lunes, 19 de noviembre de 2012

Capercita Y El Lobo Capitulo 26




—¿Quién lo hizo? —Joseph se colocó de pie en el borde de la piscina, con los brazos doblados firmemente a través de su pecho—. ¿Cuál de estos idiotas se suicidó anoche? Lynn levantó la cabeza para girar la otra mejilla, con una mirada de reojo a Joseph.
Ella estaba sobre su vientre, con los pechos al aire bronceados por el sol del atardecer.
—¿De qué te quejas?
—¿Quién le hundió los dientes?
Sus manos en puños apretados bajo su brazo, con sus pensamientos apretando su cuello, destellaban en su mente. Maldita sea, éste no era él, pero cuando se trataba de Demi, sus prioridades cambiaban.
Rick se encogió de hombros en la parte trasera del trampolín.

—¿Qué diferencia hay? Es lo que querías. Lo que todos necesitamos. —Dio tres  largos, rebotó una vez, y se tiró de cabeza a la piscina. —Lo hecho, hecho está. —Joy tomó un sorbo de té helado, a continuación, lo puso sobre la mesa entre ella y Lynn antes de retomar la novela romántica que sostenía—. Estoy segura de que fue un accidente, cariño. No hay ahora nada que hacer al respecto.
—¿Un accidente? ¿Ella se cayó en la boca abierta de alguien? —Joseph  no necesitaba que se lo dijera. Estaba seguro de que sabía que uno de ellos se atrevió a tocarla. Dejó caer los brazos, caminando a lo largo de la piscina para colocarse sobre Lynn—. ¿Dónde está?
Lynn levantó la cabeza, con los ojos entrecerrados.
—¿Quién?
—Tu compañero muerto —dijo Joseph—. Por lo menos, lo será una vez que ponga
mis manos sobre él.
—No fue Shawn.
Una mierda. —Él había tenido que quitar la mandíbula del estúpido por Demi.
Por ser nuevo, Shawn tenía el menor control y el menor respeto por la manada.
Joseph miró hacia la casa, vio el aleteo en las cortinas de la ventana cerrada del dormitorio de Lynn. Cobarde. Sin decir palabra, se dirigió a las puertas de cristal, con el asesinato en su mente.

Joseph, no. ¡No! Él no lo hizo. Te lo juro —Lynn gritó detrás de él. Sabía que se había levantado, estaba detrás de él—. ¡Rick! Rick, detenlo. Lo va a matar.
Rick escaló la escalera de metal en el extremo de la piscina al mismo tiempo que
Joseph se acercaba. Tontamente se puso delante de él, como si incluso eso le detuviera.
El recién llegado iba a morir. Alguien tenía que pagar por el cambio de Demi, por obligarle a afrontar un hecho que había estado evitando durante veintiún años. Demi era su compañera. Ella siempre había sido su compañera. Su matrimonio con Donna nunca debió ocurrir. Ella había merecido algo mejor. Para cuando Rick le empujó contra su pecho, los pensamientos de Joseph dieron la vuelta, su culpabilidad le había debilitado al origen de su rabia.

—Tío Joseph, no fue Shawn —dijo Rick—. Él se entusiasmó y corrió detrás de ella cuando se echó a correr. Es un lobo nuevo, aprendiendo a controlarse. Pero nosotros le detuvimos. Le teníamos bajo control. Él no fue quien la mordió.
—Entonces, ¿quién? —Ahora estaba gritando, su voz tan cerca de un rugido que su garganta protestó, cada vez con más dolor—. ¿Quién lo hizo? Rick sacudió su cabeza, después miró hacia atrás, con la barbilla alta y los ojos
desafiantes.
—Fui yo. ¿Está bien? Yo lo hice. Yo la mordí. Te dije que lo haría si no lo hacías tú.
La ira, el dolor, la culpa y el remordimiento se agitaron en una furiosa tormenta
dentro de él. Joseph explotó, empujando el pecho de Rick, enviándolo en un vuelo
varios metros atrás. El joven se agarró, aterrizando con la punta de sus pies, dispuesto a luchar si fuera necesario.

—Vamos, muchacho —Joseph habló a través de sus dientes—. Terminemos esto hoy. Toma la manada o sal de aquí.
Con su cuerpo apretado, Rick gruñó a Joseph, avanzando hacia delante un poco, pero sin atacarle. Rick nació como hombre lobo y más fuerte a causa de ello, pero Joseph era mayor y lo convirtió su difunta esposa, la más fuerte entre ellos. Ella lo había elegido para ser Alfa, detectando la fuerza natural dentro de él. Sería una batalla, pero Joseph  tenía la rabia de su lado.
—No. Basta. —Shelly, hundida en el jacuzzi, luchaba por salir fuera, y corrió hacia el otro lado de la piscina—. Ricky, si pierdes tendrás que irte. No puedes luchar por ser Alfa y luego volver a subordinado.
—Yo no lo desafíe. Él me desafió. No puedo ser expulsado por defenderme. Yo me encargaré de esto.
—Tío Joseph, por favor. No fue Ricky.

Los pelos en el cuello de Joseph se erizaron, sus músculos tensos, el instinto de gobernar era emocionante, una mezcla de adrenalina dentro de su cuerpo.
—Desobedecer mis órdenes es un desafío. Y lo acepto.
—¿Es así como pretendes jugar? —preguntó Rick, con el disgusto en aumento en su voz.
—Yo lo hice. —Shelly saltó entre ellos y empujó los hombros de Joseph—. ¿Me oyes?
Yo lo hice. Te desobedecí. La convertí. No Ricky. Ni Shawn. Fui yo.
—Cállate, Shelly. —Joseph parpadeó, el rápido cambio de emociones empañaba su cerebro.
—¿Tú? ¿Por qué?
Shelly resopló de furia, las lágrimas brillaban en sus ojos azules. Ella dio un paso
atrás, dejando caer la mirada. Por un momento, parecía adolescente, a pesar de
su verdadera edad y la forma en que sus curvas llenaban su bikini marrón rosado.
—Quería que las cosas fueran normales. Quería que fuéramos una familia normal.
Al igual que antes con la tía Donna...
Joseph le acarició la mejilla.

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