viernes, 17 de agosto de 2012

Errores Del Ayer Cap 12




Joe sabía que se estaba comportando como un idiota, pero no podía evitarlo. Sin decir nada, sacó una venda del botiquín, vendó con ella a Jim y luego lo ayudó a ponerse en pie sobre su pierna buena.
—No nos va a quedar más remedio que ir juntos en el caballo —dijo—. ¿Crees que podrás sostenerte en la silla, Jim?
Con los labios blancos a causa del dolor, el joven vaquero asintió.
—Lo intentaré.
—Puede venir conmigo —ofreció demi.
Joe negó con la cabeza.
—Va a necesitar apoyarse, y tú no eres lo suficientemente fuerte.
—Soy más fuerte de lo que parezco.
—No seas ridícula…
—Si no os importa —interrumpió Jim—, querría que me viera un doctor antes de que se me caiga la pierna.
—Trae aquí los caballos, Demi —dijo Joe, avergonzado. Jim necesitaba atención médica urgente y todo lo que se le ocurría hacer era discutir con ella.

Cuando los caballos estuvieron a su lado, volvió a colocar las alforjas y ayudó a Jim a montar. Luego montó tras él. Al notar que el cuerpo del joven se relajaba por completo lo sujetó con ambas manos.
—Aguanta —murmuró, a pesar de saber que había perdido el conocimiento—. Whiskers nos espera en el arroyo.
Media hora más tarde respiró aliviado al ver a Whiskers y a Ryan esperándolos con una de las camionetas abiertas del rancho.
—He puesto unas mantas en la parte trasera para que Jim pueda ir tumbado —dijo el viejo cocinero—. ¿Cuánto tiempo lleva desmayado?

—Desde que hemos salido del cañón —Joe condujo su caballo hasta la parte trasera de la camioneta, desmontó sobre la plataforma y luego tumbó a Jim sobre las mantas—. Además de una pierna rota, creo que se ha roto un par de costillas y está parcialmente deshidratado.
— ¿Se va a poner bien, papá? —preguntó Ryan con voz temblorosa.
Joe saltó de la parte trasera de la camioneta y tomó a su hijo en brazos.
—Claro que sí. Vamos a llevarlo al hospital de Amarillo y allí lo dejarán como nuevo.
—No me gustan los hospitales —dijo el niño, lloroso—. La gente que entra en ellos nunca sale.
El corazón de Joe se encogió al ver el miedo que reflejaban los ojos de su hijo. Desde que su madre había muerto, le aterrorizaban los hospitales. Lo abrazó y trató de tranquilizarlo.
—En los hospitales también se cura mucha gente.
Demi desmontó y se acercó a ellos.
—Ryan, ¿quieres volver a casa conmigo mientras tu padre y Whiskers llevan a Jim al hospital? Así, podríamos terminar nuestra partida de cartas.
El niño miró a Joe con gesto esperanzado.
— ¿Puedo, papá?
Joe miró a Demi. Su tranquilizadora sonrisa le hizo sonreír a su vez.
—Claro. Si a ella no le importa.
—Por supuesto que no me importa —Demi tomó a Ryan en brazos y lo sentó en el caballo—. Tú lleva a Jim al hospital. Te estaremos esperando en casa.
Joe la miró un momento más antes de subir a la parte trasera de la camioneta. Trató de ignorar la reacción que le habían producido sus palabras, los sentimientos que habían evocado. Pero saber que lo estaría esperando a su regreso hizo que su corazón latiera más deprisa.

Demi estaba sentada en el balancín del porche con Ryan dormido en su regazó. Siempre había querido tener hijos y, si las cosas hubieran salido como las había planeado, en aquellos momentos tendría uno de aproximadamente la misma edad. Un niño o una niña de pelo rubio y ojos verdes como los de su padre.
Por primera vez en seis años se permitió recordar libremente al joven con el que había planeado casarse. Pero la imagen de su rostro ya no era tan intensa y clara como lo había sido. El paso del tiempo había sanado en gran parte el dolor de perderlo, y también había situado a Dan en un cómodo lugar del pasado.
Un pasado con el que había aprendido a vivir, pero que no olvidaría nunca.

Durante largo tiempo había esperado que alguien la despertara, que le dijera que todo había sido una terrible pesadilla, que Dan no se había ido. Pero así había sido, y nada en el mundo podía cambiar esa realidad.
Ahora volvía a esperar. A saber cómo estaba Jim. A Joe.
Su pulso se aceleró al ver que se acercaban las luces de un vehículo. La espera había terminado. Joe estaba en casa.
— ¿Cómo está Jim? —preguntó en cuanto Joe y Whiskers subieron al porche.
—Se va a poner bien —dijo Whiskers, y a continuación bostezó aparatosamente—. Me estoy haciendo demasiado viejo para estos trajines. Nos vemos por la mañana.

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