
—Dio tres largos, rebotó una vez, y se
tiró de cabeza a la piscina. —Lo hecho, hecho está. —Joy
tomó un sorbo de té helado, a continuación, lo puso sobre la mesa entre ella y
Lynn antes de retomar la novela romántica que sostenía—. Estoy segura de que
fue un accidente, cariño. No hay ahora nada que hacer al respecto.
—¿Un accidente? ¿Ella se cayó en la boca abierta de alguien? —Joseph no necesitaba que se lo dijera. Estaba seguro de que sabía que uno
de ellos se atrevió a tocarla. Dejó caer los brazos, caminando a lo largo de la
piscina para colocarse sobre Lynn—. ¿Dónde está?
Lynn levantó la cabeza, con los ojos entrecerrados.
—¿Quién?
—Tu compañero muerto —dijo Joseph—. Por lo menos, lo será una vez que ponga
mis manos sobre él.
—No fue Shawn.
—Una mierda. —Él había tenido
que quitar la mandíbula del estúpido por Demi.
Por ser nuevo, Shawn tenía el menor control y el menor respeto por
la manada.
Joseph miró hacia la casa, vio el
aleteo en las cortinas de la ventana cerrada del dormitorio de Lynn. Cobarde.
Sin decir palabra, se dirigió a las puertas de cristal, con el asesinato en su
mente.
—Joseph, no. ¡No! Él no lo hizo. Te lo juro —Lynn gritó detrás de él.
Sabía que se había levantado, estaba detrás de él—. ¡Rick! Rick, detenlo. Lo va
a matar.
Rick escaló la escalera de metal en el extremo de la piscina al
mismo tiempo que
Joseph se acercaba. Tontamente se
puso delante de él, como si incluso eso le detuviera.
El recién llegado iba a morir. Alguien tenía que pagar por el
cambio de Demi, por obligarle a afrontar un hecho que había estado evitando
durante veintiún años. Demi era su compañera. Ella siempre había sido su compañera. Su matrimonio con Donna nunca
debió ocurrir. Ella había merecido algo mejor. Para cuando Rick le empujó contra
su pecho, los pensamientos de Joseph dieron la vuelta, su culpabilidad le había debilitado al origen de su rabia.
—Tío Joseph, no fue Shawn —dijo Rick—. Él se entusiasmó y corrió detrás de
ella cuando se echó a correr. Es un lobo nuevo, aprendiendo a controlarse. Pero
nosotros le detuvimos. Le teníamos bajo control. Él no fue quien la mordió.
—Entonces, ¿quién? —Ahora estaba gritando, su voz tan cerca de un
rugido que su garganta protestó, cada vez con más dolor—. ¿Quién lo hizo? Rick
sacudió su cabeza, después miró hacia atrás, con la barbilla alta y los ojos
desafiantes.
—Fui yo. ¿Está bien? Yo lo hice. Yo la mordí. Te dije que lo haría
si no lo hacías tú.
La ira, el dolor, la culpa y el remordimiento se agitaron en una furiosa
tormenta
dentro de él. Joseph explotó, empujando el pecho de Rick, enviándolo en un vuelo
varios metros atrás. El joven se agarró, aterrizando con la punta
de sus pies, dispuesto a luchar si fuera necesario.
—Vamos, muchacho —Joseph habló a través de sus dientes—. Terminemos esto hoy. Toma la
manada o sal de aquí.
Con su cuerpo apretado, Rick gruñó a Joseph, avanzando hacia delante un
poco, pero sin atacarle. Rick nació como hombre lobo y más fuerte a causa de
ello, pero Joseph era mayor y lo convirtió su difunta esposa, la más fuerte entre
ellos. Ella lo había elegido para ser Alfa, detectando la fuerza natural dentro
de él. Sería una batalla, pero Joseph tenía la rabia de su lado.
—No. Basta. —Shelly, hundida en el jacuzzi, luchaba por salir
fuera, y corrió hacia el otro lado de la piscina—. Ricky, si pierdes tendrás
que irte. No puedes luchar por ser Alfa y luego volver a subordinado.
—Yo no lo desafíe. Él me desafió. No puedo ser expulsado por
defenderme. Yo me encargaré de esto.
—Tío Joseph, por favor. No fue Ricky.
Los pelos en el cuello de Joseph se erizaron, sus músculos tensos, el instinto de gobernar era
emocionante, una mezcla de adrenalina dentro de su cuerpo.
—Desobedecer mis órdenes es un desafío. Y lo acepto.
—¿Es así como pretendes jugar? —preguntó Rick, con el disgusto en
aumento en su voz.
—Yo lo hice. —Shelly saltó entre ellos y empujó los hombros de Joseph—. ¿Me oyes?
Yo lo hice. Te desobedecí. La convertí. No Ricky. Ni Shawn. Fui
yo.
—Cállate, Shelly. —Joseph parpadeó, el rápido cambio de emociones empañaba su cerebro.
—¿Tú? ¿Por qué?
Shelly resopló de furia, las lágrimas brillaban en sus ojos
azules. Ella dio un paso
atrás, dejando caer la mirada. Por un momento, parecía
adolescente, a pesar de
su verdadera edad y la forma en que sus curvas llenaban su bikini
marrón rosado.
—Quería que las cosas fueran normales. Quería que fuéramos una
familia normal.
Al igual que antes con la tía Donna...
Joseph le acarició la mejilla.
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