miércoles, 8 de agosto de 2012

Unas Locas Vacaciones Cap 9



Mientras cenaban, hablaron de temas generales. Él parecía estar muy informado sobre conflictos internacionales, por lo que Miley imaginó que debía leer muchas publicaciones militares. De aquello pasaron al tipo de armas que se utilizaban, y él parecía entender mucho de aquello también.
-Al marido de mi mejor amiga le gusta  leer cosas sobre armas -comentó Miley-. Tiene un montón de libros sobre cosas tan curiosas como... oh, como es, ese fusil pequeño de nueve milímetros... .

-El «Uzi». Puede disparar treinta veces seguidas, y lo mismo disparo tras disparo que a ráfagas. Es un arma tremenda.
-Yo sé disparar una escopeta corriente -dijo ella, sonriendo-,-.. Hasta ahí llega mi conocimiento de las armas. -Yo sé más de cuchillos que de armas de fuego, aunque he usado las dos.
Sacó del bolsillo una navaja enorme y la puso encima de la mesa.
Miley se le quedó mirando, maravillada. Estaba hecha de metal plateado y tenía un mango de hueso tallado. Cuando Nick sacó la cuchilla, vio que tenía una forma muy rara, muy siniestra.
-No es una navaja, ¿verdad?
Nick negó con la cabeza.
-No, aunque en las aduanas siempre pasa por serio.
-¿Dónde encontraste algo tan peculiar?
-La hice yo -respondió Nick, volviendo a guardársela en el bolsillo.
-¿La hiciste tú?
-Pues claro que sí -dijo él, sonriendo al ver su cara de perplejidad-. ¿De dónde crees que salen las navajas? Alguien tiene que hacerlas.
d -Desde luego, pero no creí que... Tiene un aspecto verdaderamente impresionante, no la llevo de adorno. ¿Quieres algo de postre? -,No, gracias. No me gustan mucho las cosas dulces, gracias a Dios.

-A mí tampoco. Vamos a dar un paseo por la playa. -¡Estupendo!
Esperó hasta que él pagó la cuenta y luego le siguió hasta la salida. La noche era tibia. Miley se quitó las sandalias y se puso a bailar juguetonamente por donde rompían las olas. Nick la observó, sonriendo.
-¿Qué edad dijiste que tenías? -le preguntó cuando volvió junto a él con las sandalias en la mano.
-Unos diez años -repuso ella, echándose a reír.
-Haces que me sienta raro -le dijo Nick, acariciándola la mejilla y los labios.
Había más gente en la playa, pero nadie lo bastante cerca como para ser algo más que una sombra oscura.
-¿Cuántos años tienes tú? -le preguntó Miley.
-Treinta y seis.
Le quitó las sandalias y las dejó caer en la arena.
-Me excitas -continuó, atrayéndola hacia sí-. ¿Sabes cómo reacciona el cuerpo de un hombre cuando éste se excita?
. Le cogió la cara entre las manos y le besó la frente. Miley contuvo el aliento al notar el roce de sus labios, sentía un calor sofocante. Nick la cogió por las caderas y la estrechó contra sí. Miley empezó a respirar entrecortadamente. Estaba aprendiendo cosas fascinantes sobre las sutiles diferencias que estaba causando en su cuerpo.
-¿No protestas? -añadió Nick.
-Tengo... curiosidad -murmuró ella-. Como ya has visto, sé muy poco de estas cosas.    .
-No te doy miedo.
-No, ahora no.
¿Ni siquiera ahora? -preguntó él, apretándola más contra sí.
Miley notó que la flaqueaban las piernas. Una nueva sensación le recorría todo el cuerpo, llenándola de un placer desconocido. Se aferró a la chaqueta de Nick porque no confiaba en que las piernas la siguieran sosteniendo durante mucho tiempo.
-Quiero estar a solas contigo -murmuró él-. Y, de momento, esto es lo más peligroso que puedo hacer.
-Me deseas -susurró Miley, dándose cuenta de ello con una extraña sensación de triunfo.
-Sí -repuso él, acariciándole los pechos, que estaban desnudos bajo el vestido.
Se puso tensa al notar el roce de los pulgares. Su reacción física fue inmediata.
_Tú también me deseas, ¿verdad?
Miley se movió un poco y dejó escapar un gemido. Él apretó la cara contra su mejilla.
Gracias a Dios que no tenemos público -murmuró con voz ronca-. Quédate muy quieta, Miley.
Le empezó a bajar la tela del vestido. Ella sintió cómo la fresca brisa nocturna acariciaba la piel de los pechos cuando Nick deslizó la tela hasta la cintura.
Ella volvió a gemir, y su gemido fue como un narcótico para Nick, que sabía instintivamente que Miley no había permitido nunca que ningún hombre llegara tan lejos.
-Ojalá pudiera verte los ojos.
Él observó su cara en la oscuridad.
-Tienes una piel suave como la seda añadió, acariciándola la cara y el cuello. Levanta los brazos y deja que tenga tus senos entre mis manos.
Miley se puso de puntillas y hundió las manos en el' espeso pelo de Nick. Él empezó a acariciarle los duros pezones.

-Quiero besarte -murmuró Nick-. Todo esto es algo  natural, así que no te asustes si notas mis dientes, ¿de acuerdo? -Gente -gimió ella.
-Sólo es una pareja de gente mayor, y están lejos -replicó
Miley-. Ahora acaban de entrar al hotel. ¡Oh, Miley, de .todos mis juegos eróticos con las mujeres, éste es el más excitante!  Miley arqueó el cuerpo contra él, ciega y sorda a todo lo que no fuese lo que estaba sintiendo en aquel momento. «Mañana, pensó, mañana me preocuparé por todo esto».
-Quieres mi boca, ¿verdad que sí, cariño? -le preguntó él, y, casi con reverencia, empezó a besarle el  cuello--. Te voy a de­vorar -añadió, y entonces ella sintió sus dientes en la piel y se quejó.
-¡Nichola!

-No es nada -:-susurró él-. No quisiera hacerte daño por nada del mundo. Relájate, cariño, tranquila. Sí, así, Miley. Túm­bate para que pueda echarme sobre ti... Ella se alegró de tener algo donde apoyarse, ya que el mundo giraba sin cesar a su alrededor. Se aferró a él, devolviéndole los besos con una pasión ingenua, pero ardiente. Nick. Se echó a reír. Miley ya era suya.
-Nichola -dijo ella con voz temblorosa.
-¿Qué quieres? -preguntó Nick, besándole los párpados. Ella le tiró de la camisa.
-¿Quieres sentirme?
-Sí -repuso ella, sonrojándose.
-Desabróchame los botones.
Nick pesaba bastante, pero a ella le encantaba su peso. Por encima de sus cabezas brillaban cientos de estrellas.
Acarició la piel desnuda de Nick con las manos temblán­dole de emoción. No había tocado nunca el cuerpo de un hombre.
-Aparta las manos -le dijo él, segundos después.
Miley obedeció y entonces Nick movió su cuerpo contra el suyo, asombrándola por el intenso deseo que aquel roce desper­taba en ella.
-¿Te gusta? -preguntó Nick.
-Nunca me imaginé... -empezó ella con voz temblorosa-.
Oh, te deseo -le confesó con un sollozo--. ¡Te deseo, te deseo!
-Yo también te deseo, pequeña -murmuró él, besándola suavemente-. Pero no puedo tratarte como a una conquista de una noche. Tengo mis principios.
Miley sintió que las lágrimas rodaban por sus mejillas. Él le lamió las lágrimas de las pestañas y entonces Dani se dio cuenta de que hacía ya un rato que no llevaba puestas las gafas.
-Mis... gafas -balbuceó.                           
     -Las tienes arriba de la cabeza -dijo él, cogiéndola de las muñecas y ayudándola a levantarse.
     -Oh, es usted otra persona, señorita Sto Clair -añadió, besándole los pezones.
-Yo... nosotros... deberíamos... -tartamudeó Miley. -No te preocupes, mañana por la mañana nos casaremos. -¿Casamos?
-Sí -dijo él con firmeza, dándole las gafas.
-Pero...

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